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Enséñame. por Ishi

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Notas del capitulo:

Aquí estoy con otro cap de este fic ^^ Siento haber tardado tanto :c

No es tan largo como el anterior este capi pero aún así, espero que os guste :3

¿Yutaka?, ¿Mi Yutaka metido en un lío?, Tenía que haber un error. Era completamente imposible que mi pequeño se hubiese metido en un lío, era el ser más tranquilo del mundo. Seguramente había sido ese maldito Tora el que lo lio para hacer algo que no quisiese, ese niño era una mala influencia. Me encontraba a cinco minutos del colegio, aunque decidí aparcar antes. Justamente una persona había dejado un sitio y quería aprovecharlo. Salí de él y comencé a correr dirección al colegio. Ya se podía ver como algunos padres llevaban a sus hijos de la mano a sus respectivas casas. Vi a unos cuantos compañeros de Yutaka, pero sonreían con normalidad. Alcé una de mis cejas, extrañado.

Llegué a las puertas de aquel enorme colegio, aunque se asemejaba más a una mansión por el tamaño de este. Entré y busqué al bedel que descansaba tranquilo en su pequeña portería, ojeando un periódico. Di unos pequeños topecitos al cristal, para llamar su atención. Me miró con recelo al haberle cortado su lectura. Le sonreí amablemente mientras se levantaba del asiento.

-Perdone, me ha llamado el profesor de mi hijo por algo urgente.-

El bedel frunció el ceño.

-¿Cómo se llama el profesor?-

Abrí la boca para contestarle, pero no me venía a la mente su nombre. Maldecí por lo bajo.

-No lo recuerdo… Pero da clase a alumnos de tercero.-

El bedel se llevó los dedos a su tabique nasal, masajeándolo desesperado.

-Hay tres aulas de tercero…-

Me lleve la mano al pelo, rascándolo. ¿Cómo diablos era su nombre?, Pensé para mí. Una especie de recuerdo apareció en mi mente.

-R…Ru… ¿Ruki?- Pregunté dudoso. -¿O algo así?-

Al bedel pareció que se le había iluminado el rostro, abriendo la boca y asintiendo.

-Usted se refiere al señor Matsumoto.-

-¡TAKANORI MATSUMO!- Grité emocionado al haberme acordado de su nombre. -¡EXACTO!-

-¿Hm?-

Una voz grave a mi espalda me sorprendió, me giré encontrándome con el dueño de aquel nombre, de frente.  Me observaba fríamente mientras estaba cruzado de brazos, forzando una tos fingida.

-¿Por qué gritaba mi nombre?-

-E… Etto.. Verá.. – Me lleve de nuevo la mano a mi pelo, jugando con uno de los mechones mientras sonreía amablemente mientras los nervios me comían por dentro. –No recordaba su nombre..-

Arqueó una de sus cejas mientras me observaban sus ojos tras aquellas enormes gafas negras, que le hacían la cara más pequeña de la que era.

-¿Y ese es un motivo para ponerse a gritar en un centro de estudios?-

-Bueno, técnicamente… Ya no queda nadie.-

Se quedó mirándome largo y tendido, acabando por sonreírme.  Me mostró una brillante dentadura, que era escondida anteriormente por aquellos gorditos labios. Abrí los ojos al darme cuenta de aquel pensamiento, negando la cabeza para hacerlo desaparecer.

-¿Qué ha hecho Yutaka exactamente…?- Pregunté para que dejara de sonreír de aquella manera. –Aunque no me crea absolutamente nada, Yuta-kun es el niño más sosegado que conozco.-

Noté como se ponía tenso tras mi pregunta, borrando la sonrisa de su rostro.

-Realmente a lo que hizo no lo llamaría “sosegado” precisamente.. – Comenzó a hablar y yo no podía apartar los ojos de aquellos labios que se movían, rápidos y precisos, dejando de escuchar su voz, perdiendo completamente su timbre en mi mente. –..Y he decidido, obviamente llamarle.-

-¿Hm?- Pregunté mientras mi mente volvía a resurgir. –Perdone no.. No le estaba escuchando.-

Se quitó las gafas, suspirando mientras sacaba un pequeño pañuelo blanco de seda, limpiando los cristales de sus gafas con parsimonia.

