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Enséñame. por Ishi

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Notas del fanfic:

Hola ^^ Ya vuelvo con un proyecto nuevo, aunque es un poco típico ya que es el mítico royo de enamoramiento entre "Profesor" y "Padre de alumno".

Ruki es el profesor del hijo de Reita. (Que es Kai LOL)

Y... Los compañeros de Kai, seguramente los conozcáis bastante XD

La historia está narrada por Reita, excepto los momentos en que Ruki da clase, que ese será el mismo Ruki el que os lo cuente. Para que veáis lo particular que es con sus alumnos.

 

PD: ¡AH! La relación que tiene Reita con Kai es totalmente PATERNAL. No hay nada de SHOTA XD

Notas del capitulo:

Sin más, espero que os guste este nuevo proyecto, que se me vino a la mente un día totalmente inesperado y en una conversación totalmente random xD

Otra vez la misma mierda. Otro día más que tenía que levantarme a las seis y media de la mañana para vestir, darle el desayuno y llevar al colegio al niño. Aun seguía entre las sábanas de la cama, observando el techo en una especie de trance totalmente incoherente de sentido. Apenas parpadeaba en la falsa oscuridad de la mañana, al tener las persianas completamente bajadas para que ni un pequeño rayo de sol se colara tras la ventana. Miré al hueco libre que había en el colchón, ella ya se había ido. Como siempre. Ella nunca estaba aquí. Era su sueño, había nacido para trabajar de enfermera en una residencia y por mucho que me empeñase en entablar una conversación por lo duro de su horario, ella se aferraba en sí misma, excusando lo mucho que le llenaba cuidar a sus pacientes. No se hacía una mísera idea de lo necesaria que es para esta casa, para su hijo, para su marido. Yo.

Solté todo el aire que tenía retenido en mi pecho, en forma de suspiro, mientras me incorporaba en la cama. Tenía que ducharme antes de despertar a Yuta-kun  para darle su desayuno. Me estiré a duras penas, sintiendo como los músculos agarrotados despertaban después de estar adormilados toda la noche y me levanté, abriendo la persiana, dejando entrar una tenue luz natural que se empeñaba en volver a cegar mis ojos.  Como todos los días. Parpadeé un par de vez por inercia, tratando de acostumbrarme a la luz de un nuevo día, pero igual de monótono que el resto. Salí medio gruñendo de la habitación con la ropa colgando de mi brazo, mientras que con mi otra mano, tapaba uno de los múltiples bostezos que se adueñaban de mi persona. Me metí en el baño acabando por tirar la ropa del día de hoy, sobre el lavabo, como siempre hacía. Me desnudé dejando la ropa en frente a la bañera, por si caía algunos chorros de agua al suelo y giré la rueda de la ducha, la correspondiente al agua caliente. Coloqué mi rostro bajo la gran alcachofa de la ducha, que estaba sujeta a la pared, y me lavé la cara, acabando por despejarme por completo. A los minutos salí de la ducha, secándome y vistiéndome lo más rápido que podía. Rellené el agua de la bañera, preparándole el baño a Yuta-kun.  Solté otro suspiro, uno de tantos otros, y me encaminé hacia la habitación de esa pequeñita persona que llenaba mi vida por completo. Abrí la puerta de su cuarto con delicadeza, metiendo mi cabeza por el pequeño hueco que se formó al abrirla y dirigí mi vista hacia el pequeño bulto entre las sábanas de su cama. Sonreí en la oscuridad, metiéndome por completo en la estancia, andando con parsimonia. Me coloqué a su lado acabando por sentarme en el colchón, tocando su pequeño cuerpo mientras lo movía con mimo.

-Buenos días Yuta-kun…- Susurré tornando mi voz tierna.

Un pequeño quejido apareció de la nada. Sonreí divertido.

-Es hora de levantarse.- Hablé esta vez con un tono más alto. –Hay que ir al cole.-

Mi pequeño se removió bajo las sábanas, encogiéndose más en ellas mientras se tapaba hasta la cabeza.

-No quiero.- Se quejó.

Puse mis ojos en blanco, volviendo a zarandearle esta vez un poco más fuerte.

-Vengaaaaa.-

-Hm…-

Se hundió todo lo que pudo en la cama sin hacerme ningún caso. Suspiré cansando, optando por levantarme y subir la persiana para que entrara la luz natural. La abrí con un rápido movimiento, observando como el Sol se levantaba poco a poco, subiendo alto. Abrí la ventana, dejando que el aire corriera por la habitación. Estábamos en pleno Otoño, las hojas secas caían tiñendo el suelo de un tono marrón.

-Hace frío papá… - Se quejó mi pequeño.

-Pues levántate y vístete.- Sentencié.

