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Gay por conveniencia por Hatake Saori

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Notas del capitulo:

Después de lo que han parecido siglos, he regresado del mundo de los muertos para poder dar término a esta historia.

Les pido mil disculpas a todos los lectores, pero ya sólo falta un capítulo para terminar el fic, y planeo que no se extienda la espera más de una semana.

Por último, pido disculpas nuevamente, pero por adelantado, porque probablemente no les agrade muchas cosas de este capítulo, pero es la sal de la historia.

Ojalá disfruten el capítulo.

Aquella mañana Naruto se había levantado antes del amanecer, lo que debía ser considerado un prodigio si se tienen en cuenta que generalmente no levanta la cabeza de la almohada si no ha pasado ya por lo menos medio día. Pero a este milagro habría que agregarle que en aquel momento estaba usando un delantal de conejitos y encendía la estufa.

Aunque Naruto sabía tanto de cocina como de las partes íntimas femeninas, con sartén y libro en mano estaba en toda la disposición de preparar lo que más tarde resultaría en un batido de huevo y tocino, pero que hasta entonces tenía la esperanza de que pudiera ser un desayuno decente.

Mientras batía los huevos y esperaba que el extractor de jugos terminara de hacer su trabajo, se asomó disimuladamente por el resquicio de la cocina. La puerta de la habitación de invitados, antes estudio, continuaba cerrada, lo que significaba que Gaara seguía dormido.

Había pasado casi un mes desde la última vez que durmió con su esposo. Y ni hablar de tener sexo con él. Estaban a punto de cumplir su primer aniversario y Gaara insistía en dormir en la habitación de invitados con la excusa de que sus ronquidos no dejarían que Naruto se preparara para sus exámenes. Por supuesto Naruto no era ningún estúpido y sabía que aquello era una mentira grande como la vida. Gaara concentraba todos sus esfuerzos en evitarlo y le dirigía la palabra por pura rutina. Más de una vez Naruto había sido rechazado al intentar besarlo o abrazarlo. El rubio pasaba las noches en vela intentando entender que había hecho mal para el cambio de actitud de su esposo. Si ya hasta había dejado de cortarse las uñas de los pies sobre las sábanas favoritas de Gaara.

Unos minutos más tarde la alarma contra incendio y el olor a tocino quemado despertaron al pelirrojo. Al salir de la habitación se encontró a Naruto intentando desactivar la alarma y apagar el fuego en la sartén al mismo tiempo. Gaara lo miró confundido desde el resquicio de la puerta, sin saber muy bien que hacer a continuación.

-Lo lamento mucho—dijo Naruto pasando un trapo por la estufa, intentando disimular el olor a chamusquina—no sabía que era tan difícil preparar el desayuno. Pero aún podemos comer un poco de ramen, soy un experto en el instantáneo.

Gaara evadió su mirada y negó con la cabeza, musitando un débil “no tengo hambre”

Sin decir nada más, se dio media vuelta y salió de la casa, directo a su auto.

-Gaara, ¿a dónde vas?—preguntó Naruto siguiéndolo llevando todavía la sartén en la mano

-Tengo una junta muy importante—aseguró Gaara—debó llegar temprano para preparar todo. No me esperes para cenar.—y arrancó dejando a su esposo envuelto en una nube de humo de motor.

-¡Que aún llevas el pijama puesto!—gritó Naruto con impotencia, lanzando el sartén, muy molesto.

Cuando Gaara llegó al despacho, lo primero que notó fue la mirada de todos sobre él. Aquello comenzó a enfurecerlo. Sabía de sobra que todos hablaban a sus espaldas, de él y de lo maricón que era, pero el colmo es que sus cuchicheos no pudieran parar ni en las horas de trabajo.

Azotó furioso la puerta de su oficina y encendió con más fuerza de lo necesaria su computadora. Estaba harto de todos esos rumores y del cotilleo. Haberse acostado con Naruto no quería decir nada, además sólo había sido una vez y se habían enrollado un par de veces después de eso. Pero él no era gay, y nadie estaba en la disposición de juzgarlo sobre nada. Algo muy brillante en el monitor distrajo sus pensamientos: su formal papel tapiz de un estadio de fútbol había sido cambiado en una muy desagradable broma por una foto con todo el elenco de Glee.

