Era un frio Abril:
Se escuchaba el suave eco del aire arrojado contra las hojas de otoño; el suspiro de la naturaleza en un instante; el eco de tu risa. ¿No crees en el amor a primera vista? Pues yo tampoco. Mi madre se enamoro a los 16 años y quedo embarazada de mí, mas las vanas promesas de mi padre y su supuesto amor la hicieron tomar la decisión de tenerme. Mala decisión para ambos.
Acababa de salir de la academia pre universitario. Contaba con unos pocos billetes en mi bolsillo, una gran pena en mis hombros y el estrés de tener una enamorada. Enserio, tener buenas notas y un futuro por delante es algo magnifico, pero si no tienes en que creer, un sueño ¿de que te vale el futuro? Toda mi vida se baso en la decisión de mi madre respecto a mis estudios; mi vida era la vida de ella, las decisiones de ella, “los amigos” que ella quería. En otras palabras: una farsa.
Cuando te conocí, tenia una gran sonrisa, pero tus ojos no mostraban brillo alguno. Tal vez fue por ello que cuando nuestros ojos se cruzaron por primera vez nos comprendimos, formamos un lazo. Nunca me olvide que la primera vez que reí en verdad fue cuando me invitaste a un concierto de tu banda favorita; ¡y que banda! Tal vez eso era lo que los seres humanos comunes llamaban amistad. Nunca pensé que fuera algo tan exquisito.
-Me mudare a Tokio para entrar a la universidad- me dijiste un día de mayo.
-AH. Sayonara, espero que nos crucemos otra vez en esta vida –responde tratada de ocultar esos sentimientos que estaban naciendo dentro de mi.
-¿No me perseguirás?- me preguntaste desviando la mirada y con un rostro un poco sonrojado.
-Haber si convences a mi madre de perseguirte, así te perseguiría hasta el fin del mundo- respondí.
Enlazamos nuestros dedos mientras que en silencio contemplábamos atreves de la pantalla de tv una película vaquera. Quería llorar, pero no podía mostrarte un lado tan débil. Estaba perdiendo a la persona que me hizo sentir algo diferente, que sentía la misma soledad de mi corazón.
-Sabes, me muero de ganas por llorar- susurraste mientras te acercabas mas a mi –préstame tu calor.
-Idiota –respondí mientras lo abrazaba –Para eso están los amigos.
Sus ojos tenían un pequeño brillo de… ¿será felicidad? Su cabeza se recostó en mí pecho mientras lloraba. En algún momento nos quedamos dormidos.
Sentí una suave respiración sobre mi, algo que suavemente me aprisionaba los labios; un beso tuyo. Se que te distes cuenta de que me encontraba despierto, aun así dijiste esa que guardábamos en nuestros corazones. A la mañana siguiente, a eso de las tres de la tarde, partistes para nunca mas volver.
Pasaron 10 años desde ese entonces. Mi enamorada termino obligándome a casarme con ella, lo que no era tan malo. Me gustaba esa chica, amaba a la pequeña que tuvimos juntos. Menuda coincidencia volvernos a ver en Tokio, en el mismo vagón, en el mismo tren. En ese momento me quede parado en el vagón. Quise perseguirte y abrazarte, gritarle y preguntarte: ¿Por qué TUS OJOS NO BRILLAN? Solo me quede allí, mirando tu espalda alejarse y la puerta del vagón cerrarse.
“Te a… te ame” murmure dentro de mi mente mientras el tren empezaba a avanzar.