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Gay por conveniencia por Hatake Saori

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Notas del capitulo:

Creíq ue podría actualizar más rápido, pero no jojo. De todas formas, sólo faltan tres capítulos apra acabar este fic y planeo hacerlo antes de este mes.

Sé que muchas esperan la acción GaaraxNaruto, pero recién llega de poquito en este capítulo. No se desesperen.

El viernes a mediodía Naruto caminaba tranquilamente por los pasillos de la Facultad. El sol brillaba y las aves cantaban. Era un día perfecto y mucho tenía que ver con el cheque de cinco cifras que Gaara le había dejado para saldar su crédito estudiantil.

Sin embargo, no todo en la vida de Naruto resultaba ideal: aunque su esposo fuera joven, rico y guapo, el rubio lo encontraba entre los hombres más desagradables que hubiera conocido y eso que conocía a muchos que podían hacerle la competencia. Muchos incluso era cercanos suyos.

En tan complicadas disertaciones iba Naruto cuando un lujoso auto se le emparejó y el conductor le llamó desde dentro.

-¡Hey tú!—gritó el hombre. Sin embargo, el rubiecito hacia caso de lo que su madre le había dicho hacía muchos años y lo ignoró, apresurando el paso  con la intención de contárselo a quien más confianza le tuviera.

            Pero el conductor no cedía en su empresa y no dejaba de acosar a Naruto, quien ya se había puesto nervioso y había empezado a arrojarle sus libros y a gritarle unas cuantas palabrotas. Uno de los pesados volúmenes se coló dentro de la ventanilla y le dio de lleno en la cara al acosador.

            -¡Eso duele dobe!—gritó Sasuke desde dentro y detuvo el auto. Naruto, que era un poco despistado, creyó que era el colmo que lo insultaran y ya iba en camino a golpear al Uchiha cuando se dio cuenta de quién era. De todas maneras pensó en darle una patada en la entrepierna para que aprendiera a no molestar a inocentes estudiantes.

-¿Qué quieres?—preguntó de forma grosera mientras se acercaba a tomar su libro. Sasuke esbozó una sonrisa burlona.

-Por lo visto se te ha pegado la mala leche de tu marido—dijo. A Naruto le pareció gracioso el comentario porque Sasuke no era precisamente conocido por su simpatía—yo sólo pretendía ser amable y llevarte a casa en mi auto.

El rubio lo pensó unos segundos. La propuesta probablemente sacaría de sus casillas a Gaara y le echaría el sermón. Por otro lado eran cinco manzanas hasta su casa.

-No lo pienses tanto—dijo el Uchiha—seguro nunca te has subido a un auto tan lujoso como este.

Naruto estuvo a punto de mencionarle él en persona se había encargado de destrozarle un auto idéntico a Gaara, pero pensó que los detalles de su vida marital no eran asunto de nadie.

-Vale—aceptó el rubio abriendo la puerta y montando el vehículo. Cambio la estación de radio y estiró las piernas—pero antes de llegar a casa, me gustaría ir a comer ramen. Gaara sólo me da esa porquería de comida orgánica

Sasuke sonrió y aceleró como un cafre. Las cosas no podían marchar por mejor camino. El rubio en cambió pensaba que Sasuke era un peligro al volante y que por hombres como esos era que se debía mirar a ambos lados de la calle antes de cruzarla.

Sin embargo, Sasuke sabía que esa era su oportunidad de oro: aunque años antes había sido un maldito sin corazón, Naruto en verdad le gustaba y estaba seguro de que si lo hubiera conocido antes que Gaara, las cosas habrían sido muy distintas. Además, el asunto que se traía el pelirrojo, como se lo había contado su padre, le parecía bastante sospechoso y si el destino jugaba a su favor, tal vez Naruto un día llevara el apellido Uchiha.

Era casi medianoche cuando Gaara estaba sentado en su sofá, comiéndose las uñas de la angustia. Naruto no había llegado a casa ni había contestado ninguna de sus llamadas. Con lo irresponsable que era, Gaara ya lo imaginaba en pedazos dentro de un saco hundiéndose en el río más cercano.

Estaba a punto de llamar a la policía cuando Naruto entró fresco como una lechuga. Con las manos en los bolsillos y silbando “Poker Face” subió tranquilamente las escaleras y se encerró la habitación principal.

