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Recuerdos de un triste día de Otoño por Neko uke chan

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Notas del fanfic:

Ubicado entre el primer año de ingreso de Misaki a la Universidad Mitsuhashi, e igualmente, el mismo tiempo de estadía en casa de Usami.

 

Influencias del primer volumen del manga, Junjou Romantica acto 2.5 y volumen 4 Junjou Minimum acto 4. No por ello quiere decir que haya copia textual de algo, tampoco es spoiler para los que no hayan leído el manga. Podría considerarse un semi AU.

 

Por razones obvias (nacionalidad, idioma, profesión, etc) Junjou Romantica no me pertenece, yo sólo uso las creaciones de Nakamura Shungiku para fantasear *w*

Notas del capitulo:

 Si en mi país existiesen las cuatro estaciones, el otoño sería mi favorita.

 Amaneció. Corrieron un par de horas en la mañana y se hizo lo suficientemente claro el día para empezar la jornada diaria. Ese viernes de otoño llovía, haciendo que todo pareciera más oscuro y nebuloso de lo normal.

 Las luces de la calle estaban encendidas. A pesar de contar las ocho en punto, habían menos personas y autos transitando de lo acostumbrado por causa del mal tiempo, pero ni los trabajadores, ni los estudiantes debían de pausar sus actividades y horarios establecidos por la sociedad de una metrópoli. Aún se oían algunos ruidos de cláxones.  

 Un fuerte y apetitoso olor a café negro y tostadas flotó hasta las profundidades de la habitación del dueño de un apartamento lujoso, ubicado en uno de los suburbios más destacados de la capital japonesa. Con un gruñido monstruoso, Usami Akihiko se levantó de su cama plagada de peluches y cojines, segundos antes de escuchar el llamado de su joven pareja un piso abajo, anunciándole el desayuno. Aún adormilado, le pareció percibir el rumor de un timbrazo.

 De reojo, el escritor miró el reloj, pasaban las ocho por menos de diez minutos. Suspiró y revolvió con pereza su platinado cabello, intentando sacudirse con ello el estrés de la última semana; se dirigió al baño de su recámara y tomó una corta ducha para quitarse el sueño acumulado.

 Bajó con una muda de ropa en cuestión de pocos minutos.

   –Buenos días, Misaki  – anunció escaleras abajo, correspondiendo éste el saludo con una sonrisa y espátula en mano –Buenos días Usagi-san – se sentaron por costumbre a la mesa para tomar el desayuno. Estaba bastante oscuro por lo que las lámparas de la sala- comedor  y la cocina estaban encendidas.

  –Odio cuando llueve  – comentó el mayor mientras sorbía su taza de café –En días como estos me da más fastidio levantarme y soportar las histerias de Aikawa– mordió la tostada con desquite. Takahashi  tragaba un trozo del pequeño omelet que acompañaba los panes, mirando en dirección a su casero, sin fijarse en nada concretamente.

  Akihiko arqueó la ceja extrañado al no recibir siquiera un monosílabo en respuesta, el otro se percató de que estaba siendo objetivo de una escrutadora mirada.

 –Yo también odio los días lluviosos –respondió distraídamente. Tomó aire para lo que parecía ser un regaño cansino.

  –Y no es culpa de Aikawa-san que seas un irresponsable, ¡si te retrasas hasta para bajar a desayunar!– rezongó, haciendo que Usami frunciera el ceño. Esta vez le dejaría salirse por la tangente, pero no evadiría su corazonada por  siempre.

  –Esa malvada mujer te dijo algo para que estuvieses en mi contra, ¿verdad? Justamente hoy que termina el límite del plazo – susurró con auras negras. Misaki sólo pudo pensar, extenuado,  en los originales y convenientes argumentos (absurdos complots) que se imaginaba el escritor cuando se veía en aprietos y disgustos. Suspiró y no hablaron más hasta finalizar el desayuno.

 Tras recoger la mesa y lavar los platos,  el chico alistó todos sus materiales  rápidamente para  dirigirse a su Universidad. Su compañero de piso le observaba sentado desde su amplio sofá.  

 “Pese a estar por finalizar el segundo semestre, Misaki realmente se esfuerza todo lo que puede” pensó con admiración al verle en la capacidad de atender las necesidades de un apartamento (sus necesidades) y mantener las notas de un estudiante regular, si bien, no sobresaliente al menos responsable.

