Iba directo hacia la iglesia, en un carruaje muy fino jalado por 4 preciosos caballos negros, dentro acompañándolo estaban sus dos padres, quienes dirigían una compañía que comercializaba té. Iba de muy mal humor, ya que le estaban obligando a casarse con una persona verdaderamente desesperante, aburrida y común.
-Mihael, querido- le dijo su madre, con un vestido muy elegante y un corsé debajo de este, pues el vestido dejaba que se transparentase un poco.- olvidaste de ponerte el moño- le comentó con un tono cariñoso.
-Es incómodo- resopló viendo por la ventana.
-Abróchate los botones de arriba, por favor, no quieres quedar mal frente a todos los presentes, ¿verdad?
-A la gran mayoría de esas personas ni las conozco, ¿Por qué habría de importarme su opinión?- contestó irritado, pues la persona con la que se iba a casar, y su familia, le caían bastante mal.
-Mihael, -interrumpió el padre -obedece a tu madre.
Mihael de mala gana se abotonó los 3 botones restantes y se acomodó muy bien el traje que llevaba puesto, le quedaba algo entallado, cosa que hacía ver su estilizada y masculina figura.
-Así está mejor, ahora por lo menos finge que estás contento.
Mihael puso una muy falsa sonrisa en su rostro, durante todo el trayecto, cuando hubieron llegado el jinete les abrió la puerta,ayudando a la madre a bajar los escalones.
-Diablos- soltó su padre sacando un fino reloj- llegamos 32 minutos tarde, esto hablará muy mal de nosotros- dijo mientras se apresuraba a entrar con su mujer.
-Pff . . .- resopló Mihael y camino sin ganas hasta la entrada, apenas puso un pie, todos los presentes le lanzaron miradas de pocos amigos. En el altar, el padre comenzó a dar su sermón, pasaron solo 45 minutos, los que a Mihael se le hicieron eternos. "Joder, joder, que acabe de una vez" pensaba, apretando sus puños y sudando de los nervios, y también porque traía un maldito blazer en pleno junio.
- . . . . . .Mihael Keehl, ¿Aceptas a la señorita Takada Kiyomi en la salud y en la enfermedad, riqueza y pobreza,por el resto de sus días hasta que la muerte los separe?
-Si,acepto- dijo Takada.
-. . .
Los espectadores miraban a Mello esperándo su respuesta.
- . . . Yo . . .¿?- se cortó al ver una fina figura asomada en la puerta, piel blanca como porcelana, ojos grises, cabello blanco y esponjadito, que llevaba una camisa blanca, menos el chaleco y los zapatos, los cuales eran negros.
- . . . Yo- dijo volteando a ver entrecortadamente de reojo a aquel albino con orejas de conejo y mirada traviesa que hacía un ademán para que le siguiese, mientras empezaba a correr.
-¿Tú . . . ?- remarcó algo ofendida Takada.
-Yo . . . Tengo que meditarlo- dicho esto siguió a aquel muchacho, que le había causado curiosidad e interés, dejando a los presentes boquiabiertos y confundidos.
-¡Espera por favor!- le gritaba corriendo lo más rápido que podía, pues el chico corría y saltaba velozmente. De vez en cuando el conejillo se paraba y volteaba a verle, haciendole señas de que se apresurara, pues parecía tener prisa, ya que miraba un enorme reloj dorado repetidamente.
-Es tarde, es tarde- se decía.
Llegaron al bosque, algunas ramas bajas entorpecían la mirada del rubio, lo cual causaba que fuera más lento. Logró distinguir el blanco color de aquel muchacho desaparecer tras un tronco.
-Ahh . . . uf- se recargó en aquel tronco intentando retomar el aliento. -Ese enano, corre muy rápido- se dijo a sí mismo, antes de ver una madriguera, lo suficientemente estrecha como para pasar por ahí. "Quizás se metió, ya que es en parte conejo" pensó mientras metía su torso por el agujero. Un movimiento en falso y el rubio cayó. -¡AHHHHH!- aquella extraña madriguera tenía todo tipo de muebles y cosas flotando, como si la gravedad no afectase aquel lugar. Aterrízó, y cuando lo notó un candelabro estaba en el suelo, no, más bien el estaba en el techo.
-Oh mier...-cayó con la mejilla en el suelo- ...da- se levantó, por alguna extraña razón le dolió más esa caida que la anterior, no tenía muchas ganas de averiguar por qué, solo quería saber dónde estaba aquel adorable chico, así que giró la cabeza hasta distinguir una colita esponjosa que desaparecía dándo vuelta en un pasillo. La siguió, llegó a una habitación repleta de puertas, intentó abrirlas pero no pudo. Desesperado bucó otra forma de atravesarlas, encontró una llave en una mesita que antes no estaba, la tomó y repitió el mismo procedimiento. No tuvo éxito.
-Carajo . . .- se dejó caer al suelo y se agarró la frente, soltándo un fuerte resoplido lleno de frustración. Distinguó algo al otro lado de habitación, una puerta más pequeña, que al igual que la mesita apareció de imprevisto, cogió la llave que dejó en el suelo y se acerco a la puertecita, logró abrirla e intentó meterse, pero solo cabía su cabeza y parte de un brazo.
