Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Gay por conveniencia por Hatake Saori

[Reviews - 100]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, ahora que regresé a la universidad deberán ser más paciente con este fic, que avanzará lento pero seguro. Así después de mucho, traigo este capítulo, espero lo disfruten, y ya saben: cualquier duda, comentario, sugerencia o felicitación lo resolveré en los reviews que prometo contestar a penas termine mis tareas.

Ino era una mujer joven y muy atractiva. Ella lo sabía bien y por muchos años había utilizado su belleza para escalar puestos en Uchiha & Asociados. Ahora tenía un excelente puesto, ganaba mucho dinero y una gran colección de zapatos Jimmy Choo.

Pero eso no era todo lo que ella quería y aunque era una mujer muy ambiciosa profesionalmente, siempre había querido tener un perfecto marido junto a un hogar de escaparate. Y, a pesar de que había pasado años intentando seducir al joven hijo de Fugaku, se había rendido hace un tiempo. Ahora era otro objetivo el que estaba bajo su mirada. Un objetivo pelirrojo y malhumorado.

Ya había hecho su primer movimiento en el almuerzo de la firma, alejando a Gaara de su prometido. Sí, el prometido de Gaara era un hombre, con pelos en las piernas y toda la cosa, pero ese era el primer paso de su plan de diecisiete pasos. Todo lo demás sería pan comido, después de todo, con un par de pechos como los suyos, cualquier loca podía convertirse en un hombre de verdad, en su opinión.

Así pues, se sentaba después de los horarios de la oficina, esmerándose en buscar una manera de agradarle a Gaara. Sabía que no sería un hombre fácil y por eso lo mejor era esforzarse. Cuando tuviera hermosos bebés pelirrojos, los niños se lo agradecerían.

-¿Aún en la oficina, Yamanaka?—Neji entró a  la oficina de Ino mientras ella se enchinaba las pestañas. A la rubia no le agradaba precisamente su colega, y que la hubiera rechazado tres veces para casarse con su propia prima no tenía nada que ver, aseguraba ella, sin embargo por la actitud de Neji, era evidente que buscaba algo.

-¿Se te ha perdido algo?—preguntó molesta, recogiendo todas sus cosas y guardándolas rápidamente, antes que descubriera las fotos del vestido de novia que ella aún no necesitaba.

-Te he visto en la fiesta coqueteándole a Gaara—dijo él sentándose en el escritorio y jugando con las macetas que tenía alrededor—me parece que esa no es la actitud correcta para alguien que está próximo a casarse, ¿no crees?

-Gaara es sólo un buen amigo—respondió ella imaginándoselo que diría el pelirrojo si la escuchara hablar así de él. Probablemente Gaara ni siquiera tenía amigos—sólo me acerqué a él para desearle lo mejor en su matrimonio.

Ino caminó hacia la puerta, pero fue interceptada por Neji que la detuvo por la muñeca. Ella intentó gritar, pero Neji le tapó la boca con la mano que tenía libre y la obligó a sentarse en su propia silla.

-Es mejor que no nos hagamos tontos—murmuró y la dejó libre—es evidente quea ti te gustaría ser la Señora de Sabaku y a mí no me conviene que ese matrimonio se realicé.

Ino lo miró de arriba a abajo. Sonrió tímidamente.

-¿También tú eres gay?—preguntó intrigada. Quizá Neji había molestado a gaara todos esos años para esconder las pasiones secretas de su corazón.

-Claro que no—dijo él, exasperado. La idea de conseguirse un compinche dejaba de parecerle tan buena—si Gaara se casa lo más probable es que él se convierta en el socio de la firma y eso no lo permitiré. Así que haz el favor de ver  menos telenovelas. Pero tú y yo juntos podríamos impedirlo.

Ino se lo pensó un momento. Ella no era precisamente un dechado de inteligencia, y quizá alguien como Neji pudiera ayudarla a casarse con el hombre de sus sueños más pronto de lo que pensaba.

-¿Qué tengo que hacer?—preguntó al fin. Neji compuso una especie de sonrisa y le dijo:

-Déjamelo todo a mí. Sólo asegúrate de usar faldas cortas y escotes pronunciados.

