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Surprise por BombayLove

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Notas del fanfic:

Hacía bastante que tenía este fic incompleto, espero que sea de su agrado :3

Enjoy~

Notas del capitulo:

Me di cuenta de que usé la itálica para dos cosas distintas, así que aclaró acá xD

La primera itálica que haya son los pensamientos de Kyoya y el resto, palabras en italiano, que serán acalaradas al final del episodio, porque me pareció chocante escribir la traducción al lado ^^U

No sé hace cuanto había empezado, pero era una situación de por sí, molesta.

Pensé que me había librado de él después del entrenamiento, pero, no fue así, sino todo lo contrario.

Día tras día recibía llamadas suyas. Me preguntaba cuánto había avanzado en lo que a experiencia se trata y si estaba comiendo bien...

Gracias, pero no quiero un hermano mayor.

Pensé que me había librado de él cuando recibí un llamado en el que me invitaba un fin de semana a su casa. Le dije que sí sólo para molerlo a golpes cuando lo vea, puesto que me había despertado de mi siesta.

Pensé que me había librado de él, pero...

- ¡Dino! ¡Dino!

Pero ese herbívoro idiota le había enseñado su nombre a Hibird.

 

Kyoya llegó al aeropuerto apenas terminadas las clases. Despachó su equipaje y fue dirigido a un sector aparte, siendo escoltado luego por un hombre vestido de negro.

- «Se nota que son de la mafia... Aunque ese herbívoro no lo parezca...»

Tras abordar un jet privado de la familia Cavallone, Kyoya cayó profundamente dormido. Cuando despertó, fue a causa del piar de Hibird.

- Esto es...

- Bienvenido a Italia, Sr. Hibari - Dijo una alegre azafata -. ¿Quiere algo para tomar?

- Un desayuno... Al estilo japonés o - La muchacha sonriendo, prestó atención a cada una de sus palabras -... nada.

- Ok - La chica dio media vuelta, pero acto seguido, con paso torpe, se volvió -. ¡Ah! Estamos por llegar.

- Entonces, no quiero nada - Dijo Kyoya, dirigiendo su vista al cielo nocturno.

- Está bien.

El jet aterrizó y Kyoya bajó. Cuando ingresó al aeropuerto, halló a Romario esperándolo con su equipaje.

- Bienvenido, Hibari-san.

Kyoya asintió con la cabeza y siguió al subordinado de Dino. Salieron y abordaron un coche.

La ciudad se perdió para dar paso a una hermosa campiña.

Hibird comenzó a piar.

- Parece ser que Hibird quiere salir - El dueño del ave no respondió. Accedió al pedido de su mascota, abriendo la ventanilla para que el pájaro saliera -. El aire no será como el de Namimori, pero también es fresco y limpio, ¿no?

- Sí...

 

A lo lejos, se vislumbró una enorme mansión.

- Ah... Ya llegamos.

- Esa es...

- La casa de la familia Cavallone.

- Ah.

Estaba asombrado, pero su rostro no lo demostraba. Dino era el jefe de una familia de la mafia, lo había olvidado.

Finalmente, el auto detuvo su marcha, estaba harto de estar sentado.

Salió del auto y se halló con más de una decena de sirvientes dispuestos en dos filas, para que él pasara por el medio.

- Bienvenido, Hibari-san - Dijeron al unísono, en un japonés extranjero.

El muchacho, guiado por Romario, pasó junto con el chofer el automóvil, quien llevaba su equipaje, por el medio de los sirvientes.

Entraron a la mansión. No habían palabras para describirla. La decoración era exquisita y antigua. Siguió a Romario al segundo piso e ingresaron al cuarto principal.