-Sígame.-

Y se dio la vuelta sin ni siquiera mirarme. Lo vi alejarse con rapidez de aquel hall del colegio, con aquella bata blanca que le llegaba por los muslos, ajustándose a su pequeño cuerpo. Corrí tras él para llegar a su altura.

-¿A dónde me lleva?- Pregunté dubitativo.

Se quedó en silencio, apretando sus labios con fuerza.

-De fiesta, ¿A usted dónde le parece? – Dijo con ironía, acabando por soltar un rudo “Ts” de sus labios.

Iba a hablar para protestar, abriendo mi boca pero la cerré en cuanto vi la puerta del aula de Yutaka. Podía verlo en el interior, sentado con sus pequeñas manitas sobre su cara. Algo en mi interior se removió al verlo así. El tutor se quedó en la puerta, estirando su brazo mostrándome el interior del aula.

-Pase por favor.-

Asentí sin mediar palabra mientras me metía en aquella aula, que olía a… Vainilla. Estaba completamente decorada con trabajos de plástica, carteles, dibujos y demás cosas echas por los niños a lo largo del curso.

-Siéntese al lado de su hijo señor Suzuki.-

-Llámeme Reita si no le importa.-

Arqueó una ceja debatiéndose mentalmente si debía llamarme así o no.

-Insisto, llámeme Reita.-

-De acuerdo señor Reita…- Dijo aun, dudoso.

Miré a mi pequeño cuando me senté en aquella silla verde, observando como de las comisuras de sus ojos, descendían lágrimas sobre la piel ya colorada de sus mejillas. Pasé mi brazo por su cintura, haciéndole pequeñas cosquillas sobre ella, provocándole una pequeña risa.

-¿Qué has hecho granuja?- Le pregunté sonriendo.

El tutor de Yuta-kun tosió de nuevo con falsedad, interrumpiendo el juego entre nosotros.

-No es un momento para juegos señor Reita.-

-Tutéeme por favor.- Supliqué ya cansado de su insistencia.

Su cuerpo se tensó, apartando por un momento su rostro de nosotros, sonrojándose levemente. Mirándonos de reojo. ¿Por qué diablos se sonrojaba? Pensé por un momento, volviendo a prestarle atención a Yuta-kun.

-¿Qué has hecho? O… Mejor dicho. –Dije agarrándole de su mejilla. -¿Qué te han obligado a hacer?-

Yuta-kun me sonrió, derritiendo mi corazón que moría junto a ese hoyuelo.

-No se deje influir por su sonrisa inocente Re…Reita.- Habló con torpeza de nuevo Ruki, volviendo mi vista hacia él. –Le ha pegado a Takashima Kouyou.-

Abrí los ojos totalmente sorprendido, negando con la cabeza.

-¿¡¡CÓMO!!?- Grité.

-Pues con un matamoscas, ¿A usted que le parece?- Volvió a ironizar. –Con sus puños.-

Apreté mi mandíbula mientras alzaba una ceja.

-¿Cómo va a pegar a nadie Yutaka?- Dije señalándole. -¡Mírele!-

Una especie de gruñido salió de sus labios.

-Él mismo ha confesado que había sido él.-

-No le creo.- Sentencié, clavando mi vista en mi pequeño.

Sonrío sin ninguna causa aparente, azarándome por un instante.

-Kai-kun, ¿Puedes decirle a tu padre lo que me dijiste a mí sobre este tema?-

Mi pequeño se quedó mirándole detenidamente, arrugando su nariz.

-Tora me ha obligado.-

-¡Ves!-

Ruki abrió sus ojos, formando una pequeña línea con sus labios completamente cerrados y apretados.

-Le repito que no se deje embaucar por su hijo.- Sentenció. -¿Por qué iba a mentirle?-

Sopesé en mi mente que quizás tuviese razón, aunque cada vez que miraba a mi pequeño lo único que veía en él era pureza, inocencia… No podía creerme que podía hacer algo así.

-Supongamos… Que sí que lo ha hecho… ¿Está expulsado o algo así?-

Se me quedó mirando detenidamente acabando por darse la vuelta dirección a la puerta, abriéndola.

