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Monster por Charlie A

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Notas del capitulo:

Los personajes no son mios. Titulo, y las letras al principio, de la canción de Paramore. Letras al final, de Playing God, tambien de Paramore.

Enjoy~

You were my conscience
So solid now you're like water
And we started drowning
Not like we'd sink any further
But I let my heart go
It's somewhere down at the bottom
But I'll get a new one.
Come back for the hope that you've stolen

El piso estaba frío, pero, extrañamente, eso le ofrecía cierto consuelo. Aún podía sentir, eso todavía no se lo había quitado. Podía escuchar a Kouyou moviendose por el apartamento, pero mientras no entrase todo estaba bien.
La cabeza le dolía y las marcas en sus muñecas se estaban volviendo de un rojo que contrastaba notoriamente con la pálida piel. Cuando trataba de moverse una punzada de dolor atacaba el costado derecho de su abdomen. Lenta y cuidadosamente se arrastró hasta la cama y, con todas sus fuerzas, se subió a ella. Estaba cansado y quería dormir, pero el dolor no le dejaría hacerlo, eso lo había entendido hace tiempo.
El sonido de unas llaves y el posterior portazo le indicó que el mayor había dejado el apartamente. Con un poco de suerte, no llegaría hasta el día siguiente, después de su trabajo.
Con movimientos lentos, cubrió su desnudo y maltratado cuerpo con las mantas y luego apagó la luz.

El sonido del teléfono lo sacó abruptamente de su ensimismamiento. Una chica llamaba para preguntar si podía entregar su libro al día siguiente. Yutaka le explicó que si así lo hacía tendría que pagar una pequeña cantidad de dinero por el atraso. La chica dijo que entendía y luego de agradecer colgó.
El castaño volvió su mirada hacía el frente, al mismo punto en el que había estado antes de la interrupción. Todas las semanas, en al menos una ocasión, veía a ese chico rondar por la biblioteca. Era pálido, delgado y un poco más bajo que él mismo; en un principio, un par de años atrás, su pelo había sido rubio, lo primero que había llamado la atención de Yutaka, pero poco después, el chico lo cambió por el negro, el cual parecía ser su coloración natural, y así lo había mantenido.
Siempre leía libros sobre periodismo y las pocas veces que el tema variaba también se trataba de libros informátivos, sea sobre contaminación ambiental o abuso sexual, hasta arquitectura o grandes felinos; por lo tanto, era lo normal deducir lo que el chico estudiaba. El propio Yutaka estudiaba, pero psicología, y nunca había visto al joven, que no debía pasar de los 19 años, en el campus de su universidad.
Habían conversado, en varias ocasiones, pero siempre se trataba de diálogos superficiales, sobre libros, sobre clases, sobre hechos de actualidad, nunca habían pasado del "¿cómo ha sido tu día?" en lo que trataba a temas personales. Ni siquiera sabía su nombre.
Ese día en particular, algo parecía ir mal. Luego de su fallido intento de iniciar una conversación, el chico en cuestión había preguntado por todos los libros sobre abuso sexual y maltrato físico, sexual y psicológico que habían en el lugar, luego de buscar todos y cada uno de los títulos nombrados y dejarlos en la mesa en la que se había asentado, realizó el mismo proceso, pero con libros respecto a los trastornos de la personalidad, particularmente referentes a la personalidad antisocial. Eso era una parte, la otra parte era el labio roto, los lentes de sol y el notorio maquillaje, la cojera y como el chico repetidamente se ocultaba las muñecas.
Para Yutaka, no había que ser ni muy inteligente u observador, ni estudiante ni practicante de psicología, la evidencia estaba ahí mismo, frente a sus ojos. Y él tenía que hacer algo, porque aquella no era la primera vez que veía al chico en una situación como aquella.

El día paso rápido y ajetreado. Devoluciones, préstamos, libros que ordenar, libros que buscar. Era época de exámenes, por lo que para Yutaka era entendible que se necesitará de tres empleados para evitar el caos lo mejor posible y que la mayoría de las mesas estuviesen llenas de gente o de libros. Los peores eran los estudiantes de leyes y de medicina, que se rodeaban de libros y los puestos a sus costados quedaban inutilizables.
Poco a poco, varios de los estudiantes habían optado por llevarse algunos libros a casa, donde podrían estudiar tranquilamente y de donde no serían hechados a penas diesen las 8 de la tarde, por lo que para las siete y media, el lugar ya se estaba vaciando y solo unos cuantos pelagatos, aquellos que seguramente no tenían una credencial, seguían leyendo y tomando apuntes a velocidad de vértigo.
Uno de esos pelagatos era el chico pelinegro, quien leía mucho más de lo que tomaba apuntes. Yutaka no dejaba de observarle; desde la primera vez que lo había visto había sentido un no se que, una extraña fascinación por el delicado aspecto, por la suave voz, por los comentarios inteligentes. Hacía meses que había aceptado su deseo por el joven, pero cualquier ligera insinuación era rechazada e ignorada. Quizás es heterosexual, se había convertido en su consuelo luego de finalmente darse porvencido, pero el chico era atractivo y su sonrisa cautivadora, por lo que a cada momento se sorprendía, o al menos así había sido en un principio, observando al muchacho.
- ¿Yutaka? - un hombre le llamó.
- ¿Si?
- Puedes irte.
- ¿Seguro, Ueda-san? Aún no son las 8.
- Solo quedan quince minutos más y ya casi no queda nadie. Vete, yo cierro.
- Esta bien. Gracias.
- Pero antes, despacha a ese chico, ¿quieres? - señalo al chico que Yutaka había estado observando. - Ha estado ahí desde antes de que yo llegará y se ve como que tiene para rato.
- Por supuesto.
Yutaka firmó en el libro de asistencias, tomó su mochila y su chaqueta de cuero de debajo del mesón y se dirigió a la mesa en la que estaba el pelinegro. Se sentó frente suyo.

