Era el sumo sacerdote, primo del faraón y Ada de los dos hijos que heredarían el majestuoso imperio de Egipto. Esos dos eran dioses humanos que paseaban en la tierra vigilada por Atemu.
Se le educo para ser un excelente gobernante por parte de su padre, por lo que nada escapaba a su aguda mente que, capacitada como estaba le hacía frente a las trampas y problemas que surgían siempre. Era por decirlo de alguna manera mejor gobernante que el mismo faraón.
Pero simplemente, una vez más grito bajo la mano bruta de Atemu. Gimió tan alto que sus suplicas no parecían humanas. Se escapaba tratando de librarse de los celos del Faraón. El que le acusaba de pavonearse al lado del sacerdote de Anubis ; Duke, esta misma tarde.
Atemu contaba con su buen consejero Malik, que le aviso de los coqueteos de Seth. ¡qué bueno que tenía hombre fieles! Por eso tenía que asegurarse que su primo no lo volviera a hacer. Con lo que le costó tenerlo por las buenas, para que saliera con estas.
Él era el faraón y Seth le tenía que obedecer.
-¿vas a pasártela toda la noche en el suelo llorando? - le dijo Atemu ya acostado en su cama - ve a darle la ronda a nuestros hijos. Asegúrate que a Noa no le pase nada y nada le falte. Y también ve que Jouno no lleve a nadie a su alcoba. Mañana tienen mucho que hacer, no puede distraerse.
- sí señor.
-Seth no seas dramático - se burló al verlo tratar de levantarse - solo te patee hasta que dejaste de moverte. Es tu culpa, si no hubieras intentado escapar, hubiéramos terminado más rápido. No estás tan mal
-sí, tiene razón mi señor
-quiero que cuides bien a Noa. No lo dejes morir como hiciste con Mokuba- Seth gimió más por ser llamado el asesino de su segundo hijo, que por el intenso dolor de sus costillas magulladas. No tenía que recordarle que no pudo hacer nada ese día por Mokuba - regresa pronto Seth
El castaño salió de manera lenta. Sintiendo dolor al respirar. Fue primero a donde Noa dormía. El hijo menor de Atemu sería el sumo sacerdote. Por eso lo acompañaba durante casi todo el día. Aprendía a leer los he surtíos antiguos y la palabra de los e espíritus que el enemigo de Egipto utilizaba. Ese mismo ladrón de blancos cabellos y actitud psicópata que se colaba a las fiestas para robar tanto como podía.
Noa estaba en el octavo sueño. Con cinco años era simplemente adorable. Sus e normes ojos no se parecían en nada a los de Atemu, ni a los de Seth, eran muy diferentes. Incluso era diferente a Jouno.
Siempre distinto al herederos. Al príncipe Jouno que era un excelente militar. Muy joven y que no reflejaba su edad. De hecho parecía mayor que Seth. El ejército le había hecho desarrollar la fuerza no de la de un asesino....si no lo que le seguía para la desgracia de Seth, su hijo mayor se parecía a Atemu.
En esa noche no haba nada por lo que debía de preocuparse. Jouno no tenía a ningún jovencito en su recamara. Pareciera concientizarse del combate que tendrá mañana, uno de prueba, pero aun así peligroso. Y eso, si es que quería estar preparado para enfrentarse al roba tumbas de Tozoku.
Antes de que saliera de su cuarto Jouno lo alcanzo a detener. Seth sabe que tardar en poder regresar a la recamara principal. Cuando su hijo quiere hablar es imposible cerrarle la boca. Atrás quedaron los días en los que Jouno atendía a sus pedidos, ahora era al revés.
Jouno exigía y Seth atendía. Ya no le limpiaba el rostro con amor y dedicación, en la actualidad se le sumaron sensaciones más oscuras. Miedo, violencia e incesto.
Jouno le arrinconaba y reclamaba a su Ada, como si él fuera el Faraón. Renegaba de su padre por tener al sacerdote con él.