La puerta de su oficina fue abierta y Gaara tuvo que resistir sus impulsos asesinos de arrojar el monitor a la primera alma desamparada que se apareciera.

-Hola Gaara—saludó Ino agradablemente entrando en la oficina. Como de costumbre, llevaba puesto uno de sus conjuntitos de te-robo-tus-centavos que apenas dejaba algo a la imaginación. Gaara generalmente la enviaría por donde llegó, pero en las circunstancias actuales, era el momento de echar toda la carne al asador. —en todo el bufet están hablando de ti, ¿sabías que…?

-Sé de sobra lo que dicen, gracias—contestó Gaara con frialdad—y se equivocan. No soy gay, nunca lo seré, que me haya casado con un hombre no quiere decir que lo sea—dijo todo muy rápido y se quedó sin aliento. Tenía una vena en la frente palpitándole y las manos crispadas de la furia.

Sin embargo, Ino lo  miraba sin comprender. Alzó una mano temblorosa, con miedo de que en cualquier momento el pelirrojo comenzara a lanzarle artículos de oficina si volvía a abrir la boca, y señaló su ropa, diciendo:

-…has venido en piyama a la oficina?—murmuró con los ojos muy abiertos de la sorpresa y la lengua un poco atascada. Si había entendido bien el monólogo de Gaara, había grandes posibilidades de que no fuera gay. Se dio una palmada de felicitación pensando que el cambio se había debido a los atuendos de su última semana.

Ino dio media vuelta para salir de la oficina cuando Gaara saltó sobre el escritorio y la detuvo sujetándola suavemente del brazo.

-Lo lamento—le dijo con un murmullo que le erizó la nuca—las últimas semanas me he portado como un idiota, ¿podría invitarte esta noche a cenar?

En el interior de Ino se armaba una fiesta y la parte menos consciente de su cabeza ya estaba planeando el vestido de bodas que usaría.

-Por supuesto—sonrío mostrando sus blancos dientes y salió de la oficina, pavoneándose como si tuviera algún problema en la cadera.

Gaara arrastró los pies de vuelta a la silla detrás del escritorio. Una parte de él, la parte más racional a decir verdad, se preguntaba a qué demonios estaba jugando y lo incitaba a volver a casa y preocuparse por su marido. Sin embargo, otra parte, la egoísta y fría que invade al ser humano cuando tiene demasiado miedo de enfrentarse contra sí mismo, le gritaba que comprara unos condones y se lo montara con Ino en ese mismo instante. Otra parte, la que usualmente es ignorada, le sugería entre susurros que fuera en ese mismo instante a cambiarse la piyama.

Sai conducía un Volvo. Era un día muy emocionante porque nunca había conducido un auto que valiera más de quinientos dólares. Además acababa de comprar una orden inmensa de sushi de la mejor calidad, que por supuesto jamás había probado, y por si eso fuera poco había una hermosa caja salida directamente de la cocina de alta repostería más fina de la ciudad. Probablemente era el día más feliz de su vida.

Sin embargo nada de eso le pertenecía, todo era propiedad de un rubio muy afligido que viajaba en el asiento del copiloto. Naruto estaba usando un traje  muy elegante, se había esforzado a la hora de peinarse y hasta se había puesto unos zapatos por los que no se le veían los dedos de los pies. Estaba muy guapo. Casi hasta parecía una persona decente.

-¿Estás seguro que todo esto funcionará?—preguntó Sai echando un vistazo a la bandeja de sushi que estaba detrás de él. Si Naruto le decía que no, podría devorar algo de ahí, llevaba casi un día sin comer y aspirando las pinturas que usaba para sus cuadros. Ya estaba alucinando cosas.

-Espero que sí—dijo el rubio con un suspiro—no sé qué más puedo hacer. No resistiría perder a Gaara. Los mejores años de mi juventud invertidos en esta relación…

-Pero es un matrimonio por conveniencia—argumentó Sai—lo habías visto un par de veces antes de que se casaran, por mucho.

Naruto ya no escuchaba a Sai. Estaba a punto de cumplir su primer aniversario con Gaara y las cosas no podían ir peor. Áquel era el momento de usar la artillería pesada o temía perder a su esposo para siempre.

-Lo amo—le confesó a su amigo con voz turbada—de verdad lo amo, y haré lo que pueda para asegurarme de que esto no termine aquí. Ya ni siquiera me importa el máster o mis deudas, sólo quiero estar a su lado.