-Jo… Se está muy calentito aquí.-

Sonreí al ver que todavía no había asomado su cabecita de aquel edredón de invierno. Me acerqué lentamente, posando solamente mis dedos en la tarima de madera del suelo, esforzándome en hacer el mínimo ruido.

-¿Papá?- Una aguda voz se escapó de entre las sábanas.

Luché por que no se me escapara una de las carcajadas que amenazaban por salir de mi garganta, tapándome mi propia boca con una mano mientras que con la otra, agarraba el edredón.

-¿Papá…?-

Tiré del edredón hacia mí, dejando al descubierto su pequeño cuerpo que se abrazó así mismo al notar el frío correr por su piel.

-¡AH NO, PAPÁ!- Gritó con aquel tono infantil.

Decidí ponerme duro o si no, no conseguiría absolutamente nada con él. Me dejaba llevar por mis sentimientos, a veces para no oírle discutir o gritar. Odiaba cuando lloraba, sentía como mi corazón se partía cuando eso ocurría pero en estos casos no podía dejar que sus chantajes consiguieran hacer efecto sobre mí.

-No te lo vuelvo a repetir Yutaka.- Mi voz sonó ruda, quizás demasiado.

-Bakaaaa.- Dijo mirándome a la cara mientras me sacaba la lengua. –No me pienso levantar.-

Abrí mis ojos sorprendido.

-¿Cómo?-

Me acerqué de nuevo a su cama mientras que su sonrisa se hacía latente, moviéndose rápido y veloz intentando huir de mí. Su risa cantarina y juguetona conseguía absolutamente todo conmigo. Luchaba con mi yo interno para que eso no ocurriera. Lo agarré por sus pequeños pies, atrayéndolo hacia mí. Mi pequeño no dejaba de reír mientras intentaba agarrarse a las costuras del colchón, moviendo sus piernas para que lo soltara.

-Vas a ir a la bañera quieras o no.-

Coloqué su trasero sobre mi cadera, como si fuera un punto de apoyo en cierto modo. Mi pequeño se intentaba retorcer en un principio pero acabó por resignarse al darse cuenta que era más fuerte que él. Acabó por enredar sus manitas sobre mi cuello, hundiendo su rosto en él. Escondió su carita en el hueco de mi hombro y cuello, suspirando sobre mi piel. Al instante noté como mi enfado disminuía, enterneciéndome.

-Jo papá se estaba tan bien…- Se quejó mientras se frotaba uno de sus ojos con el dorsal de su manita.

Acaricié su espalda con los dedos, haciendo pequeños círculos sin ningún rumbo fijo, suspirando.

-Lo sé peque pero hay que ir al colegio.-

Me miró entrecerrando sus ojos.

-¿Y tú por qué no vas al cole?-

Esa clase de preguntas me atravesaban el cerebro fundiéndolo sin compasión. Realmente en esos momentos ni yo mismo sabía que responderle. Me frustraba ser yo el “ama de casa” ya que Suzume se encontraba la mayor parte del tiempo en la residencia, obligándome a quedarme en casa, en la más absoluta soledad, por si algo le ocurriera a Yutaka. Yo era el que limpiaba, ordenaba y cuidaba la casa. El que cocinaba y educaba a nuestro hijo, en un vacío matrimonio. Se podría decir que yo era la madre/padre de nuestro pequeño, aunque la gente juzgara a Suzume por ello.

-¿Papá?- Preguntó con interés Yuta-kun, apartándome de mis pensamientos.

-¿Hm?- Cogí aire, templando mis nervios. –Por que cuido de ti, deja de hacer preguntar y aséate bien.-

Al decir aquello dejé en el suelo a mi pequeño sobre la alfombrilla del baño, ya que estaba descalzo, y le ayudé a deshacerse de su pijama con torpeza. Metí mi mano sobre el agua de la bañera esperanzado en que no se hubiese enfriado en todo este tiempo. Sentí la calidez del agua sobre mi piel y retiré mi mano, sacudiéndola.

-Venga, mientras te aseas voy preparando el desayuno.-

Yutaka me sonrió, mostrándome ese pequeño hoyuelo en una de las comisuras de su labio heredado de Suzume, acabando por meterse despacio en la bañera. Agarró uno de sus juguetes de baño y se sentó sobre el suelo de la misma.

-No te entretengas, aviso.-

-Hai chichi.- Me contestó animado.