Aunque el mismo Jouno no era diferente de Atemu, Seth se sometía a ambos. Guardaba en secreto esa adicción al que se veía obligado a aborrecer por amor y temor. Amaba a su primo pese a como lo trataba y amaba a s u hijo, pero temía a las consecuencias que traería que Atemu se enterara; sangre. Sangre real no sería la única cosa que se derramaría. Estaba Noa de por medio. Era mucho lo que se perdía.
-no sabes lo que me costó no ir a defenderte - le beso el cuello. Quería marcarlo, pero Seth jamás se lo había permitido y eso lo enojaba - gritabas tan alto - se lamentó - mira cómo te ha dejado ese animal
-Jouno por favor. Tengo que regresar - suplico tratando de desenlazarse - tu padre me espera
-lo matare y serás mío sacerdote
-Jouno soy tu Ada - el rubio le golpeo la cara. Odiaba que se lo recordara. Él había dejado de ver hacia mucho a Seth como su Ada. Asesino a Mokuba porque acaparaba mucho a Seth. Y él lo quería solo para el - venía a darte las buenas noches. Tu padre te ama
-¡lárgate!
-buenas noches Jouno.
Atemu lo sintió regresar a la alcoba pero no hizo ningún amago por irlo a consolar. Sin que Seth se diera cuenta lo contemplo sollozando en el balcón. ¡por supuesto que sabía que Seth lloraba porque Jouno se sobrepasaba! No podía creer que le creyeran un tonto. ¡era el Faraón! Nada escapaba de él. Sabía que Jouno ansiaba asesinarlo para tomar el trono. Para robarle riquezas y a s u esposo. Jouno ansiaba a Seth en su cama y aun así, mandaba a su primo hermoso al cuarto del príncipe.
Amaba esa cara de remordimiento que traía después. Seth le dejaba hacer lo que quisiera tras visitar a Jouno, tras dejar que lo besara, e incluso que lo poseyera a las buenas o a las malas. Claro que sabía que su propio hijo violaba de vez en vez a su Ada.
Pero también sabía que no le era infiel Duck, eso fue inventado por el celoso Malik. ¿y si lo sabía, porque golpearlo? Porque le gustaba pero necesitaba una excusa a los ojos de Seth.
Un nuevo día en el templo. Seth arreglaba algunas cosas. Los aprendices andaban atareados poniéndole las joyas a los cocodrilos o arreglando la biblioteca. Por lo que debía de prender los inciensos el mismo. Noa jugaba escribiendo una carta para ponerla luego en la mesa y su padre la leyera y supiera que abecés, era su héroe, siempre y cuando no le pegara a su Ada.
Seth sabía que el único que amaba a su esposo puramente era Noa. Noa aún no he estaba afectado por la codicia.
Acaricio su vientre ¿se animaría a pedir otro hijo? Sabía que Noa necesitaba con quien jugar. Pero eso ¿aumentaría los celos de Jouno? ¿cuándo fue que su vida dio un giro al fracaso?
-pareces un muerto en vida sacerdote - la burlona voz de Tozoku sorprendió un poco a Seth que le dio la espalda - he - se quejó - y yo que me tomo la molestia de preguntarte ¿por qué tan mal semblante?
-tienes muy malos modos para preguntarme - alzo a Noa y lo puso de pie - ve con tío Duck. Moléstalo un rato y no regresas hasta que te diga que es seguro
-si Ada - asintió feliz, pero ates de salir por la puerta. Rebusco en su bolso y saco una carta. Un pedazo de pergamino con una letra muy bonita para su edad - nos veremos luego rey de los ladrones - y le dio un beso en la mejilla, pues Tozoku se agacho - gracias por lo del otro día
-ya no te vayas a donde tu Ada no pueda verte. Puede que para la próxima no pueda salvarte
-¡sí! Ahora voy a molestar a Duck señor Duck - guiño un ojo - así le gusta que le diga enfrente de mi hermano
Tozoku desenrollo el pergamino y sonrió, con suma ternura. El pequeño príncipe le agradecía haberlo salvado de los tratantes de esclavos la vez pasada. Y que visitara a menudo a su Ada. ¿pero cómo no salvarlo? Ya lo trataba unos meses antes como para dejarlo en un destino cruel como aquel. Aunque las consecuencias para Seth no fueron nada buenas. Atemu le enseño lo que su hijo favorito hubiera vivido si es que en realidad lo hubieran vendido en tierras lejanas.
