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Gay por conveniencia por Hatake Saori

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Notas del capitulo:

Bueno, no sé ni que decir.

Después de casi un año de haber desaparecido de aquí y haberme dejado colgados los fanfics, regreso para terminar finalmente este fic. Espero que este capítulo sea de su agrado y pueda compensar todo el tiempo que llevo desaparecida. Espero también que aún haya alguien que lea mi fanfic.

Creo que hay algo así como un lemon aquí, pero no soy una experta en el campo.

Disfrútenlo.

Fugaku descendió de su  auto y ayudó a Mikoto a hacer lo mismo. Era una noche cálida y tranquila, en la que el viento mecía suavemente las hojas de los árboles. El matrimonio Uchiha se detuvo frente a la puerta de la casa de Gaara y llamó al timbre. Una voz alegre y melodiosa contestó por el interfono

-Residencia Sabaku-Uzumaki, buenas noches

-Eh, sí—respondió Fugaku dudoso ante tanta cordialidad. Quizá se había equivocado de calle—soy Fugaku Uchiha y pensaba que…

-Oh—respondió Naruto abriendo la puerta de improviso—excelentísimo señor, mi querido esposo y yo lo estábamos esperando. Por favor, háganos el honor de subir a nuestro departamento.

Los Uchiha entraron levemente perturbados por la actitud de su joven anfitrión, sin embargo, pronto quedaron gratamente complacidos: el lugar estaba elegantemente decorado con flores y faroles dorados que le daban el aspecto de una luau. Un olor delicioso inundaba toda la casa y Gaara y Naruto los esperaban sonrientes con las manos entrelazadas.

-Naruto querido—saludó Mikoto al rubio con un cariñoso abrazo. Fugaku le dio un apretón de manos a Gaara quien aún llevaba un brazo enyesado.

-Su señoría—dijo Naruto a Fugaku inclinándose en una ligera reverencia. El hombre frunció el ceño ante tan extraño comportamiento, pero Gaara tuvo que reprimir una risa e indicó con un movimiento de la mano los asientos de los excelentísimos señores Uchiha.

La cena comenzó con una deliciosa sopa de color sospechoso, que Fugaku dudó bastante en probar hasta que Mikoto lo convenció de abrir sus horizontes y de no ofender a sus anfitriones gays. Gaara estaba simplemente feliz por el momento, y porque estaba harto de comer ramen.

Naruto, en su papel de amoroso esposo, comenzó a relatarles a los señores Uchiha una muy fantasiosa luna de miel con pelos y señales de algo que jamás había sucedido. Fugaku ya no estaba tan seguro de sentirse cómodo cerca de la pareja, pero su esposa no perdía detalle del relato, esperando avivar la llama de su matrimonio. Aunque en otros tiempos Gaara hubiera reprimido tantos pormenores sobre su desempeño en la cama, no importaba lo hábil que pareciera en el relato de Naruto y aún no se sentía completamente cómodo de que la pareja supiera todos los pormenores de su apasionada relación (en especial cuando notó que Mikoto lo miraba insistentemente hacia la entrepierna), no hizo ningún intento por detener al rubio, sino que parecía divertido con sus excéntricas vacaciones y de vez en cuando le lanzaba una sonrisa de complicidad. Naruto se sonrojó al devolvérsela.

Después de una suculenta cena, repleta de platillos exóticos, Mikoto se empeñó en ayudarle a Naruto a lavar los platos, que no estaba muy convencido de querer hacer las tareas domésticas y permitió que la señora se encargara de todo mientras él se limitaba a contarle sus avances en el FIFA 14. Mientras, Fugaku se sentó en la sala con Gaara para tomar un café.

-Veo que tu brazo ha sanado pronto—señaló el hombre mientras encendía un habano

-Así es, señor. Muy pronto estaré de vuelta en la firma para encargarme de mis pendientes.

Fugaku no dijo nada. Estaba seguro de que quería que Gaara regresara a trabajar, pues era uno de sus empleados más eficientes pero no estaba seguro de poder soportar otro incidente incómodo con él. Era obvio que no escucharía los comentarios insidiosos de Neji Hyuga sobre la sexualidad de Gaara, pues había formado un sólido matrimonio con un hombre agradable en un sentido amplio de la palabra, pero no podía ocultar el hecho de que su hijo Sasuke insistía en hacer constantes visitas a la oficina con intención de robarle al marido.

