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A media primavera por Destroy_Rei

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Notas del fanfic:

Desde las cenizas, bitches~

El Roll Royce daba vuelta la esquina cada mañana, giraba frente al estadio y pasaba junto a la pequeña cancha de los de tercera división, chicos jóvenes, muchos de ellos principiantes con un talento que era pulido diariamente. Todos trotaban a esa hora, con las camisetas largas y la respiración marcada por nubes blanquecinas que exhalaban sus labios amoratados. Todas las mañanas, el jovencito del Roll Royce se agolpaba a su ventana, buscando al fuerte chico de ojos grandes que avanzaba de los primeros, hablando alegremente con el entrenador, moviendo su cuerpo entre cada paso, sonriendo con sus dientes impecables.

Cada día, empañaba con su aliento el vidrio mientras apegaba su rostro buscando verlo más, más, porque nunca era suficiente. Se mordía el labio maravillado con la forma en que su cuerpo subía y bajaba en el trote, dentro de él había nacido algo nuevo por culpa de aquella visión matutina. Algo impuro, insano e incontrolable. Era algo desconocido que no sabía cómo tratar, se avergonzaba de sí mismo, porque no podía dejar de pensar en ese muchacho, no podía dejar de imaginar sus músculos flectandose ni su tacto, que debiera ser cálido y suave. 

Cuando el auto volvía a girar y se iba por la derecha apretaba los dientes, pasaba la mano por la ventana desempañándola y daba una patada al asiento del copiloto. Las primeras veces el chofer le preguntó amablemente qué pasaba y él solo le humilló entre gruñidos ordenándole seguir con su trabajo. El hombre mayor empezó paulatinamente a guardar silencio, apretando el manubrio mientras el chico daba patadas una y otra vez al asiento de cuero, encerrado en su mundo.

Para Kim Kibum, ese chico del campo de futbol era como un trofeo. Lo quería. Deseaba ponerlo en el centro de su cuarto y enseñarlo felizmente al mundo; entrar junto a él a la catedral los domingos temprano, paseándolo; exponerlo en el salón de clases frente a los demás chicos; que todo el mundo supiera que era suyo y de nadie más. Pero, entre las cosas que no puedes tener, por muchos dinero que poseas, están los hombres y, aún si se pudiera, la sola idea volvería loco a su padre.

Aquel deporte nunca le había llamado la atención, ni ninguno la verdad, porque ese tipo de actividad física suponía golpearse y ensuciarse, cosas con las cuales no estaba familiarizado en absoluto. Por aquel chico vio un partido del Manchester contra el Liverpool una vez, se echó sobre la colcha a contemplar cómo los jugadores corrían tras el balón, resbalaban, saltaban y gritaban entre cada jugada, no encontró nada llamativo en ello, pero a la noche, no pudo evitar soñar con el muchacho futbolista jadeante, apoyado en sus muslos firmes, sonriendo, húmedo en sudor, y cuando despertó, todo aquello se materializó en una reacción corporal que lo hizo sonrojarse furiosamente y avergonzarse de sí mismo como si hubiera cometido el peor de los crímenes.

- Kibum 

Despertó de su ensoñación, mirando al hombre enfrente de él, quien mantenía una actitud seria, casi grave. Volvió el rostro para mirar a su padre que estaba parado a su lado, y le apretaba el brazo molesto, tironeándole para que se pusiera en frente y firme.

- Te he citado junto a tu padre, porque ya no hay nada que pueda hacer – habló el otro tipo con su voz grave, algo rasposa – Estás expulsado.

Se quedó en silencio, mirando fijamente al mayor, sin aflojar ningún musculo, como desafiándolo con sus ojos felinos. El hombre tosió, mirando al padre y luego volviendo hacia el muchacho, con desaprobación, pero este seguía en su postura, sin flaquear, empezando a crisparle los nervios.

- ¿No tienes nada que decir? – preguntó el viejo, frunciendo el entrecejo.
- ¡Qué alivio! ¡su escuela es una porquería! – exclamó con soberbia, sonriendo cínicamente y recibiendo al instante un palmazo en su nuca - ¡Ouch!
- ¡NOS VAMOS A CASA AHORA MISMO! – Gritó su padre, jalándolo de una oreja – pero lo que dice es cierto – gruñó, volteándose hacia el director – su escuela es una porquería.

El ramaje de Kim al que pertenecía Kibum, era uno de los más poderosos de toda Asia. Manejaban gran parte de la economía y gozaban de herencias estratosféricas, lo que había provocado que el joven, entre tanto lujo, desarrollara una actitud soberbia y desconsiderada con el resto, que molestaba mucho. Tampoco era una persona mala, solo no estaba dispuesto a realizar tareas ni a relacionarse con gente que no le gustara, por el contrario, era muy cuidadoso y sobreprotector con las cosas y personas que quería, y claro, jamás aceptada un no por respuesta, especialmente cuando se obsesionaba por algo.