Salí del cuarto de baño sonriendo mientras negaba con la cabeza. Cada día que pasaba se parecía más a su madre, hasta en el tono de piel, que era un poco más oscura que la mía. Su pelo completamente castaño, al contrario que el mío, que se tornaba con matices rubios de vez en cuando. Algo que quizás haya heredado de mí, el carácter. Era tan terco como yo, testarudo y algo maleducado, pero todo eso quedaba eclipsado cuando su dulzura hacía acto de presencia. Era imperactivo, enérgico y cariñoso. Con un sentido del humor envidiable. Aunque todo eso se quedaba atrás con tal solo verlo sonreír, era un niño feliz después de todo. Mi niño feliz.

Comencé a prepararle su desayuno mientras daba pequeños sorbos a mi café bien cargado, necesitaba despejarme del todo en aquella mañana. Mis párpados pesaban como si fuesen de piedra y no conseguía dejar de bostezar. No podía permitir que me viera así, no quería que tomara ejemplo de algo tan negativo como eso. Preparé un bol de leche con cereales y un vaso de zumo de naranja sobre la mesa y encendí la radio, dejando que la música me envolviera por un momento. Odiaba ese silencio tan tétrico, me consumía, haciéndome creer el ser más pequeño de la Tierra. Mientras que un perfecto solo de guitarra salía por los altavoces de la radio de la cocina, Yuta-kun aparecía por la puerta de la cocina. Completamente vestido y peinado, sonriéndome.

-Tengo hambre…- Dijo mientras se masajeaba la tripita con una mano, sentándose en si silla correspondiente en aquella mesa de la cocina.

Di otro sorbo a mi café, observando como desayunaba en silencio, moviendo la cabeza de vez en cuando al ritmo de la música. Moviendo su cinturita. De repente, mientras masticaba, giró su cabeza hacia mí, emocionado.

-¿Zabes qué?-

Le miré con recelo, negando con la cabeza.

-Yuta-kun, no se habla con la boca llena.-

Puso sus ojos en blanco, ignorándome.

-De mahor voy hase múzico.-

Me atraganté con el café, tosiendo al notar como aquel líquido caliente descendía por donde no debía. Me llevé la mano al pecho, golpeándolo con el puño. Mis ojos se humedecieron por el esfuerzo, por el casi atragantamiento, cegándome por un segundo la vista. Parpadeé unas cuantas veces, hasta que recuperé el aliento.

-¿Músico?- Pregunté alucinado.

Este asintió seguro de sí mismo.

-Quiedo toca la batería.- Me contestó al fin tragando, diciendo perfectamente la última palabra perfectamente.

Lo miré con cierto interés, alzando una ceja.

-¿Por qué?, ¿No prefieres ser médico como mamá o algo así?-

Negó con la cabeza sonriendo, llevándose su manita al pelo, jugando con él.

-Voy a ser músico, como tú.-

Mi corazón se empequeñeció al escuchar aquella voz dulce, completamente sincera. Miraba sus finos labios mientras pronunció aquella frase que me dejó extasiado por unos segundos.

-Hace mucho que no soy músico, además… Yo no tocaba la batería tocaba el..-

-¿Bajo no?- Me preguntó, no completamente seguro mientras se llevaba su dedo índice a sus labios.

Asentí levemente con la cabeza.

-¿Cómo sabes que tocaba un instrumento Yuta-kun?-

Su sonrisa se ensanchó de repente, mostrándome toda su dentadura mientras cerraba sus ojitos, divertido. El hoyuelo se intensificó y a mí, me pudo la ternura.

-Mamá me enseñó unas fotos donde salías tocando.-

Se podría decir que su sonrisa iluminó la estancia por completo. Empequeñeciendo al propio Sol.

-Y yo quiero ser como tú.-

Una oleada de emoción y satisfacción me rodeó por completo, inyectándome una felicidad desbordante. Quería ser como yo, quería ser músico. Era mi sueño, aun a día de hoy seguía siéndolo pero lo tenía bastante eclipsado con mi paternidad. Dejándolo encerrado en alguna parte de mi mente. Le sonreí intentando tapar mi emoción ya que primero eran sus estudios, su obligación era estudiar. Me acerqué a él, colocándome en cuclillas para llegar que nuestras cabezas estuvieran frente a frente y posé mi mano sobre su cabeza, despeinándolo con mimo.

-Primero hazte un hombre y estudia, lo otro vendrá solo.-

Su carita se descompuso por un momento, borrando cualquier rastro de felicidad.

-Pe..Pero..-

-Todavía eres muy pequeño para tocar la batería.- Le sonreí, picándolo.

Hinchó sus mofletes, ofendido.

-Ya tengo nueve años, soy mayor.- Dijo cruzándose de brazos.

Acaricié una de sus mejillas con mis dedos, acabando por pellizcarle.

-Venga, que llegaremos tarde como no te bebas el zumo.- Un quejido salió de su pequeña boquita cerrada, enfadado. No pude esconder mi sonrisa. –Si no te lo bebes no te harás mayor y no podrás ser músico, tú verás.- Le di un pequeño topecito en su naricita, levantándome del suelo.