-Has trabajado muy duro todos estos años Gaara—dijo finalmente Fugaku antes de que su esposa y Naruto llegaran a la estancia—te prometo que tu esfuerzo pronto será recompensado.

Gaara estuvo tan feliz el resto de la noche que a Naruto comenzó a darle miedo y pensó que se había fumado algo mientras él compartía recetas de cocina con la señora Uchiha que nunca utilizaría, pero que Gaara podía comenzar a practicar para su próximo cumpleaños. En el último, parecía vómito de cabra. Sin embargo, tenía que admitir que lo comió con gusto.

La felicidad de Gaara no se desvaneció en los días siguientes, ni siquiera cuando volvió a su oficina y Neji le envió a cuatro tipos disfrazados que le bailaron e YMCA, ni tampoco cuando Sasuke llamaba insistentemente a su casa para hablar con Naruto fingiendo una voz bastante malograda de mujer. Como si no hubiera tenido suficiente con casi ser asesinado.

-No soporto a ese tipo—dijo un día en es que se sentía especialmente impaciente después de haber recibido una llamada de una tal tía Panchita que buscaba a Naruto con urgencia—juro que la próxima vez que llame voy a pasarlo con Temari para que ella lo ponga en su lugar.

Naruto no dijo nada. En realidad, últimamente casi no hablaba y no parecía interesado en hablar con Sasuke y poner de nuevo en riesgo su matrimonio. Aunque su relación con su marido hubiera mejorado considerablemente y los días en que se lanzaban sus pertenencias por la ventana se habían terminado para dar paso a largas tardeadas con maratones de Play Station y comida chatarra, conforme se acercaba la Navidad, Naruto parecía estar cambiando mucho. Apenas se dirigía a él y con frecuencia desviaba la mirada cuando sus ojos se encontraban por accidente.

En un principio, Gaara no le dio mucha importancia y continuó su vida como siempre, creyendo que sólo eran berrinches del rubio porque no le había admitido en la casa a la pareja de ponis que quería meter, pero pasadas algunas semanas empezó a preocuparse seriamente: Naruto no salía de la casa más que para asistir a la escuela y el resto del tiempo se la pasaba tirado en el sofá haciendo zapping por horas antes de irse a dormir. Ya ni siquiera se tomaba tiempo para fastidiarlo mezclándole los calcetines.

Naruto no decía nada y su alegría parecía apagarse poco a poco, volviéndose callado y taciturno, mientras que Gaara pasaba considerable tiempo intentando animarlo. Sai sugirió un cambio de personalidad cuando por accidente el pelirrojo mezcló los colores en la lavadora y salió utilizando una camisa antiguamente blanquísima, de color naranja brillante.

Una mañana anterior a la víspera de Navidad, Gaara se hallaba en su despacho supuestamente redactando un informe, pero en realidad pensaba en llenar una piscina con la marca favorita de ramen de Naruto para animarlo, después de haber visto una película que lo había impresionado demasiado para sus casi treinta años. Así, mientras divagaba entre hospitales y hombres escalofriantes vestidos de payaso, Neji se metió a su oficina y tomó asiento colocando sus pies sobre el escritorio del pelirrojo.

-Fugaku me ha pedido que venga por el informe—dijo mirándolo fijamente—me tiene mucha confianza últimamente

-Me parece que te trata como a su mensajero—respondió Gaara cerrando rápidamente una página de venta de piscinas on-line—pero no te preocupes, apenas me haga socio del bufete te enviaré a las copias, ya sabes, para que no te cargues de trabajo.

Neji sonrió y tomó las hojas que Gaara le lanzó. Se levantó con parsimonia mirando la oficina de arriba hacia abajo, como vislumbrando la posibilidad de que algún día fuera suya. En el marco de la puerta, se volvió hacia en escritorio y dijo:

-Ino quería invitarte a la fiesta navideña de la oficina, pero siempre que viene estás demasiado ocupado, así que aprovecho la ocasión y  ya que nunca asistes, me parece que deberías pasearte alguna vez—miró a Gaara burlonamente y agregó con malicia—por supuesto debes de traer a tu esposa, ¡oh!, disculpa. Me imagino que tú eres la mujer.