- Qualunque sia il costo, la famiglia Cavallone si farà carico - Era la primera vez que escuchaba a Dino hablar en su idioma natal.  Y era la primera vez que lo veía vestido así. Llevaba una camisa blanca arremangada, una corbata desanudada y un pantalón negro. El saco descansaba sobre un sillón. Su cabello desaliñado caía sobre sus ojos y estaba atado en una débil cola. Ahora sí aparentaba ser el jefe de una familia mafiosa. Se percató de la presencia de su aprendiz y su subordinado, por lo que con un ademán, les dijo que se acercaran -. Ho visitatori, ti chiamo dopo. Arrivederci - Cortó la llamada -. Benvenuti in Italia, Kyoya - El aludido asintió con la cabeza -. Debes estar cansado luego del viaje. Gracias por ir a buscarlo, Romario - El hombre asintió con la cabeza. Dino se dirigió a Kyoya -. Sígueme, iremos a tu cuarto - Ambos salieron y se caminaron un largo trecho por el pasillo, hasta dar la vuelta a la derecha y toparse con varios cuartos, pero no fue sino al final del pasillo que detuvieron su marcha, frente a la puerta de lo que parecía una enorme habitación, la cual el rubio abrió para que ambos entraran -. Este es tu cuarto. Era inmenso. Estaba decorada al estilo japonés, con un futon en el medio -. Al otro lado del bombo, hay un escritorio sobre el que puedes hacer shodou.      Mhhh... Si necesitas algo, puedes pedírselo a alguno de mis sirvientes.

- ¿No puedo pedírtelo a ti directamente?

Dino se quedó perplejo ante sus palabras. Sobre todo porque desde que llegó, esas fueron sus primeras palabras.

- Sí, también puedes - Sonrió Dino, mientras Kyoya se familiarizaba con el lugar.

- Mañana por la noche, habrá una fiesta. Podría decirse que es una excusa para atrapar a peces gordos para hacer negocios. Va a haber un tipo que aparenta ser muy peligroso. Se dice que mata sin piedad a cualquier persona que vaya en contra de sus ideales.

- ¿De qué familia es?

- Ese es el problema. La familia a la que pertenece ya no existe para la mafia. Supongo que te sonará familiar. - Ponme a prueba.

- Familia Estraneo. Rokudo Mukuro perteneció a ella.

- ¿Me llamaste para que lo mate?

Esa fue la primera vez que Kyoya lo miró.

- Claro que no. Hay otra razón... por la que quise que vengas. Pero no tiene importancia, por favor, disfruta de la estadía. Mañana... ¿Tienes alguna hora a la que pueda levantarte?

- Cualquier hora está bien.

- Está bien. Te vengo a despertar cuando yo lo haga. Que descanses, Kyoya.

Su nombre saliendo de sus labios siempre quedaba resonando en sus oídos de una forma inexplicable. Se tapó los oídos, pero la voz de Dino seguía repicando en lo más profundo de su cerebro.

Se duchó, se cambió y se sentó sobre el futon. Se dio cuenta de que entraba algo de viento, por lo que se acercó a cerrar la ventana. Al hacerlo, se percató de que era observado, pero lo pasó por alto, ya que quizás era un ave.

Al día siguiente, la luz del sol italiano lo despertó.

Se sentó en el futon y abrió su celular para ver la hora. No era la mañana y la hora del desayuno había pasado hacía bastante.

- Ese herbívoro estúpido...

Se levantó, se vistió y salió de la habitación. Camino a algún lugar, ya que a los pocos pasos se dio cuenta que estaba perdido, se cruzó con Ivan.

- Hibari-san, buenos días. ¿Está buscando al jefe?

- Eh...

- Está durmiendo en su habitación.

- «¿No era que iba a despertarme? Ese herbívoro...»

- ¿Hibari-san? ¿Se encuentra bien? - Hibari lo miró -. Si quiere despertarlo, siga por este pasillo hasta encontrarse con una escalera en medio; súbalas, siga por el pasillo y se topará con la puerta del cuarto del jefe al final.

Con un humor de los mil demonios, Kyoya dio marcha a su encuentro con Dino.