El bibliotecario se sentó frente suyo y Akira se acomodó nuevamente las mangas de su sweter. Le ponía nervioso que la gente se le acercara, le observara cuando estaba en esa situación, con los moretones y las marcas a flor de piel. Claro que en cualquier otro momento también le molestaría que la gente se le acercase.
- Disculpa si te interrumpo, pero estamos por cerrar - hablo respetuosamente el hombre.
- Todavía quedan 15 minutos hasta que cierren.
El bibliotecario se llamaba Yutaka Uke, como lo señalaba el pin que aún llevaba puesto, era un poco más alto y tenía una mayor contextura que él, su pelo era castaño oscuro y su piel morena, pero solo un poco; Akira estimaba que tenía 25 años y suponía, por la increible cantidad de veces que se le había insinuado, que era homosexual. Desde que iba a la biblioteca que le había visto trabajando allí y tenía entendido que estudiaba psicología, cosa que le incomodaba.
- Llevas horas encerrado aquí, y estas leyendo con lentes de sol. ¿No tienes algún lugar al que ir, alguien con quien estar?
Akira le observo detenidamente a través de los lentes y llego a la conclusión de que lo mejor sería irse, para evitar una conversación más profunda. Rápidamente fue ordenando los libros a su alrededor, pero cuando se iba a parar un repentino dolor en su costado le tomó por sorpresa, no pudo evitar hacer una mueca de dolor y volver a apoyar su cuerpo en la silla. Cuando quisó darse cuenta, el hombre estaba frente suyo con un rostro que denotaba una preocupación que Akira no lograba entender.
- ¿Dónde te duele? - preguntó alarmado; impulsivamente, Akira lo empujó, alejandolo de él. - Solo quiero ayudarte.
- No necesito ayuda.
Akira tomo sus cosas y se fue del lugar, haciendo caso omiso del intenso dolor que sentía.

- Akira, mirame - la voz era suave, como solía serlo cuando él se disculpaba. - Por favor, disculpame.
El pelinegro observo su rostro detenidamente. Se veía realmente arrepentido. Akira sonrio y le beso delicadamente en la frente.
- No te preocupes, se que no fue tu intención.
El mayor sonrió calidamente y le beso en los labios.
- Te amo.
- Y to te amo a ti.

- ¿Yutaka? - una voz sono desde el pasillo. - ¿Yutaka eres tú?
- ¿De qué serviría preguntar si fuese un ladrón?
- Ja-ja. Mi hermanito es tan gracioso.
Una mujer en pijamas salió de la última habitación del pasillo y se dirigió a la cocina, donde estaba el menor. Cuando estuvo frente al hombre le dió un abrazo y un beso en la mejilla.
- ¿Cómo has estado?
- Bien. ¿Tú?
- Estupendo.
- ¿Miharu no está?
- No, fue donde un amigo. Noche de chicos - aclaró la mujer haciendo una mueca.
- No te quejes sobre noches de chicos con un chico.
- No me quejo - se defendió la castaña, sonriendo. - ¿Cómo te ha ido en la universidad?
- ¿Cómo crees? - ella se encogió de hombros. - Mejor de la clase. Tengo un promedio 9,7 de 10.
- ¡¿En serio?! ¡Estoy tan orgullosa de ti! - la mujer abrazó fuertemente a su hermano. - No sabes lo orgullosa que estoy. Después de todo lo que paso...
- Hana, no hablemos de eso, ¿si?
- Es solo que me enorgullese y alegra tanto. Te quiero mucho.
- Yo también te quiero mucho.

Kouyou caminaba de un lado para el otro frente a Akira, como animal enjaulado. Empuñaba sus manos y luego las extendía, las empuñaba y luego las extendía. Su respiración estaba agitada y sus mandíbulas tensas.
- ¿Lo hiciste?
- No.
- Mientes.
- No te miento. Kouyou, mirame.
- No, tu me mientes.
- Kouyou, no te estoy mintiendo. No lo hice.
- No te creo.
Akira se calló. No sabía que hacer, ni que decir, solo podía cruzar los dedos y rogar porque el mayor se calmara. Pero eso nunca pasaba, la esperanza era una vana ilusión, él lo sabía.
- ¿Por qué lo hiciste?
- No lo hice.
- ¡Deja de mentir!
Rápido, Kouyou se acercó al menor y lo agarró fuertemente del antebrazo, sarandeandolo. Akira, sorprendido, se quedó quieto.
- Kouyou, me duele.
- Pues me alegro.
A veces, las palabras, o la total ausencia de ellas, era lo que más daño le hacía. A veces, era el simple hecho de que Kouyou no le creía cuando le decía que lo amaba, que nunca le engañaría, que nunca le dejaría, cuando le decía la verdad. Una lágrima surco la mejilla del pelinegro, pero él sabía que aquello no significaba nada para el otro, aquello no haría mella en su compasión. La presión del agarre aumentó y Akira cerró sus ojos; por más que se quejara, que suplicara, eso no haría más que causarle mayor placer al otro. Una idea cruzó su mente. Placer. El menor volvió a abrir sus ojos y miró directamente a los ojos del hombre.
- Te lo puedo demostrar - algo brilló en los ojos del mayor.
- ¿Cómo?
- Nadie me ha marcado. Nadie excepto tu.
Deseo. Lujuria. Brillaron en los ojos de Kouyou. Aquello era bizarro, pero era su mejor opción, quizás, su única opción. La presión en su antebrazo desapareció y el mayor llevo su mano a la delgada cintura de Akira.