Abrió los ojos asustado, agarrando el vaso con ambas manos mientras se lo llevaba a la boca, bebiéndolo casi de un trago. Me enseñó el vaso completamente vacío, moviéndolo de un lado a otro con sus labios humedecidos por el zumo. Negué con la cabeza, agarrando el vaso.

-Límpiate y ponte el abrigo, recojo y salimos para el colegio.-

-¡Hai!- Gritó mientras bajaba de la silla con un rápido movimiento.

Recogí la mesa mientras miraba el reloj de la cocina, como no nos diéramos prisa llegaríamos tarde. Coloqué bien el abrigo a mi pequeño y agarré su mochila mientras que él abría la puerta de salida emocionado. Comenzó a correr escaleras abajo sin escuchar mis advertencias por si caía, era completamente mi desesperación, pero también la cura de todos mis males.

Llegó al coche corriendo como si no hubiera un mañana, soltando carcajadas cantarinas mientras que las hojas secas del suelo salían desperdigadas de su camino al correr. Lo monté en el coche, colocándole el cinturón mientras me contaba historias de él y sus amigos en el colegio. Me monté en el coche, arrancándolo mientras ponía la radio. Los dos nos quedamos en silencio mientras los arpegios nos hechizaban a ambos, cada acorde, cada ritmo, cada nota invadía nuestros cuerpos. Observé desde el retrovisor interior del coche como mi pequeño imitaba al batería, moviendo sus bracitos aleatoriamente. Sonreí lleno de júbilo, por un lado me sentía emocionado al saber que mi pequeño quería ser músico aunque con los niños nunca se sabía. Cada día querían ser una cosa diferente, aunque por un día decidí disfrutar de su, quizás, corto sueño.

Llegamos al colegio con la hora pegada a nuestros culos, salimos del coche corriendo casi ahogados, haciéndonos paso entre los padres que ya se retiraban del establecimiento al haber dejado a sus hijos en él. Podía ver como las mejillas de mi pequeño comenzaban a ser rojizas por la carrera y como perdía rapidez en cada zancada que daba, cansándose. Entramos en el colegio a duras penas, buscando ese aire perdido por el camino, intentándolo recuperar en nuestros pulmones.

-¿Dónde está tu clase Yuta-kun?- Dije a duras penas, dando bocanadas de aire.

Mi pequeño tardó un poco más en contestar, colocando sus manitas sobre las rodillas, apoyándose sobre si mismo. Alzó una de sus manos, señalándome con el dedo índice.

-Por… Ese… Pasillo…- Cogió aire, incorporándose de nuevo. –La …primera puerta.-

Miré hacia la dirección que me había mostrado y le cogí la mano mientras que con la otra le colocaba la mochila a la espalda. Lo acompañé hacia la puerta, que era de un color rojo intenso. Me sorprendió que fuera la única puerta con ese color. Peté sobre ella con mis nudillos, esperando una respuesta.

-Te dije que como no te dieras prisa llegaríamos tarde.- Le regañé.

Yuta-kun agachó su cabeza, mirando hacia el suelo.

-Gomen…-

Al segundo se abrió la puerta, dejando escapar un sinfín de gritos y risas de niños que se escondía en el interior del aula. A su vez un hombre se interpuso entre ese estruendo y la puerta, mirándonos mientras alzaba una de sus cejas. Llevaba unas gafas, bastante modernas y grandes de un color negro, que hacían contraste con su nívea piel. Era un poco más bajo que yo y su pelo castaño, apenas llegaba a tocar sus hombros. Apretó su mandíbula y sus ojos oscuros me miraban con desdén. Volvió la vista hacia Yuta-kun, cambiando completamente su rostro, a una más dulce.

-¿Qué os he dicho sobre llegar tarde, Kai?-

Mi pequeño alzó la cara del suelo, observando a aquel hombre que le había hablado con delicadeza, sonriendo.

-Gomen profe, no va a volver a pasar.-

El aludido sonrió, echándose a un lado para dejarle entrar en la estancia. Volvió a clavarme sus ojos, examinándome. Sonreí, sin saber realmente por qué.

-Siento la tardanza, soy Suzuki Akira, el padre de Yutaka.- Dije alzando mi mano hacia él.

Miró mi mano y luego a mi rostro, acabando por estrecharme su pequeña mano.

-Takanori Matsumoto.-

Asentí levemente, volviendo a sonreírle.

-Prometo que no va a volver a pasar, discúlpenos.-

-No se preocupe.- Su voz sonó grabe, más grabe de lo que pensé.

Volví a asentir sintiéndome como un auténtico estúpido ante él. No sabía realmente que decir así que decidí improvisar.