Subió las escaleras y empezó su camino por un largo pasillo, donde, en los cuadros dispuestos a su derecha, descansaba la historia de la familia Cavallone. Pero poco le importó al morocho. Al acercarse a la puerta del cuarto de Dino, la puerta de la habitación se abrió, dando paso a una hermosa mujer, quien le sonrió y se alejó con pasos presurosos.

Frunció el ceño, pero no dijo nada. Entró al cuarto. Poco podía ver con las cortinas bajas, pero pudo vislumbrar la silueta de Dino revolcándose en la cama, por lo que se acercó a la misma. A gatas, se acercó a él, agudizando un poco su vista gracias a la luz del sol que se colaba por la ventana. Se lo veía distinto cuando dormía, muy distante al jefe de la mafia que era, y muy cerca al herbívoro estúpido que era. Corrió unos cuantos mechones que caían sobre su rostro, ocasionando que despertara.

De un salto, se sentó sobre sus rodillas.

- ¿Kyoya? - Susurró la voz del rubio, quien al rato, se sentó en la cama de un salto -. ¡Ah! ¡Es verdad! Había dicho que iba a despertarte - Se llevó una mano a la cabeza, apenado -. Lo siento, me quedé dormido. Así sentado como estaba, apreció la totalidad de sus tatuajes, que iban desde su hombro hasta sus partes bajas -. ¿Kyoya?

El morocho salió de la cama de un salto.

- Este lugar huele a sexo - Susurró, saliendo de la habitación.

- Parece ser que te enojaste..., Kyoya - Sonrió Dino.

 

Cuando Dino llegó a desayunar, llevaba el celular pegado a la oreja, hablando con alguien en su idioma.

Le molestaba no entenderlo, pero sabía que era por negocios. Se sentó en la punta de la mesa, frente a él, a una distancia promedio de diez asientos o más.

Un sirviente le acercó el desayuno.

- Es al estilo italiano, espero que sea de su agrado, Sr. Hibari.

Café, croissants y algo que no sabía que era... Sólo eso.

Sin cortar la llamada, Dino examinó uno a uno los distintos periódicos que descansaban en una pequeña mesa al lado suyo. Podía apostar que estaban escritos en más de diez idiomas diferentes.

No pasaron más de cinco minutos para que el rubio terminara en forma rápida su desayuno y se levantara de la mesa sin haber dejado de hablar. Se acercó a Kyoya, quien no había comido bocado y había tomado unos pocos tragos de café.

- Aspetta un attimo - Alejó el aparato de su oído, tapó el auricular con su mano y miró a Kyoya -. Voy a pedir que te traigan un desayuno japonés, ¿está bien?

- No - Dijo el aludido, levantándose de su asiento -. Voy a leer algo a mi habitación, no me molestes.

- ¡Espera! ¡Kyoya! - Suspiró -. Romario, ¿puedes encargarte de él? Estaré ocupado hasta la noche.

- Seguro, jefe.

- Te lo agradezco.

 

Kyoya estaba sentado en el suelo del balcón de su cuarto. Le gustaba más que esa silla, y a Hibird también. Un libro cerrado descansaba en su falda. Suspiró.

- Con permiso  - Dijo Romario, saliendo a su encuentro. Se acercó al barandal y observó los terrenos de la familia Cavallone. Acto seguido, se sentó en una de las dos sillas en torno de la pequeña mesa allí dispuesta -. El jefe está muy feliz por su visita, Hibari-san. Es verdad que ha elegido un mal momento, pero realmente está feliz con que usted esté aquí. ¿No lo ha notado? El jefe está intentando deshacerse de su trabajo para el día de hoy para pasar tiempo con usted. Aunque, claro, si me permite decirlo, usted aún es un niño que quiere acaparar la total atención de la gente que quiere - Kyoya no dijo nada. De hecho, ni siquiera lo miró cuando hablaba. Romario sonrió -. Si necesita algo, hágamelo saber, por favor. Todos estamos a su disposición. Sobre su cama le dejo el traje para esta noche. El jefe vendrá a buscarlo. Mientras tanto puede salir de la casa y andar a su antojo tanto como desee.