 “Seguramente, Takahiro también está orgulloso de ti” reconsideró, su irrazonable mal humor no era justificable. No en comparación a la carga que su amante llevaba sobre los hombros. Sonrió distraídamente sin percatarse.

 –Ya me voy, tengo clases a las nueve. Volveré antes del mediodía – se anunció ya listo para marchar, con su mochila a la espalda y un sobre de manila en manos.

  –Puedo llevarte, Aikawa llega en media hora y está lloviendo, me da tiempo de dejarte y regresar– ofreció Usagi, levantándose de su asiento acolchado en dirección al menor mientras éste se calzaba los deportivos y dejaba las pantuflas en el recibidor, vistiendo el abrigo que descolgó del perchero.  

 –No hace falta Usagi-san. Llevo paraguas, solo tengo que entregar un ensayo a Kamijou-sensei e ir a la biblioteca para terminar unos reportes – contestó, aún dándole la espalda, negándose cortésmente. El de ojos grisáceos agudizó la mirada. El otro estaba siendo despreocupadamente cuidadoso. Tal vez demasiado.

 –Misaki  – templó la voz en su llamado, notando un pequeño estremecimiento en su inquilino   –¿Qué te ocurre Misaki? Te noto decaído  – precavido, acortó la distancia hasta posar sus manos sobre los hombros del más bajo –No me pasa nada Usagi-san, es sólo que la lluvia me desanima, es todo. No hace falta que te preocupes por mi  – ladeó el cuerpo y retiró con delicadeza la mano amplia de su tutor, regalándole una sonrisa que intentaba ser apaciguadora sin mostrar su mirada.

–Ya me voy – y bajó rápidamente por las escaleras de la lujosa residencia. Ciertamente el día estaba opaco y frío, razón  suficiente para mermar los ánimos a cualquiera.

 Pero igualmente, Akihiko se sentía insatisfecho por su respuesta, y conociéndole como estaba seguro, podía presumir, estaba preocupado por lo que podría estar ocultándole.

 Optó por cerrar la puerta de entrada  y  se decidió a subir a su habitación para plasmar las últimas  páginas del epílogo de su novela. Antes de eso, pasó a la cocina a servirse una taza de café y encender un cigarrillo; empezaba a bajar la temperatura con la lluvia y el viento. Calentaba la cafetera cuando se percató del calendario colgando de la nevera, donde había una marca roja sobre la fecha -claramente escrita por su editora- indicándole visiblemente el tope de su entrega.

 Por alguna razón se quedó observando el almanaque.  Tratando de ver en el algo más que la furiosa letra de la chica, intuía de cierta forma que esa data estaba directamente relacionada con el estado decadente de ánimo de Misaki en los últimos días (aunque se esforzaba realmente por disimularlo). Sabía que su falta de tiempo y escazas energías esa misma semana por estar retrasado con sus manuscritos (entre reuniones y salidas a la editorial) eran la principal causante de no percatarse, realmente, que se ocultaba en los brumosos ojos de su amante cuando pretendían estar enfocados en aprender lecciones para los exigentes parciales.

 Al pensar en ello, un atisbo de culpa apareció. Todo por no haber notado (o simplemente, restarle importancia) esas ligeras pistas que se dejaban entrever en las noches cuando le hacía el amor y se le escapaban pequeñas lagrimillas que no podía retener.

 Aunque él mismo Misaki alegase que se debían a la vergüenza y el placer, no terminaba de convencerle esa presurosa respuesta.

  “No me mientas. No estás nada bien”  concluyó para sí, posando distraídamente sus dígitos sobre el anuario.                     Hirvió el café, sacándole de sus reflexiones justo a tiempo para poder escuchar el teléfono. En la memoria programada del aparato aparecería el nombre de su viejo amigo y antiguo amor no correspondido: “Takahiro”.  

  –Hola Takahiro, ¿Cómo has estado?  –se apresuró a preguntar apenas descolgar el auricular.

  –Oh…Usagi…– y el triste tono con que su amigo le nombró, lanzó dolorosamente en sus expectativas, la respuesta a todas sus inquietudes. Ahora todo encajaba: la fecha, el día lluvioso, el estado de abatimiento de Misaki. – ¿Podrías repetirle a Misaki, por favor, que no es necesario que aún se siga culpando por eso?– Las piezas del puzle ahora encajaban.