-Señorita Fuchida, ¿Podría encargarse del pequeño Yuta-kun mientras tengo una… Conversación con su padre?-

Una chica apareció por la puerta asintiendo con una sonrisa pintada en su rostro, esperando a que mi pequeño se levantara para llevárselo.

-No soy pequeño, soy mayor.- Contestó enfurruñado mi pequeño mientras se levantaba.

-Serás mayor cuando dejes de andar pegando a tus compañeros.- Le regañó Ruki observando como pasaba por su lado para llegar hacia la señorita.

Ruki fingió que no le escuchó, volviendo a dirigirse a la señorita.

-Llévelo al comedor.-

Esta asintió sin borrar la sonrisa mientras le daba la mano. Ruki cerró la puerta después de que desaparecieran de la estancia, suspirando. Se quedó unos segundos observando aquella puerta pintada de rojo, inquietándome.

-¿Ru..Ruki?-

-Takanori para usted.-

Fruncí el ceño, colocándome en aquella silla que tanto me molestaba.

-¿Sabe?, No me van las formalidades.-

-Ya lo veo.- Dijo dándose la vuelta, volviendo a encararme.

Volvió a caminar, posicionándose enfrente mio, apoyando sus pequeñas manos sobre la mesa que le correspondía a mi sitio, mirándome fijamente. Tragué saliva instintivamente.

-Verá REITA.- Dijo bien claro mi apodo, con un sutil tono de burla. –He logrado que los padres de Takashima no le denuncien, ya que el niño quedó un poco… Herido.- Seguía sin apartar la vista de la mía, siguiéndome sin parpadear. – Su hijo no será expulsado pero debe ser castigado, ¿Entiende?.-

Asentí sin más, quedándome en silencio esperando a que hablara.

-Eso lo debe de decidir usted.-

Puse los ojos en blanco ya cansado.

-Deje de tratarme con formalidad, no lo soporto.-

Alzó sus cejas castañas, sonriendo de medio lado.

-Eres bien terco, ¿eh?-

-No se hace una idea de cuanto.- Sonreí también.

-¿Ahora quien es el que trata con formalidad?- Me preguntó malicioso.

-Usted quiere que le trate así y yo obedezco, pero no quiero el mismo trato que le brindo yo.- Sentencié. – Si es por mí, le llamaría Ruki y le hablaría de “tu”.-

Apoyó uno de sus muslos sobre la mesa, dejando la otra en el suelo para apoyarse y mantenerse en equilibrio.

-¿Tanto le molesta que le trate de usted?-

-Lo odio.-

-¿Por qué?-

Solté una carcajada totalmente irónica, volviendo a colocarme en la silla, posando mis codos sobre la mesa.

-¡Oh vamos!, Tendremos la misma edad.-

-¿Qué edad tiene?- Me preguntó con interés, volviendo a tratarme con formalidad. Reprimí un gruñido en algún lugar de mi garganta.

-Treinta y uno.-

Volvió abrir sus ojos, sorprendido.

-Le echaba menos.-

-¿Y usted?-

Sonrió divertido.

-A ti que diablos te importa.-

-¡Vaya!- Grité divertido mientras sonreía. –Ahora no me tratas de usted.-

-¿Tiene algo de malo ser formal y educado?- Preguntó mientras se quitaba sus gafas, metiéndolas en el bolsillo del pecho de la bata.

-No, no… Ser aburrido no tiene nada de malo.- Sonreí mientras ironizaba.

El aludido se cruzó de brazos, tornando su rostro en una mueca de disgusto completamente fingida.

-¿Me estás llamando aburrido?-

Sonreí divertido.

-Puede.-

Soltó una sutil carcajada que me atrapó, contagiándome.

-No tienes ni la menor idea.-

-¿De qué?, ¿De lo aburrido que eres?-

Se acercó a mi rostro con rapidez, notando de pronto como su cálido aliento chocaba contra mis labios mientras que aquellos ojos no titubeaban contra los míos.

-No me conoces de nada.-

Tragué saliva notando como mi corazón comenzaba a palpitar histérico, notando sus latidos en mi cabeza. Mis manos comenzaron a sudar y noté como mi boca se comenzaba a secar, sin entender si quiera un por qué.