Súbitamente, el rostro de Gaara pasó por todos los colores posibles para el ser humano hasta llegar al rosa fluorescente que era clara señal de una ira absoluta. Subiéndose los pantalones hasta el ombligo para reafirmar su hombría, comenzó a trepar las escaleras, como desquiciado, dispuesto a arreglar sus asuntos matrimoniales en aquel momento y a plantarse como el hombre de la casa que era.

Desgraciadamente, Naruto ya tenía otros planes y se había encerrado en su habitación, con el estéreo a todo volumen.

-Naruto Uzumaki—gritó el pelirrojo, furioso— ¿podrías hacer el favor de decirme dónde has estado toda la maldita noche? Como tu marido falso, tengo derecho a saber qué ha sido de ti toda la tarde. ¡Ni siquiera estaba la comida lista cuando llegué a casa!

Pero el rubio o no escuchó, o prefirió no escuchar y continuó con la puerta cerrada. Él ya se había instalado en la amplia cama y estaba comiendo una gran bolsa de frituras de queso. Desde que se había casado, ese era el primer día que realmente se había divertido, y no precisamente con su esposo.

Toda la noche, la alcoba matrimonial permaneció cerrada con llave. Gaara hubo de dormir en el sofá, y fue lo mejor de su día, pues pasó la noche sin patadas en las espinillas y ronquidos semejantes a rugidos de león. Las peleas matrimoniales tenían su lado positivo.

A la mañana siguiente, Gaara aún dormía a pierna suelta cuando Naruto se deslizaba lentamente hacia la calle. Tenía su teléfono celular en la mano y pretendía escabullirse antes de que el pelirrojo despertara. Estaba girando silenciosamente el pomo de la puerta cuando una voz tras él le preguntó:

-¿Vas a algún lado?—dijo Gaara sentado en su sofá con los brazos cruzados y usando su bata de conejitos

-A visitar a un amigo—balbuceó Naruto dándole la espalda a la puerta y buscando la manera de abrirla con la mano derecha—a Sai, ya sabes. Necesita algo de ayuda con una de sus pinturas. Un desnudo, parece que dijo.

-Sai se ha ido de vacaciones a la playa—interrumpió Gaara pacientemente—yo mismo se las he pagado. Ha venido aquí con el cuento que necesitaba aire de mar y como es muy amigo tuyo…

Naruto estaba a punto de inventar otra excusa creíble relacionada con un ataque zombie cuando su teléfono comenzó a sonar. Gaara enarcó una ceja, satisfecho.

-¿Por qué no contestas?—preguntó intentando ocultar una sonrisa. Naruto estaba sudando a mares.

-No es algo urgente—contestó y guardó el móvil en su bolsillo intentando acallar el tono de llamada.

Pero Gaara lo ignoró y se acercó hasta Naruto, sacando el teléfono de su bolsillo y contestando. Puso el altavoz.

-¿Dobe?—preguntó la voz de Sasuke al otro lado de la línea—espero que estés listo, pasaré por ti en un minuto.

Gaara colgó y tuvo que dejar de disimular esa apacible tranquilidad que lo distinguía. La ira lo poseyó y empezó a gritar tanto que los vecinos pensaron en llamar a la policía antes de que sucediera alguna tragedia.

-¡…NO PUEDES ENGAÑARME CON SASUKE UCHIHA!, ¡ESO NO ES PROFESIONAL, Y CON TODO LO QUE TE PAGO DEBERÍAS DE SER PROFESIONAL!—Naruto aprovechó el escándalo, pues Gaara daba vueltas alrededor de su sala y salió por la puerta feliz hacia la libertad— ¡DESPUÉS DE TODOS LOS SACRIFICIOS QUE HAGO POR TI…!

Naruto ya estaba a media calle, contestando otra llamada de Sasuke cuando Gaara lo alcanzó. Tenía los labios blancos de la ira y por lo visto sus pulmones estaban conteniendo muchos gritos.

-¡Tú!—exclamó señalando a su esposo con un dedo cuando vio a un auto, idéntico al que Naruto le había destrozado hacia unos días, ir directamente hacia el rubio. Por lo visto, el imbécil del conductor estaba llamando por teléfono y no se fijaba por dónde iba. Naruto tampoco había notado que la muerte se le acercaba a cien kilómetros por hora

Lo siguiente que Gaara supo, es que estaba tumbado en una cama de la sala de urgencias. A su lado, Naruto le tomaba la mano con expresión preocupada, pero al notar que abría los ojos, soltó un chillido de alegría.