 Conocía bien a su amigo y hermano de su  pareja, por lo que sabía que estaba conteniendo las lágrimas. Demasiados años de amistad como para poder pasar ese detalle por alto.

  Sorbió con pesar una calada y las cenizas consumidas de su cigarro cayeron al suelo, un vacío profundo revolvió su estómago bruscamente.

 Era el aniversario de fallecimiento de sus padres.

  –Takahiro, yo… – intentó decir algo coherente pero no se le ocurrió nada, para evitar balbucear cerró su boca unos segundos. Dejó caer el tubo de nicotina al piso de chapilla, muriendo contra su zapato, importándole poco que dejara una quemadura en la suela. Lo siento, no sé qué decir.

  –Lo sé Usagi, no hace falta que digas nada, no quiero ponerte en una situación incómoda, solo te pido  que convenzas a Misaki de ir conmigo a la tumba de nuestros padres mañana. Hablé con él, y aunque no lo diga abiertamente, sé que aún cree que fue su culpa y piensa que no es digno de visitarlos – las palabras sonaban amontonadas, opacas y dolidas, sólo el rumor de la señal de fondo y el goteo de la lluvia afuera llenaban ese espacio silencioso cuando el mayor de los Takahashi dejaba de hablar     –Por favor Akihiko, no quiero que esté solo mañana. Menos en esta época  –un susurro, y el escritor supo que las lágrimas reprimidas corrían de nuevo por el rostro de su amigo.

  –…haré lo necesario Takahiro, no te preocupes. No estarán solos –se sintió inmiscuir en esa dolorosa y profunda fractura entre ambas personas preciadas, pero no podía evitarlo. Quería apoyarlos.

Gracias Usagi, hasta pronto  – Su corazón se estrujaba ante el sincero agradecimiento de su compañero, la llamada se cortó aún con la bocina en su oído.

 Apagó la cafetera que aún silbaba  y vertió el contenido en la taza, subió a su habitación y terminó mecánicamente -necesitaba despejarse- en cuestión de minutos el manuscrito pendiente. Se lo envió por mail a su editora, pidiéndole expresamente que las correcciones se las remitiera por el mismo medio aún a sabiendas que eso evidenciaría que algo pasaba. Pero menos podía importarle su trabajo en un momento así. Ya después habría tiempo de explicaciones.

 Revisó la hora. Faltaban escasos treinta minutos para el mediodía, así que se aventuró a pasarle un mensaje de texto a su inquilino:

    –Si ya terminaste de entregar tus trabajos pendientes, regresa rápido a casa
 
 el celular volvió a pitar al recibir una rápida respuesta

   –Está bien. Ya terminé – literalmente saltó de su asiento, tomó el móvil, el abrigo y el juego de llaves y salió de su apartamento directamente al estacionamiento de la residencia.

 Al abrirse las puertas del elevador se topó con el aludido muchacho.

  –¡Misaki! ¿Por qué llegaste tan rápido?  – no salía de su asombro. Por su parte, el universitario no esperaba encontrárselo antes de entrar al departamento, menos incluso en plena mezanina –Cuando recibí tu mensaje me faltaba una calle para llegar. Además, ¿por qué estás vestido así? – espetó pensativo, adelantándose a las intenciones del mayor.

 –Te dije que no hacía falta que me busc– Usami le tomó por el brazo y lo adentró a la fuerza en el ascensor, marcando el número del piso del que acababa de bajar –¡Oye, sé más delicado Usagi idiota!  – se soltó de mala gana –Siempre tratas a la gente como si fuesen parte de tu colección de Suzuki-san  – suspiró indignado. El novelista empezaba a impacientarse.

 Entraron al Pent House y  el dueño de la pieza le arrancó al moreno todas las prendas accesorias  que llevaba encima, lanzándolas  al suelo, incluidas la chaqueta y el paraguas mojado.  

 –¡Se va a mojar la entrada! –  sorprendido por la repentina y brusca actitud del otro, señaló en protesta el rastro de agua acumulándose junto a los zapatos en el recibidor.