-Res.. Respecto a lo… De Yutaka…- Dije a duras penas, observando esos labios entre abiertos en una diminuta línea. -¿Qué cas… Castigo le impongo?-

Sonrió de medio lado, negando con la cabeza mientras se separaba. Sus manos temblaban pero su semblante era totalmente normal, aparentemente. Se levantó de la mesa, alejándose de mí, volviendo a notar poco a poco, como mi corazón volvía a sus palpitaciones normales. ¿Qué coño había sido eso?, pensé en mi mente.

-Si no lo sabe usted.- Volvió a tratarme con formalidad, ocultándose tras sus gafas.- Debería de hablarlo con… -Se fijó en mis dedos, descubriendo mi anillo de casado. –Su mujer.-

También miré mi anillo después de su consejo, haciéndolo girar con mis dedos.

-Esta noche hablaré con ella, descuida.-

Me levanté de la maldita silla, que era lo más incómodo en lo que me había sentado nunca y me acerqué a él, pillándolo desprevenido, ya que estaba espaldas a mi al estar recogiendo sus pertenencias.

-Si no me tienes nada más que decir, me voy.-

Le ofrecí mi mano a modo de despedida pero volvió a quedarse mirando hacia ella, volviendo a mis ojos.

-No muerde.- Le sonreí.

Una especie de rubor en sus mejillas volvió a aparecer, o eso creí yo ya que apretó fuertemente su mano contra la mía y cuando volví a mirarle, el rubor desapareció.

-Gracias por venir Señor Suzuki.- Dijo tornando su voz grave.

Apreté mis labios junto con mi mandíbula.

-Como me vuelvas a llamar así te pienso ignorar, y no voy a seguir cumpliendo tu “aburrido” plan de formalidad.- Volví a sonreírle, esperanzado por que volviese a sonreírme.

Me miró por un momento, curvando la comisura de su labio en una especie de sonrisa. Algo en mi interior se desilusionó. Suspiró, asintiendo.

-Está bien Reita.-

No sé por qué sonreí, pero lo hice. Ensanché mi sonrisa por una vez, feliz. Y ni siquiera yo mismo sabía la razón. Salí de aquel aula, dejándolo solo, yendo en busca de mi pequeño que se encontraba comiendo con aquella chica en el comedor.

-¡Papá!- Gritó corriendo hacia mí, sonriente.

-Si, si… Papá, papá.- Dije con ironía mientras lo estrechaba en mis brazos. –Verás tú mamá cuando se entere de lo que has hecho.-

-Boh, yo no he hecho nada…- Me contestó, tozudo él. –Ha sido Tora.-

Apreté mis labios con fuerza mientras comenzaba a andar hacia la salida, cogiéndolo de la mano.

-Ese Tora… En cuanto lo cace…-

Comenzó a reír divertido, apretando su manita contra la mía.

-Tu madre es… Otra historia.-

Se quedó mirándome detenidamente mientras que su rostro, se empezó a tornar desolado. Sus ojos comenzaban a humedecerse con parsimonia mientras agachaba su cabeza, observando el suelo. Me agaché mientras buscaba nuestro coche y sonreí divertido. Busqué su oído con mis labios, acercándome a él.

-Pero aun queda mucho para que llegue mamá, ¿Verdad?- Reí divertido, haciéndole cosquillas.

Corrió soltando carcajadas hacia el coche, esperando ansioso a que abriera el coche. Se metió dentro, sentándose en su silla mientras se ponía el sol el cinturón de seguridad siguiendo el ritmo de la música Rock que había puesto en la radio, arrancándome sonrisas como nadie más sabía hacerlo.