- Acaparar su total atención... - Repitió Kyoya, luego de que Romario se fue -. Otro herbívoro estúpido...

 

Era tarde cuando Dino se dirigió al cuarto de Kyoya a buscarlo para la fiesta.

Sabía que odiaba las reuniones, pero estaba mal que se quedara solo en su cuarto. Estaba ansioso de mostrarle su mundo a Kyoya, después de todo, tarde o temprano, iba tener que acostumbrarse a eso, tarde o temprano, tenía que aprender cómo manejarse en el mundo de la mafia.

Con pasos presurosos entró al cuarto, hallándose con Kyoya de espaldas, ya vestido con el traje negro que él había elegido para él.

- Kyoya... ¡Ah! Ya estás listo.

- ¿Nadie te enseñó a tocar la puerta cuando entras al cuarto de otra persona? - Dijo el morocho, sin siquiera darse vuelta.

- Tú no hiciste eso cuando entraste a mi cuarto esta mañana - Refutó Dino. Se sorprendió un poco de que su aprendiz siguiera de espaldas, por lo que se le acercó, pero Kyoya se rehusaba a mirarlo -. ¿Qué pasa? - Preguntó el rubio, entre risas.

- V...Vete... Ya bajo...

- No, déjame ver. ¿Acaso es la corbata? - Preguntó Dino, aun riendo, agarrándolo de un brazo.

- ¡Suéltame! ¡Herbívoro estúpido! - Forcejeaba Kyoya entre gritos.

Como ningún subordinado suyo estaba cerca, Dino cayó sobre Kyoya, y ambos sobre el futon.

Eso no estaba bien bajo ningún aspecto: el cuerpo de Dino sobre el suyo y su embriagante aroma.

- Era la corbata, después de todo - Dijo Dino, sentándose sobre su aprendiz y anudando correctamente la misma -. Debiste haberme dicho que no sabías cómo anudarla, Kyoya - El aludido miraba la nada. Dino sonrió y se acercó a su oído -. ¿No te parece excitante esta situación? - No recibió respuesta alguna -. Eres un niño - Dijo, bajando su mano al bajo vientre del morocho con lentitud -... después de todo...

Con la agilidad que lo caracteriza, Kyoya extendió su brazo derecho hasta dar con una de sus tonfas, la cual usó para golpear a Dino.

- Lo haces de nuevo... Y te moleré hasta la muerte...

- Está bien. Lo siento. Lo siento - Siguió riendo el rubio, levantándose -. Dejemos la pelea para otra ocasión, ¿sí? La gente nos espera.

 

Kyoya siguió a Dino hasta las escaleras, donde una innumerable cantidad de personas estaban reunidas.

- Esto es también entrenamiento, Koya - Dijo Dino -. Cuando sea el momento tú también tendrás que estar haciendo negocios en nombre de tu jefe.

- Yo no tengo jefes.

- Nunca cambias...

Ambos bajaron las escaleras y no pasó mucho tiempo hasta que Kyoya se escabulló entre la gente. Pasó por la cocina. Al oír un susurro, abrió la puerta, alertando a todos los hombres de Dino que se hallaban allí.

- ¡Ah! ¡Hibari-san! Es usted - Dijo Ivan, lanzando un suspiro de alivio -. ¿Podría no decirle nada al jefe respecto a esto?

- Una pastel de cumpleaños...

- Sí, mañana es el cumpleaños de jefe.

 

Salió del lugar y siguió caminando.

No estaba enterado de que al día siguiente era el cumpleaños de Dino, no se lo había dicho.

Detuvo su andar.

No sabía nada de Dino, y él parecía saber tanto sobre él.

Siguió caminando hasta uno de los tantos patios de la casa. Encontró a un hombre sentado en una silla. Al no saber una sola palabra en italiano, giró sobre sus pasos y se dispuso a volver a entrar y cruzarse con todos esos molestos herbívoros de nuevo.