El adorno de escritorio que Gaara lanzó se estrelló contra la puerta cerrada en sus narices.

La mañana siguiente se levantó dispuesto a pasearse por la fiesta de Navidad de la oficina, para presumir su increíblemente matrimonio gay, pero ya era más de mediodía y Naruto no se paraba de la cama. Gaara intentó sacarlo de ahí mediante amenazas, promesas y un poco de chantaje emocional. Nada de eso funcionó, ni siquiera cuando le mencionó que Elton John cantaría en la fiesta de Uchiha & Asociados.

-Pero te encanta el Rey León—dijo Gaara ligeramente desesperado. Ya casi eran las ocho y la fiesta comenzaría pronto—no creo que puedas resistir no escuchar sus canciones en vivo.

-No quiero salir a ningún lado—respondió Naruto ocultándose bajo su colcha—prefiero quedarme en casa. Prepararé ramen instantáneo y me dormiré temprano.

A Gaara aquel plan no le resultaba muy atractivo, mucho menos para el rubio que en Halloween se montó una fiesta que duró tres días. Aún se hablaba de ella y ahora no se había molestado ni en preguntar cuál era su regalo de navidad que Gaara le guardaba bajo el árbol.

Sin embargo, tampoco tenía la intención de obligar al rubio a salir da casa cuando ni siquiera se levantaba de la cama y con esa pinta que tenía seguramente asustaría a sus posibles socios.

La fiesta del bufete se llevaba a cabo en el Konoha Inn, uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. Todos los compañeros de Gaara habían sacado sus mejores trajes y sus parejas más atractivas para asistir. Fugaku había asistido con Mikoto, que usaba un vestido bastante recatado y con Sasuke, que observaba su alrededor buscando a alguien con la mirada.

Ino, por el contrario, no iba nada recatada e ignorando el invierno, llevaba el vestido más pequeño que Gaara había visto jamás. Hasta le daban ganas de algo, pero no estaba muy seguro de qué. ¡Ah!, por supuesto: comprarle un abrigo.

El salón donde celebrarían la cena estaba decorado con elegantes motivos navideños y lucecitas que titilaban colgando del techo, coronando algunas ramas de muérdago pendientes de los asistentes que reían tontamente. Frente a la estancia había un escenario con un piano y algunos otros instrumentos donde seguramente tocaría Elton John más tarde.

Gaara tomó una copa de champaña de una bandeja que un mesero en smoking le pasó. Todo el mundo parecía muy feliz y emocionado por pasar la Navidad en una increíble y popular fiesta con gente hermosa y rica, en cambio Gaara no estaba feliz para nada, apenas podía apartar su mente de un rubio revoltoso que había pasado los últimos días mirando repeticiones de telenovelas.

Conforme pasaban las horas Gaara estaba más distraído y de peor humor. No había comido nada y había evitado todo contacto humano, incluso había abandonado en un par de ocasiones una conversación con Fugaku. La mayoría de sus compañeros de oficina ya estaban bastante pasados de copas y se besaban bajo el muérdago. Todo eso le parecía un espectáculo desagradable y pasaba el tiempo imaginándose lo que Naruto le diría sobre esas personas tan elegantes y aburridas.

Un par de sus socios se acercaron a hablar con él y los escuchó vagamente. No entendía por qué Naruto estaba tan triste, incluso se había perdido la oportunidad de  una deliciosa comida gratis. Gaara se dio cuenta que Sasuke Uchiha lo miraba desde el otro extremo de la habitación expectante, como si creyera que el pelirrojo podía llevar a Naruto escondido en el bolsillo.

-¡Pero aquí está mi hermano favorito!—una voz aguda lo sacó de sus pensamientos. Temari se acercaba a él empujando a otros invitados que la miraban con rencor. De la mano llevaba arrastrando a Shikamaru Nara, que parecía bastante fastidiado por la situación.