-Tozoku no deberías venir en pleno día ¡qué digo! No deberías de venir
-no recibo ordenes sacerdote - cogió un pedazo de pergamino - ¿dónde está la tinta?
- no pensé que supieras escribir - estar con Tozoku era peligroso e irónico, pero refrescante. Porque con Tozoku podía hacerse de palabras y nunca en realidad lo agrediría. A estas alturas ya estaba acostumbrado al mal trato que los detalles del ladrón eran amistoso y dulces - ¿qué te dijo?
-que te robe - soltó sin más. Seth lo miro incrédulo sin sonrojarse. Había perdido la capacidad - que no les diga nada a mi banda y les llegue con la sorpresa. Que te convierta e n la reina de los ladrones y te cubra de oro - mintió - ¿qué más da? Ya te he dicho que me digas Bakura
-y yo, que dejes de tratar de tomarme el pelo
-eso hacen los ladrones Seth - doblo el pergamino hasta formar una avecilla - dáselo. Dile que el ave entrega el mensaje siempre a tiempo. Que es magia antigua.
-eres habilidoso Bakura.
El ladrón brinco emocionado por esa decisión. Se puso a su espalda y le robo un breve beso para luego escaparse por las columnas que llevaban al techo. Era la forma más segura para que los tontos adoctrinados, no lo viesen con el esposo del Faraón.
Esas visitas habían comenzado hacía meses. Acababa de entrar a robar a las habitaciones reales en plena fiesta, que vitoreaba la conquista de Jouno sobre los enemigos de su padre. La seguridad era basura francamente y pues no se enteraron de que era lo que pasaba, hasta que ya fue muy tarde.
Ahora escapaba de ellos. Los engañaba yendo para una parte por el suelo, dejando sus pisadas y luego regresando por donde mismo, pero sobre las murallas. ¡un gran y sencillo despiste!
Así fue que dio con el templo de Ra. Pensó que tendría algo bueno que robar, por eso entro. Pero no imagino toparse a Seth luchando por ir a un sitio más privado. se arrastraba, las piernas no le respondían. Dejaba un pequeño reguero de sangre y maldecía cosas inteligibles, pero que a Tozoku le quedaban bien claro ,, no eran rosas ni flores lo que su boca soltaba.
Entre tantas cosas, alcanzo a escuchar como Seth mismo se decía que tenía la culpa de todo. De la muerte de su padre, ya que no fue un buen hijo. Que no era un buen esposo, que por eso Atemu estaba siempre enojado.
Le dio lastima el sacerdote. Toda su vida lo vio, como el hombre que miraba a todo el mundo por sobre el hombro. Que era el que se paraba al lado del Faraón. Y que era el mismo que acompañara a Atemu, cuando el antiguo Faraón quemó su aldea.
Los ojos de Atemu, esas iris rojas fueron su tormento en las noches en la que los esclavistas lo agarraban a palos, o en las noches que le vinieron después cuando ya era libre y vivía como un ladronzuelo más.
Venganza, quería venganza. ¿qué era mejor que cobrársela con su esposo?... Nada
Seth estaba herido por alguna razón. Vulnerable a un ataque. La guardia lo buscaba desesperados por no hallarlo. ¿cómo le harían cuando vieran al sumo sacerdote muerto? Y como un bonus, ¿qué él fuera el que le robo algo importante a ese presumido Faraón? O esos eran sus improvisados planes de grandeza.
Cuando se le iba a abalanzar, Atemu entro echo un remolino, por lo que se ocultó tras una de las columnas. ¿y si mataba al faraón de una vez? Eso no sería nada complicado, igual si lo hacía. Lo que importaba era vengarse.
-ya sabía yo que no querías ir a la fiesta de Jouno - ¿qué pasaba allí? Seth continuaba en el suelo, arrastrándose con el pavor en su cara, y Atemu le reprochaba. ¡su esposo estaba herido! - te excuse. ¿y qué haces? ¡dejas que te follen Seth!