Sai suspiró resignado. Su amigo era demasiado cabezota como para hacerlo entrar en razón. Además si Naruto y Gaara se separaran, probablemente el rubio tendría que mudarse con él, y eso no lo permitiría, no señor.

Pero  Gaara estaba muy desentendido de su esposo y su amigo pintor. Después de haberse cambiado la piyama por un traje que le picaba, recién comprado en la tienda de enfrente (todo por menos de tres dólares), había invitado a Ino a comer para compensar su pequeña rabieta de la mañana.

Aunque las cosas no habían parado ahí, y después de que recibió un correo electrónico de Neji donde se adjuntaba un video de Village People, decidió quedarse más tiempo del necesario en la oficina y con el pretexto de terminar el papeleo de algunos casos, había convencido a Ino de ayudarlo después del horario y ambos trabajaban en la sala de conferencias, muy juntos el uno del otro.

La rubia todavía no sabía cómo manejar toda la atención que Gaara le ponía en ese momento y se maldecía mentalmente por no haberse puesto un vestido mucho más ajustado para la ocasión.

-Creo que ya ha quedado todo—dijo Ino cuando casi habían dado las diez de la noche—podemos irnos a casa, seguramente tu esposo te espera.

Se levantó de la silla y caminó contoneándose hasta la puerta, lenta y sensualmente. Gaara se levantó y antes de que ella pudiera salir, le impidió el paso sujetándola por la cintura.

-¿Por qué no te quedas un rato más?—le dijo con una voz ronca, que no sabía que podía usar.

Para ese momento, el cerebro de Gaara era una confusión total. Parecía que en su conciencia se estuviera librando una especie de guerra civil. La parte buena le decía que recogiera sus cosas, se despidiera y fuera a meterse en la cama con Naruto, que siempre tenía los pies muy fríos y seguramente necesitaba algo de calor, pero la mala le ordenaba que hiciera una maleta y huyera con Ino en ese mismo instante, aunque no soportara su timbre de voz.

Finalmente ganó la última parte y besó a Ino. Era la segunda vez que la besaba y lo único en lo que podía pensar era en que la mujer usaba demasiado perfume, pero no podía parar, y mientras sentía una oleada de culpa y repulsión, continuaba besándola de la forma más apasionada que podía, recorriendo con sus manos las pronunciadas curvas de la chica.

Ino no se quedaba atrás y le arrancaba el traje que llevaba puesto, sobre todo porque ya le estaba sacando salpullido, y se restregaba contra él. Aquella era una oportunidad que había esperado durante mucho tiempo y no iba a permitir que se le fuera de las manos.

Mientras todo eso ocurría en el último piso del edificio, por la puerta un rubio revoltoso estaba intentando convencer al guardia de que lo dejara pasar.

-Es importante, debo salvar mi matrimonio. Hubiera llegado antes si mi amigo no hubiera chocado el auto.

- A mí no me engaña, jovencito- le respondía el vigilante, un hombre mayor de cabello canoso y cuerpo menudo, que uasba unas gafas más grandes que su rostro—llevó más de treinta años en esta industria y conozco todas las historias habidas y por haber. Una vez conocí a un hombre que se metió a robar en el edificio utilizando la excusa de que su mujer estaba dando a luz.

El corazón de Naruto latía a mil por hora. Después de que el imbécil de Sai había estrellado el auto por mirar las formas de las nubes mientras conducía, Naruto había corrido para llegar al trabajo de Gaara, pero las horas de trabajo habían acabado y Gaara aún seguía encerrado en la oficina. Todo eso le daba mala espina y estaba tan decidido a descubrirlo como de que se llamaba Naruto Uzumaki.

Al final, tuvo que regalarle todo el sushi al anciano para que le permitiera el paso. Ya no lo necesitaba, pues le parecía muy poco probable poder extenderse en una mesa totalmente desnudo y cubierto de sushi para esperar a su esposo. Aunque después de haberlo visto en una película, le hacía mucha ilusión recrear el numerito.

De cualquier manera, al mismo tiempo que subía los cuarenta pisos hasta el bufet Uchiha, aún podía sorprender a Gaara y salvar su matrimonio. Serían felices y comerían perdices.