- Tú eres Hibari Kyoya-kun, ¿verdad? - Dijo el hombre, en un perfecto japonés.

- Ah... sí... - Dijo el aludido, dándose vuelta.

Era un hombre de no más de cuarenta años, de cabello castaño, ondulado, peinado hacia atrás, de ojos añiles. Se levantó y se acercó a él.

- Mi nombre es Kurodo de la familia Estraneo, encantado de conocerte, apprendista del capo della famiglia Cavallone - Se presentó el hombre, estrechando su mano. Volvió sobre sus pasos para sentarse nuevamente en la silla. Sobre la mesa descansaban una botella de vino y una copa -. ¿Quieres compartir una copa de vino conmigo? - El muchacho se acercó y se sentó frente a él, mientras le servía una copa de vino tinto.

- Lo siento, pero no bebo.

- Es sólo una copa - Rogó Kurodo -. Después, te dejaré libre.

Sin estar del todo seguro, Kyoya bebió el vino.

 

Con pasos presurosos, un subordinado de Dino se acercó a él y le habló el oído.

- ¿Estás seguro? - Preguntó Dino.

- Lo hemos confirmado hace unos minutos, señor.

El rubio se mordió el labio.

- Encuentren a Kyoya y llévenlo a su cuarto con cualquier excusa, cierren las ventanas de su cuarto y que diez hombres custodien la habitación. Nadie excepto yo puede entrar.

- Sí, señor.

 

- ... ya... Kyoya... ¡Despierta, Kyoya! - Los continuos y chirriantes gritos del estúpido herbívoro lo despertaron. Se sentó en el futon. Estaba por golpearlo, pero se llevó una mano a la cabeza al darse cuenta de que tenía un fuerte mareo -. Gracias a Dios, estás bien.

Lo miró. Se lo notaba preocupado.

- ¿Cómo...  llegué a mi cuarto?

- Mis subordinados te encontraron inconsciente en el patio - Suspiró -. Parece ser que ese de Estraneo no tenía intenciones de negociar conmigo...

- Ya veo - Dijo Kyoya -. ¿Y tu reunión?

- No importa ninguna fiesta si mi aprendiz se siente mal - Sonrió.

- Por mí, puedes irte. Yo estaré bien.

- Oh, no, no lo estarás - Rápidamente, el rubio agarró ambas muñecas del morocho y las puso sobre su cabeza. Kyoya intentó zafarse, pero le resultó imposible -. No intentes hacer algo de lo que no eres capaz. Tal parece que ese vino tenía una droga y vas a estar así por bastante tiempo - Efectivamente, le era imposible moverse, y mucho menos agarrar sus tonfas, que estaban sobre el escritorio. Se maldijo así mismo por haberlas dejado ahí. Con su otra mano, Dino agarró con fuerza el rostro de Kyoya y lo forzó a besarlo, peor muy lejos de hacerlo, obstinado como era, el morocho se resistió, dándole la mejilla -. No estás en posición de desobedecerme, Kyoya - Le susurró -. Si no me dejas besarte, entonces marcaré todo tu cuerpo - Empezó su recorrido besando el cuello del muchacho, desabrochando uno a uno los botones de su camisa, siguiendo su camino por el resto de su cuerpo. Bajó su mano hasta su bajo vientre, donde desabrochó el cinturón, bajó la cremallera de su pantalón y bajó como pudo un poco los pantalones del morocho, hasta dejar su miembro expuesto, para empezar a masajearlo, mientras lo estimulaba besando y lamiendo sus pezones.

- No sabía que tenías tales perversiones..., Kudoro... - Dino lo miró -. O debería decir... ¿Rokudo Mukuro?

El aludido bajó la cabeza y rió.