 

Gaara nunca imaginó tener que preparar una boda. Creí que en cuanto llegara el momento y la mujer adecuada, Temari se encargaría de tenerlo todo listo y él no se aparecería hasta que fuera el momento de decir “Sí, acepto”. Sin embargo, las cosas nunca salen como uno las imagina y Temari había tenido repentinamente una ingente cantidad de trabajo que le impedía dejar su oficina. Por supuesto, también estaba el hecho que en vez de la dulce esposa con la que soñó, había un molesto rubio que estaba despilfarrándole todo el dinero.

-Sí, exacto—decía Naruto a la planeadora de bodas, una encantadora mujer llamada Shizune, que Mikoto Uchiha les había recomendado. Por lo visto tenía mucho éxito en la alta sociedad, pues tenía unas oficinas más grandes que el departamento de Naruto—quiero rosbif y alcaparras. También estaría bien tomar como postre el crème brûleé, aunque no estoy muy seguro de lo que es.

Gaara  no podía sino admirar la paciencia de la mujer, que asentía a cada palabra de su prometido y sacaba montones de muestrarios para la boda. Sin duda debía de ser una santa.

-Mira el traje que te he encontrado—dijo Naruto mostrándole una foto de un traje con saco morado y corbata verde—la verdad lucirás muy bien en él.

Gaara frunció el ceño. Ni de coña pensaba usar ese traje.

-Así se viste el Guasón—señaló malhumorado—y no pienso usar eso en mi boda y mucho menos frente al señor Uchiha.

-Su sonrisa es mucho más agradable que la tuya.—dijo el rubio mientras se despedía de Shizune y salían de la oficina. — Y ahora, ¿cuál es el siguiente acto de nuestra obra?—preguntó subiéndose al BMW de su futuro marido

-Mi favorito—respondió Gaara encendiendo su auto y apresurándose a marcharse de “Mi boda en rosa”—la presentación a la Reina Madre.

El camino a “Suna”, una encantadora villa privada en las afueras de la ciudad, no era tan largo, sobre todo considerando que Gaara manejaba a una velocidad excesiva, sin embargo Naruto no dejó de quejarse todo el viaje, aunque el pelirrojo tuvo la delicadeza de detenerse a comprarle un helado.

-¿Falta mucho?—preguntó con un tono de voz que comenzaba a enloquecer a Gaara

-No—anunció él después de ignorarlo un rato—es en esa casa de ahí.

Al bajarse Naruto quedó impresionado. La casa de sus papis suegros era un palacio en miniatura, con balcones y ventanales incluidos. Incluso en el jardín había un césped perfectamente cuidado con hermosas flores sembradas alrededor. A pesar de su desinterés general, Naruto no pudo evitar sentir que quería un poco más a Gaara.

-¡Gaara!—dijo una mujer emocionada saliendo del mini-palacio. Era una bastante guapa para su edad, con el cabello con el color de la arena y los ojos tan azules como los de Gaara. Realmente había que admitir que el chico tenía buenos genes—casi no podía esperar a que volvieras a casa. Temari me llamó y ya me ha todo.

La mujer atravesó corriendo el jardín y se lanzó a los brazos de Naruto, llenándolo de besos y acariciándole el cabello, como si su hijo fuera él y no Gaara.

-Siéntete como en casa, Naruto—dijo ella sonriendo—puedes llamarme Karura o mami.

Sin siquiera notar a su hijo, Karura condujo a su futuro yerno dentro de la casa y lo colmó de tantas atenciones que Naruto se sentía un poco mareado ya. Gaara sin embargo miraba desde el marco de la puerta feliz, casi hasta sonreía. Ya sabía que su madre era una excelente persona, pero nunca se imaginó que fuera a aceptar tan fácilmente que su hijo menor quisiera casarse con un hombre. Sobre todo con un hombre como Naruto.

Después de que el rubio fue excelentemente atendido y su futura suegra lo dejó instalado cómodamente en el sofá más mullido de su sala mirando televisión, Karura se aproximó a su hijo.

-Es encantador Gaara. —dijo con lágrimas en los ojos—Simpático, alegre y guapísimo. Mejor partido no hubieras podido encontrar, amor.

