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Just Memories por Yoru Eiri

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Notas del fanfic:

Porque quiero y puedo; por eso.

Hetalia no es mio, ni el mundo (trágicamente) Estos son meros garabatos de una persona que no se quiso tomar la molestia de investigar ni nada por el estilo, si hubiese investigado, esto sería muy largo. Así que aquí les dejo un pequeño one shot de una pareja que siempre me ha gustado pero nunca he escrito (lamentablemente)

 

Para Lucía y para Maggy <3

Notas del capitulo:

Enjoy

No era fácil, buscar en los ojos de aquel inglés y darse cuenta de que las batallas inconclusas seguían allí plasmadas; le daba escalofríos de tan sólo imaginarlo. Además, seguía pensando en la doble personalidad que pavoneaba en los pasillos cuando todos le miraban y en el demonio en que se convertía tras las puertas de cualquier hogar... Arthur Kirkland no era lo que todos pensaban, o al menos fingía ser para los países Americanos.

 

Entrelazaba sus manos frente a sí mismo, cosa que siempre hacía aunque estuviera usando un traje occidental, y miraba de cerca las acciones del país que tanto había llegado a intrigarle; con una reina a la que todos adoraban y una actitud de caballero ambulante por las mañanas y vampiro seductor en las noches.

 

Volvió a sentir un escalofrío mientras el susodicho reía de uno de los chistes malos que había contado la nación americana, ¿acaso fingía para tener buenas relaciones? O ¿era el americano el que quería causar una buena impresión a la nación que había sido y seguiría siendo como su padre?

 

-Something like that- pronunciaba en su acento de Brooklyn.

 

-I see- el inglés daba su aprobación como si realmente lo hiciera y seguía escrutándolo con la mirada.

 

De seguro estaría pensando en la mejor manera de darle una puñalada por la espalda o volver a reclamar el territorio que alguna vez le había pertenecido. Volvió a sentir ese escalofrío y se refugió en una esquina de aquel enorme cuarto donde solían hacerse todas las juntas. “Para la paz mundial” había dicho Estados Unidos, pero todos sabían exactamente que no significaba ciertamente eso, que todo era una excusa para la conveniencia de cada uno de ellos. ¿Se podía traicionar a las personas por un gobierno corrupto? Se lo preguntó mil y un veces cuando conoció a todos esos europeos y americanos que se dejaban mangonear por sus gobernantes.

 

¿Las personas? Inglaterra se lo había dicho hacia tiempo, lo que pensaba de su sociedad y lo que pensaba de sus gobernantes.

 

-Nunca van a estar de acuerdo.

 

-Si se puede- había dicho China muy seguro de que todo estaba bajo control en sus manos.

 

Pero el inglés le miró de reojo con una sonrisa maliciosa.

 

-Cuando el gobierno y la sociedad estén de acuerdo en todo, nosotros ya no tendremos necesidad de tratarnos con tanta hipocresía.

 

Recordar las palabras del inglés en una situación así le hacía sentir cosas en el estómago. Diablos, bien lo sabía, hubiera sido mejor traer un poco de su propia comida para no comer porquerías en el hospedaje de la nación americana. Hubiera hecho como Rusia que había preferido comer en casa para no correr el riesgo de un envenenamiento.

 

Sí, habían pasado años y les seguían mirando bajo el despectivo de comunistas, rojos, retrasados, enemigos, espías y toda esa mierda que las sociedades se metían a la cabeza. China en lo personal, no entendía la forma de todos, cosa que Japón parecía no tener problemas en hacer... Se entendía mejor con esos dos “hablantes del inglés” que con él mismo; recordar eso también le hacía sentir cosas raras en el estómago.

 

-Are you alright?- esa voz.

 

Abrió los ojos con sorpresa y se encontró al inglés frente a él, fingiendo una preocupación que nunca había estado en sus ojos; él lo sabía. Se recargó más en la pared como si aquella acción fuese a protegerlo de las garras devoradoras de aquella alma victoriana. Y no atinó a responder nada.

 

-Bu- el inglés respondió para sí mismo con su mejor acento mandarín y sonrió de lado- Puedo llevarte a descansar si así lo prefieres, le diré a Alfred que no te sentías bien- se acomodó la corbata azul que utilizaba de vez en cuando- después de todo no estamos viendo nada interesante, ya sabes, cosas de siempre, guerras aquí, guerras allá, bla bla bla, habladurías de gobernantes que hasta yo me asqueo; nos saldrá roña a todos si seguimos con este teatro.

 

¡Ah! ¡Allí estaba Inglaterra! El país de la experiencia, el poderío que concentraba todo y a todos, el caballero que sabía muy bien esconder todos sus tropiezos a puertas cerradas, él que liberaba ese aroma tan parecido al opio y ni siquiera estaba consciente de ello. Pero China lo sabía, ¡Sabía que ese hombre era peligroso! Que sus maneras tan adecuadas escondían algo debajo de las mangas... y de nuevo no hacía caso a su presentimiento.

 

-¿No vas a contestarme nada?- el caballero alzó una de sus cejas y luego desvió la mirada hacia un lado, porque jamás perdía pista de lo que estaba pasando a su alrededor.

 

El chino pasó saliva con algo de dificultad; se sentía “entre el inglés y la pared”, y para ser más exactos, hacía años que había elegido al inglés, quizá no por sus modales exquisitos ni por su suculento gusto, ni por su habilidad en la cama, ni por su habilidad con el lenguaje... o quizá si había sido por todo eso.

 

Ahora quería elegir la pared. Clavaba las uñas en el concreto como si eso fuese a alejar al otro pero lo único que lograba era lastimarse las uñas que siempre traía largas.

