Second Meeting
Capítulo 1: Hambre
— ¡Mi querido Sebas-chan! ¡¿A qué se debe está llamada imprevista?
— ¿Se puede saber por qué acabo de ver a un perfecto clon de Ciel Phantomhive cruzando la calle? — interrumpió al Shinigami de pelo rojo que se encontraba al otro lado del teléfono.
El dios de la muerte medito durante unos segundos.
— Ya sabes que eso podía pasar, Sebastian. — dijo — Consumiste parte de su alma, pero no toda. Sabías que ese pequeño fragmento podría reencarnarse de un momento a otro. Lo extraño es que haya tardado tanto en hacerlo.
Silencio.
— No querrás hacer un contrato con ese niño, ¿verdad? — continuó Grell — A Will no le gustaría eso...
— No. Con un contrato tuve suficiente — respondió el demonio — No pienso aguantar su arrogancia por otros setenta y seis años más.
— Entonces sería mejor que no te acerques a él, su cuerpo es distinto, pero su alma es la misma.
— Sí, ese maldito olor a perfección ya me está volviendo loco, — dijo — apesta.
Los dos quedaron en silencio durante unos minutos. Sebastian podía escuchar el irritado tono de voz de William desde el otro lado del auricular.
— Sebas-chan, Will está algo nervioso así que tendremos que hablar en otro momento.
— Claro — respondió Sebastian con una divertida sonrisa — Adiós.
Los días pasaron fatídicamente.
Desde que la esencia del alma del antiguo conde había entrado en su vida los días eran más largos, más tortuosos… Tenía hambre. Un hambre que no podía saciar con las insípidas almas que cazaba en una noche.
Su olor permanecía en los alrededores aunque aquel niño permaneciera a diez kilómetros de distancia.
Con cada día que pasaba el demonio estaba más y más hambriento. Más y más furioso.
Hasta que una mañana no lo soportó más. En un instante se encontraba en los alrededores de lo que parecía ser un colegio. La misma chica con la que chocó aquel día apareció a los pocos minutos. Seguida por él.
La última vez no había tenido bastante tiempo como para apreciarlo correctamente, tan solo había notado las claras similitudes que poseía de su antiguo amo. No se había fijado en el azul de sus ojos - tan idéntico a los de Ciel -, ni en su nívea piel - tan rozada por sus dedos trescientos años atrás -, ni en los finos cabellos oscuros que lo caracterizaban.
Inmerso en sus comparaciones comenzó a seguir al niño de no más de trece años. Él, junto a la que se suponía que debía ser su amiga y que guardaba un cierto parecido a su antigua esposa, caminaban lentamente tres metros por delante.
De pronto la chica se despidió con la mano y siguió otra ruta.
Sebastian avanzó un poco más, siguiéndolo.
— ¿Te conozco? — dijo de pronto el niño, interrumpiendo su paso —.
Sebastian dudó.
— Tal vez — dijo con su característica sonrisa—.
El niño se volvió cruzando sus miradas.
— Me has seguido desde que he salido del colegio.
— Sí.
— ¿Por qué? — preguntó—.
— Eso deberías averiguarlo tú — respondió—.
Silencio.
— Tu cara me resulta muy familiar, te conozco de algo, ¿verdad? — preguntó desconfiado —.
Silencio.
— ¿Tienes hambre? — preguntó el demonio con una sonrisa — Porque yo sí.