-Perdone pero… ¿Por qué le ha llamado Kai a Yuta-kun?-

Una sonrisa orgullosa se dibujó en su rostro.

-Para simpatizar con sus compañeros, todos se han impuesto un mote. Podría decirse que es como algo más íntimo, más amigable y lleva completamente a la confianza entre ellos, los alumnos.- Hizo una leve pausa mientras sus ojos brillaban emocionados.- Hasta yo mismo me he puesto un mote para que se refieran a mí menos formal.-

Le miré impresionado, agudizando mi interés.

-¿Cuál es?, Si me permite la pregunta.-

-Ruki.-

Le sonreí al ver aquel hombre tan emocionado, parecía sentirse orgulloso de su trabajo y eso era digno de admirar.

-Discúlpeme, tengo que seguir dando clase.- Habló de repente con nerviosismo.

-Oh, perdone si, encantado.-

Cuando volví a ofrecerle mi mano me cerró la puerta en las narices, dejándome en el sitio, completamente en shock. Me mordí el labio con nerviosismo, decidiendo marcharme de aquel lugar, de aquel pasillo, de aquella situación tan extraña y surrealista. Comencé a andar con parsimonia, intentando en no pensar en todo lo que tenía pendiente en casa… Y fuera de ella.

Pasé gran parte de la mañana limpiando y ordenando la casa, sin pensar en nada en concreto. Solo sentía un vacío tan grande como el mismo océano, y como tal, me tragaba y me hundía más entre aquellas cuatro paredes. Cuando creí haber acabado, me di cuenta que tenía que comprar comida, últimamente actuaba cual robot cuando estaba solo. Mi cuerpo se movía por inercia, por monotonía mientras que mi mente, estaba lejos de él. Volví a por mi abrigo y salí de casa con una lista repleta de cosas que tenía que comprar, se me había pasado por completo. Comencé a andar por las calles, notando la fría brisa en mi cara, observando a unas cuantas parejitas a mí alrededor, demostrándose lo que se aman. Una punzaba me atravesó el corazón, o más bien una envidia arrasó como un huracán mi estado de ánimo.

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Cerré la puerta quizás, demasiado rápido y forzado. ¿Cómo pude flaquear? Yo, que jamás perdía ni un segundo de mi tiempo a lo que el trabajo se refiere. Sentí una especie de ira conmigo mismo, por haber perdido tiempo con aquel padre que, no me interesaba lo más mínimo la excusa de su tardanza. Todo el mundo tenía problemas, y las suyas me interesaban lo que venía siendo, una mierda. Comencé a andar lentamente hacia mi escritorio, observando como por culpa de ese tal Akira, mi clase había perdido el control del que se caracterizaba. Me senté en el borde de la mesa verde, llevándome la mano a la cara, intentando relajar mi estado de ánimo. Me quité un segundo las gafas y comencé a masajear el tabique de mi nariz, pensativo. Los gritos de mis alumnos me empezaban a torturar, aquellas horribles voces demasiado agudas eran como miles de taladros un Domingo por la mañana después de una noche desmadrada. Decidí poner orden y acabar con la jauría que se había despertado.

-¡Chicos!- Grité, volviendo a colocar mis gafas en su sitio. -¡CHICOS!-

Algunos de ellos se volvieron para mirarme, silenciándose. Mientras que algunos rebeldes seguían con su tranquila conversación, excesivamente alta. Sonreí de medio lado.

-Bueno, los que no se callen ahora mismo se quedan sin recreo…-

Como si un ángel hubiese pasado, los pocos que quedaban por silenciarse, optaron por callarse repentinamente. Me reí para mi mismo.

-Buenos días chicos.-

-¡Buenos días Ruki!- Gritaron al unísono.

-Hemos perdido bastante tiempo así que… - Todos miraron de repente a Kai, con malicia. Este agachó su cabeza, resignado. Intenté esconder la sonrisa. Los niños eran tan expresivos y simples a veces… - Vamos a hacer directamente el debate que os prometí ayer.-

Algunos de mis alumnos aplaudieron con histeria mientras que otros, se encogieron de hombros. Hasta que una aguda voz, se hizo presente.

-¿Qué debate?- Habló Kazuki, completamente perdido.

Esta vez las miradas se posaron sobre él con incertidumbre. Alcé mis cejas, disgustado.

-El que expliqué ayer.-

-No me acuerdo.-

Alcé una ceja, cruzándome de brazos.

-El debate de que empleo podría ser mejor o peor para vosotros.-

Una sonrisa se dibujó en su rostro, alzando la mano divertido.

-¡Ya recuerdo!- Una risa emocionada salió de su garganta.