A su lado, la cama permanecía vacía. Eran ya las 8 de la mañana, y Kouyou se había ido hacía, al menos, una hora al trabajo. Sus músculos estaban adoloridos y sus ojos estaban irritados por haber permanecido abiertos toda la noche. Akira se estiró y, lentamente, se sentó, abrazando sus piernas contra su pecho. La luz se colaba entre las cortinas y exponía sus delgados miembros. Había perdido bastante peso a lo largo del año y las costillas ahora se le notaban. Se puso de pie, cuidadosamente, y fue al baño.

Mismo lugar, misma hora, mismas personas. El chico estaba sentado en la misma mesa, en la misma silla que el día antepasado. No usaba lentes de sol, pero su labio todavía estaba en malas condiciones. Esta vez no era ni el abuso ni los trastornos de personalidad, esta vez había vuelto a los libros sobre periodismo. Yutaka le observaba desde la distancia, leyendo sobre el síndrome de Asperger con sus gafas puestas. Era viernes, por lo que el día estaba bastante lento y Yutaka solo era interrumpido por los eventuales llamados que recibía.
- ¿Disculpe? - un chico de no más de 15 años se acerco al mesón.
El chico hablaba nervioso y Yutaka no recordaba haberlo visto antes. Quería saber los requesitos para tener una credencial y poder llevarse libros a la casa. Yutaka le explico que la inscripción tendría que ser hecha por su madre, padre o algún otro familiar mayor de edad y luego le explicó lo que esa persona tendría que traer para poder inscribirse. Yutaka trató de ser y sonar lo más amable posible y para el final, Takashi, el chico, estaba muchisimo más relajado. Takashi luego le preguntó por alguna recomedación de libros de ciencia ficción y después de que Yutaka le recomendara un par de títulos fue a buscar uno de los libros que le llamó particularmente la atención.
Por ese momento, Yutaka dejo de observar al pelinegro sentado a unos metros suyo. Cuando volvió a dirigir su mirada al joven, este le observaba. El rostro era completamente plano, sin ninguna expresión, y la mirada era inquisitiva y penetrante. Por un momento, la intensidad de la mirada le cohibió, pero finalmente le sonrió, a lo que el joven no hizo más que bajar la mirada al libro que estaba leyendo.

Naoyuki, Nao para sus amigos, era su mejor amigo desde hacía más de 10 años. Se habían conocido jugando fútbol con unos amigos en una cancha del barrio y por un tiempo, cuando los padres del menor, Nao, se separaron, vivieron en el mismo edificio. Nao era alegre y optimista, adicto a la cafeína y al jazz, y siempre era el foco de atención por su maravillosa y burbujeante personalidad. También, era con quien Yutaka pasaba las noches cuando ambos estaban solteros y necesitaban liberarse del estres. Como en aquel preciso momento.
El menor estaba esparcido sobre Yutaka, apoyando el costado derecho de su cabeza en el pecho del mayor, mirando a la nada mientras las manos de Yutaka acariciaban su espalda, creando círculos y ovalos en la suave piel.
Lo que ellos tenían se había dado, sinceramente, de la nada, años atrás, en un momento de calentura y se había mantenido, intermitente, a lo largo de los años. Era algo que tenía como bases la confianza y familiaridad que tenían el uno con el otro.
- Deberías salir, ¿sabes? - comento el menor. - Ve a citas. No lo has hecho desde hace más de un año.
- Estoy bien así.
- No durare soltero para siempre.
- Entonces seguire así hasta que tengas a alguien.
- ¿Por qué no sales con ese chico del que me has contado? El de la biblioteca.
- Ya me di por vencido con él.
- Quizás si fueras más directo...
- Pues no lo soy - recalcó Yutaka.
- Pues empieza a serlo. Las insinuaciones no te serviran para siempre.

- Te amo - susurro el mayor a su oido.
- Y yo te amo a ti - contesto él.
Una mano acaricio su brazo. Unos labios besaron su cuello. Un gemido escapo por su garganta cuando el mayor le penetro, delicada y suavemente. El suelo estaba frío, pero a Akira no le molestaba; adoraba los momentos como ese, y no iba a interrumpirlo por un pasajero malestar.
- Akira.
- Kouyou.
El vaivén comenzó; lento, suave en un principio, aumentando su velocidad progresivamente. Akira se sentía perdido en un mar de emociones, se sentía deseado en un salvaje ataque a sus sentidos, se sentía amado en un sinfín de palabras y promesas resonando en el aire. Por un momento, Akira lloró, y lloró de felicidad.

