CAPÍTULO I.
Alois Trancy daba vueltas y vueltas, pensando en cómo tener a Ciel Phantomhive con él. Intentó todo lo que era posible, hizo hasta lo, remotamente, imposible para tenerlo… Se le estaban acabando las ideas…
Pensó, pensó y pensó, hasta que…
-¡Ya sé!- Exclamó, corriendo hacía un baúl que tenía en su habitación. -¡Que buena idea se me ha ocurrido!-.
Buscó en el baúl hasta que encontró lo que buscaba.
-Prepárate… Ciel Phantomhive… Tu nueva sirvienta está a punto de llegar…- Canturreó, para después reírse a carcajadas.
*Mientras tanto, Mansión Phantomhive*
Ciel Phantomhive estaba más que concentrado firmando papeles, y otras cosas.
-“Muy pronto necesitaré una nueva sirviente, o nuevo sirviente”- Pensó, suspirando, mientras leía unos papeles.
De repente, alguien tocó la puerta. Al ojiazul le extraño un poco; nadie, en su sano juicio, saldría bajo una tormenta como esa…
-Sebastián, ¡Abre la puerta!- Ordenó.
Ciel bajó, segundos después, al ser llamado por su mayordomo.
-Perdón, conde Phantomhive… Soy Kamaye Hisako (*)- Dijo la ‘chica’, con un poco de nerviosismo. Venía vestida con un vestido que le llegaban por la mitad las rodillas, de celeste, que hacía resaltar sus ojos, con un delantal café claro. Su cabello venía suelto, con una diadema dorada, que combinaba con su cabello rubio.
-No eres de por aquí… De eso estoy seguro…- Afirmó.
-Así es. Soy extranjera. Sé de usted por una amiga mía. Pensé que podría conseguir un trabajo aquí…- Trataba de fingir voz de chica, lo cual no le costó mucho.
-Sí… ¡Sebastián! Enséñale a la nueva sirvienta su habitación, la mansión, y las reglas- Ordenó, viendo al ojirojo.
-Muchísimas gracias, amo- Hizo una pronunciada reverencia.
Pasó 1: Completo.
Se fue con Sebastián, el cual le enseñó toda la mansión, le dijo las reglas y le enseñó el lugar donde iba a dormir.
-Sebastián-san, espero me puedas ayudar a recordar todas y cada una de las reglas, no creo acordarme de todas yo solita…- Dijo, con un leve rubor en las mejillas.
-Claro, Hisako. La ayudaré con lo que necesite- Le sonrió falsamente.
-¿Y si necesito que alguien duerma conmigo…?- Agarró a Sebastián de la corbata y lo acercó a su cara. -¿Me ayudarías en eso…?-. Lo agarró de la mano, y lo llevo hasta la cama, se subió y luego lo jaló, quedando el pelinegro encima del rubio.
Sebastián, todo rojo, vio cómo la ‘chica’ se le insinuaba, que quizás, solo quizás, lo disfrutaba, hasta que…
-¡AAAAHHHHHHHHH! ¡QUITATE, DE ENCIMA MIO PERVERTIDO!-(el burro hablando de orejas) Alois se hizo la victima de su propio truco.
El grito hizo que todos fueran a la habitación.
Vieron a la nueva sirvienta debajo de Sebastián, con cara de susto y sorpresa combinados.
-¡Sebastián!- Regañó Ciel.
-Perdóneme, Bocchan, pero la…- Trató de excusarse, ya levantado de donde estaba, pero fue detenido por una cachetada.
-¡Respeta a todos los sirvientes!- Regañó, nuevamente, en un tono más alto.
-¿Qué fue lo que te paso, Hisako-san?- Preguntó Mylene, preocupada.
-Se-Se-Sebastián-san… q-q-quería a-abusar… d-de mí… Me q-quería… vi-vi-violar…- Dijo, entrecortado (Es bueno fingiendo).
-Sebastián sería incapaz de hacerlo- Afirmó.
-Pero él… Me…- No acabó, pues empezó a llorar.
-¡Vuelves a hacer eso, y no dudare dos veces!- Dijo el peliazul, enojado.
Sebastián no necesitaba más explicación, sabía muy bien de qué hablaba su Bocchan.
Pasó 2: Completo.
-Relájate y duerme, Hisako-san…- Dijo, con toda la gentileza del mundo. -Bocchan se encargara de castigar a Sebastián-san- Esto lo dijo con un poco más de rencor y enojo.
-Gracias, Mylene-san…-
-No hay de qué. Descansa, mañana será tu primer día y necesitas tener fuerzas- Sonrió.