  –Esto es importante, mírame a los ojos cuando te hablo – evadió la protesta y frunció el ceño, sabía que Misaki intentaba zafarse de su interrogatorio desviando su mirada y atención en trivialidades. –Te estoy viendo – mintió   –No entiendo porque estás tan molesto Usagi-san – reprochó, ladeando el cuerpo con intenciones de alejarse.

–Voy a mi habitación a cambiarme – añadió el universitario, y sin esperar respuesta se escabulló y comenzó a subir las escaleras.

  La paciencia de Akihiko se drenó con la actitud altanera y evasiva del otro.

  –Misaki, espera. No dejaré que te escapes hasta que me digas que te ocurre – al pie de las escaleras elevó la voz con firmeza, apretando su puño contra el barandal. Los nervios del aludido se comenzaban a crispar, sus manos su retorcían hasta blanquear sus nudillos, contrayendo sus hombros visiblemente molesto.

   –¿De qué rayos hablas tu también? De seguro nii-chan te dijo cosas innecesarias de nuevo ¡No me pasa nada, maldición! ¡Entiéndanlo de una vez! – gritó, sorprendiendo al escritor quien no tardó en reaccionar para subir corriendo los escalones que les separaban.

–Misaki, no escapes y no me mientas – lo apresó entre sus brazos antes de que éste pudiese iniciar la huída prevista a su cuarto.

–¡Ya te dije que no estoy huyendo! – trataba de escurrirse del agarre del más alto, por lo que Usagi se vio en la necesidad de cerrar la brecha de escape.

 –Si lo estás haciendo. Huyes por creerte responsable de algo que no es tu culpa, ¿hoy es el aniversario póstumo de tus padres, cierto? –  torció su boca un poco, se sentía frustrado por tener que usar esa insensible impertinencia con Misaki, pero de otra manera no le permitiría abordar el tema. El chico de cabellos castaños detuvo su forcejeo, tensándose  –…¿para eso te llamó mi hermano, verdad? – preguntó en un hilo de voz.

   –No se trata de lo que me haya dicho o no Takahiro, por casualidad me enteré de la fecha y eso explica porque has estado actuando tan distante estos días. Misaki, me tenias preocupado – dicho eso, su rigidez se esfumó, apoyando su barbilla sobre los lisos cabellos de su pequeño, abrazándole con delicadeza.

 –Antes de que digas algo tonto, escúchame claramente: no eres una molestia y nunca lo serás, me causas problemas cuando no me dices nada de lo que te ocurre. Crees que sé todo de ti pero te equivocas, en momentos como estos me siento inseguro por no saber cómo ayudarte y no me lo permites – sin censurarse, le dijo aquellas palabras que estaban revoloteando su cabeza hace un tiempo. Gracias a la diferencia de alturas,  besó su cabeza con ternura para darle profundidad a sus sentidas palabras.

 Sabía sin necesidad de observarle directamente, que el chiquillo estaba asombrado.

    –…yo, no quiero causarte problemas. A nii-chan tampoco, pero no importa lo molesto que pueda ser, ninguno me dirá abiertamente lo que piensa; sólo me ven como el niño huérfano que quedó a cargo de su hermano y le impidió continuar su vida – su voz se cuarteaba recordando esos inescrupulosos comentarios. Usami sólo le escuchaba con serenidad, aunque una opresión en el pecho le incomodaba en demasía.

 –Nii-chan nunca me culpará, porque sabe que yo también estoy sufriendo las consecuencias – confesó y se quebró en el acto, las lágrimas mojaban las mangas color crema del suéter de su casero sin dejarle oportunidad de disimular su pesar.

 Valiéndose de su cercanía, Akihiko le sostuvo los hombros y le volteó lentamente, hasta quedar frente a él y obligarle a levantar la cabeza, sosteniendo su barbilla y limpiando las mejillas húmedas con la otra mano –Takahiro me dijo realmente lo que piensa, y me pidió que te lo transmitiera, Misaki.– sonrió, como si hablase con un frágil niño, en voz baja y profunda. Éste solo hipaba; frustrado de mostrarse tan débil frente al que fue su tutor personal y ahora amante. Conocedor, además, de sus ocultas facetas.