 

-¿Supongo que prefieres quedarte aquí?- el inglés puso ambas manos en la pared, dejando en medio el delgado y pequeño cuerpo del chino; comenzó a susurrar- sabes, deberíamos escaparnos de aquí, tu y yo. Necesito algunos consejos para las olimpiadas, if you know what I mean.

 

El chino comenzó a sudar frío, algo se había roto dentro de él y temía que hubiese sido su moral, construida y reforzada durante miles de años... venía a romperse con el delgado hilo que separaba a los vampiros victorianos de la realidad, el humo que separaba el opio de la realidad; lo chino de lo inglés, ¡¿qué demonios estaba pensando?!

 

-No creo que usted necesite ningún consejo- se dignó a mirar de frente esos ojos verdes que tanto le llamaban la atención a cualquiera. Frunció el entrecejo para mostrarle que aquella distancia no le gustaba- Lo hará bastante bien.

 

-¿Por qué hemos vuelto a las formalidades querido Yao?- allí estaba de nuevo, ese vampiro traidor- Pensé que habíamos pasado esa frontera hace años.

 

-Hay cosas que nunca cambian, y por favor no me llame por mi nombre, aquí soy China.- quería marcar la línea divisora entre su sanidad mental y la fantasía en la que el otro empujaba sus artimañas.

 

-China- se quedó callado por unos momentos- I don’t hear you calling me United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland.

 

Mostró de nuevo esa sonrisa; victoria. El chino chasqueó la lengua con fastidio, pues le costaba tanto trabajo pronunciar aquello y más con esa velocidad, ¿¡Qué se había creído ese cretino?! A lo máximo podía decir “England” y con un acento espantoso, aún más espantoso que cuando Japón sacaba sus propios trabalenguas.

 

-Por eso es mejor que me llames Arthur- acortó la distancia entre sus rostros.

 

Pudo recordarlo perfectamente, como un flashback dibujado con tinta china y un toque Occidental casi pervertido, cuando en una noche de lluvia llegó al palacio un hombre con sombrero y guantes negros, el hombre que se acercó para hacerle una proposición de lo más extraña, el que terminó besándole en la oscuridad de una de sus habitaciones.

 

Y el chino no había podido más que aferrarse a aquel cuerpo, abrazar al europeo que le ofrecía una inmortalidad de lo más extraña y le vendía una idea casi fantástica sobre el mundo. Comercio, le dijo que era el motivo de su visita. Pero allí estaba, luchando contra sus vestimentas para hacerle el amor mientras miraban la lluvia caer en las afueras.

 

Lo que sentía en el estómago se fue de repente con ese recuerdo tan vívido y luchó para quitarse al inglés de encima, para no recordar, para no volver a vivir eso, para no volver a caer en los efectos del opio.

 

-Arthur- cedió a su capricho poniendo sus manos en el pecho del inglés para evitar que se acercase aún más.- esto es peligroso, por favor.

 

Ahora estaba rogando, rezando a todos sus dioses para que alejaran a la visión fantasmal de ese recuerdo que debía haber enterrado en lo más oscuro de su memoria.

 

-¿Qué es peligroso?- miró de reojo al americano, comenzando una de sus excusas para ir a la guerra nuevamente- ¿Estados Unidos? Eso todos lo sabemos, pero no por eso vamos a dejarnos arrastrar por ello, ¿verdad? Igual podemos encontrar la manera de hacer negocio de todo esto.

 

“Negocio” una de aquellas palabras eróticas que encendían a la nación china a un extremo que ni el mismo conocía. Negocio, armas, personas, comercio, ilícito, trampa... ¿por qué el inglés hacía que todo eso se vistiera de erotismo? Sólo en ese idioma y con ese acento, podían sonar las palabras así.

 

Desvió la mirada nuevamente, pero ahora con un leve sonrojo en sus mejillas.

 

-¿Qué piensas hacer para las olimpiadas?- susurró ahora, ya dándose por vencida.

 

-Pues- volvió a poner toda su atención en China- ponerme guapo por supuesto.

 

-Eso ya...- se calló, abrió los ojos con sorpresa y se volvió al inglés. Era demasiado tarde para enmendar su error.

 

El inglés acortó aún más la distancia que había entre ellos dos, con una sonrisa en el rostro, rozó los labios del otro y bajó sus manos hasta su estrecha cintura para atraerlo con avidez a su cuerpo. Comenzó a besarle con elegancia mientras el chino separaba sus labios para profundizar lo inevitable, enredando sus brazos en el cuello del rubio para apretarse aún más a su cuerpo.

 

Había caído, nuevamente había caído, como esa noche de antaño, había terminado en sus brazos, aferrado a su cuerpo, rogándole que no se fuera, que no le dejara allí con toda esa lujuria que apenas había despertado; con esa guerra que había comenzado y se empeñaría en ganar hasta el final.

 

Ya no tenía cabeza para pensar más en el pasado, le encajó las uñas en el cuello y el inglés mordió su labio en respuesta a aquello.

 

-Así me gusta- el chino se separó del beso con una sonrisa, sin dejar de abrazarlo por el cuello- ¿Aún quieres mis consejos?

 

-Aún los quiero.

 

Perro lujurioso, asqueroso inglés tan adictivo; maldito opio viviente.

 

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado y si no pues, ¿qué le podemos hacer? Han perdido su precioso tiempo -inserte risa malvada-
Los quiero a todos, así bien maricamente, ya sé que van a matarme por no haber actualizado los otros fics pero, he aprendido que cuando vives de la pluma, escribir no es cosa fácil.

 

Ahora, un beso de parte de Arthur, para todos.


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