-¡Amo mío!—exclamó felizmente dándole un beso en la mejilla. Gaara estaba a punto de preguntar qué coño le sucedía, cuando a su lado vio a Fugaku Uchiha mirándolo ansiosamente, como si esperara que de un momento a otro Gaara comenzara a convulsionarse y muriera—¡nos da tanto gusto que estés con vida… quiero decir, a salvo!

Gaara parpadeó un par de veces, las luces del hospital eran muy brillantes. Cerca de su cama, Sasuke Uchiha estaba sentado con la cabeza gacha y expresión cabreada.

-¿Estás bien?—preguntó Fugaku asustado— ¿no te duele nada?

El pelirrojo quiso contestar que le dolía todo, pero no quería hacer enfadar a su jefe, así que solo soltó un gruñido que todos tomaron positivamente.

-No te preocupes—dijo el hombre tomando su chaqueta y haciéndole una seña a su hijo, como si tuviera mucha prisa—tendrás dos semanas… más bien tres semanas de vacaciones pagadas. Ahora mismo tenemos que arreglar algunas cosas con el seguro—le lanzó una mirada de odio a su hijo, cuyos ojos estaban distraídos en un doctor especialmente guapo—y no te preocupes, que la cuenta del hospital la pagamos nosotros.

Los Uchiha salieron apresuradamente. Gaara miró a Naruto inquisitivamente, pero él parecía perdido en los azulejos verdes del suelo. El pelirrojo intentó incorporarse para golpearlo cuando notó que tenía un brazo enyesado.

-¿Qué demonios…?

Naruto suspiró hondamente y miró a su marido con sincero agradecimiento.

-Sasuke Uchiha te atropelló—dijo sin nada de tacto—tenías razón, ese hombre no me conviene. Es un imbécil al volante. Casi me arrolla, pero tú, actuando como el esposo amoroso que eres, me salvaste la vida empujándome lejos del auto. Sin embargo—agregó con gravedad—tú no fuiste tan rápido y el golpe fue bastante feo. Sinceramente, creí que no sobrevivirías.

Gaara estaba a punto de agradecer la sinceridad de su marido con un gesto grosero, cuando reconoció en sus ojos celestes el verdadero agradecimiento de Naruto. Por un momento, le pareció un niño indefenso que necesitaba ser protegido, y cuando Naruto se tropezó al intentar alcanzar una botella de agua, Gaara supo que debía ser protegido.

-Ya me parecía a mí que el señor Uchiha no podía ser tan generoso. — reflexionó mientras permitía que su esposo le acomodara la almohada—La navidad pasada nos dejó sin bonificación, pero después de que el cafre de su hijo intenta robarse a mi marido y después intentara matarme, era lo menos que podía hacer.

-A este paso—comentó Naruto divertido ante la idea—el señor Uchiha estará tan avergonzado que no le quedará más remedio que regalarte su bufete.

Al final del día, una enfermera grande y fornida, colocó a Gaara en una silla de ruedas y Naruto lo empujó hasta un taxi que los llevó a casa. Una vez ahí, el rubio ayudó a su esposo a cambiarse de ropa y a acomodarse en su enorme cama. Incluso le preparó algo de sopa caliente e intentó dársela en la boca. Afortunadamente, sólo lo quemó un par de veces.

-¿Quieres ver una película?—preguntó cordialmente—o también podemos ver el fútbol. Hoy está el Real Madrid contra el Barcelona y pensé que…

-Naruto—dijo Gaara mientras se preparaba para dormir—no hagas que me arrepienta de haberte salvado la vida.

El rubio estaba a punto de replicar cuando un suave suspiro de Gaara invadió el ambiente. Por lo visto la emoción del día lo había dejado agotado y ahora dormía plácidamente.

Naruto, quien no tenía ninguna intención de dormir en el incómodo sofá, se metió dentro de la cama con su esposo falso y se acurrucó junto a él. Después de pensarlo un momento, se inclinó sobre el pelirrojo y le dio un beso en la mejilla.

-Gracias—le susurró antes de quedarse dormido.

Entre sueños, Gaara sonrió.

Notas finales:

Espero sus comentarios y ojalá hayan disfrutado el capítulo. Prometo no demorar tanto para el próximo.


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