Tozoku salto en su lugar. Esa patada en el estómago debió de doler un montón. Y si le quedo alguna duda, la voz lastimera de Seth, que se escapó en un grito y en llanto, no lo dejaría dormir
- maldito Tozoku. Te dejo echo un asco
-¿por qué piensas que fue él?
-Tozoku vino a robar a palacio, en estos momentos lo buscan querido y bonito primo.. Te dejo. Deseo divertirme al rato. Dejare que los guardias te encuentren Seth. Así les echare la culpa por su incompetencia y presionare a Jouno para que me traiga la cabeza de ese ladrón. Y lo hará. Tozoku ha manchado al vientre mismo de Egipto.
-Tozoku - gimió el nombre. Demasiado culpable como para desmentirlo
-sí, es el único animal que podría hacer algo como esto - el ladrón se crispo en su lugar. El seria todo lo que quisieran, pero tenía cierto código que le impedía violar o matar niños. Todo dependía de las circunstancias - ¿quién más? - y se fue rápido
-tu hijo - sollozo - tu propio hijo Atemu. Nuestro hijo Jouno es el mismo animal que su padre.
Y así fue como se enteró que el altanero sacerdote, del que se decía era bendecido por ser el consorte del hijo de Ra, en realidad sufría. Al día siguiente su cabeza tenía un precio enorme. ¡había violado a la madre del mismísimo Egipto! Se rió tan fuerte cuando vio los planes de Atemu tan claros.
El Faraón no quería competencia por el trono y solo el sabría porque. Después de todo era su propia sangre la que heredaría. Usualmente eran los hijos quienes daban el primer paso para las traiciones en palacio, no los padres.
Jouno era el entero responsable de capturarlo, y si no lo hacía, el pueblo no estaría tranquilo y pedirían la cabeza del príncipe. Todo por no poder limpiar el honor de su Ada.
Atemu jugaba bien sus cartas. ¿y cómo fue que llego a esa conclusión? El mismo era un Rey. Los ladrones se hacían a un lado y los asesinos se hincaban. Era el rey de los ladrones.
A tres días de la noticia volvió a infiltrarse a palacio. Le sorprendió que Seth hubiese ordenado que nadie o molestara. Pero eso hizo más fácil su trabajo. El castaño permanecía quieto en su cama. Leyendo un grueso manual de medicina, a la que Tozoku no le dio importancia.
Los ojos azules eran fríos. Era esa clase de gelides que tenía el hielo pero de una majestuosidad más sublime y al tiempo de una violencia y tristeza incomparable. Porque sencillamente; el sufrimiento no iba para nada con Seth.
El sacerdote era digno solo de guardar y padecer la altanería y la arrogancia. De infligir el hambre y de negarse a la piedad. O al menos así, Tozoku lo vio toda su vida.
-te tardaste en venir - dijo Seth tan pronto Tozoku estuvo a su lado - ¿qué es lo que piensas hacer, ahora que se te incrimina de algo tan grave? Te darán caza.
-sacerdote - eso hizo que Seth le viera directo a los ojos - tu esposo y tú, me han perseguido por años. Me he burlado en sus narices ¿crees que ese mocoso podrá atraparme? Sigue soñando sacerdote. Tu magia no lo ayudara. Tu magia es solo eso,; magia, pero por mas magia que sea, no es milagrosa.
-el roba tumbas usa el cerebro - se burló. Le dolía todo el cuerpo. Cuando Izhizu termino de curarle, Atemu le obligo a atenderlo, y al día siguiente. Por lo que no cicatrizaba correctamente. Atemu insistía con eso de que era para quitarle el otro aroma - ¿vienes para que haya una razón verdadera para que te persigan? Que no te sorprenda que lo sepa. Conozco muy bien a mi agresor
-lo sé, pero no. No eres mi tipo sacerdote - le tomo del rostro. Con cuidado para no lastimarle más - sabias que vendría y aun así ¿te quedaste solo a posta? No, no sacerdote. Yo solo venía a preguntarte como seguías. El Faraoncito te pateo cuando ya estabas reventado. Si eso hizo al encontrarte, imagine que no te cuidaría después. Y no me equivoque.