- Tardaste bastante en darte cuenta del engaño, Hibari-kun - El ojo derecho de Dino se transformó en el ojo que le trasplantaron a Mukuro cuando aún formaba parte de la familia Estraneo y, luego de que una densa niebla lo cubriera, sin disminuir el agarre sobre las muñecas de Kyoya, volvió a su forma original -. ¿Y bien? ¿Cuándo te diste cuenta de tu engaño?

- Porque mi cuerpo no reacciona a una basura como tú, simplemente.

- Kufufu... Lo haces ver como si te gustara Cavallone - Kyoya se sorprendió -. Oya, oya... ¿O sea que es cierto? Ah... ¿Quién iría a pensarlo? Que el presidente del comité disciplinario de Namimori se fuera a enamorar de un hombre...

- ¡Cállate! - Vociferó el morocho -. ¡Y suéltame de una maldita vez!

- No lo haré - Dijo Mukuro, acercándose al oído de Kyoya -. Al menos, no hasta que estés gimiendo debajo de mí - Estaba débil, no había duda de eso. Si hubiera estado en un estado normal, podría haberlo molido a golpes, pero estaba en una enorme desventaja y si la situación seguía, iba a ser violado por él. Jadeaba, intentaba no hacerlo, pero jadeaba. El trabajo que Mukuro hacía con su miembro, no tenía nombre -. Parece ser que te gusta, ¿o no, Hibari Kyoya-kun?

Comenzaron a caer lágrimas del rostro de Kyoya. Se sentía peor que la vez que peleó contra él. Esa clase de humillación era mil veces peor. Esta vez, Mukuro estaba derrotando a su cuerpo con la peor arma y estaba a punto de tomar su corazón y quebrarlo por completo.

- Di... no... - Susurró.

- Kyo... ya... Kyoya...

Sonrió.

- ¿Ahora sonríes? Quien te entiende...

Podía oír su voz aún en esos terribles momentos.

- Kyoya...

- Cállate, estúpido herbívoro...

- ¡Kyoya! ¡¿Estás ahí dentro?! ¡¡Respóndeme, por favor, Kyoya!!

Mukuro miró hacia la puerta, al igual que Kyoya.

- Esto... Es una ilusión...

La ilusión del cuarto de Kyoya se rompió, dando lugar al verdadero lugar en el que se encontraban, el suelo de la habitación de Dino.

Rápidamente, Mukuro se levantó y se acercó a la ventana.

- Parece ser que... Vamos a tener que dejarlo para otra ocasión, Hibari Kyoya - Le dijo, para desaparecer luego, dejando al muchacho más atónito de lo que estaba.

- ¡¡¡¡¡KYOYA!!!!!! - Se oyeron dos disparos y a los pocos segundos, la figura de Dino apareció en la habitación. Se cubrió con su saco, antes de estar a su vista -. K... Kyoya... - Dijo Dino. Acto seguido, el hombre se arrodilló frente suyo y lo abrazó con fuerza, sollozando -. Estaba tan preocupado de que algo te hubiera ocurrido. Si tú te mueres... Si tú mueres, yo...

El llanto y las palabras de Dino eran desconsoladoras. Movido por un extraño sentimiento, lo rodeó con sus brazos, mientras temblando, el rubio seguía abrazándolo con fuerza.

Romario sonrió y les dijo al resto de los subordinados de su jefe que los dejaran solos y que nadie fuera a molestarlos.

 

No sabía cuánto tiempo había pasado. Había visto a Romario y al resto irse, pero no pudo oír sus palabras.

Se sentía bien estar así, abrazando a Dino. Quería que ese abrazo no terminara, que durara por siempre. Si se podía, mucho más que toda su vida.

Finalmente, el rubio se sentó frente suyo y secándose las lágrimas lo miró.

- Kudoro era una farsa.

- Lo sé.

- ¿Eh?

- Era Rokudo Mukuro.

- Entonces él...