Era lunes, y, aunque el lugar no estaba lleno, tampoco estaba vacío. Yutaka miró a su alrededor, contando superficialmente la cantidad de gente. Nueve, fue su primera impresión, sería un día considerablemente movido, y él iba a estar solo por dos horas, desde las seis hasta el cierre. El castaño acomodó sus cosas debajo del mesón y, tomando un libro sobre el trastorno de personalidad múltiple, se sentó.
Por media hora no fue capaz de concentrarse en el libro, hasta que finalmente lo dejo a un lado. Había conversado con Nao durante el fin de semana, sobre un montón de cosas, como solían hacer; el chico de la biblioteca siendo uno de los temas. El menor le había metido una idea, y ahora la idea le carcomía lentamente. Pero Yutaka nunca había sido directo, con nadie, ni siquiera con Nao cuando la atracción surgió. ¿Qué tal si funcionaba? ¿Qué tal si no funcionaba, y esta vez era rechazado directamente?
El joven bibliotecario paso la siguiente hora observando a la gente que iba y venía, atendiendo a aquellos que pedían ayuda o se llevaban un libro a la casa, pensando en un sin número de cosas. Eran las seis y cuarto cuando el joven paso por la puerta y se dirigió al mesón.

- Buenas tardes - saludó, educado el joven.
Su labio ya estaba mejor, pero tenía ojeras y una marca roja en el cuello.
- Buenas tardes. ¿Algo en lo qué te pueda ayudar? - el pelinegro se mantuvo en silencio, observandole, por un momento antes de contestar.
- ¿Tienen libros sobre asesinos seriales?
- Por supuesto. ¿Necesitas algo histórico o algo enfocado en el estudio psicológico?
- Lo que haya - resolvió el menor con una sonrisa.
- Esta bien. Deja buscar en el sistema.
- ¿Todavía usan los mismos ordenadores que se demoran siglos?
- Lo siento, pero no se gana mucho dinero en una biblioteca.
- Ojala no sean muchos títulos.
- Ojala - Yutaka observo al joven por el rabillo del ojo y decidió que el plan de Nao no sonaba ni la mitad de mal. - ¿Cómo te llamas?
- ¿Disculpa? - el pelinegro se volteó sorprendido.
- Nunca me has dicho tu nombre - el pelinegro le sonrió.
- Nunca me lo has preguntado - el castaño rió.
- Te lo estoy preguntando ahora - el pelinegro se mordisqueo el labio inferior, inseguro, luego decidió que aquello no podía ser tan malo.
- Akira - dijó.
- Akira - repitió el castaño, saboreando el nombre. - Es un buen nombre.
- Suena a nombre de chica - bufó el pelinegro. El castaño rió y luego se calló.
- Al menos tu apellido no es Uke.
- ¡Uf!
La sonrisa del chico era preciosa, pero insegura, Yutaka lo podía notar. Los resultados aparecieron en la pantalla y luego de ayudar a Akira a buscar los libros, el bibliotecario volvió a su silla tras el mostrador, y el joven se fue a sentar en la misma mesa de la semana pasada.


El hombre era atractivo, interesante y amable, Akira le podía conceder eso, pero no se podía permitir acercarse a él. Todas sus amistades, todos sus conocidos, a todos los alejaba; eran solo él y Kouyou, eso lo tenía bastante claro.

Su mejilla se tiñó de un intenso carmesi al tiempo que se la tocaba delicadamente con su mano derecha. El golpe no había dolido tanto, porque Kouyou estaba ebrio, y cuando Kouyou estaba ebrio sus golpes podían ser bastante torpes, o también bastante salvajes.
El hombre mascullaba sobre la conducta de Akira, sobre lo irrespetuoso que era con él, sobre lo promiscuo que era. Todas mentiras. Pero Akira no se defendió, el sabía que defenderse solo empeoraría la situación; por lo que se mantuvo allí de pie, quieto, sin decir ni una sola palabra.
Kouyou trastabilló hasta uno de los sofas negros y se derrumbó en él, reposando su cabeza entre sus manos, como si pensara profundamente en algo. Akira siguió en su lugar un momento, luegó se acerco y se sentó al lado de su pareja.

La última persona ya se había ido, por lo que solo quedaban él y el guardia de turno. Mientras charlaba amenamente con el hombre, iba ordenando algunos libros que habían sido devueltos y poco después de las ocho y media ya estaba tomando sus cosas para irse a su departamento.
Llovía torrencialmente, tal y como habían anunciado en el canal del clima, y estaría oscuro como boca de lobo de no ser por la luminaría. Yutaka abrió su paraguas y descendió los escalones. No había caminado ni una cuadra cuando se encontró se frente con lo insospechado.
Akira iba mojado hasta los huesos y tenía una expresión algo extraña, entre ausente y a punto de decir algo que no lograba salir de su garganta; el párpado superior de su ojo derecho estaba notoriamente inflamado y tiritaba como una hoja quebradiza. Yutaka se quedo inmóvil por la sorpresa por lo que le pareció minutos enteros.
- Ayudame - habló, susurró, finalmente el chico, sacando al castaño de su trance. - Por favor.
Y comenzó a llorar, o al menos eso le pareció, porque su rostro estaba tan empapado por la lluvia que era difícil saber si realmente estaba llorando. Yutaka se le acerco y le puso el paraguas en la mano cubriendo a ambos; se sacó la chaqueta y se la puso a Akira sobre los hombros, volvió a tomar su paraguas y sujeto al pelinegro de la cintura.
- Solo - dijo entre sollozos -, no me lleves al hospital.
Aquel chico debía estar mal de la cabeza, seguramente el maltrato le había trastornado irremediablemente. Pero aún así, sin saber realmente por qué. Yutaka no lo llevo al hospital. En cambio, siguió derecho por cuatro cuadras y luego giró a la derecha. Lo llevó a su apartamento.
Apenas entraron, Yutaka tiro sus cosas al suelo y comenzo a desvestir, lo más rápido y delicado posible, al joven. No pudo evitar prestar atención a su cuerpo: estaba delgado, al punto que ya debió haber dejado de ser saludable hace tiempo, y sumamente pálido, a excepción de dos feos moretones, uno en su abdomen y el otro en una pierna, además de un corte de considerable severidad en su espalda baja. El castaño lo tomó en brazos y lo llevo al baño; el chico tiritaba de forma horrible.
Cuando Yutaka abrió la llave de la ducha y el agua caliente golpeo el cuerpo de Akira, este comenzo llorar de nuevo, no un sollozo esta vez, sino más bien un gimoteo. Su cuerpo convulcionaba peligrosamente cada vez que respiraba, por lo que Yutaka se sacó la ropa y se paró a su lado, sosteniendole y susurrando que se calmara a su oido. Aquello era algo así como una pesadilla.


