Second Meeting
Prólogo
Londres había cambiado.
Era la primera vez en siglos que pisaba esas calles, en otra era sucias y descuidadas, y que sin embargo, actualmente gozaban de una luminosidad incierta.
Londres había cambiado. Pero no los humanos que la habitaban.
Seres corruptos, poco atractivos y sin ninguna característica especial. No obstante, cada cierto tiempo, una de entre miles de millones de almas sobresalía entre las demás.
Ciel Phantomhive fue una de ellas. Orgullosa, pura, con un sabor indescriptible.
Recordaba como aquel sutil aroma le hacía la boca agua, lo descontrolaba. Y por eso mismo se cuestionaba el por qué había desperdiciado tantos años a su servicio. De haber querido, podría haberlo devorado al poco tiempo de hacer el contrato.
Poco a poco, se vio envuelto por los recuerdos de aquella noche.
— Sebastian — dijo su, ya no tan joven, amo.
Ciel Phantomhive, a sus ochenta y nueve años de edad, reposaba pacientemente en su lujosa cama de matrimonio, aguardando una muerte cercana.
Tras la reciente pérdida de su esposa , Elizabeth, Ciel Phantomhive había permanecido en aquella habitación. Su venganza había sido cumplida. Su vida había sido larga y plena.
A sus diecinueve años, el joven conde había cumplido su promesa con la marquesa Middleford, desposándola en una sencilla iglesia de las cercanías.
Ciel Phantomhive fue amado por su mujer, sus hijos y sus nietos, sin embargo, los años fueron pasando y Sebastian esperó, pacientemente, a su lado. Hasta que Lizzy lo dejó.
El conde solo contaba con su mayordomo esta vez, sus hijos y sus nietos no habitaban la mansión, y las visitas se reducían a una o dos al mes.
Fue entonces cuando el conde le preguntó.
— Sebastian — le llamó de nuevo.
— ¿Sí? — respondió desde la penumbra de la sala.
Ciel dudó.
— No me queda mucho, ¿verdad?
— No.
Silencio.
— Devorarás mi alma dentro de poco — dijo.
El conde sonrió levemente. Tal vez por la soledad. Tal vez por resignación.
— Sí — le respondió el demonio.
Ciel medito durante unos minutos.
Ese shinigami estrafalario, ¿vendrá a por mí?
— No — respondió con una media sonrisa.
Menos mal, no hubiera soportado verlo de nuevo.
Cada segundo transcurrido, el conde se sentía más y más cansado.
Hasta que el momento llegó.
— Es la hora — dijo Sebastian, acercándose.
Ciel suspiró.
Está bien.
El demonio avanzó lentamente hacia él, esparciendo su aroma a muerte en la habitación.
— ¡Lo siento!
El demonio abandonó el mundo de los recuerdos para adentrarse, una vez más, en la realidad.
Una chica, de no más de quince años, había chocado con él mientras caminaba.
— ¡Lo siento, de veras! — se disculpó por segunda vez.
Pero algo más, llamó la atención del demonio.
Un olor familiar…
— Mira que eres torpe, — dijo el chico de cabellos oscuros que se encontraba a su lado — ¡vamos a llegar tarde!
Su mirada carmesí se poso en el chico que momentos más tarde corría calle arriba.
Su olor…
Sus ojos…
Su pelo…
Su pose...
— Nos volvemos a ver, Ciel Phantomhive — susurró mientras proseguía su camino.