- No llegó a hacerme nada. Como Kudoro, me dio un vino con una droga que me dejó inconsciente. Me trajo hasta acá, pero con sus ilusiones hizo que pareciera mi cuarto y luego se hizo pasar por ti para hacerme esto - Dino se sorprendió, pero luego lanzó una risita -. ¿¿De qué te ríes, herbívoro??

- Así que eso... ¿Es por mí?

Cuando bajó la vista, se dio cuenta de que su erección era visible. Se había olvidado por completo del saco mientras abrazaba a Dino.

- Voy a matarte...

- No puedes en ese estado... A cambio de eso... ¿Quieres que me encargue de eso?

- Deja de decirle eso...

- ¿Y cómo quieres que le llame?

- Tiene su nombre...

- Dilo... No lo sé - Bromeó Dino, le divertía la situación. Después de todo, Kyoya era un niño.

- Cállate. Sabes cómo se llama.

- Tus mejillas están rojas, Kyoya.

- ¡¡Cállate!! - Se agarró con fuerza la cabeza.

- Bueno, bueno. No voy a forzarte... Por ahora... - Dijo el rubio, tomando a Kyoya entre sus brazos.

- ¿Q... Qué mierda crees...?

- Te estoy llevando a la cama. Es molesto hacer eso en el suelo - Sin fuerza para negarse, el morocho se dejó caer sobre la cama. Dino se quitó los zapatos, bajo la mirada de Kyoya, que no despegó su vista de la nada, cuando él se subió a la cama y se acercó a él. Besó la mejilla de Kyoya y sonrió. Pudo oír su tonta risa. Bajó hasta dar con su miembro erecto, el cual manejó con la mano un poco tiempo. La mano libre del rubio tomó el rostro de Kyoya, el cual dirigió a él -. Mírame, Kyoya.

Estúpido...

Herbívoro...

Y encima de eso... Pervertido...

Las manos de Mukuro no se comparaban en nada a la lengua de Dino envolviendo su miembro, trazando un camino por el con su boca. Gimió. No sabía que él era capaz de gemir, al menos, no de esa brutal forma.

Dino sacó el miembro de Kyoya de su boca.

- ¿Quieres que siga? - Preguntó, mientras se sentaba -.  Pídemelo, sino, no seguiré o sino... tendrás que hacerlo tú mismo - Humillación. Menor que la que iba a ocasionarle Mukuro, pero humillación después de todo.  Intentó levantarse de la cama, pero no pudo siquiera sentarse, sentía que la cabeza se le partía al medio -. Aparentemente, la droga ataca directamente la cabeza, ocasionando un gran dolor. ¿Y bien? Viendo que no puedes hacer demasiado, ¿qué vas a hacer, Kyoya? ¿De qué forma quieres acabar?

- ...lo... - Musitó.

- ¿Qué?

- ¡Que lo hagas! - Vociferó el morocho.

- Bien, pero después, no te quejes.

El rubio bajó y terminó su labor, ocasionando que Kyoya acabara en su boca. Cuando acabó, sintió una enorme oleada de placer que le corrió la espalda, lanzando un último gemido. Dino se incorporó y se acercó a él, tomó su rostro y lo besó en los labios. Sus lenguas comenzaron una feroz batalla por tomar posesión de la del otro, pero ambas fallaban. Los brazos de Kyoya, rodeaban la espalda de Cavallone, mientras este, con su mano embebida por el semen de su aprendiz, forzaba lentamente su entrada a que aceptara la intromisión de uno de sus dedos.

Cuando se percató del hecho, se zafó de los labios del rubio.

- ¿Q... Qué...?