-Ummm . . . ahora cómo paso . . .- vió un frasquito brillante en la mesa(1),dejó la llave sobre esta y lo cogió, vió que tenía una etiqueta que decía "Bébeme". No se cuestionó y bebió un poco, segundos después era del tamaño necesario, pero había un problema: Su ropa no le quedaba. Gruñó mientras buscaba algo con qué taparse. Vió un baúl de caoba con unos adornos dorados, se dirigió a él y lo abrió. Contenía un bello vestido negro con la espalda descubierta. "No me jodas" pensó levantando aquella prenda y mirándola con desagrado, pero no podía andar por ahí como Adán, así que no tuvo opción y se lo puso.
-Me siento ridículo- agarró el vestido y lo alzó un poco - Y apuesto a que también me veo ridículo. Corrío hacia la puertecilla, intentó abrirla pero necesitaría la llave. -¡¡Agggh!! Carajo- se dijo al ver que la llave estaba sobre la mesita. -Bueno, hace tanto que quería hacer esto- se dijo con una sonrisa y rompió la puerta de una patada adentrándose en aquel extraño mundo.
Había flores hermosas y enormes, animalitos que nunca antes había visto, volteaba hacia todos lados intentando encontrar a su conejito, a unos metros de él había un arbol con unos frutos muy peculiares:Pastelillos.
Su estomago gruñó, pues había ayunado porque su madre la había dicho que "comer antes de una fiesta es de muy mala suerte". Al carajo, se acercó y tomó uno de las ramas que estaban a su alcanze(2), lo revisó y comió un caramelito tornasolado(3) que estaba como adorno. Sintió un dolor algo insoportable en todos sus huesos, y segundos después había vuelto a su tamaño normal.(4)
Vió al albino hablando con un par de chicos algo desarreglados, que por el parentesco debían ser gemelos
-¿Han visto a Mail?- le preguntó el peliblanco a uno de ellos.
-No, Near- respondió uno de cabellos alborotados, con ojeras marcadas, ojos y cabello negro, que tenía el dedo índice entre sus labios y una postura encorvada. Con una camisa desalineada que se le veía grande, pantalón y zapatos negros.
-Yo- dijo el otro, un poco más arreglado, con cabello negro y una vestimenta igual a la del otro, con la diferencia de que tenía los ojos rojos.
-¿Tu, qué?- le preguntó el albino, con ojitos brillosos.
-¿Qué de qué?- le repondió con una sonrisa demente mientras se alejaba con el otro muchacho cantando.
"Heads rolling down the lown,
down the lown,
down the lown.
Heads rolling down the lown,
my fair lady"
Mientras Mihael se acercaba, los dos chicos pasaron a su lado y le sonrieron, como si ya se hubieran visto antes, cosa que extrañó al rubio(5).
-Oye- le tocó apenas la espalda a Near.
-¡Ahhh!- se sobresaltó y se escondió tras un enorme champiñón que había a un lado, pues aunque ya lo había visto lo tomó desprevenido, aparte de que usó un tono muy frio.
El rubio resopló y se acecó sigiloso hacia su escondite, donde se escuchaban algunos quejiditos.-Perdona, no quería . . .
-¿Asustarme? No lo estaba- contestó rápido el albino
-Pero si hace un momento . . . olvídalo. -puso los ojos en blanco, algo que le desesperaba mucho era que las personas negaran algo que era evidente. Iba a dirigirse de nuevo al conejito, cuando apareció en el aire otro muchacho extraño, pues tenía orejas y cola de gato, era pelirrojo y portaba una camisa roja con rayas negras un pantalón negro y unos googles amarillos que usaba como diadema.
-Mail, te estaba buscando- dijo el peliblanco apenas lo vió.
-Ummm . . .¿Para qué, malvavisco?- le dijo con una sonrisa traviesa, mientras flotaba a su alrededor.
-No me digas así.
-Te queda- le susurró al oido, pasando su cola descaradamente por su cintura, causando en el otro un estremecimiento y un sonrojo apenas perceptible.
-Umm... Mail- dijo incómodo
-¿En qué puedo ayudarte?- preguntó travieso mientras bajaba su colita a otras partes.
-P-primero, en que dejes de hacer eso- dijo intentando sonar firme y poniéndose más rojito.
-Te vez lindo con ese tono carmesí en tus mejillas- lo abrazó
-Lamento interrumpir- dijo Mihael separandolos(6)- ¿Qué lugar es este y quiénes son ustedes?
-Umm . . . ¿Y esta chica quién es?
-Es de mala educación responder con otra pregunta
-El es Mail- le contestó Near con una mirada de agradecimiento
-Pero me dicen Matt- dijo el pelirrojo sonriente flotando en rededor de Mihael con curiosidad.-¿Y tú?
-Mihael Keehl- contestó observando a Matt con desconfianza
-Es nombre de chico- dijo con una risita
-De hecho, es un chico- dijo Near mirando su reloj, impaciente.-Disculpen caballeros, pero me retiro- dicho esto se fué saltando.
-¡Oye! ¡Espera!- hizo ademán de seguirlo pero el otro lo detuvo.
-De seguro va donde la Reina Roja, yo conosco un atajo que te llevará hacia allí
-Te agradecería si me lo mostraras
-Nyaaa, claro, sígueme- jaló al rubio de la mano y se adentraron en el bosque.