Karura lo abrazó y besó su frente. Gaara no podía sentirse más complacido. Por poco se le olvida que era una boda por conveniencia, que él no era gay y que no podía pasar más de una hora con Naruto sin sentir ganas de matarlo.

-¿No te molesta que sea hombre?—preguntó Gaara como si fuera un detalle en el que su madre no pudo haber reparado.

-Por supuesto que no—dijo la mujer encantada—es mejor a las zorras que me trae Kankuro. Quizá no es con lo que tu padre hubiera soñado, pero es obvio que a él no le molestará estando muerto.

Gaara sonrió a su madre y le besó la mejilla. Parecía que al final no parecía tan mala idea haber planeado aquella boda. Hasta Naruto parecía un poco más feliz, devorando la crema de zanahoria que su madre había preparado para la hora de la cena. En realidad, tenía que reconocer Gaara, parecía bastante más guapo que cuando lo conoció.

-Es hora de irnos—anunció el pelirrojo después que hubieran consumido el delicioso pastel de fresa y chocolate de su madre—mañana tendremos un día muy largo. La próxima semana nos casaremos y esa boda no se planeará sola.

Karura se despidió amorosamente de ambos muchachos y le puso a Naruto otra ración de pastel para el camino.

-Espero que vengan pronto de nuevo—dijo ella agitando la mano desde el pórtico de su encantadora casa.

Naruto no pudo cerrar la boca en todo el camino de vuelta a casa. La casa materna de Gaara lo había dejado definitivamente con la boca abierta y aunque no fuera a decirlo jamás en voz alta, se sentía muy feliz de formar parte de una familia como esa. Aunque fuera una familia falsa.

-¿Es aquí donde vives?—preguntó Gaara una vez que llegaron frente al destartalado edificio de Naruto

-Sí—contestó él, pero enseguida recordó—en realidad no. Ayer no pude pagar la renta y el casero me echó—dijo con un poco de pena señalando el portón, donde todas sus cosas habían sido arrojadas en cajas de cartón.

Gaara las miró y también a su futuro esposo. Después salió del auto y comenzó a llevar las cosas arriba.

-Te ayudaré a subirlas, pues no nos mudaremos juntos hasta después de la boda—tomó una pesada caja llena de libros en otros idiomas y camino hasta la oficina del viejo Choza.

-¿Qué es lo que haces?—preguntó Naruto un poco espantado—no quiero que vuelva a lanzarme el sartén en la cabeza.

Gaara lo ignoró y como no abrían la puerta sacó su cartera y dejó una buena cantidad de dinero en la gaveta del correo.

-Con esto será suficiente—dijo subiendo las escaleras hasta el departamento de Naruto—la próxima semana irás a mi casa. Así que no te emociones desempacando.

-Casi no puedo esperar para la noche de bodas—bromeó el rubio y se paró frente a la puerta de su departamento—de todas formas, muchas gracias por pagar mi renta.

-Es parte del trato—respondió el pelirrojo mientras bajaba las escaleras, dispuesto a huir de aquella pocilga—y será mejor que te prepares. Mañana pasaré a primera hora por ti. Saldremos a visitar a tus padres. —apenas dijo esto, desapareció por la escalera y abandonó el edificio.

-¡Espera!—gritó Naruto asomándose por la barandilla, pero ya era demasiado tarde. Gaara se alejaba a toda velocidad de los barrios bajos. — yo no quiero ir a…

Sus murmullos fueron despareciendo en el cubo de las escaleras. De la puerta de al lado salió Sai con una toalla enrollada en la cabeza y una bata de Hello Kitty.

-Tal vez escuché mal, pero ¿irás mañana a visitar a tus padres?

Naruto no dijo nada y se dejó caer en el suelo. Estaba perdido.

A la mañana siguiente, Gaara llegó muy temprano al edificio de Naruto. Iba muy bien vestido, con un excelente traje de color rojo que hacía resaltar su nívea piel y sus ojos azules y en vez de su acostumbrado BMW, llevaba un increíble Volvo rojo sangre. Quería darles una buena impresión a sus suegros.

Tocó el interfon que para su sorpresa servía perfectamente. Escuchó a Naruto al otro lado de la línea, su voz sonaba extrañamente amortiguada, como si estuviera cubriéndose la boca con un pañuelo.