Le gustaba como Yutaka le tocaba, como si fuese algo delicado y que se merecía semejante suavidad. Como le gustaría estar con alguien que le tocase así, como le gustaría que Kouyou le tocase así.
El hombre le desinfecto una herida de la que ni siquiera sabía su existencia y después la cubrió con un vendaje algo improvisado, pero que Akira realmente apreciaba. Luego le cubrió con una manta y comenzó a pasarle algo de ropa que iba sacando de sus muebles.
- Te dejare para que te vistas solo - le dijó cuando salía por la puerta.
Akira se quedo quieto por un momento, escuchando la lluvia. Aquella situación le parecía irreal, un sueño. Nunca antes había hecho algo como eso, huir de Kouyou, y se sentía culpable por haberlo hecho, además de asustado al pensar en lo que el mayor le podría hacer cuando volviese.
Con movimientos algo lentos y torpes se pusó la ropa que le habían entregado, que consistía en unos pantalones de buzo gris y una polera y un chaleco negros. Todo le quedaba grande, exageradamente grande. Tenía que hacer algo para devolver su peso a un dígito normal en la pesa del baño. Se puso de pie y salió de la habitación.
Una luz tenue iluminaba la cocina, donde el hombre se encontraba, haciendo malabares con un sarten. Por un momento, mientras observaba una situación tan hogareña y normal, le pareció que las cosas estaban mejor de lo que el dolor en su cuerpo le decía.

El departamento le recibía en silencio, acusador. Llevaba puesto el buzo grias y la polera y chaleco negros, junto a unas zapatillas, también negras. Sus cosas iban en una bolsa de plástico negra.
Era sábado, por lo que ni él ni su anfitrión se habían tenido que preocupar por faltar a la universidad por culpa suya, y Yutaka siempre iba de tarde al trabajo, a no ser que alguien le pidiese cambiar de turno.
Dejó la bolsa en el recibidor y fue a su habitación a cambiarse de ropa.


-¿A dónde fuiste anoche?
- Da igual.
- A mi no me da igual. ¿Con quién estuviste?
- Con un conocido, le pedí que me dejara pasar la noche.
- ¿Nada más?
- ¿Qué más haría?
- Con él podrías hacer de todo.
- Solo pase la noche en su sofá, nada más.
El hombre le observo el rostro, fijamente, por un momento, luego se le acerco rápidamente. Akira pensó que le iba a, como mínimo, golpear.
- Lo siento, Akira - le dijo al oido, mientras le acunaba contra su pecho. - No sabes cuanto lo siento.

Kouyou no le ha golpeado, no le ha insultado, ni siquiera le ha mirado feo durante toda la semana. Entonces, ¿por qué estaba ahí? Kouyou iba a pasar la noche fuera de la ciudad, por lo que había decidido salir a dar una vuelta, una simple caminata, pero sus pies habían andado por si solos y le habían llevado al departamento de Yutaka. No estaba herido, no necesitaba ayuda, no tenía ninguna razón para estar allí, pero al mismo tiempo tenía la única razón que valía: quería estar allí, quería estar con Yutaka.
Akira levanto el brazo y luego lo volvió a bajar. Se mordió el labio inferior. Luego volvió a subir el brazo y golpeo, tres veces. Muy en el fondo, esperaba que el hombre no estuviese, pero si estaba, solo que no dentro del apartamento, sino que afuera, en el pasillo, viendo a Akira con una expresión de preocupación en el rostro.
- ¿Te ha golpeado de nuevo? - preguntó, pero cuando Akira se da vuelta a verle se da cuenta que no es así, que no es por eso que ha ido. Aún cuando ya se ha dado cuenta de eso, Akira niega con la cabeza.
- Yo..., yo solo vine.
- ¿Sin ninguna razón?
- Ninguna - Yutaka sonrió, aquello le gustaba.
- ¿Qué tal darme las gracias?
El chico bajo el rostro apenado mientras Yutaka se le acercaba.
- No se como agradecertelo.
- Solo tienes que decir "muchas" y "gracias", junto - al momento que el castaño abría la puerta, Akira recuperaba la compostura.
- Muchas gracias - sonrió -, Yutaka.