-¿¡cómo lo supiste!? - dio un brinco tan alto para ponerse de pie. No importándole las punzadas de dolor que querían obligarlo a sentarse.
-los vi
-qué vergüenza. Te has de estar divirtiendo de lo lindo
-no sacerdote ¿me vez burlándome? - Seth negó - solo vine para saber de ti
-Ada voy a entrar
Seth con un susto de muerte obligo a Tozoku a ponerse bajo la cama y acomodo las sabanas para que no se viera al ladrón. Jouno tenía muy buen ojo.
El ladrón lo supo y quiso reír. Set era tan retorcido como Atemu. El sacerdote s e lo daría en bandeja de plata a su hijo. ¡que tramposo! Pero eso lo hacía a el mismo un tonto predecible. Actuó como Seth intuyo basado en sus encuentros pasados. Pero Seth no dijo nada de que estaba allí. Ni cuando Jouno lo golpeo por no responder a sus besos. Ni cuando lo hizo suplicar en el suelo.
-¡déjame Jouno! - suplico víctima de una llave a su brazo - hijo, tu padre llegara pronto. No puede saber esto. Aun puedes vivir Jouno. Atrapa a Tozoku y olvida tu obsesión por mí.
-gata escurridiza - he hizo que el estómago de Tozoku se revolviera con el crujir de un hueso. Seth no gritaba, sabía que no podía hacerlo. Podían descubrir a Tozoku, y el ladrón se sintió culpable por esa protección. Y aparte ¡ese idiota estaba protegiendo a su hijo! Sabía que Atemu no perdonaba, ni a su propia sangre - escúchame bien Seth, tu eres mío
-déjame recuperar entonces - pidió desesperado - me desangraste gravemente. Me lastimaste tanto que no podía mover mi cadera. Tuvieron que regresármela a su lugar.
Tras eso, Jouno se fue. Tozoku salió de su escondite y fue a ayudar a Seth. Lo vendo y curo, y al final no pudo evitar preguntarle.
-¿por qué?
-hace mucho que no me preguntaban el cómo estaba. Me gusto como suena.
Fue así como inicio su extraña relación de amistad. Seht estaba enfermo por amar a esos dos. No, más bien , él era el enfermo por respetar las tonterías de Seth. ¡como quería robarlo! Robarlo para así vengarse del faraón ¿cuánto más continuaría engañándose? Le gustaba Seth. Amaba a Seth
Seth estaba con él en cada instante. Demasiado azul en su vida últimamente. Joyas azules. Zafiros, cuarzos, circonias y demás. Telas cobalto ¡sus faldones eran azul índigo! Y el pequeño Noa era otro que se le había colado a los pensamientos..
El principito era un amor, uno que lloraba cada vez que Atemu hacía daño a su Ada. Uno que venía lloriqueando a sus brazos, lanzándosele y rogándole por que detuviera a Atemu que encontraba cualquier excusa para pegarle a Seth enfrente de sus inocentes ojos. ¡el cabrón no tenía cuidado de hacerlo sin testigos!
Aparte de que solía decirle gracias al oído. Riendo entre sus palabras por decir que él era el pegamento de su Ada. Que desde que lo visitaba Seth sonreía.
Fuera cierto o no, no podía dejar de visitarlo. Era mejor nunca comprobar si Noa le decía la verdad. Prefería al sacerdote alegre, por lo menos todo el tiempo que se le permitiera.
Ya les daría otra ronda la próxima semana. Aprovecharía para robar algo bonito para Noa y algo mucho más hermoso para Seth
-¿qué fue lo que te escribió Tozoku, hijo? - Seth le beso la frente a Noa y dejo la grulla en una mesita
-que nos quiere - dijo feliz - buenas noches Ada
-que tus sueños estén plagados de los buenos deseos de Ra - lo arropo. Ya era muy tarde. - Noa ya deja de ver si la magia de Bakura cobra vida y se escapa por la ventana - le toco la nariz respingona con amor - su magia no puede ser vista
-le dijiste Bakura - gorgoteo feliz como cuando era un bebe - hazlo enfrente suyo. Hazlo. Sé que le gustara
-solo entre nosotros hijo. Solo aquí en este cuarto. Es nuestro secreto Noa