CAPÍTULO UNO. — NATURALEZA
VOYEURISMO
Siempre he sido un observador innato, disfruto de analizar las cosas y desmenuzarlas poco a poco, me deleitó en sus detalles y recreo con sus virtudes y defectos, pero si en otro tiempo, para ser exactos…hace cien años me hubieran dicho que mis ojos se recrearían ante una escena particular, me habría irritado hasta límites insospechados y tal vez…mandado a matar al postulante de tal idea. Estarían manchando mi honor, ofendiendo mis principios, insultando la educación dada por mis padres. Total, mi respuesta habría sido la propia de un niño arrogante y egocéntrico de doce años jugando a ser adulto, con toda esa presunción que caracteriza a los humanos, que creen saberlo absolutamente todo. Son tan ilusos que ahora sólo siento por ellos lástima y desprecio, aunque también envidia…
Sebastián sigue siendo tan atractivo, es increíble que sólo llegue a percibir su belleza tras años de constante convivencia y sólo cuando mi mente se hubo desarrollado lo suficiente para tener deseos carnales, impropios de un cuerpo infantil, pero tan dulcemente satisfactorios dentro de una percepción adulta.
Y ese humano debajo de su cuerpo gime con tal placer que me hace pensar que si lo matará en estos momentos, iría al cielo o al infierno—ciertamente me da igual—con una enorme sonrisa y completamente convencido de la dulzura y justicia de su vida.
Es interesante ver como se regodea ante el contacto de las yemas de Mi Mayordomo con su miembro, quién aprieta, estira, oprime y masajea con fuerza, pero sin provocar dolor o daño. Sebastián sabe donde, cuando y como tocar…basta con ver el tamaño que ha alcanzado.
Tomó el control y encendió la televisión, paso por los canales uno tras otro…indiferente al contenido, esta noche mi querido Sebastián esta siendo demasiado dulce, incluso me atrevería a decir que le proporciona más placer del que merece, sólo de ver como sostiene su pene evitando que se corra y aumentando con ello la oleada de satisfacción me enfurezco, me levantó de un salto y sostengo su mano.
—¡Es suficiente!—digo con firmeza, pero sin gritar…él me mira y lo suelta, el semen fluye manchando la sábana y el cuerpo de ambos. Apenas es el preludio y ya estoy irritado. ¿Cómo es posible que provoque siempre tales emociones en mí?
Se reincorpora de la cama y sienta en el borde, me toma de la muñeca y besa mi frente; entonces exclama con aquella dulzura que me complace e indigna por igual.
—Joven Amo, no habíamos acordado que usted sólo vería
—Pero…—protestó sonrojado, no es fácil aceptarlo, ni siquiera ahora.
—Siempre se porta como un niño pequeño—exclama con aire melodramático—. Creí que habíamos dejado atrás esa etapa hace mucho.
Y si, así era, pero yo había sido criado en una sociedad que creía pecaminoso el simple hecho de mirarse desnudo.
—Sólo siéntese y observo—dijo a modo de orden y señalo el sillón en donde me había encontrado hasta hace sólo unos segundos—. Le mostraré de lo que se perdió al no haber llegado a la etapa adulta, aunque considero que así esta más que perfecto.
—Maldito demonio…—susurró entre dientes y regresó al lugar.
Ya lo habíamos hecho antes y nunca me había molestado, ¿por qué ahora lo hacía?
Tal vez porque le amaba y me odiaba por ello. Él me había conducido a aquella vorágine de parafilias y fetichismos con las que tanto disfrutaba, pero que tan sucio me hacían sentir.
Y Sebastián regresó hasta donde el hombre jadeaba fuertemente en un intento de recuperar la respiración y prosiguió con la misma maestría y perfección que caracterizaba cada uno de sus actos.
La escena tenía tintes surrealistas, como si de otro mundo se tratará: dos dioses en la cama haciendo acopio de sus más bajos instintos, mientras una criatura tan bella como los mismos ángeles les observaba, en silencio, sin emoción alguna en su pincelado rostro…ni siquiera satisfacción u horror, aprobando aquel acto impuro, satánico, demoniaco...
El hombre al que habíamos recogido en las calles era atractivo, casi tanto como mi Sebastián, caireles rubios le caían por las mejillas, mezclándose con facciones delicadas, pero a la vez duras de su afilado rostro…era casi tan bello como nosotros, yo mismo lo elegí.
Y Sebastián había preguntado aquella primera vez en que se lo propuse y le ordené hacerlo con algún otro desconocido.
“¿Por qué?”
Y yo simplemente le respondí con aire eludido…
”Por qué quiero ver la naturaleza humana”
Y si, aquello era lo que quería…apreciar lo que nunca pude llegar a ser, ni llegaría. Las consecuencias del mal que yo mismo me adjudique en su momento.
Y entonces observaba con la misma satisfacción que una película, pero a sabiendas de que aquello era mucho más real. El hombre se marcharía, incapaz de recordar nada, tal vez se casaría, tuviera hijos o simplemente fuera un miserable todo su vida…pero sin importar cual fuera su destino, evolucionaría…poco a poco, hasta morir.
Misericordia que jamás me sería concedida, podía albergar tantos recuerdos o memorias como quisiera, pero tendrían el mismo significado que una fotografía tirada en un basurero, porque yo jamás me transformaría, ni lo compartiría con otros. Mi cubierta siempre sería la misma, insípida, tenue, delicada y sobretodo infantil.
Y esto me producía más rabia de la que me sentía capaz de aceptar, por eso quería ver a “otro” transformarse…envidiar lo que me estaba prohibido y deleitarme siquiera con este estúpido pensamiento.
Vaya que si Sebastián era un experto en todo aquello relacionado con el sexo, sabía cuando y donde tocar, no iba rápido, pero tampoco deprisa…pronto alcanzarían el clímax, la cima del placer…
Escuché los gemidos ahogados de ambos, observé el tintinear uniforme de sus caderas y olí la combinación agria de sudor y semen…segundos después, terminó y yo le sonreí a aquel, mi particular demonio, sirviente…amante.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
Yacía sobre el pecho de Sebastián, él me acurrucaba y yo deseé que tuviera un corazón para poder escucharlo, la sensación podía llegar a ser tan agradable.
—¿Está satisfecho, mi Joven Amo?
No respondí, jamás lo estaría…ni ahora, ni nunca.
No, mientras mi naturaleza continuará siendo aquella y yo anhelará la única cosa que jamás podría tener y mucho menos recuperar…
“Humanidad”
FIN