- Cocinas realmente espléndido - gimoteó mientras terminaba su segundo plato. A Yutaka simplemente le encantaba tener a quien cocinarle. - Me gustaría poder cocinar tan bien.
- Te puedo enseñar, si quieres.
- Oh, por favor - rogó con una linda sonrisa pintada en sus labios.
Llevaban ya dos horas encerrados, hablando como si fuesen viejos amigos que no se veían desde hace años. Akira era realmente inteligente, pero algo tímido cuando se trataba de expresar sus opiniones respecto a temas concretos. Probablemente estaba perdiendo la confianza que le requerría defender una opinión. Aún así, Yutaka estaba pasando un buen rato con él.
- Tengo una pregunta - Akira le observo expectante. - ¿Qué edad tienes?
- 22.
- ¿22? Pero si pareces recién salido del colegio - el menor sonrió.
- ¿Y tú?
- 25.
- Te ves un poco mayor.
- Auch - Akira rió.
- No en un mal sentido. En un sentido que... no se, pareces como si hubieses vivido más, eso es todo.
Repentinamente, un celular sonó. Akira sacó el aparatito azul de su bolsillo y frunció el entrecejo, se disculpó y caminó al recibidor. Era Kouyou.

- Lo siento, me voy.
Yutaka le observó fijamente y perdió la sensación de bienestar que había estado teniendo hasta hace solo un momento.
- ¿Por qué dejas que alguien te haga algo como eso? - Akira le observó. - Eres inteligente, atractivo y no te lo mereces.
- Quizás si, quizás si me lo merezco.
- ¿Por qué? ¿Acaso asesinaste a alguien? ¿Violaste a alguien? - el chico se quedo callado y Yutaka se puso de pie, acercandosele. - Mira Akira - le tomó las manos y le miró directamente a los ojos. - No te conozco, y tu no me conoces a mi, simplemente hemos hablado unas cuantas veces en la biblioteca y hasta hace poco ni siquiera conocía tu nombre, pero si cambias, si decides que él no vale la pena, estoy aquí, ¿esta bien? Puedes acudir a mi. Solo..., solo espero que te des cuenta de tu situación, antes de que te consuma.
- Gracias - contestó, con un hilo de voz, luego de un momento.

- ¿Dónde estabas anoche? Cuando te llame.
- En un restaurante.
- No había ruido de fondo.
- Porque estaba vacio.
- ¿Y la cuenta?
- No la tengo.
- No te creo.
- ¿Por qué lo inventaría?
El mayor vaciló.
- ¿Con quién estabas?
- Estaba solo, Kouyou.
- Mientes. Estabas con alguien, ¿no es cierto? ¿Con quién?
- Kouyou - dijó, mirandole directamente a los ojos. - Sabes que no cocino y que no me gusta estar solo en el departamento. Salí a dar una vuelta y me detuve en un restaurante a comer algo, volví después de que me llamaste. Con las únicas personas que estuve fue con el mesero, la cajera y una chica que comía tan sola como yo - mentira. - ¿Esta bien? No te alteres sacando conclusiones.
El mayor le observó. Estaba seguro de que no se lo decía todo, pero lo dejó pasar. No había razones para dudar de su novio.

Las costillas le duelen. Le duelen muchisimo, y por un momento sopesa, horrorizado, la idea que quizás Kouyou le ha roto una costilla. Haciendo de tripas corazón, mete su mano por debajo de la ropa y, mientras sigue caminando, se examina cuidadosamente. El dolor es suficiente para aturdirle por un momento, pero como no siente nada fuera de lo común se relaja.
Ahora, la pregunta del millón era qué iba a hacer. Kouyou se había ido al sur por un viaje de negocios y no volvería hasta el lunes; por supuesto, le había propinado una dolorosa golpiza antes de hacerlo.
Sus pies avanzaban, paso tras paso, mientras él seguía dandole vueltas al asunto. No quería estar en su casa y no tenía ni un amigo al cual acudir; mucho menos parientes, todos sus parientes estan en Kanagawa. De repente se encontró de frente con una mujer. La mujer, de no más de 30 y que, en definitiva, no tenía ni un pelo de japonesa, iba tan ensimismada como él, por lo que estuvieron un buen medio minuto disculpándose mutuamente y luego ella siguió su camino. Akira reconoció el lugar de forma inmediata.

Estaba frente al edificio en el que vivía Yutaka.

- Tus costillas parecen estar bien - dijó luego de un momento. - Pero yo estoy estudiando psicología, no medicina general.
- ¿Te has toqueteado alguna vez las costillas?
- Si.
- Entonces no necesitas ser un doctor para saber como se sienten unas costillas normales.
Yutaka resopló y consideró momentáneamente la opción de echar al menor de su apartamento. Luego el chico le pidió disculpas con una expresión lastimera y tiró su pensamiento por la borda.
- ¿Tienes alguna otra herida? - Akira negó con la cabeza. - Esta bien. Voy a hacer algo de comer.
- Gracias, por ayudarme.
- Realmente no es necesario que me lo agradezcas.
- Si supiera cómo, ya lo habría hecho.
- Dejalo - dijo el mayor mientras sacaba cosas de su refrigerador.
- No es tan sencillo.
- Si, lo es - replicó. - Solo tienes que tomar tus cosas y decir adiós. Si no tienes un lugar al cual ir, esta bien, te puedes quedar aquí, hasta que consigas un trabajo y todo.
Akira se quedó callado, mirando al vacío. Quizás, quizás realmente si podría.