 Manteniendo el contacto y sin apresurar el momento, abordó con una inusual delicadeza la continuación de aquella necesaria conversación –¿Sabes que dijo? Qué no quería estar solo mañana cuando visitaran a sus padres, necesita que lo acompañes porque te quiere, porque eres su querido hermano y su familia – el reflejo acuoso del rostro de Usami en las esmeraldas de Misaki, fue suficiente para decidirse a no dejar más nunca que aquellos ojos lloraran. No si él pudiese hacer algo al respecto.

  –Takahiro te necesita, no eres un problema para él, ni una carga. Y yo también te necesito, Misaki. Te amo – lo besó conciliadoramente, sintiendo cómo el menor se abrazaba desconsolado a su espalda.  

 Misaki entendió al fin que si alguien lo necesitaba con tal afán, haría lo posible para ser útil y devolverles el gesto, a las personas que quiere.

A Usagi.

 –…Usagi-san –susurró contra su boca, y éste le acarició el rostro como si fuese de porcelana  

–Te amo. No lo olvides – repitió el nombrado, acariciándole la espalda para volver a unir sus bocas. Cerrando los ojos para sólo sentir como los temblorosos e inseguros labios del menor se acostumbraban a la firmeza del cariño.

 El mayor empezó a dar pequeños empujones al chico para encaminarlo hacia su habitación, el universitario lo comprendió y no opuso resistencia. –¿Estás de acuerdo con esto? – susurró contra la manzana de Adán del moreno, besando con pasión su clavícula –…Si – respondió seguro, apresando con sus brazos la nuca del cabellos grisáceos.

 Akihiko sonrió contra su pecho.

~~

  Entraron a la habitación digna de una juguetería del hijo menor de los Usami. Lanzaron los osos de peluche y los cojines esponjosos para acomodarse entre las sábanas amplias sin mayor contemplación. El dueño del piso acostó a su invitado mientras se encargaba de besarle todo lo que el cuello de la camisa dejara a la vista, recogiendo algunas lágrimas que quedaban atrapadas entre sus largas pestañas.

 Con parsimonia comenzó a soltar cada uno de los botones a lo largo de la prenda, encargándose de frotar la parte interna de las piernas del chico. Al deshacerse de la tela que lo separaba del tórax de su amante atacó de nuevo su boca, sus lenguas jugaban entretenidas y sin prisa.

   –Ahh – un gemido se escapó de los labios del joven tras sentir como Usagi acariciaba sus pezones y los giraba contra su yema, endureciéndolos. El adulto solo pudo pensar que no había mayor goce en su vida, que escuchar deseoso a la única persona que había dado vuelta a la página de un largo capítulo que, en su vida, nunca creyó poder superar.

 Sonrió triunfal, llevándose con galantería la tela del pantalón que había desabrochado segundos antes.           

 Takahashi estaba confundido, se encontraba en uno de esos momentos donde congeniaban su deseo carnal y sentimental, exactamente en el punto donde quería entregarse sin importarle lo demás.

 Pero no podía. No debía.

  No podía permitirse ser egoísta y causar problemas, simplemente debía reprimirse para no volver a ser un estorbo para nadie. El ciclo vicioso de inseguridades regresaba para atormentarlo.

 –Misaki –la profunda y grave voz susurrante del mayor le llamaba, con un deje de comprensión y apoyo junto a su oído. Le tranquilizó, ya que necesitaba escucharle  –No pienses cosas que no son ciertas, si es necesario te demostraré lo contrario. Si hace falta, voltearé tu lógica para convencerte – y allí estaba de nuevo, esa mirada sublime y ese gesto que parecía siempre adivinar hasta sus más profundos pensamientos sin necesidad de expresarlos.

  Esa manera de sonreírle con ternura y acariciar sus mejillas, mientras sentía su cuerpo desnudo ser acobijado por su tersa piel era irremplazable. Sólo por eso, él se sentía capaz de romper su propio voto de silencio, capaz de ser egoísta y querer monopolizarlo. Porque lo amaba, y solo él quería ser el destinatario de ese mirar y todas sus matices.

 –Usagi-san – gimió, abrazándose más, mientras el par de dedos largos que lubricaban su entrada se deslizaban paso a paso hasta  su centro de placer.

