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¿Cómo se divierte una muñeca? por ZombieUnicorn

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Generalmente son los juguetes los que proporcionan diversión a sus dueños. Pero ¿Qué sucede cuando los juguetes se aburren y quieren divertirse?

Viernes por la noche y una dulce muñeca reposaba en un sofá de terciopelo. A su alrededor la sala de estar de su casa de muñecas, majestuosas paredes en tonos vinotintos y dorados, los muebles haciendo juego; y un dulce olor a rosas llenaba el ambiente.
En la tv una pareja joven se besaba; unas palomitas de maíz cayeron al suelo y de la boca de la muñeca salió un quejido

  —  Tonta pareja — murmuró antes de beber de su gaseosa; entonces del televisor comenzaron a escucharse unos gemidos.

Las mejillas de la muñeca se tornaron de color rosa enseguida.

  —  Odio las escenas de sexo en las películas…  —  apartó la vista del televisor  —  …me dan… ganas…  —  agradeció el estar sólo y poder confesarse a sí mismo aquello.

Los gritos y gemidos en la película se incrementaron y hubo una escena bastante explícita; los ojos de la muñeca se abrieron a más no poder y los colores se le subieron al rostro; se apresuró a apagar la tv y presionó con sus manos su entrepierna.

  —  Todo esto… por culpa de esta estúpida película…  —   susurró, se puso de pie y fue hasta la cocina por un vaso con agua que bebió enseguida.

Pero su “problema” no se calmaba — Creo que voy a tener que llamarlo…  —  murmuró con una voz algo melancólica. Caminó hasta el teléfono de su casa y marcó el número que se sabía de memoria.

  —  ¿Hizaki? — contestó la voz al otro lado del teléfono  —  ¿Pasa algo muñeca? —

  —  No… no, no pasa nada… Tranquilo, es que quería… ¿Estás muy ocupado? —

  —  Sí, ahora estoy ayudando a mis hijas a hacer su tarea —

  —  Hmm, ya veo… Bueno no importa… Salúdame a tus hijas, entonces nos vemos después…  —   Sin esperar una respuesta colgó la llamada y marcó otro número  —  ¿Masashi-san? —

  —  Hola Hizaki… ¿Sucede algo? —

  —  No… es que… ¿Podrías venir a mi departamento a jugar? —

  —  Perdóname muñeca, hoy no puedo… Mi esposa está en casa…  — 

  —  Bueno… está bien… Nos vemos después…  — 

Colgó la llamada y algo enojado frunció el ceño mientras miraba el teléfono durante algunos segundos.

  —  ¿En verdad hice eso? — se preguntó a si mismo  —  ¿En qué me convertí? Ambos están con su familia y ahí es a donde pertenecen… no seguiré siendo su amante… no más… Yo sólo puedo jugar — sonrió y apagó las luces y cerró la puerta, corrió hasta su habitación y del armario sacó un pequeño bolso de mano, vació su contenido sobre la cama y luego de mirar cada objeto se quedó sólo con un pequeño envase y un vibrador púrpura de textura suave y consistencia gelatinosa — Con esto bastará…  —  susurró y guardó los demás objetos en el bolso.

Encendió el reproductor de música con unas baladas americanas. Dio algunas vueltas por su habitación simulando bailar, mientras se desanudaba los nudos de su corset, apagó la luz y se dejó caer bocarriba en su cama. Se sacó el vestido  y la pequeña prenda de ropa interior que apenas y le cubría lo necesario. Estando así, alzó un poco su cabeza y miró su cuerpo completamente desnudo.

Acarició su pecho pasando varias veces sus dedos sobre sus pezones sintiendo cuan débil y sensible era esa zona de su cuerpo. Un inaudible gemido salió de sus labios y se llevó los dedos a la boca llenándolos con saliva  y volvió a pasarlos por sus pezones varias veces mientras se mordía los labios evitando gemir.

Estiró una de sus manos y alcanzó el vibrador, lo encendió a la mínima potencia y lo colocó sobre uno de sus pezones; la sensación no tenía palabra alguna para describirla. Sus gemidos se mezclaban con pequeñas y entrecortadas risas provocadas por la sensación de cosquillas que provocaban las vibraciones. Quizá por necesidad, su mano desocupada bajó hasta sus caderas y sus muslos, apretando éstos últimos; sus piernas se abrieron y al levantar su cadera por debajo de su cuerpo, logró alcanzar su entrada, ese anillo de músculos que frotó con la yema de sus dedos.

  —  Un… momento…  —   Buscó con su mano el envase que abrió e introdujo en él sus dedos medio y anular llenándolos de gel.

Buscó de nuevo su entrada y ambos dedos entraron de una vez arrancándole un gemido de los labios; que más que eso, fue un quejido de dolor. Pero era ese dolor que le encantaba.
¿Masoquista? Quizá.