-Temari—dijo Gaara en voz baja, temiendo que alguien notara que su hermana mayor se había colado en la fiesta y lo hiciera pasar un ridículo. En cambio ella no pretendía disimular nada y reía  muy fuerte de cosas sin gracia. Era evidente que ya arrastraba varias copas de champaña—¿acaso no sabes que esta es una reunión privada?

Su hermana tomó la primera copa que encontró y se la empinó de un solo trago. Sus mejillas estaban bastante sonrojadas y un ataque repentino de hipo la atacó justo en el momento en que el señor Uchiha hacía su brindis de Navidad. Gaara jamás se había sentido tan avergonzado, y pensó que Naruto hubiera encontrado la manera de sacarlo del apuro. Por ejemplo asesinar a Temari.

-He venido con Shikamaru—dijo su hermana después de atragantarse con más champaña para quitar el hipo—nos conocimos en tu boda. Ya sabes, en los baños. Fue una gran noche—reflexionó para ella misma.

Gaara pensó que no podría volver a ver a Shikamaru de la misma manera cuando sintió que un escalofrío lo recorría: estaba debajo de un muérdago e Ino Yamanaka se aproximaba hacia él tan rápido como podía.

-Es una pena que te hayas olvidado de tu Naruto en casa—comentó Temari mientras le impedía la huida a su hermano menor—en estas fechas la pasa fatal.

-¿Qué dijiste?—preguntó Gaara desistiendo en su fuga y prestándole atención a Temari por primera vez en años—entonces Naruto…

Mucha gente comenzaba a reunirse cerca del escenario mientras algunos hombres del staff salían a hacer pruebas de sonido.

-Fue en Navidad cuando sus padres lo echaron de casa—informó la rubia mientras se paraba de puntillas observando el escenario recargada en los brazos de Shikamaru, que parecía sinceramente arrepentido de haber invitado a esa mujer—pobrecillo, pasó momentos muy duros… creí que en esta fiesta cantaría Elton John.

Gaara se quedó pasmado, asimilando la epifanía. Así que eso era, Naruto estaba deprimido por la navidad debido a su familia. Y él que creía que su desempeño imaginario en la cama había desmejorado.

-He sido un imbécil—dijo en voz alta, pero su repentino ataque de sinceridad fue ahogado por un rugido de la multitud: Elton John acababa de aparecer en el escenario, pero antes de que Gaara pudiera hacer o decir otra cosa, llegó Ino y le lanzó los brazos al cuello, plantándole un beso con sabor a vodka en los labios.

-Estás bajo el muérdago—gritó ella feliz de la vida, se acercó para besarlo nuevamente, pero Gaara ya se había abierto camino entre la multitud y huía por la salida más cercana. Junto a ella, Temari besaba apasionadamente a Shikamaru.

-Por supuesto—dijo Ino golpeándose la frente con la palma de la mano—Nara es una opción mucho mejor que Gaara, ¿por qué no lo intenté antes?—y se fue caminando de ahí cabizbaja.

Cuando Gaara llegó a su casa era más de medianoche y Naruto miraba infomerciales mientras comía un gran paquete de frituras de queso de un tazón junto a él. Había un montón de moronitas sobre toda la colcha y a Gaara comenzó a darle un tic en el ojo. Después de todo, regresar a casa a consolar al rubio no había sido tan buena idea: era un puerco.

-¿Qué haces aquí?—preguntó Naruto cuando lo vio parado en el marco de la puerta de la habitación. Tenía la punta de la nariz roja a causa del frío y con el frac que había usado para la fiesta se veía bastante guapo—creí que estarías en la fiesta de los Uchiha.

-Lo estaba—dijo Gaara sentándose en la cama junto a Naruto. La voz de la presentadora de la medicina contra las hemorroides le aturdía, así que apagó el televisor. La habitación quedó prácticamente a oscuras, a excepción de los débiles rayos de luna que se colaban por la ventana. Naruto daba la impresión de haber pasado las últimas horas llorando, pues sus ojos estaban rojos y tenía un ligero puchero en los labios. Gaara tuvo que tomar aire antes de continuar—pero hoy es Navidad, y la Navidad es para pasarla con las personas queridas. Y resulta que, bueno—le costaba mucho decir aquello y aunque lo había ensayado todo el camino, Naruto no se lo hacía más sencillo mirándolo con aquellos enormes ojos azules—tú eres la persona a la que quiero.