 Dolía. Habían tenido sexo varias veces, más para calmar el calor de las hormonas que por consenso, pero el castaño no recordaba haberse sentido tan lleno, tan deseado, tan feliz.  En un vaivén lento y profundo, bailando ambos una serenata imaginaria, los dígitos fueron sustituidos por la  virilidad del adulto, la conexión pasional de sus besos y caricias se sumaba al encuentro.

                Eso es hacer el amor.

  Y lo corroboraron al sentirse necesitados del otro en la cúspide del orgasmo, apreciando en los nombres del contrario la manera de pactar una unión eterna.

 Se mantenían abrazados, mientras sus alientos regresaban con pesadez a sus pulmones y la temperatura de sus cuerpos se estabilizaba, acoplándose al fresco del otoño tras una larga tarde de lluvia.  

  Pero lo bueno no es eterno y con miedo de poder resquebrajar la atmosfera más relajada e íntima que habían gozado en días, Usami se vio en la necesidad de aclarar el deber de amigo, al pedirle una respuesta definitiva a Misaki.

–¿Irás mañana con Takahiro? Puedo llevarte si así lo quieres – se estiró hacia la mesa de noche, justo a su lado de la cama, para sacar un cigarrillo de la cajeta. El chico se tomó su tiempo para responder, un par de minutos angustiantes para el otro entre caladas humeantes.

 –Si – respondió al fin – No sería capaz de perdonarme nunca si no me digno al menos a honrar el aniversario de la muerte de mis padres – sonrió, pesaroso pero sincero y por un instante Akihiko sintió tristeza de no haber podido conocer a tales personas, estando seguro que fueron más cálidos que sus propios progenitores. Y amables como sus hijos.

  Sopló una última bocanada de su cigarro y se levantó de la cama, incorporándose al baño –Lo llamaré después de tomar una ducha – el ojos esmeralda se desarropó, cubriéndose al recoger las prendas desperdigadas por el suelo –Voy contigo – afirmó.

 –¿A dónde? ¿Al baño? – inquirió con fingida sugerencia el otro, recibiendo un gruñido disconforme como respuesta –No, pervertido. Hablo de llamar a nii-chan – su tono no sonó tan irritable como hubiese querido pero era imposible evitarlo: aún revoloteaban en su mente las escenas y emociones de un par de horas atrás; se sintió visiblemente avergonzado ahora que lo pensaba en frío.

  Por suerte para el universitario, el escritor ya había ingresado al baño de su pieza, imitándole después al dirigirse a su propia habitación.

~~

  Media hora luego bajaron a la sala, cambiados de ropa y listos para hacer la llamada telefónica; probablemente la más difícil en años.  Akihiko descolgó el auricular tras presionar de memoria las teclas que codificaban el número de residencia de su amigo de estudios superiores, deseando escucharle al finalizar los timbres de espera.

  –Residencia Takahashi ¿diga? – se escuchó la voz del hermano mayor de Misaki al otro lado de la línea –Takahiro, soy yo – anunció. Al saber que Usami había recibido respuesta a su llamada, su pequeño amante, escuchando justo tras él, dio un respingo inconscientemente. –¡Ah! Usagi, que bueno escucharte otra vez – contestó, un poco más firme que la penosa voz que le escuchó hace un par de horas

  –Takahiro, hablé con Misaki… –tras oír el nombre, la actitud relajada y lerda del otro adulto cambió a una más preocupada  –¿Y qué te dijo? –se apresuró a preguntar.

  –No se trata simplemente de lograr convencerlo un par de veces; mejorar una actitud es algo en lo que ni tu ni yo podemos meternos, si él no coloca de su parte – acotó en respuesta. Misaki tragó duro, imaginándose cómo reaccionaría su hermano tras las certeras palabras de su amigo.     – ¿…entonces,  dijo que… –fue interrumpido por un pequeño resoplido –No saques conclusiones apresuradas, Takahiro. Lo que trato de decirte es, que él mismo quiere comenzar a poner su esfuerzo…dijo que irá – no podía ver la sonrisa que tenía el hombre con lentes al otro lado del teléfono, pero era un hecho que si podía intuirla. Algo le dijo que el otro Takahashi, justo tras suyo, también estaba sonriendo.