Kazuki, ese niño extrovertido que siempre estaba en las nubes.

Otra voz , esta vez angelical proveniente de uno de mis alumnos, salió a la luz.

-¿Y si hablamos sobre que queremos ser de mayores?-

Miré a Kai, pensativo. Sopesando seriamente su idea. Podría ser beneficioso para ellos exponer y defender su ideal de trabajo delante de todos.

-Está bien, adelante.- Los animé. -¿Quién quiere ser el primero?-

Al segundo, Miyavi se levantó raudo y veloz, con el pecho hinchado y mostrando la más fugaz de las sonrisas. Subió a la tarima que había en frente de la pizarra y comenzó a hablar completamente decidido de sí mismo. Algo que valoré sobre todas las cosas.

-Yo quiero y seré guitarrista. El mejor guitarrista del mundo.-

Una risa, quizás, demasiado forzaba me obligó a apartar la vista de Miyavi, aunque no me hacía realmente falta hacerlo. Sabía perfectamente de quien provenía aquella voz.

-¡Tu como mucho miembro del Staff!- Concluyó Tora, provocando las risas de los demás compañeros.

No pude reprimir siquiera mi risa, ese crío era un diablo, pero con una genialidad envidiable para su edad. Miyavi bajó de la tarima completamente disgustado, cruzándose de brazos mientras que su rostro, se endurecía por el berrinche. Volví mi vista cuando escuché el chirrido de una silla, al ser echada hacia atrás. Puse mis ojos en blanco, ya un poco harto de pedirles que no hicieran eso.

-Aoi, siéntate y vuélvete a levantar como es debido.- Sentencié.

El pequeño moreno me miró como si estuviera loco, acabando por obedecerme. Algunos de sus compañeros reían por lo bajo. Se sentó en la silla con parsimonia, volviendo a levantarse sin arrastrar la silla. Asentí agradecido. Comenzó a andar ya no tan seguro de sí mismo y se subió a la tarima, fingiendo una tos inexistente para aclarar su aguda voz.

-Yo también quiero tocar la guitarra.- Todos incluso yo mismo, le miramos con los ojos abiertos, expectantes a que siguiera hablando. – No sé si seré el mejor, pero mejor que Miyavi seguro que sí. – Concluyó, sonriendo con malicia.

Me llevé la mano a la cara, se habían puesto de acuerdo para vacilar al pobre Ishihara. Este se puso de todos los colores mientras las risas de todos volvieron a asomar.

-Bien Aoi, puedes sentarte.- Le dije, señalándole su asiento con la mano. - ¿Siguiente? –

Esta vez se levantó Kai, sonriendo, como siempre. A veces me sacaba de quicio como un niño podría radiar tanta felicidad. Rara vez lo veía enfurecido, siempre con esa sonrisa casi tatuada en su rostro. La imagen de su padre apareció en mi mente, no se parecían en absoluto. Me di una bofetada mental. ¿Qué coño hacía pensando en ese hombre?.

-Comienza Kai-kun.- Le animé para borrar aquel pensamiento poco ético que nació en mi cerebro.

Este asintió, mostrándome su sonrisa más ese hoyuelo cruelmente perfecto. Que lo aniñaba completamente.

-Yo… Quiero ser batería.-

Alcé una ceja sorprendido. ¿Todos querían ser músicos ahora? ¿Era una nueva moda?, Cada día entendía menos a mis alumnos.

-Vaya, yo pensaba que querías ser anunciante de dentífricos…- Comentó Kazuki, rompiendo el silencio.

Kai lo miraba completamente desencajado.

-¿Por qué?- Preguntó Yutaka por mí.

-Siempre sonriendo, es sospechosos.- Contestó intentando no reírse Kazuki.

Kai abrió su boquita indignado, sin saber realmente que hacer en aquella situación mientras las risas de sus compañeros se hacían presentes de nuevo. Aquellos momentos me podían agradar o desquiciar, pero hoy necesitaba este tipo de distracción.

-Venga, callaros ya.- Les regañé, deseoso por que saliera el siguiente.

Observe la mesa de Aoi, que compartía con Uruha. El moreno daba pequeños codazos en el costado del castaño, animándole a que saliera. Este le decía repetidas veces que no, sonreí con malicia.

-Uruha, ¿Querrías salir a la pizarra?-

El aludido lanzó una mirada asesina a su compañero de mesa y se levantó a duras penas, quejándose por lo bajo. Su caminar, quizás, demasiado lento y tranquilo, me desquiciaba.

-Vamos Uruha, cuanto más tardes, más largo se te va hacer esto. – Sonreí, divertido.

Pensándoselo mejor tras mis palabras, aceleró el paso, llegando a la tarima. Miraba hacia todos lados, metiéndose las manos en sus bolsillos del pantalón.