Naruto se quedó en silencio por algunos segundos, mirando las incomprensibles cosas que decía su marido, cuando una idea iluminó su mente.

-¿Cinco minutos con Elton John y ya eres gay?

Gaara estaba a punto de responder algo grosero cuando uno de los dedos de Naruto fue directamente a sus labios y pasó suavemente por ellos. Entonces sintió algo. No supo muy bien cómo explicarlo, pero una pequeña corriente eléctrica se paseó por su cuerpo, desde la punta de sus pies hasta el más ínfimo mechón de sus rojos cabellos. Cualquier romántico hubiera dicho que era amor.

-Tienes pintura de labios—Naruto lo sacó de su ensoñación mostrándole el dedo pintado de rojo. Eso sin duda lo hacía parecer más gay de lo que alguna vez habría querido, ese color ni siquiera combinaba con su piel. Sin embargo, antes de que Naruto pudiera decir algo que lo hiciera arrepentir de lo que iba a decir a continuación, lo besó.

El beso duró mucho tiempo, o por lo menos eso le pareció a Gaara. Naruto no dio ninguna señal de rechazo o aceptación, pero separó ligeramente los labios. Gaara temía terminar el beso y abrir los ojos, abrir los ojos y enfrentarse con la realidad. Quizá Naruto lo detestara y lo mandara a volar apenas dejara de besarlo, quizá no lo quería y tendría que pagar una demanda de divorcio millonaria mientras su ex esposo huía con Sasuke Uchiha. Quizá él mismo no quería a Naruto y su cabeza sólo estaba confundida por las fiestas navideñas y el muérdago que estúpidamente había puesto por toda la casa en un arrebato de nostalgia.

Un movimiento lo sobresaltó y se dio cuenta de que las manos de Naruto se estaban envolviendo en su cabello y lo acariciaban. El alma le regresó al cuerpo: por lo menos no lo había rechazado y ahora el rubio lo besaba con un entusiasmo que parecía demasiado desbordado para haber aparecido espontáneamente.

El cerebro de Gaara se desactivó de momento y sus manos también volaron hacia la cara del rubio. Hasta entonces se percató que llevaba casi medio año casado y era la primera vez que besaba a su esposo.

Naruto estaba un poco paralizado. Le hubiera agradado abrazarse salvajemente a Gaara y quitarle toda la ropa, para que hicieran el amor salvajemente. No podía negar que se sentía muy distinto respecto a Gaara después de los últimos meses. Apenas el brazo de Gaara mejoró y volvió a trabajar, Naruto comenzó a extrañarlo por las tardes y las mañanas y a tenerle rencor por trabajar con tanto ahínco. Un par de veces tuvo que contenerse de correr a abrazarlo al verlo llegar. Por las noches luchaba para no abrazarlo mientras Gaara dormía a su lado y apenas podía pegar ojo soñando que aquel matrimonio dejaría de ser una farsa y podrían estar felizmente casados. Y aunque para él era evidente que aquello sólo eran fantasías como de un cuento de hadas, a diferencia de Gaara, llevaba la cuenta de cada día que pasaba sin que hubiera besado a su esposo.

Jamás le había mencionado a nadie el asunto, ni siquiera a Sai. Simplemente había planeado esconder las mariposas que sentía en el estómago cada vez que veía al pelirrojo hasta que pagara su máster y pudiera irse lejos de ahí, quizás con algún moreno muy musculoso y bronceado. Intentó alejar a su esposo lo más posible de él y apenas mencionaba cosas superficiales durante sus conversaciones.

Sin embargo las cosas habían cambiado. Ahora Gaara estaba a su lado, acariciando su cabello y besándolo como nadie lo había hecho jamás, con temor y confianza al mismo tiempo. Se sentía como un adolescente nuevamente y un agradable hormigueo se extendía por todo su cuerpo. Con los ojos cerrados tenía la intención de que ese beso no terminara jamás.

Pero el beso terminó. Gaara se separó poco a poco del rubio, que lo miraba con los ojos entornados, como si planeara disculparse y salir corriendo en cualquier momento.

