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Special Needs por Yoru Eiri

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Notas del fanfic:

Bueno, este es un regalo para Nicole, se lo debo de su cumpleaños. Espero igual lo disfruten -coughamantesdelasakikucough-

 

Hetalia NO es mio. La canción "Sepcial Needs" es propiedad del grupo Placebo; están invitados a escucharla. Los personajes de Arthur y Kiku no me pertenecen tampoco, pero la imaginación y la narración SI lo son.

Notas del capitulo:

Enjoy.

Special Needs

 

 

La lluvia había dejado de caer para entonces… o ¿fue cuando comenzó a caer? Lo único que recuerdo de mis 19 años; lo hermoso de aquella tarde donde todo estaba nublado y la escuela había cancelado las prácticas de deportes. No me importaba, después de todo… yo jamás había sido tan bueno en los deportes.

 

Aquella tarde de principios de Agosto, miraba al cielo con anticipación… si, estaba a punto de llover para entonces, y yo tenía miedo de que mi cajetilla de cigarros se mojara. Nada más me importaba más que eso, porque la había comprado con mi propio dinero, porque para mí era un gran logro. Había dejado de ser un adolescente mimado y me había convertido en un estudiante rebelde… ¡pero qué tontería! Me creía el más vándalo de la escuela sólo porque mostraba la cajetilla de cigarros que había comprado, ¿cuáles eran? Unos Malboro rojos, lo recuerdo porque fueron importantes esa tarde.

 

Me encontraba en la entrada principal, mirando como todos se iban a sus casas, lo recuerdo tan bien como si hubiera sucedido ayer, y entonces metí las manos a mis bolsillos para buscar el encendedor. No pude encontrarlo. Maldije en voz baja y me colgué la mochila al hombro, listo para largarme de aquel apestado lugar y dormir debajo de cualquier puente, ¿por qué? Porque nada me importaba, porque tenía diecinueve años y lo único que quería era alejarme de la odiosa sociedad que trataba de controlarme.

 

-Kirkland…- si, ese era mi apellido, y alguien le había pronunciado de una manera salvaje, “poco sutil” habría dicho mi madre.

 

Su inglés no era muy bueno… pero mi japonés apestaba, así que estábamos a mano. Me giré lentamente para ver, por el pasillo correr, a la persona que se convertiría en esa tarde, en el hombre más importante de mi vida, en mi amor platónico, en mi posesión jamás guardada. Sonreí.

 

-Kiku- y desistí en mi intento por buscar el encendedor, porque a él jamás le había gustado el olor, detestaba mi nueva manía pero nunca me lo había recriminado.

 

Sus ojos simplemente se desviaban cuando yo fumaba y su nariz se arrugaba un poco, yo amaba ese gesto con toda mi alma, y seguía fumando con aún más satisfacción. ¿Sería que era un sádico?

 

-Arthur- se posicionó a mi lado, después de tanto tiempo de conocernos y ser amigos; ahora le resultaba tan normal.

 

Y después de tanto tiempo de haber estado en Inglaterra, se había acostumbrado a llamarme por mi nombre eliminando los formalismos japoneses, ¿por qué hice tal cosa? Por capricho… quería que mi nombre saliera limpio de sus labios tan transparentes. Quería monopolizar a ese hombre. No existe mejor manera de monopolizar algo que inculcándole tu idioma.

 

-¿Qué pasa?- yo quería hacerme el chico interesante; siempre solía hacer eso, sin embargo, Kiku tenía algo que aniquilaba eso y siempre me dejaba desnudo frente a él, como había llegado al mundo, un simple chiquillo mimado que deseaba tener todo para él pero era lo suficientemente cobarde como para no intentarlo.

 

-No pasa nada- sonrió, mostrándome ese radiante momento del día que quedaría grabado en mi memoria para siempre- ¿Me acompañas a casa?- y tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos.

 

Me sonrojé, lo admito, pero no tuve el valor de verle a los ojos en ese momento. Además de que entre Kiku y yo nunca había habido nada más que una amistad egoísta y llena de roces que siempre terminaban en noches decepcionantes donde mi única compañera era mi mano derecha.

 

-Por supuesto- aún así, yo seguía siendo un caballero frente a él; el estudiando rebelde le daba el pase al otro hombre que mis padres siempre habían adorado, ese hombre galante y servicial que tendría un buen trabajo.

 

Ya no volvió a mostrarme esa sonrisa, más bien miró al suelo y salimos de la escuela en plena lluvia, como si a ninguno de los dos nos importara el mojarnos. Caminábamos a un paso tan lento que me daba tiempo de mirar todo a mí alrededor, me di cuenta que cuando llueve en Londres, todo se ve diferente, tan surrealista que es casi intocable. Estábamos dentro de un cuadro y nuestras pinturas se diluían con el paisaje a medida que se mojaban más y más. ¿Los cigarros? Nadando dentro del bolsillo de mi pantalón. ¿Mis libros? En un sueño líquido. ¿Yo? Sosteniendo la mano de alguien que me tomaba fuertemente.