-Ehhh—dijo el rubio titubeando—hola Gaara. La verdad es que tengo malas noticias, esta mañana amanecí terriblemente enfermo. El doctor dijo que es peste negra, pero que me repondré con unos días de descanso.

-Es una broma, ¿verdad?—le respondió Gaara malhumorado. Realmente no entendía como a veces Naruto le caía bien cuando era tan exasperante—será mejor que bajes pronto, la verdad mi paciencia se agota con rapidez… no sé si lo hayas notado.

-En serio Gaara—suplicó Naruto y fingió la tos más falsa que jamás se había escuchado en el mundo de las telenovelas—te veré mañana. Mientras tanto comenzaré a enviar las invitaciones para la boda, me he encontrado un diseño increíble de Pocoyó que pega perfectamente con tu personalidad.

Gaara suspiró y contó  mentalmente hasta diez. Tenía dos opciones: volver a casa y lamentarse de lo mucho que odiaba el plan de Temari y lo mucho que odiaba a Naruto o obligar a su irritante prometido a bajar aunque tuviera que usar artes oscuras y acompañarlo a conocer a sus suegros.

Pero antes de que hubiera tomado la decisión, Naruto salía de su edificio a regañadientes, extrañamente bien vestido para sus gustos, obligado por un joven de piel demasiado pálida para ser sano y cabello negro como el ébano.

-Aquí está tu novio—dijo haciendo que Naruto se metiera en el auto, con tanta facilidad que Gaara se planteó pedirle algunos consejos—que se diviertan, y por favor, no lleguen después de las diez.

Sai volvió al edificio lanzándole una última mirada de advertencia a Naruto y volvió al edificio, mascullando contra su mejor amigo.

-¿Y a dónde vamos?—preguntó Gaara manejando sin rumbo, un poco inseguro de que las cosas marcharan como debían

-A las afueras de Konoha—respondió Naruto de mal humor, sacando de su bolsillo un muy gastado Ipod y se encajó los audífonos en las orejas, pensando en olvidarse del mundo en todo el camino—en el barrio Kyuubi. No es difícil encontrar, es la casa más grande del lugar.

Gaara siguió sus instrucciones sin decir nada. En los días que habían planeado la boda, Naruto nunca se había callado, sin embargo, ahora estaba silencioso y  taciturno, como si lo estuvieran obligando a ir a la horca. Sin embargo, el pelirrojo nunca se atrevió a preguntar nada.

El barrio Kyubi era un lugar extremadamente pomposo. Las casas eran hermosas y los autos tan lujosos como los que Gaara guardaba en su garaje. Gaara no podía sino quedarse sorprendido. Si los padres de Naruto eran tan ricos, ¿por qué su hijo vivía en completa miseria?

-Es ahí—señaló Naruto con desprecio. Era una hermosa casa de estilo clásico, con ventanales de hermosos vitrales y árboles frutales en el jardín. Gaara incluso se impresionó que aquella casa fuera más costosa que la de sus propios padres.

Gaara salió del auto y se apresuró a abrirle la puerta a Naruto, quería dar una buena impresión, en cambio el rubio salió con mal humor del auto.

-Aún puedes arrepentirte—le dijo Naruto a su acompañante antes de tocar a la puerta. Gaara no entendía nada.

Un hombre relativamente joven y rubio abrió la puerta. Tenía los ojos tan azules como los de Naruto y una enorme sonrisa que se desvaneció apenas vio a su hijo plantado en la entrada de la casa.

-Naruto—murmuró el hombre, tan blanco como si hubiera visto a un fantasma.

-Hola—saludó el muchacho como si escupiera veneno— ¿no me invitas a pasar?

El hombre se apartó de la puerta y dejó entrar a la pareja como si temiera que le contagiaran algún tipo de enfermedad. Llegaron a una enorme estancia con chimenea y lujosos sofás esperando por ser ocupados. Una mujer pelirroja estaba sentada en uno de los sillones leyendo una revista del corazón. Gaara supuso que era la madre de Naruto, pues era tan atractiva como él, pero igual que su marido palideció apenas vio a su hijo.