Movió sus dedos dentro de su cuerpo, al principio con algo de dificultad; dado que el dolor disminuía para evitarlo la muñeca hizo más violentos sus movimientos; causaba dolor sí, pero también mucho placer. Maldecía en voz baja, no podía creer que le doliera tanto y que eso en sí lo excitara aún más. Con un gemido un poco ronco extrajo sus dedos dejando su entrada dilatada. Sujetó el vibrador y esparció en él el poco gel que quedaba en sus dedos; posteriormente apoyó el juguete en su entrada. Otra vez la sensación de cosquillas causadas por el juguete eran maravillosas. Con la ayuda de sus dedos Hizaki deslizó el juguete hacia adentro con ayuda de sus manos.

Fácil, fue fácil, pero algo doloroso.

Se mordía sus finos labios de porcelana reprimiendo un grito que dejó salir al momento de aumentar las vibraciones del juguete. Con uno de sus brazos se sujetó ambas piernas haciendo chocar sus muslos contra su pecho; mientras que su otra mano movía el juguete en su interior, el vibrador púrpura entraba y salía de su cuerpo acompañado de gemidos.

Era un poco incómodo de manera que sacó el juguete y se ubicó de espaldas a la pared, agachado sobre el juguete que estaba parado sobre la cama; levantaba y bajaba despacio las caderas haciendo que aquel juguete se moviera dentro de sí con mayor facilidad. Con las manos apoyadas en sus rodillas consiguió un punto de apoyo y la rapidez con que sus caderas se movían era mayor cada vez.

  —  Kamijo…  —  un susurro se escapó inconscientemente de sus labios, y al darse cuenta sonrió  —…ojalá… supieras… lo bien que puedo pasarla sin ti… ¡¡Aaaahh!! —

Sin saber cuando, sus gemidos se habían convertido en gritos; tomó su miembro con una mano y comenzó a tocarse a si mismo autosatisfaciéndose; eso aumentó el placer que sentía y que, por sí sólo iba aumentando; tanto hasta el punto cercano de éxtasis, movió sus caderas con algo más de fuerza casi violentamente.

  —  ¡Aaah! ¡Kamijo…! — volvió a gemir inconscientemente, y repitió varias veces el nombre de su dueño, quien tanto placer le causaba   —  ¡Kamijo! ¡Aaah! ¡Kamijo! ¡Kamijo! —

Una oleada de placer recorrió su cuerpo de porcelana, llevándole al orgasmo que desembocó en su mano.

Sentía como su entrada  se contraía alrededor del juguete que seguía emitiendo vibraciones de alta potencia   —  ¡Kamijo…!  —  repitió.

  —  ¿Qué? ¿Qué tanto me llamas? — preguntó el nombrado desde la puerta de la habitación.

  —  ¡¡Kamijo!! — la muñequita levantó la vista para ver al hombre recostado en el marco de la puerta con los labios torcidos en forma de una mueca de macabra sonrisa; podía decirse que tenía los ojos rojos como el demonio que aparentaba ser.

La muñequita sintió como por el susto, o por pura vergüenza, sus fuerzas le abandonaron y las piernas le fallaron; entonces (debido a la impresión) se dejó caer olvidando el juguete, el cual le causó daño al volver a entrar en su cuerpo de una forma violenta y repentina.

  —  Déjame ayudarte con eso — Kamijo se acercó y llevó su mano tras la muñeca extrayendo el juguete y dejándolo a un lado en la cama.

  —  ¿Qué hace aquí? — preguntó la muñeca con una voz casi inaudible, con la cabeza gacha y el color de la vergüenza en el rostro.

  —  Bueno… es que sonaste algo extraño cuando me llamaste por teléfono. Me preocupé… y pensé que era mejor venir a cerciorarme de que estaba bien mi muñequita…  —  le acaricio una mejilla apartándo el cabello del rostro de Hizaki — Además… recuerda que tengo una copia de la llave de la casa —  explicó mientras se recostaba de espaldas en la cama cerrando los ojos.

  —  Que vergüenza que me hayas visto… haciendo… eso…  —  su voz seguía débil, casi inaudible.

  —  No hay ningún problema… Ojalá supieras lo tierno que te veías…  —   La muñeca levantó apenas la cabeza para mirar a su dueño con la cola del ojo — Ven aquí muñequita…  —   Kamijo lo tomó por los brazos y lo recostó sobre su cuerpo y le besaba los labios de forma dulce acariciándole la espalda.

  —  Kamijo…  — 

  —  ¡Shhh! — Kamijo lo calló cubriéndole los labios con sus dedos y posteriormente tomó una mano de su muñeca tocándose con ella su propia entrepierna  —  ¿Ves lo que causaste? Ahora soy yo quien quiere jugar con mi muñeca…  —  sonrió — Perdóname por no haber venido antes —

  —  No… no se preocupe. Era su deber como padre… y como esposo…  —  esto último lo dijo con un tono melancólico de voz.

  —  No muñeca… Ahora sólo como padre —

  —  ¿Qué quiere decir con eso? —

  —  Sara me pidió el divorcio… Y para mí mejor, ahora puedo pasar todo mi tiempo contigo —

La muñeca sonrió mientras era sujetada con fuerza por los brazos de su dueño, se dejó besar por él y en cuestión de minutos las ropas de Kamijo habían quedado tiradas en cualquier punto indefinido de la habitación.

Poco importaba, era la hora de jugar con su muñeca.

 


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