- ¿Pensaste que iba a quedarme así? Tus gemidos me dejaron en el mismo estado en el que te encontré, Kyoya - Y ahí estaba de nuevo, su nombre tintineando con la voz de Dino en su cabeza -. Quiero hacer el amor contigo - Esas palabras eran demasiado tiernas para aquel doloroso momento. Tanto que el dolor se había disipado. ¿Había sido algún efecto secundario de la droga o se había acostumbrado al dolor? La verdad, no lo sabía, pero lo estaba disfrutando y su cuerpo lo demostró -. ¡Vaya! Eres un niño después de todo - Rió Dino, viendo la nueva erección de su alumno -. Esta vez, no voy a dejarme con las ganas - Rápida y dolorosamente, quitó sus dedos de la entrada de Kyoya, quien lanzó un gemido ahogado. Acarició su rostro, pero su mano fue tomada por el morocho, quien lamió todos y cada uno de sus dedos -. ¿El alumno quiere superar al maestro? - Lentamente, Dino penetró a Kyoya, quien, entre gemidos, tanteaba algo por todos lados -. ¿Buscas tus tonfas? ¿Te olvidas en el cuarto de quién estás? - El aludido se sorprendió -. Así es, es mi cuarto, y Romario ha dado instrucciones de que nadie pase por aquí, por lo cual, por más gemidos que lances... Nadie va a venir a rescatarte. Resa, Kyoya, sei mio.

No entendió ni una palabra de lo que dijo, pero supo que no tenía escapatoria. Cuanto más profundo iba Dino, más arañazos Kyoya marcaba en su espalda, aún sin tener uñas largas. Cuando pudo sentir el miembro del rubio totalmente dentro, respiró a bocanadas, gimiendo de a ratos. Fue en ese momento, en que Dino empezó a moverse en su interior, al mismo tiempo que los gemidos de Kyoya se hicieron más sonoros todavía.

Cavallone sabía que le dolía, las lágrimas de su alumno saliendo de sus ojos se lo estaban diciendo.

- Perdóname, Kyoya - Susurró, acariciando su rostro. El aludido abrió sus ojos y lo miró. Su mirada estaba llena de lamento. Dolorosamente, se incorporó y lo besó en los labios, agarrando fuertemente sus cabellos.

- Estúpido... herbívoro...

El hombre sonrió y continuó con el acto, abrazado a Kyoya. Culminaron a la vez y terminaron acostados en la cama.

 

- ¿Qué día... es hoy...? - Preguntó Kyoya, mirando la luna a través de la ventana.

- ¿Día? Domingo, ¿por qué? - Respondió Dino, acariciando sus cabellos con dulzura.

- Mhh... ¿Cómo... era...? - Susurró para sí -. Buon compleanno..., Dino...

No hacía falta que lo mirara a la cara para darse cuenta de la terrible vergüenza que sentía su alumno en ese momento, por lo que contuvo la risa y lo abrazó.

- Grazie mille, Kyoya - Dijo, para detenerse a mirar la luna con él -. ¿Kyoya?

- ¿Mhh?

- Ti amo.

Notas finales:

Gracias por leer *0*

*se tira a abrazar a todos los que leyeron el fic xD*

Me emociono fácil como verán (?)

Sí, como yo sé cuánto las esperaban, acá están las.. aclaraciones del italiano de Dino :D

- Qualunque sia il costo, la famiglia Cavallone si farà carico: Cualquiera sea el costo, la familia Cavallone se hará cargo.

- Ho visitatori, ti chiamo dopo. Arrivederci: Tengo visitas, te llamo luego. Adiós.

- Benvenuti in Italia, Kyoya: Bienvenido a Italia, Kyoya.

- Aspetta un attimo: Espera un momento.

- Apprendista del capo della famiglia Cavallone: Aprendiz del jefe de la familia Cavallone.

- Resa, Kyoya, sei mio: Ríndete, Kyoya, eres mío.

- Buon compleanno: Feliz cumpleaños.

- Grazie mille: Muchas gracias. Respecto a esta... Sí, ya sé que pude haber escrito sólo "grazie", pero no, yo soy jodida xDDD

- Ti amo: Te amo xD No es muy difícil de deducir jaja.

 

Gracias a mi Cule lemda que me ayudó en dos frases xD al menos las dos primera están 100% bien, el resto, no sé xD

De nuevo, gracias por leer :3

Espero que hayan disfrutado de este fic ^^


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