-¡Por todos los dioses!—exclamó Kushina tirando su revista a un lado—esta sí que es una sorpresa. No te esperábamos por aquí.

Naruto se encogió de hombros y tomó la mano de su prometido. Gaara se dio cuenta que estaba sudando.

Pasaron casi una hora sentados en la sala, en el silencio más incómodo en el que Gaara se había encontrado. Además, los señores Uzumaki ni siquiera se tomaban la molestia de mirar a su hijo a los ojos.

Cerca del mediodía, el ama de llaves se acercó para anunciarles que el almuerzo estaba servido. Cuando se sentaron en la mesa, Gaara notó que habían servido en la mejor vajilla y con los  mejores cubiertos, con toda la intención de lucirse en una mesa para doce invitados, pero los señores Uzumaki se cuidaron bien de no sentarse cerca de su hijo y su próximo yerno.

-Este…-- titubeó Gaara antes de empezar a hablar. Aún no se asomaba el tema de la boda por ningún lado y era momento de sacarlo a colación—no sé si lo sepan, pero su hijo y yo nos casaremos la próxima semana, y además de su bendición y aprobación nosotros nos sentiríamos honrados si ustedes asistieran a la…

Minato dio un puñetazo a la mesa que hizo temblar todos los cubiertos, tenía el ceño fruncido y los labios lívidos del coraje. Gaara notó que también Naruto temblaba y lo tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los de su prometido.

-Mira niño—dijo Kushina señalándolo con el dedo como si fuera un bicho extraño—ya es demasiado tener que aceptar esta visita inesperada para que encima te tomes el atrevimiento de insultar así la respetabilidad de esta casa.

-Nosotros no nos involucraremos en los asuntos de gente… así—completó Minato y mirándolos como Naruto y Gaara fueran zombis que pudieran atacarlos en mejor momento—creí que a Naruto le había quedado muy claro en día en que se marchó de esta casa. Y si no  les importa, tenemos muchas cosas que hacer, no tenemos tiempo para sus peticiones inoportunas.

Naruto, que estaba al borde de las lágrimas, se levantó intempestivamente de la mesa sin mirar a sus padres y llevó a Gaara hasta la salida, seguido por los Uzumaki que no podían disimular la alegría que suponía ver a su hijo irse. Al llegar a la puerta, los jóvenes casi corrieron al auto y Gaara lo encendió tan rápido como pudo. Minato y Kushina los miraban desde la puerta, esperando que se fueran pronto de ahí.

-No bendeciríamos una boda como la suya aunque la vida se nos fuera en ello—Gaara alcanzó a oír de la residencia de sus futuros suegros antes que el rugido de las llantas en el pavimento ahogaran todo sonido.

Hubo un silencio sepulcral camino a casa. Gaara incluso sentía vergüenza de  mirar a Naruto después de lo que le había hecho pasar. EL rubio tampoco decía nada, pero apretaba las mandíbulas con tanta fuerza que Gaara temía que se lastimara.

Al llegar al edificio de Naruto, éste bajó del auto como un rayo y se encerró en su departamento. Gaara corrió tras él, pero sólo encontró la puerta de Naruto cerrada con llave y a Sai instalado cómodamente en la sala, mirándolo con reprobación.

-La has hecho grande—comentó mientras comía un enorme platón de cereal.

Gaara tocó a la puerta de la habitación que Naruto había escogido como refugio, pero no escuchó ninguna respuesta. Volvió a llamar, suavemente, pero no hubo nada.

-Naruto, por favor—dijo apoyando su oído contra la puerta. Escuchó sollozos de Naruto y se quedó en blanco. Quería decir algo que lo hiciera sentir mejor, pero no se le ocurrió nada—Naruto, perdón.

-Lárgate—gritó el rubio sin abrir la puerta—no te esfuerces. No quiero volver a verte—y un nuevo sollozo inundó la silenciosa estancia.

Sai le lanzó una mirada a Gaara, pero no se atrevió a decir nada. Sin embargo, Gaara ni siquiera lo miró. Una incomodidad le recorría el cuerpo y se dejó caer con la espalda recargada en la puerta de Naruto, mientras sus lamentos le taladraban los oídos.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).