Promesa Eterna
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By RiSaNa_Ho
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Corría con la mayor velocidad que le permitían sus lastimadas piernas. Tenía que admitir que había sido una trampa muy bien planeada. Con el único propósito de alejarlo del castillo. Aunque aquel suceso lo no haría desistir de lo que él realmente quería y necesitaba. Se apresuraría para llegar lo más pronto posible a ese lugar. No le importaba ir de esa manera; con gran parte de su ropa cubierta de sangre (y no de su sangre precisamente). Seguía sin poder creer que alguien como él hubiera caído en aquel truco tan barato. Lo único que pasaba en su mente en ese momento, era como poder explicárselo. Sabía que lo comprendería. Él jamás les haría daño a personas inocentes. No obstante, lo que más le preocupaba era esa terrible sensación en el pecho. Aquel presentimiento de muerte, sentía que lo andaba rondando. Y por primera vez en su vida, deseo que esa muerte fuera para él. Pero no, aquel destino no le pertenecía. Se empeñaba en caer sobre los hombros de la persona que más amaba.
¿Por qué tenía que ser él?
Durante su camino, se dedico a pedirle al cielo que todo lo que estaba pasando no fuera más que un gran error o una horrible pesadilla. Entre más se acercaba a su destino, el sonido de los sollozos y los murmullos se acrecentaban.
No tardo mucho en entrar en el largo pasillo de aquel inmenso castillo. Era sigiloso. No podía darse el lujo de encontrarse con los guardias que cuidaban el lugar. Aunque por dentro se le carcomiera el corazón por llegar lo antes posible a su destino. Escucho un grito y apresuro sus pasos. Su pecho se contrajo cuando por fin vio al final del pasillo la entrada iluminada de otra habitación.
Casi derribando las puertas entro sin vacilación al lugar. Y ahí frente a sus ojos, tirado en el suelo, se encontraba el cuerpo de la persona que más había amado en este mundo. Aquella que le había enseñado todo lo bueno que podía tener la vida. Lo que en ese momento menos poseía. Estaba cubierto de sangre y casi sin vida, aquellos ojos que siempre resplandecían como el cielo ahora estaban apagados, sin brillo. Su piel estaba manchada y cubiertas de heridas. No se podía mover, estaba estático, porque después de todo, aquel presentimiento de muerte era real. Y él no pudo hacer nada.
Ni siquiera se había dado cuenta que estaba rodeado de guardias. Ya se le hacía raro que a pesar de todo, no se hubiese encontrado ninguno en la entrada. Eso era lo que menos le importaba, lo único que tenía en su mente, era poder recuperar los movimientos de sus pies para poder acercarse al cuerpo de su amado. Tenía que verificar si todo eso era cierto. O sólo un mal sueño del cual deseaba despertar.
Poco a poco fue recobrando sus sentidos, con movimientos lentos se acerco al cuerpo del pelirrojo, se inclino y lo tomó entre sus brazos. Por más que lo intento no pudo contener aquellas lagrimas que salían de sus negros ojos. Simplemente no podía, el hecho de tener a ese cuerpo casi sin vida era mucho para él.
En un susurro, pudo escuchar de nuevo la dulce voz de su gran amor.
-. Kuro, me alegro mucho que estés aquí, lo siento.-
-. No te esfuerces y no tienes que pedir perdón, Ao.-
El pelirrojo rió levemente.
-. Pero ya no voy a poder cumplir mi parte del trato.-
-. Claro que si, te pondrás bien.-
-. Kuro, ¿te acuerdas de nuestra promesa?.-
-. Claro que si, Ao, nunca la olvidaría.-dijo con unas pequeñas lágrimas en los ojos.
-. Entonces no llores.- ya casi cerrando los ojos y con dificultad levanto la mano para posarla sobre la del azabache.- Recuerda, aun después de la muerte…
El moreno no podía hacer otra cosa más que mantener el ligero agarre del pelirrojo. Estaba tan metido en sus pensamientos que no se había dado cuenta que una de las personas de esa habitación se acercaba lentamente. Jin, el viejo consejero del antiguo rey.
-. Vaya, vaya, creo que el héroe de la historia llego un poco tarde.-rió con sorna.
Kuro no dijo nada, pero al escuchar aquellas palabras tan burlonas no pudo contenerse más y alzo su mirada oscura llena de ira hasta aquella persona. En un instante dejó recostado de nuevo el cuerpo de Ao y rápidamente saco su espada.
-. Maldito, pagaras con tu propia vida esto que acabas de hacer.- rápidamente se levanto con la espada en la mano, dispuesto atacarlo. Pero Jin no se aparto. Con un ligero movimiento de sus manos, Kuro rápidamente fue interceptado por dos de los guardias, sujetándolo firmemente.
-. No seas tan agresivo, Kuro.-
Confiado, el consejero se acerco al prisionero. Quien utilizando toda su fuerza se zafó del agarre de sus opresores, con rapidez volvió a tomar su espada, y sin ningún remordimiento la encajó en el pecho del viejo. Un segundo después, cayó al suelo. Con gran ira en sus ojos, acabo con todos los guardias que se encontraban en la habitación, cuando ninguno estuvo en pie, se apresuro a tomar entre sus brazos el cuerpo de Ao y salir con rapidez antes que más guardias llegaran a detenerlo. Aun no podía creer que ese viejo terminara con la vida del pelirrojo sólo por querer tomar todo el control del castillo. Sabiendo que aquel derecho le correspondía al príncipe entre sus brazos.
Cuando llegó al bosque, sus rodillas ya no aguantaron. Se desplomo sobre ellas, llevando consigo el peso del otro joven. Observo su semblante tranquilo, con aquella palidez que no le pertenecía. Su corazón se había ido con él.
Se inclino para acercar sus labios a los de Ao.
-. Te voy a extrañar tanto.- dibujo una sonrisa amarga, mientras sus ojos negros se dirigían a su espada.- Pero cumpliremos nuestra promesa, Ao.-
Sin mayor ceremonia, tomó su espada entre sus manos y la enterró en su propio pecho. Cayendo al instante sobre el cuerpo del pelirrojo.
No importaba en que tiempo, algún día ellos se volverían a encontrar y cumplirían su promesa eterna…
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