-M…-

-Bien, ¿Qué quieres ser de mayor?-

Clavó sus ojos acaramelados y volvió la vista hacia sus compañeros, pensativo.

-No sé que quiero ser de mayor.-

Todos, incluido yo mismo, lo miramos detenidamente.

-¿Cómo que no?- Pregunté anonadado, alzando una de mis cejas.  -¿No tienes ningún sueño, ninguna meta?-

Se llevó su dedo índice a sus pequeños, pero carnosos labios, acabando por sonreír mientras miraba a Kai, divertido.

-A veces sueño, o más bien deseo, que Kai-kun se callara alguna vez.-

Las carcajadas se hicieron presentes, como era de esperar. Su tono pausado y serio al hablar, le daba ese toque que fuese todavía más gracioso, mientras que su sonrisa se acaba de ensanchar, como si hubiera echo alguna buena acción. Observé el rostro de Kai, completamente serio por primera vez. Cosa que me extrañó en lo más hondo. Su semblante era demasiado calmado, esperaba alguna reacción negativa, alguna queja… Solo, silencio. Uruha volvió a su sitio, mientras que Yutaka lo seguía con la mirada, con la mirada más fría y calculadora que he visto jamás. Fruncí el ceño, observando como Shima, sin darse realmente cuenta de nada, igual que el resto, sufría las cuchillas afiladas de los ojos de Kai.

-Yo quiero ser…-

Apenas me di cuenta del siguiente alumno que subió a la tarima, volví mi vista hacia Byou, que hablaba más seguro de si mismo, que Miyavi. Se peinó su pelo castaño ágilmente y sonrió con un aura de egocentrismo impropio de un niño de su edad.

-Yo quiero ser modelo, soy el más guapo de esta clase.-

Kazuki se levantó, aplaudiendo como loco dándole la razón. Abrí los ojos como platos sintiendo que esto se me había ido de las manos. Más bien mis alumnos se me escapan de las manos. Tras las quejas de los niños tras sentirse insultados por Byou, que andaba hacia su sitio, justamente al lado de Kazuki, salió raudo y veloz Shou, sonriendo. Decidí que seria el último en aquel especie de juego. Pasó por mi lado, regalándome una sonrisa, se la devolví falsamente, deseando que todo acabara lo antes posible.

-Dime que no quieres ser músico…- Supliqué.

-… - Se quedó unos segundos sin saber realmente que decir. –Quiero… Ser cantante.-

“NO.” Pensé. Absolutamente toda la clase estalló a carcajadas, excepto Kai, que seguía mirando con odio a Uruha. Realmente me estaba empezando a incomodar esa mirada, apenas parpadeaba.

-¡Que marica!- Gritó uno de mis alumnos, que no supe identificar.

Una furia se apoderó de mi autocontrol, levantándome de la mesa.

-¡YA BASTA!- Grité enfurecido, volviendo al silencio sepulcral de mis clases normales.

Shou volvió casi corriendo a su sitio, quedándose inmóvil en el sitio.

-Que sea… La última vez que escuche esa palabra en mi clase, o algún sinónimo de ella… -Comencé a hablar, pausadamente. -¿ESTÁ CLARO?- Acabé por gritar sin conseguir el ritmo que estaba imponiendo en mi voz.

Todos comenzaron a asentir como locos, sin decir ni una palabra. Por un segundo, Yutaka había vuelvo la vista hacia mí, pero al segundo, volvió a clavar la vista en Uruha, el cual no se daba cuenta de nada. Buscó la oreja de su compañero de pupitre, Saga, susurrándole algo que no fui capaz de entender. Acabé concluyendo la clase, agradeciendo que justamente el timbre del primer recreo sonara.

-Podéis salir, despacio a poder ser y en fila.- Dije completamente serio mientras me sentaba en el sillón de mi escritorio, ojeando los siguientes ejercicios que les había puesto. Eché una última mirada a mis alumnos, especialmente a uno en concreto. Kai estaba junto a su pandilla, que eran Tora, Saga, Miyavi y Byou, que reían y cuchilleaban entre ellos, provocándome un mal presentimiento.

El recreo duraba veinte minutos, que los aproveché como alma que lleva el diablo, volviendo a re-escribir los ejercicios para esta hora nueva. Todos entraron en un inquietante silencio, tanto que empecé a asustarme. El último en entrar en el aula fue Uruha, con un ojo completamente morado y su labio inferior hinchado.  Fui corriendo a su posición, agachándome para quedarme a su altura, sujetándolo por los hombros.

