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Vete por HuMi-ChaN

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Notas del fanfic:

Antes de comenzar a leer este drabble, se recomienda que la persona que lo lea escuche la canción titulada Geh! Y ser consciente de lo que esta habla. (Nota: vease subtitulada) 

Pueden acceder a ella Aquí.

 

DISCLAIMER: Los hechos en este fic no son reales, fueron maquinados por mi enferma mente [la idea, la trama y el montaje son completamente de su servidora (esa soy yo)]. Cualquier parecido de los hechos en la realidad con estos personajes que no son míos sino de su propia propiedad (?), es mera coincidencia

 

Muchas veces, esta no era la primera.
Fueron muchas las veces que se planteó que amarle de esa forma no era correcto. Eran quienes eran, el uno del otro al fin y al cabo.

Aun cuando no estuviera del todo mal en realidad, aun cuando su corazón se desbordaba, cuando ya habían aprendido a entender que se amaban más allá de los límites permitidos, había algo que no terminaba de dejarlo tranquilo. Algo no estaba bien, aquello no debería poder ser. Tanta felicidad, por el simple hecho de estar al lado de alguien de quien sabía, no debía prendarse de aquella forma. Rozaba lo antinatural.

-…Luces demasiado seguro, ¿En verdad crees que es lo mejor?

-Lo he pensado ya, lo he pensado bastante. Tú también eres consciente de que no está bien.

-¡Eso ni siquiera nos importa, Bill!

-¡Pues debería! ¡No es normal, Tom! No es normal…

-¿Desde cuándo es que nos hemos adaptado a los parámetros de lo normal, señor estándar? –aun cuando todavía podíamos reír. Quizá por poco tiempo.

-No te burles de mí, Tom, sabes que estoy hablando enserio. Sé que puedes sentirlo.

Quisiera que no fuera cierto, pero lo era. No deberíamos seguir juntos, porque no era algo normal, algo que estuviera bien, algo que pudiera ser… Si nosotros continuábamos juntos, ya no podría parar, nuestro camino seguiría avanzando y avanzando en la misma dirección, y todo iría a parar demasiado lejos, en aquel punto que sentía rozarme los talones, que quizá ya me había alcanzado pero al que no me sentía capaz de enfrentar a la cara.

-¿Es que no te he dicho ya, Bill? ¿Cuántas veces necesitas escucharlo? -¡Todas las que puedas decírmelo! Nunca, nunca, Tom, nunca me cansaría de escucharte decirme lo que quiero escuchar noche y día. –Te amo, Bill. Esa es la única verdad y normalidad para mí. No sólo para mí, lo sabes. Yo sé que lo sabes.

Es la única verdad y normalidad también para mí.

-¡Pero no debería ser así!... también tú sabes eso.

-Pero no necesitamos que sea de otra manera ¡Bill, maldita sea!

-Vete. –y no me hagas decirlo de nuevo.

-No lo haré si no me das una buena razón.

-¡Es que te parece poco el hecho de que te lo diga de corazón!

-… Cómo. –sus manos temblaron, y sus ojos aguantaban mucho mejor que los míos. –Cómo eres capaz de mentirnos así con esa linda boca tuya, hermanito. –y podía seguir sonriendo. Sólo había una razón para ello. La misma por la que yo le devolví la sonrisa: Él aún estaba a mi lado.

-No estoy mintiendo. – No funcionaría.

-¿No esperas que me la trague, cierto? Tú no puedes decirme algo de corazón sin que yo sepa si es real o no.

-¡Pero de verdad quiero que te vayas! ¡Vete! Vete, Tom… lo necesito

Su pecho se encogió. Era verdad, yo jamás podría mentirle. Mentirle a él era mucho menos eficiente que mentirme a mí mismo.
Por eso se dio la vuelta y se fue. Salió de la habitación y reservó un vuelo de vuelta a casa. Porque yo en verdad necesitaba que se fuera.

Aunque mi corazón se hiciera añicos al sentir que ya no pisábamos el mismo suelo.

Me miró. Ese fue su último recurso, mirar mi fría expresión, esa sonrisa falsa que intentaba esconder lo inevitable. Entonces me dedicó un último “Te amo”. Ese que correspondí porque mis labios y mi corazón se movieron solos. Y sonreímos. Con su último “llámame”.

“Vete, Tom” se lo había dicho una y otra vez; se lo había repetido hasta la saciedad, intentando convencer al aire de que era lo que realmente quería, cuando ni yo ni él éramos capaces de creerlo. Porque a él le encantaba cumplirme caprichos estúpidos para que  diera cuenta de las cosas por mí cuenta.

Pasaron cinco días, como si en cada uno de ellos él no se hubiese alejado ni un poco de mí. Como si en cada uno de ellos siguiésemos el uno al lado del otro, pero sufriendo la distancia, esperando que el otro día se terminara, dando paso a uno nuevo, y uno más, deseando que terminara, intentando vivir tal y como le había dicho que lo hiciéramos: como dos individuos distantes.

-Tom... vuelve. Quédate.

Sonrió del otro lado de la línea. Y tomó un vuelo de vuelta.


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