Debido a su mal comportamiento, ya había desfilado por los colegios más sofisticados de la región y, en cada uno de ellos, solo había durado una temporada corta que a veces incluso no pasó del mes. Su padre no estaba de acuerdo con la política ‘inyectemos dinero para que lo acepten el año entero’ que había propuesto la madre y había decidido que la mejor solución era cambiarlo hasta que se adaptara, el problema era que el chico parecía no querer adecuarse a nada.

- Tutoría doméstica papá, eso está muy In entre los chicos, a Jjong y a Taeyeon les ha ido muy bien – explicó, mientras se subían al auto, luego de minutos de incómodo silencio
- Ellos viajan todo el tiempo, por eso tienen tutores, ya te dije, nos vamos a instalar acá, no hay porqué tenerte tutores – dijo con firmeza, haciéndole un gesto al chofer.
- ¿Y qué propones? No hay tampoco más colegios decentes y no voy a mezclarme con gentuza en los barrios bajos – replicó, haciendo una mueca marcada de asco 
- Hay un colegio, es el único y el último. Escucha bien Kibum – lo miró fijamente, causándole un escalofrío con sus ojos oscuros y duros – es tu última oportunidad, si la desaprovechas, será uno estatal, ¿me oíste?
- Mientras no se me peguen los piojos, me da igual – dijo a secas, recibiendo al instante un palmazo en la nuca - ¡Ouch!

Su vida se había vuelto asfixiante desde que descubrió al futbolista. Pasaba todo el día esperando esos escasos segundos, maldiciendo que en aquella calle jamás se produjera una congestión vehicular ¡Qué daría por estar horas pegado al vidrio mirándolo!, no dejaba de pensar en él, de desearlo, de imaginarlo en todas las formas posibles, de soñar con su perfección, con su perfil hermoso, con sus manos, con su musculatura de adolescente. En cada cosa le buscaba: revistas, diarios, televisión, internet e incluso, buscaba características suyas en las demás personas, comparándolo con sus primos, con sus primas, con los vecinos y hasta con el Pug de la otra cuadra, pero nada era como aquel muchacho. Sentía que se iba a volver loco si no lo veía alguna mañana y era por eso que se ‘conformaba’ (porque igual pataleaba en su asiento cuando giraban a la otra calle) con esos escasos segundos de deleite. Era como una droga: indispensable, adictivo y destructivo.

- Kibum-hyung, tienes que estudiar 

Miró al chico junto a él, saliendo de su ensoñación crónica, y soltó un largo suspiro.

- Min, eso es para los científicos, yo no quiero vivir encerrado en un laboratorio – replicó, apoyando el mentón en su mano – Yo me voy a casar con un futbolista, él me va a mantener y, ya sabes, está también la herencia de papá
- Hyung, con una futbolista – corrigió, frunciendo el ceño
- Eso, eso – Sonrió, cerrando los ojos.

Dentro de las cosas que más amaba, estaba Taemin, un guapo jovencito pelirrojo, que había estado toda la vida junto a él. Para Min no habían frases engreídas ni humillaciones, porque era su protegido, ‘No importa lo que hagas, siempre voy a estar de tu lado’ Le había dicho una noche, riendo como idiota luego de haber probado el alcohol por primera vez. Aquel muchacho era su mejor amigo, o más bien su hermano, eran casi como uno solo, compartiendo secretos y experiencias, como su primera pelea o su primer beso. Él creía conocerlo como a la palma de su mano y le confiaba todo, excepto aquello.

Tardó años en reunir la seguridad para hablarle a su misterio. Siempre le vio de lejos en el RollRoyce y planeó ese momento único, donde se le acercaría y se vería enfocado en esas orbes enormes y oscuras, gimió por las noches contra su colcha imaginándolo, sonriendo idiotizado y luego rezó un par de ‘avemarías’. 

Y cuando el día llegó, fue como un montón de cosas.

- ¡Choi idiota! ¡La has tirado con demasiada fuerza torpe!.

Jadeó, mirando como el chico se acercaba a la reja y le sonreía con su dentadura perfecta. ‘TÚMTÚM-TÚMTÚM’ hacía su corazón, desesperado, entre sus costillas.

- ¡Chico!

Miró el balón de fútbol en sus pies y sintió que se moría, levantó la mirada boquiabierto y torpemente correspondió la sonrisa. Era el día más feliz de su vida.

Notas finales:

Nunca pensé que lo iba a borrar y volver a subir. Tampoco nunca pensé que iba a tener tanta relevancia en mi vida, ni que iba a conocer a tanta gente maravillosa, ni que me ayudaría a descubrir ciegos aspectos ocultos en mi, en la gente que me rodea, ni que iban a cambiar tantas cosas desde la primera vez que llegó la idea a mi cabeza y se la conté a mi mejor amigo.

Bueno, les doy nuevamente la bienvenida al fanfic. Quiero agradecer a todos quienes me aconsejaron, me apoyaron y no me golpearon (más de alguno quiso hacerlo, me lo dijeron).


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