-¿Qué ha pasado?- Pregunté al borde de la histeria. -¿Estás bien?-

Se quedó en silencio, sin mirarme si quiera. De repente, por la comisura de sus ojos comenzaron a salir lágrimas, que corrían rápidas por sus mejillas, muriendo en su camiseta. Su labio no llegó a sangrar, no era tan profundo, pero uno de sus ojos, estaba notablemente hinchado y amoratado. Me levanté del suelo, furioso.

-¿Quién ha sido?- Pregunté con rudeza, mirando a todos uno por uno. Parando mi mirada en Tora, que era el que siempre se metía en esa clase de problemas.

Nadie contestó a mi pregunta, acabando por sacarme de quicio.

-Solo lo voy a repetir una maldita vez…- Dije pausadamente, arrastrando una parsimonia impropia de mí. -¿QUIÉN HA SIDO?-

De repente, una silla fue arrastrada chirriando, ensordeciéndome.

-He sido yo.-

Abrí los ojos como platos, quedándome sin respiración. Aquella sonrisa angelical, remarcando ese hoyuelo tan inocente, llegó a mi campo visual. No daba crédito a lo que había oído y menos a lo que estaba viendo, ese rostro tranquilo, incluso feliz y orgulloso, mientras decía esas tres palabras cargadas de indiferencia y despreocupación atacaron mis nervios. Jamás creí capaz a un niño como Kai, que hiciera tal acto. Todos lo miraban en silencio, incluidos sus amigos.

-¿Kai?- Pregunté, anonadado.

Miré a Uruha, que comenzó a hipear a mi lado.

-¿Fue él?- Le pregunté en un susurro, esperanzado a que me diera una negativa.

Este asintió, temeroso.

Volví mi vista hacia Yutaka que seguía sonriendo, deslumbrante.

-Aoi, acompaña a Uruha a la enfermería.- El aludido se levantó corriendo, agarrando de la mano a su compañero, desapareciendo del aula. – Y tu…- Seguí, señalando a Kai.- Te quedarás aquí después de clase y… Borra esa maldita sonrisa.-

Kai se sentó en su silla, borrando la sonrisa de su rostro. Seguí mis clases sin más incidentes, Uruha fue recogido por sus padres, que me agotaron mentalmente con sus insultos hacia mi persona y demás, acabando a duras penas por que no denuncien a Yutaka. Las horas pasaron, sonando el último y glorioso timbre que finalizaba las clases por hoy. Todos salieron en fila, despidiéndose como siempre mientras que Kai, seguía sentado en aquella silla. Su rostro se volvió apenado a medida que las clases avanzaban, acabando por casi romperse cuando escuchó el timbre.

-Yuta-kun- Le llamé, obligándole a que me mirara. Alzó su vista a la mía, esperando a que hablara. – Ahora vuelvo, ni se te ocurra moverte del sitio.-

Este asintió, llevándose sus manitas al rostro. Quería impedir aquel chantaje emocional que tan bien funciona sobre nosotros, los adultos, pero era casi imposible con aquel niño. Salí en busca de su padre, pero no se encontraba a la salida del colegio. Arqueé una ceja, dubitativo. Volví a dentro, metiéndome en la sala de profesores y empecé a buscar el número de su casa, pero en su ficha solo se encontraba un móvil, el de Akira. Maldije en mi interior, no quería hablar con ese hombre. No quería más distracciones… Sin darme cuenta ya había marcado, escuchando su voz por el otro lado del teléfono.

-¿Moshi, moshi?-

El ruido de una radio se oía de fondo, poniéndome nervioso.

-¿A..Akira Suzuki?- Me odié por haberme trabado, golpeando mi rostro con la palma de mi mano.

-El mismo.- Una voz divertida, se coló en mi oído.

-Le llamamos del colegio…-

-Si, ya estoy llegando, disculpe las molestias.- Dijo, cortándome.

-No es eso, su hijo, se ha metido en un lío.-

El sonido de la radio disminuyó o eso me pareció a mi por un momento.

-¿Yuta-kun?, Imposible.-

-Le rogaría que viniera lo antes posible.- Y colgué el teléfono de un golpe.

Lo último que quería era encontrarme con ese hombre, volver a perder el autocontrol que tantos años había trabajado. Volver a caer… De nuevo en esa clase de pensamientos, de ilusiones, ese descontrol de mi mente cuando me atraía alguien. Alguien como él.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido el inicio de la historia?

¿Bien? ¿Mal?

¿Es una basura? JAJAJAJA XD

Opto por lo último lol (me quiero bien poco XD)

Si os ha gustado, espero que me comentéis con un rw, así lloro de emoción al saber que si que os ha gustado ^^

Y si no os ha gustado, también dejarme rw para tirarme tomates y derivados ^^

Gracias por haberos molestado en leerlo <3

¡Hasta pronto!


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