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No Takanori, no”. Pensaba una y otra vez, regañándome en mi mente. Por un momento creí que flaquearía, casi pierdo el maldito autocontrol cuando lo tuve a escasos centímetros de mis labios. Si seguía así, acabaría volviéndome loco. No podía volver a cometer el mismo error, no podía permitirme que me volviera a pillar en esta clase de amoríos. Había empezado nueva vida y nuevo colegio en otra ciudad, enterrando bien enterrado aquel asunto de “pantalones” con aquel padre de un alumno. Aunque…. Esto era diferente, con aquel hombre solo sentía deseo, sexo sin más. No me importaba en absoluto como se sentía él, solo me preocupaba por mí y por mi propio placer. Pero con Akira… Es diferente, completamente diferente y eso no dejaba de perturbarme. No quería verlo, deseaba no verlo, pero otra parte de mí quería ver esa sonrisa, esos ojos… Y esa pequeña nariz. Suspiré largo y tendido mientras me despojaba de la bata, colgándola sobre el perchero de la clase y salí por la puerta con un sentimiento extraño en todo mi cuerpo. Desde mi adolescencia no sentía este tipo de cosas y las creía perdidas hace muchos años, posiblemente por eso no podía llegar a comprender como Akira se había colado en mi mente. Solo lo veía día a día cuando traía y venía a buscar a Kai al colegio, solo me quedaba mirando aquella sonrisa que le iluminaba el rostro cuando su hijo llegaba a sus brazos, como se daba la vuelta para irse con aquella forma de andar tan peculiar… MIERDA.

Negué con la cabeza, intentando hacer desaparecer los pensamientos, pero la sensación de calidez de mi interior, se negaba a esfumarse, aferrándose a cada rincón de mi pecho. Aquello era de locos y lo que menos me convenía ahora era volver a verlo. Era heterosexual, estaba casado y era el padre de uno de mis alumnos, aunque eso no parecía importarme en el pasado… Ya que no es todo oro lo que reluce. Sonreí con aquel pensamiento.

Me encaminé hacia mi casa que estaba a pocos metros del colegio sin ni siquiera mirar por donde iba ni con quien me cruzaba, estaba demasiado inmerso en mis propios pensamientos y era lo que más odiaba de mi mismo. Decidí darme un baño largo para despejarme y empezar a poner los próximos exámenes, para mantener ocupada mi mente. Decidí que no volvería a verle al menos que no haya una razón fuerte como la de este día, así se iban a quedar las cosas y así iban a ser mejor. Sin quererlo me quedé dormido sobre la mesa de mi escritorio, con el único pensamiento que rondaba mi mente desde que había empezado el curso… Suzuki Akira.

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-¿¡Qué ha hecho QUÉ!?- Me gritó Suzume histérica, moviendo sus brazos como si no hubiese un mañana de un lado para otro.

Kai la miraba cabizbajo, hundiéndose en el sofá lentamente.

-Son chiquilladas, yo también me peleaba con mis compañeros…-

-Claro, por esa regla de tres ya que tu fumas, dale un cigarro al niño.- Ironizó.

La miré con recelo mientras apretaba mi mandíbula.

-¿Y que quieres que haga?-

-¿A mi me preguntas?- Ladró.

-Es tu hijo Suzume.-

-Y el tuyo.-

Me quede en silencio un segundo, intentando tranquilizarme.

-Yo ya sé que es mi hijo, lo estoy criando yo solo.-

-¿Insinúas algo Akira?- Dijo acercándose a mi mientras alzaba una ceja.

-Sabes perfectamente que si.- La miré detenidamente, con decisión. –Eres tu la que nunca pasa tiempo con Yutaka.-

Se echó hacia atrás, volviendo su vista hacia mi pequeño que sollozaba en el sofá, tapándose con sus manitas.

-No tengo tiempo Akira, y lo sabes.-

-Reduce tu maldito horario, pide vacaciones.- Dije empezando a perder la paciencia. -¡Interésate por verle!-

Ella me miró con indiferencia, soltando un “ts” por sus labios.

-Tú no sabes lo que es trabajar Akira.-

-¡Y TU NI SIQUIERA CONOCES A TU HIJO SUZUME!- Grité asustando a Yuta-kun, que salió corriendo encerrándose en su habitación.

Vimos como se iba completamente destruido, solo a nosotros se nos ocurría ponernos a discutir en su presencia. Me lleve los dedos al tabique nasal, masajeándomelo con parsimonia, me había empezado a doler la cabeza de manera devastadora y ver a Suzume con esa indiferencia, acababa conmigo y mis nervios.

-Me voy a dormir.- Sentencié.

Ella no me contestó ni esperaba una respuesta por su parte, no quería tan siquiera escuchar su voz. Me quité la ropa tirándole sin ningún cuidado contra el suelo y me metí en cama, tapándome hasta la cabeza medio soltando un gruñido de cansancio. Cerré mis ojos con fuerza sintiendo que todo aquello me venía demasiado grande. Acabé suspirando contra aquella almohada, descargando toda mi ira mientras me quedaba ausente por un par de minutos, hasta que Ruki apareció, sorprendiéndome.