Gaara pensaba todo lo contrario, si es que aún pensaba. Había permitido que una parte desconocida de él saliera a la superficie, y no tenía suficientes fuerzas para detenerlo. Nunca había conocido a nadie como Naruto y se sentía tan bien hablando y comiendo con él, que no le extrañaba sentirse tan bien besándolo. Era casi como estar en casa o mejor.

Había recostado suavemente a Naruto sobre la cama, incluso había ignorado las frituras de queso, y se había dejado caer sobre él besando toda la piel que su playera dejaba al descubierto. Naruto se dejaba hacer y acariciaba la espalda y los brazos de Gaara sobre el saco que usaba, pensando que aquel era el mejor regalo de Navidad que había tenido en años.

El rubio se incorporó para quitarle el saco y arrojarlo lejos de ahí. Botón a botón, sus manos desabrocharon la camisa y el nudo de la corbata descubriendo el pecho blanco como la leche de Gaara. Naruto estaba pensando que a su marido le hacía falta un bronceado cuando fue despojado de su camiseta vieja y los labios de Gaara se pasaban por todo su abdomen, enviando oleadas de placer por todo su cuerpo.

La mano del rubio se coló hábilmente por los pantalones de Gaara y comenzó a acariciar su miembro sobre su ropa interior. Las caricias descolocaban un poco a Gaara que aún no estaba muy seguro de entender del todo cómo era que aquellas caricias le resultaban tan deliciosas cuando las realizaba un hombre. Él no era gay y no podía permitir que aquello siguiera pasando, pero antes de que pudiera alejarse, Naruto lo besó con tanta euforia que las piernas se le convirtieron en mantequilla y dejó que aquella vorágine de ternura y pasión con la que era besado lo arrastrara muy lejos de donde se encontraba. Después de todo no era cualquier hombre, si no Naruto, su Naruto.

La ropa que quedaba sobre ellos quedó dispersada en el suelo, como si se tratara de las ataduras que alguna vez los había alejado estando tan cerca. Por primera vez en esos meses compartieron la cama de una manera real, cuerpo con cuerpo y mezclando sus sentimientos de una forma tan profunda que no sólo eran dos personas haciendo el amor, ahora eran un ente que formaba parte de todo lo que los rodeaba.

Besaban cada rincón de su cuerpo que encontrara, delineando con sus dedos cada músculo, cada lunar y cada cicatriz que encontraban a su paso. Sus piernas se habían entrelazado en un nudo ciego que no tenía la intención de disolverse pronto. Las gotas de sudor que escurrían por la frente de Gaara, Naruto las secaba con el dorso de su mano con ternura y las lágrimas que se escurrían por las mejillas de Naruto cuando sintió su cuerpo invadido, Gaara las desaparecía con besos de azúcar.

Mientras Gaara le hacía el amor a Naruto, muy dentro de él, sentía que había nacido para ese momento. Ya no le importaba Fugaku, ni el buffet ni el estúpido de Neji con sus estúpidas plantas. Jamás se había encontrado en tal momento de perfección como en el justo instante en que su cuerpo explotó dentro de Naruto. Su rubia melena alborotada y su piel sonrojada por el esfuerzo era la visión más tranquilizadora que había visto en su vida.

Durmieron toda la noche, relajados por el aroma que cada uno de ellos desprendía que cuando el sol apareció la mañana de navidad ambos dormían tan plácidamente que parecían sumergidos en un sueño  mágico. Gaara pudo ignorar completamente los sonoros ronquidos de Naruto, y él a su vez pasar por alto que su esposo le quitara la colcha durante la madrugada. Aquello había resultado perfecto. Naruto no podía dejar de sonreír entre sueños, la farsa había terminado.

 

Notas finales:

Ojalá les haya gustado el capítulo y no les haya resultado demasiado extraño. Espero todos sus comentarios y nos veremos pronto. A este fic le faltan dos capítulos y el final se viene acercando, haré lo posible y en un par de semanas estará listo.

Sobre todo, quiero agradecer a todas aquellas maravillosas personitas que me han escrito comentarios sobre lo que les ha parecido mi historias, créamen, han sido sus comentarios los que me han animado a continuarla.

Espero no decepcionarlas.


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