 

-Oye...- traté de hablar algo pero me di cuenta que mi compañero seguía mirando el suelo- ¿Kiku?- traté de llamar su atención, pero él parecía que estaba más concentrado en tomar mi mano que en otra cosa.

 

Decidí no molestarlo, ignorar sus sollozos y tratar de secar sus lágrimas con el apretón de mi mano. Ya casi llegábamos al departamento donde se había quedado durante todo el ciclo escolar, así que no me preocupaba demasiado. Si tenía que desahogarse, que lo hiciera, después de todo ya estábamos empapados lo suficiente. En ese momento yo sentía que compartía sus lágrimas.

 

Cuando logramos llegar a su departamento, abrió con sus llaves, entramos y cerró la puerta; estaba todo a oscuras pero no soltaba mi mano.

 

-Arthur...- dijo en uno de sus sollozos.

 

-¿Si?- le respondí en un susurro.

 

Y se quedó callado, sin encender la luz, sin preocuparse de que quizá podríamos enfermarnos si nos quedábamos así.

 

-Kiku...- solté su mano sólo para tomarlo de los hombros y voltearlo frente a mí, tomé su rostro en ese momento y levanté su mirada para que sus ojos se fijaran en mis verdes orbes.

 

Si, había estado llorando, y no sólo en ese lapso, sus ojos estaban hinchados y sus pupilas me miraban fijamente como si me fuera a desvanecer. Se volvieron a llenar de agua esos bellos ojos que yo tanto buscaba en un principio y se abrazó de mi sin decir nada más, para ahogar mi pecho con sus sollozos y dejarme acariciar su cabello con parsimonia.

 

Lo comprendí bastante bien, no tuvo que decirme anda: nuestro tiempo se había terminado.

 

Y apreté mis dientes por haber sido tan estúpido, por haber trabajado en una amistad y haberme fijado en mi propia rebeldía. Me eché la culpa de tan gran desperdicio de tiempo, por haberme tardado tanto en poner mis ojos en él, por nunca haberle dicho que quizá le amaba por... el tiempo no podía recuperarse ya; y él lloraba en mis brazos mientras yo me lamentaba.

 

Ahora o nunca.

 

Pensaba eso una y otra vez en mi cabeza. No iba a dejarlo ir así nada más, sin haberlo tan siquiera...

 

Le separé rápidamente de mi cuerpo y mientras tomaba sus mejillas con cariño, acerqué mis labios a los suyos, y delicadamente le besé como nunca había besado a nadie. Nada más rozando sus transparentes palabras con mis labios hasta que sentí que sus brazos se enredaban en mi cuello. Entonces le tomé de la cintura y le besé más apasionadamente, haciendo que separara sus labios para poder penetrarle y acariciarle con mi lengua. Húmeda cavidad que hacía que nuestras temperaturas subieran.

 

Soltó un leve gemido dentro de nuestras bocas e hizo que le apegara más a mí mismo. El frío se estaba yendo de aquel lugar, así que le cargué por la cintura mientras él enredaba sus piernas en mi cintura y seguíamos unidos por aquel beso.

 

Me sabía su departamento como la palma de mi mano, solíamos ir allí terminando la escuela para platicar, beber o comer algo sencillo; la vida de un estudiante. Pero ese día, mi pasión trató de hacerme tropezar con sus maletas del pasillo de la entrada mientras guiaba nuestro caluroso abrazo a su habitación. Y estaba desierta, sólo quedaba el colchón en el que tantas veces nos habíamos quedado dormidos sin nada más que un deseo reprimido.

 

La gran ventana que yo nunca había admirado, ahora me ayudaba, haciendo pasar la luz del día nublado que le hacía simplemente perfecta para no prender la luz.

 

Le coloqué encima del colchón y comencé a retirar toda la ropa mojada; me deshice de su camisa blanca y pude apreciar todo su torso desnudo, como siempre lo había deseado. Retiré sus zapatos rápidamente, sus pantalones negros del uniforme y su ropa interior casi al mismo tiempo. Me deleité con su excitación al mismo tiempo en que él se cubría el rostro con sus manos para esconder ese rojo pasión que estaba dominándole.

 

Sonreí. Hice a un lado toda la ropa mojada y me deshice de la camisa blanca que se pegaba a mi cuerpo; él miraba atento ahora, dejándome disfrutar de ese rojo que encendía sus mejillas tan tiernamente. Igualmente me deshice de todo, los zapatos, el pantalón, y la ropa interior; no teníamos tiempo para cursilerías ni para aclaraciones.