A Akira le da miedo, la forma en que Yutaka le besa. Le da un miedo horrible. Porque siente que nunca antes le habían besado así, con pasión, con cariño. Siente que nunca le habían observado así, que nunca le habían acariciado así, aunque sabe que si lo han hecho, hace tiempo. Akira sabía que aquello estaba mal, sabía que aquello le podía costar caro, pero no le importaba. Por un momento, sería ese Akira que Kouyou no ha tocado.
Era sábado y, luego de pasar la velada del día anterior en la casa del mayor, se había ido a su propio departamente, pero había vuelto. En un principio no supo por qué volvía, pero cuando el castaño le abrió la puerta se dió cuenta. Yutaka le gustaba, le causaba ese no se que que había sentido con Kouyou en un principio, y le deseaba. Le deseaba, de una forma que nunca había deseado a Kouyou, ni a ningún otro hombre
El aire escasea y por un momento sus bocas se tienen que separar. Akira observa al mayor con unos ojos diferentes, con unos ojos con los que no había visto nada desde que Kouyou le golpeó por primera vez.
- Si él se entera de esto, nos mata.

Yutaka le quita su último vestigio de ropa y de repente Akira se siente avergonzado. Avergonzado por su poco sana delgadez y por la extraña palidez de su piel, avergonzado por el moretón que se ha formado en sus costillas y porque se siente la nada misma al compararse con el atlético y saludable cuerpo del mayor. Luego Yutaka comienza a besarle como si no hubiera un mañana y no queda el suficiente espacio para avergonzarse.
La erección del castaño roza su cadera y Akira no recuerda cuando fue la última vez que se sintió tan bien al tener una erección contra su piel, cuando fue la última vez que se alegró de tener una erección contra su piel. Yutaka comienza a moverse sobre su cuerpo, creando una fricción deliciosa y delirante mientras sus voces comienzan a subir de tono. Subitamente, le penetra. Akira grita, pero no de dolor, sino que de placer.

Su celular suena en algún lado, y sabe que es Kouyou, pero ni siquiera piensa en levantarse para buscarlo. Se siente tan bien en ese momento, y no lo quiere arruinar.
- ¿Quieres que cocine algo? - pregunta divertido el mayor cuando su estómago ruge.
- Preferiría que hicieras otras cosas - vergüenza, Akira nunca había insinuado cosas antes. - Pero tengo hambre, así que me vendría bien que cocinaras algo.
Yutaka se levanta y Akira puedd apreciar su maravilloso trasero hasta que es cubierto por la ropa interior del mayor. Akira se podría acostumbrar a algo como eso.

- Te estuve llamando - la expresión en su rostro era suficiente para decirle que aquello iba a terminar mal, muy mal. - Te estuve llamando, ayer y el sábado.
- Lo sien-
- ¡No digas que lo sientes! ¿Dónde mierda estuviste metido?
- Yo...
- ¿Dónde mierda estuviste metido, Akira?
- Estaba con un amigo.
- ¿Con un amigo? - su rostro se torció en un gesto irónico. - ¿Así les llamas a los maricones que te joden?
- Kouyou...
- Kouyou nada. Si quieres que te jodan, ya veras como lo hago.


El piso estaba frío, pero eso ya no le servía de consuelo, no después de haber sentido la calidez de Yutaka.

Biblioteca. Miércoles a las siete y media de la tarde. Afuera esta nublado y oscuro, mientras que Yutaka siente una fuerte presión en su pecho.
Akira. Con lentes de sol y excesivo maquillaje. Akira, con el brazo derecho escayolado y en un cabestrillo. Akira, el lindo y delicado Akira.
- Cierran a las ocho, ¿no es cierto? - Yutaka asiente. Quiere decirle algo, pero no sabe qué. - ¿Esta bien si te espero aquí dentro? Afuera hace frío.
- Si, por supuesto.
Akira avanza con una penosa cojera hasta la mesa más cercana y el guardia pasa su mirada del pelinegro al castaño, pero se queda callado.

- Tienes que dejarle - le dice al oido. Akira solo se queda callado. - Tienes que dejarle antes que te mate.
- No me matara - susurra.

Yutaka. Yutaka besandole, acariciandole, Yutaka haciendole el amor. Cada vez, a cada minuto, Akira iba perdiendo la culpa de estar con Yutaka, reemplazandola con la culpa de que el castaño tenga que compartir su cuerpo con Kouyou.
- Dejale - repetía el mayor, como un mantra, cada vez que Akira se rendía al sueño entre sus brazos. Si había algo que agradecía, era que Kouyou fuese un hombre de negocios, que viajara tanto.

- No eres más que una puta.
La sangre comienza a cubrir el costado derecho de su rostro mientras boquea por aire. Kouyou le observa como si fuese un desconocido que le ha insultado y Akira se escurre por la pared con los ojos abiertos a más no poder por la sorpresa que el arrebato le ha causado.
- Si los llego a pillar - comienza -, si los llego a pillar juntos, te mato. Pero primero lo mato a él.
El hombre toma su chaqueta y sale, sin mirar atrás, por la puerta.
Ha sido su culpa, esta consciente de ello. Ha sido su culpa porque ha contestado una llamada de Yutaka mientras entraba al departamento, sin saber si el mayor estaría o no, le escucharía o no. Y el error ha sido aún mayor, porque no se le ocurrió decirle a Kouyou que hablaba con su hermana.

La herida ha parado de sangrar, pero cada vez que mueve de alguna manera su cabeza una horrible sensación de mareo le ataca. Apenas y puede enfocarsu vista en su celular, que esta del otro lado de la sala, a lo que le parecen metros de él.