Al llegar, encontró todas las luces apagadas y los cubículos vacíos. Como suponía que Gaara se habría encerrado en su oficina a terminar su trabajo o a jugar Angry Birds, entró en ella, pero también la encontró vacía y con las luces apagadas. Las llaves del auto de Gaara estaban sobre el escritorio. Las cogió, pensando que podría esperar a su marido en el auto cuando escuchó un ruido proveniente de la oficina al final del pasillo.

Preocupado por la idea de que hubiera algún ladrón que también hubiera sobornado con comida al vigilante y le estuviera birlando todo el mobiliario al señor Uchiha que siempre se había portado tan bien con él, se acercó con pies ligeros y se asomó por la puerta que estaba a medio abrir.

No había ningún ladrón, ni ninguna otra cosa que hiciera peligrar el patrimonio del joven Sasuke Uchiha. En vez de eso, había una rubia voluptuosa que Naruto conocía sólo de vista, totalmente desnuda, con un pelirrojo sobre ella, que Naruto sí conocía a la perfección.

Se quedó petrificado ante aquella visión. Las lágrimas comenzaban a asomarse  por sus ojos y sentía una corriente devastadora que le invadía el cuerpo. Quería morirse. Deseaba no haber nacido nunca. Maldijo el momento en que decidió hacerle caso a Temari y enrollarse con ese pelirrojo de mierda.

Gaara levantó un segundo la mirada y los ojos se cruzaron con los del rubio que seguía plantado en la puerta sin poder moverse. El corazón se le rompió de verlo ahí, tan herido e indefenso. También quería morirse. Quería que todo desapareciera y que quedaran solos su esposo y él. Quería tomarlo de la mano y abrazarlo, secar sus lágrimas y decirle que todo estaría bien. Después de eso lo llevaría a casa y le haría el amor con ternura y pasión. Y jamás volverían a separarse.

Pero nada de eso pasó.                                                 

Antes de que Gaara pudiera hacer o decir algo, Naruto se echó a correr. Tomó el ascensor mientras las lágrimas finalmente brotaban de él. Pensaba que Gaara era un estúpido, pero que él era infinitamente más estúpido por haberse enamorado de él. Le dolía tanto que sentía que el pecho le explotaría.

Ignoraba si Gaara lo había seguido o si seguía ocupado, él sólo quería correr y alejarse tanto como pudiera. Hasta llegar al fin del mundo si era imposible.

Corrió hasta el estacionamiento. Apenas quedaban un par de autos más aparte del magnífico descapotable de Gaara. Entró en él y se recostó en el asiento trasero. Lloraba en silencio y tenía toda la cara mojada.

Pensaba llegar a casa, tomar sus cosas e irse. Se mudaría a la playa o a una cabaña en el bosque. Le daba igual. Nunca volvería a hablar con Temari, ni Sai ni nadie. Se volvería un ermitaño y se alimentaría de arañas.

De repente, escuchó una voz que se aproximaba a él. Era un hombre, pero sabía que no era Gaara, pues se escuchaba exultante de alegría.

-Perfecto Ino—dijo la voz—parece que por fin ambos obtendremos lo que queremos—Lo sé, parece que no podría ser más perfecto. Gaara finalmente se desmoronó a tus pies… por supuesto, no veremos más tarde para afinar los detalles, pero parece que te lo has echado a la bolsa… sí, sí, dices que lo has filmado todo… claro, mañana a primera hora se lo presentaré a Fugaku… no me sorprendería que muy pronto fuera el nombre de Neji Hyuuga el que apareciera entre los socios del bufet Uchiha…no, cuando termine con Gaara no podrá trabajar ni en un bufet de cuarta… por supuesto que no, no iré a tu boda, mujer.

La voz se alejó y Naruto por fin se animó a incorporarse. En una camioneta negra, se alejaba  Neji Hyuuga con una sonrisa de maníaco en la cara.

El rubio se limpió la cara y encendió el auto. Aquellos no iba a quedar así.

 

Notas finales:

No me maten, por favor, pero ya viene lo interesante. Por favor, dejen sus comentarios, y el final aún está abierto, así que esta historia puede tener un giro inesperado, pero todo depende de sus comentarios. ¿Podrá Naruto perdonar a Gaara? ¿Sasuke aprovechará el problema marital para robar al rubio? ¿Ino conseguirá ropa con más tela?

Todo esto y más la próxima semana en el último capítulo de Gay por conveniencia


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