 

Él me miró, sus ojos puestos en los míos mientras su pecho subía y bajaba armoniosamente ante nuestras excitaciones. Entonces abrió sus piernas y me dejó ver entre ellas lo que tanto yo anhelaba y suspiraba. Me mordí el labio inferior y me acerqué cuidadosamente hasta él. Metí dos de mis dedos a mi propia boca primero, para humedecerlos, y luego los llevé hasta su entrada para humedecerlo a él.

 

-¡Ah!- dejó escapar un sonoro gemido al sentir mis dedos dentro de él.

 

¿Habría dolido? Cerró sus ojos y echó la cabeza para atrás mientras sus piernas se abrían más y más hacia mí... moví mis dedos cuidadosamente dentro de él para dilatarle un poco más; después de todo no quería hacerle sufrir; aunque yo ya me encontraba en mi límite.

 

Mis ojos puestos en los suyos con un susurro en mi boca “No te dolerá” susurraba en mis pensamientos mientras él se retorcía sobre la cama, no sabía si de placer o dolor. Dolor quizá... placer a lo mejor.

 

-Ah...ah...- lo había encontrado.

 

Él gemía mientras sus manos encontraban la manera de aferrarse al colchón, pero no, yo no quería que se aferrara a ese material sin vida, quería que se aferrara a mí: al hombre de su vida. Dejé de hacer lo que estaba haciendo para colocarme entre sus piernas y besar sus labios con pasión, demandando su abrazo y su calor como si nadie más lo mereciera. Así le penetré, sin cuidado alguno, dejándome guiar por mi desesperada pasión e infinito amor hacia él.

 

Él gritó en un principio y luego comenzó a mover sus caderas al ritmo de mis movimientos. Ah, dulce agonía que nos llevaba al cielo en una habitación completamente vacía, en un departamento que producía el eco de nuestras respiraciones agitadas y gemidos de placer.

 

-Ah... Kiku...- le dije al oído cuando sentí que me estrechaba aún más con su cuerpo.

 

Si eso no era amor... yo no sabía lo que era. Me aferraba y sentía que las lágrimas resbalaban por mis mejillas.

 

-No te vayas...- le susurré de nuevo entre los sollozos que inspiraba mi excitado pecho.- Kiku... no te vayas de mi lado.- seguí llorando en silencio sin poder dejar de disfrutar del amor que nos profesábamos.

 

-No quiero... ah...- él también lloraba, yo lo sabía. Lloraba de tristeza, de placer y de rabia al mismo tiempo que buscaba mis labios de nuevo para besarme indefinidas veces y ahogar todo lo que quería decir en ello.

 

Forcejeamos por un momento hasta que la fricción de nuestros cuerpos encendidos hizo que sintiera que sus músculos se tensaban. Le escuché gemir por última vez, rasgándome la espalda con sus uñas largas y atrayéndome con sus piernas como quien no quiere que las cosas terminen. Eso, terminó por derrumbar todos mis muros... si antes no quería enamorarme, ahora estaba perdidamente prensado a ese hombre.

 

Lo besé en esa posición y retiré el cabello de su frente mientras tratábamos de controlar nuestras respiraciones y yo sonreía.

 

Él sonrió de esa manera tan triste y me abrazó con todas sus fuerzas... entonces lo supe... él se iría de todos modos.

 

Una lágrima recorrió mi mejilla esa tarde, y yo trataba de no llorar, de no descontrolarme, de no rogarle, de pensar que era lo mejor para ambos.

 

***

 

Eso fue lo memorable de mis 19 años... las necesidades especiales que yo sentía, el cosquilleo que se hizo más intenso una tarde de lluvia y los cigarros que se mojaron en mi bolsillo; jamás volví a fumar...

 

...hasta ahora.

 

Sentado en una de las sillas del aeropuerto, fumo mi primer cigarrillo después de cinco años. Sabe rancio, pero es el mejor sabor de boca que he tenido desde esa tarde. Ahora me quito los lentes de sol para observar con una sonrisa el letrero que llama mi atención y la razón por la que estoy aquí.

 

“Vuelo de Tokio a Londres------- Arribando.”

Notas finales:

Espero te haya gustado Nicole. Perdoname por haber tardado tanto; soy un asco, lo sé. Pero te lo escribo para ti, con todo mi cariño; es lo más que puedo hacer para tu cumpleaños.

Para todos los demás, gracias por tomarse la molestia de leer este pequeño fic y espero lo hayan disfrutado... ah si, lo sé, me matarán por no terminar lo demás, pero a eso voy... -se va a su fic de vocaloid.

 

Ahora... TIENEN 8 MINUTOS PARA COMPARTIRLO! -Arthur Kirkland


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