 –¡¿Es en serio?! ¿No me estás mintiendo para alegrarme, cierto? –un chirrido reprimido y aún agudo evidenciaba  su repentina dicha, procurando no dar por sentado el imprevisto pero deseado cambio de parecer de su hermano menor –Nunca podría hacer algo así, no me lo perdonaría – aclaró el escritor –Pásamelo Usagi, pon a Misaki al teléfono por favor – pidió calmadamente.             –Entendido, ya te lo paso – dicho eso, volteó hacia el oyente, expectante silencioso de la conversación.

   –Misaki, Takahiro quiere hablar contigo – posó una mano en su cabellera parda y con la otra le tendió la bocina del aparato. El menor asintió invisiblemente, conteniendo la respiración un momento.

 – ¿Nii-chan? –soltó el aliento audiblemente, esperando una respuesta.

  –Misaki, eres tú de verdad… –susurró apacible, casi feliz  –No digas cosas extrañas, claro que soy yo nii-chan ¿Quién si no? – intentó reír, alivianando un poco su nerviosismo –Cierto, sabía que atenderías – y de nuevo, el chico escuchó ese tono tan comprensivo de su hermano haciendo eco en sus tiernas memorias, el único que tantas veces se disculpaba con él cuando le hacía llorar aún a sabiendas que la culpa de muchos inconvenientes eran del pequeño Misaki. Un leve temblor se instaló en la mandíbula del moreno. –Nii-chan, iré contigo a visitar a nuestros padres mañana. Lo prometo – con firmeza, pese a que su voz bajó dos octavas; hubo un breve silencio en la línea hasta que Takahiro habló en voz baja.

 –Misaki…¿estás llorando? – el aludido se sorprendió al escuchar tal pregunta, así mismo al tocar su rostro mojado, cubriéndose la boca por acto reflejo      –…Si – admitió, estremeciéndose.

  –…qué bueno que te expreses sinceramente, pensé que era el único – una penosa risa, opacada por el sorbido nasal de su respiración.

 Misaki rió entre lágrimas, sintiéndose respaldado por el suave palmeo de su pareja sobre su hombro –Nii-chan, eres muy blando. Bueno, la culpa es mía por mimarte – jugando a ser la mamá fuerte, como solían hacer hace años.

 –Misaki…no es tu culpa, nunca lo fue, y aún así te agradezco todo lo que has hecho por mí hasta ahora –el chico no sabía que decir, las lágrimas terminaron de correr contra su piel como las gotas de lluvia en las ventanas, simplemente pudo asentir en silencio.

 –Nos vemos mañana Misaki, llamaré mas tarde para planear los horarios – la llamada se cortó tras una respuesta monosílaba del universitario, colgando el teléfono mecánicamente.

  Había parado de llorar, pero los ojos aún le punzaban junto con sus sentimientos. No dijo nada y se abrazó a Usami, él tampoco le preguntó el porqué del extraño contacto repentino y correspondió su gesto.

  El escritor bajó la cabeza hasta el nivel de la clavícula del contrario, apoyando su barbilla en el hueso del hombro, hablándole profundamente al oído  –Cuando Takahiro llame a la tarde, haré lo posible para poder acompañarte hasta donde necesites –  realmente deseaba ir con él y no dejarle solo más nunca en ningún lugar, pero no podía permitirse incomodarles en un momento tan crucial en su fraternidad.

  –… –sin respuesta, el de cabellos almendrados se sujetó fuertemente de su casero, alzándose en puntillas, apresándose a su tórax.

   El frío ventoso había cedido con las primeras horas de la tarde, aumentando la temperatura entre los tímidos chapoteos de la llovizna que no lograban detener los escasos pero cálidos rayos de Sol.

 Si, ven conmigo por favor…. Y aunque no se lo dijera con palabras, estaba consciente que él lo sabía, porque siempre ha sabido leerlo como si fuera un libro abierto.

 

Notas finales:

 Este fic surgió fugazmente luego de empezar a releer el manga, cuando comenzaba por la ronda de los primeros volúmenes donde detallan la muerte del matrimonio Takahashi. Si bien, en el anime muestran una pequeña parte y la minimizan olímpicamente, en la historieta me hicieron llorar por Misaki.


 Espero haya sido de su agrado. Confieso que tuve que reeditarlo varias veces para quedar satisfecha u_u ¡otro fic a mi serie! XD


 Gracias por leer, saben que los comentarios nunca son despreciados =3


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