-¿Qué diablos?-

Abrí los ojos y me moví bajo las sábanas, dándole la espalda a la pared. Empecé a sentirme medio incómodo y confuso. Debería de estar pensando en alguna manera de solucionar las cosas con Suzume, no pensar en el profesor de mi hijo. Realmente era un tipo bastante atractivo… Y aquellos labios tan gordi..

-¿¡QUÉ COÑO!?- Rugí.

Lo que me faltaba, que ahora me gustaran los hombres. Intenté apartarlo de mi mente, de mis pensamientos pero se negaba ha salir aquella sonrisa, acabando por desquiciarme en cierto modo. ¿Akira Suzuki pensando en un hombre?, realmente estaba desesperado, o me faltaba un tornillo. La puerta del dormitorio se abrió y al mismo tiempo me volví dar la vuelta, destapando mi cara. Lentamente noté como el colchón se hundía cuando Suzume se incorporó en la cama, tapándose también. Un leve suspiro se escapó de sus labios, notando su aliento en mi nuca. Unas de sus manos se posaron en mi cintura, acariciándome la piel con la yema de sus dedos. Sus piernas comenzaron a enredarse con las mías y sus labios, se posaron en mi espalda desnuda, dejándome un dulce beso sobre ella.

-¿Qué intentas Suzume?-

Una risilla divertida chocó contra mi piel, erizándome la piel.

-Que me perdones…- Susurró, volviendo a besar mi espalda mientras subía lentamente hacia mi cuello.

-¿No tienes que levantarte mañana temprano? – Ironicé.

No me contestó, siguió besando mi piel, acabando por repartir dulces lamidas por mi cuello mientras seguía de espaldas hacia ella.

-No estoy de humor.- Sentencié apartándola con el brazo.

Me puso de espaldas al colchón con sus brazos, colocándose encima de mí, colocando sus piernas a ambos lados de mi cadera. Su pelo caía como una cascada por un lado de su cabeza, comenzando a besar mi abdomen con más ansia. La agarré por sus hombros, parándola.

-He dicho que no.- Dije rudamente.

Se sentó sobre mí, echándose la melena hacia atrás con una mueca de desagrado.

-¿Por qué?-

-¿No es obvio?- Chasqueé la lengua. –Cuando te empiece a importar Yuta-kun, me hablas.-

-Akira…-

Bufé quitándomela de encima, volviendo a darme la vuelta, ignorándola completamente.

-Hay otra mujer, ¿Verdad?-

Solté una carcajada cargada de sarcasmo, volviendo a taparme con la sábana.

-¿Cómo se llama?- Me preguntó con un falso interés. -¿La conozco?-

-Se llama mano derecha y la conoces bastante bien.-

El colchón se volvió a mover, pero esta vez por el efecto contrario ya que salía del colchón de la cama con rudeza.

-Cuando se te pase el enfado me avisas.- Ironizó, cerrando la puerta tras ella.

-¡Encima se enfada!- Dije llevándome la mano al rostro, desesperado.- Al final me voy a volver gay, no hay quien entienda a las mujeres.-

Al instante volvió la imagen de Ruki a mi mente, provocándome una risa al ser lo primero en aparecer en mi mente después de aquella frase. Realmente me estaba volviendo loco con estos sentimientos que me desbordaban por completo. Cerré los ojos quedándome dormido, deseando que las cosas volvieran a ser normales… Pensando en el castigo que tenía que imponerle a mi pequeño mañana y finalizándolo con Ruki, quedándose este último hasta en lo más profundo de mí ser.

Notas finales:

¿Y bien? ^^

Esto se está poniendo interesante... Jojojo.

GRACIAS por los rws del anterior cap, en cuanto ande de un poquito de mejor humor, prometo contestarlos todos. Aun tengo pendientes los de mi otro fic, My Heart Will Go On y también tengo que contestarlos ;___;

Gomen gomen. </3

Gracias de nuevo por leer y los que me dejen rw.. ¡OS COMO! <3

Espero que os haya gustado ^3P 

 

 

Violarme -> @Ishiromero


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