- Hola - contesta alegremente. - ¿Hola? - repite, cuando no recibe respuesta. - ¿Akira?
- Yutaka - contesa, finalmente, una fantasmal voz.
- ¿Akira? ¿Estas bien? ¿Ha pasado algo?
Un sollozo se escucha a través de la línea.
- Necesito ayuda. ¿Puedes venir a mi apartamento?
- Si, por supuesto. Dame la dirección.

El taxista iba a toda la velocidad que la ley le permitía, sin embargo, a Yutaka le pareció que se demoraron una eternidad. Cuando finalmente llegaron, le pidió al hombre que por favor no se moviese de donde estaba, que no tomase pasajeros. El hombre le prometió que no lo haría y Yutaka salió disparado, dejando sus cosas en el auto. Considerando el rostro de horror que tenía el joven, Satoshi Murakami rechazó a tres clientes en potencia mientras esperaba.

- ¡Dios santo! - exclamó Yutaka cuando, a duras penas, Akira abrió la puerta.
Había sangre seca, y algo de sangre aún humeda, proveniente de un feo corte en su frente, cubriendole el rostro, y la piel de su cuello estaba ligeramente roja e inflamada.
- Necesito que me ayudes con algo - dijó, increiblemente decidido.
- Primero dejame llevarte al hospital - el menor negó.
- No, no ire al hospital. No pienso ir nunca más a ese lugar.
Akira se giró, dejando la puerta abierta y comenzó a caminar, irrealmente firme, hacía el pasillo. Yutaka le siguió.
- ¿Qué haces?
- Me voy de aquí, eso hago. Necesito que me ayudes a guardar mis cosas.
- Akira, primero necesitas que te vean ese corte. Has perdido mucha sangre, y podrías perder más.
- Eso lo veremos después. Ahora mismo, lo que necesito hacer es tomar mis cosas y largarme.
Yutaka se lo atribuyó a un repentino subidón de adrenalina, que Akira fuese capaz de moverse sin trastabillar o tambalearse, y que estuviese tan determinado a hacer lo que no hizo meses atrás.

Entre los dos, no se demoraron ni una hora en guardar todos los libros y cuadernos, toda la ropa interior y las zapatillas, toda la ropa y accesorios, todos los discos y libros de Akira y marcharse.

Los pies de Akira se mueven como si fuesen los de una chica leyendo una revista en la cama, de atrás hacía adelante. A Yutaka se le hace extraño, pero entonces la boca del menor succiona y la mente se le nubla. Luego, cuando de hecho es capaz de unir coherentemente sus pensamientos, se pregunta cómo puede ser que Akira nunca antes haya hecho una mamada, cuando la que le esta haciendo le lleva al mismisimo cielo.
- Me excitas - dice el menor, como quien dice que quiere helado de chocolate.
- ¿Quieres que te ayude con eso? - pregunta Yutaka, algo divertido por la conducta directa del joven entre sus piernas. Akira niega con la cabeza. - ¿Seguro?
- Creo que preferiría penetrarte - una lamida por su miembro le hizo suspirar. - Después de esto.
Nueve meses. Habían pasado nueve meses, y a Akira le gustaba que se lo hiciese suave, fuerte, rápido, en la cama, en el sillón, en la encimera de la cocina, en la ducha, que le penetrase, que le hiciese sexo oral y hasta que se restriegue contra él. El cambio había sido algo drástico, aunque no era algo que le molestara, Akira era magnífico en la cama y había llegado a un punto en el que ya no se sentía culpable cada vez que ejercía un papel dominante, sino que de hecho estaba comenzando a disfrutarlo.
Y aquello no había sido lo único que había cambiado. Akira había ganado unos buenos 7 kilos, a base de la comida de Yutaka y el gimnasio al que estaba llendo tres noches por semana, y su piel se veía de un pálido mucho más natural, incluso con un hermoso sonrojo en las mejillas. Su mente se volvió a nublar cuando Akira tomó posesión en su boca de sus testículos y succionó, fuerte. Su pelo también había cambiado: aunque seguía siendo negro, y el propio Akira dudaba que aquello fuese a cambiar, su corte distaba mucho del que tenía hace unos meses, uno bastante parejo y aburrido había sido reemplazado por un corte asimétrico, más largo del lado izquierdo que del derecho, y que le daba un aire moderno y confiado, y que había sido hecho con las propias manos del menor.
La lengua de Akira comenzó a jugar con su entrada, dejando saliva alrededor de esta. Lentamente, tortuosamente, comenzó a intorducirla.
Lo mejor de todo, sin ambargo, había sido su personalidad. Veían películas acurrucados en el sillón todos los fines de semana, compartía sus opiniones sobre los libros que leía con firmeza, escuchaba toda la música de la que tenía conocimiento y, con su inteligencia y sencillez, hacía amigos a donde fuese, particularmente en el campus. No tenía problemas en presentar sus opiniones, pero respetaba las ajenas sin cambiar las propias, salía al cine o a tomar algo con un pequeño grupo de amistades con quienes se sentía particularmente cómodo y era capaz de enfrentarse a alguien, sin levantar ni un solo dedo o proferir ni la más insignificante maldición.
Akira había cambiado, pero, en el fondo, seguía siendo el mismo chico delicado en busca de cariño y protección. Cariño y protección que encontraba en Yutaka. Repentinamente, la lengua del menor dejó su entrada.
- Eres más ruidoso que yo - Yutaka tenía el brazo izquierdo sobre su frente y sus ojos, por lo que no podía ver la expresión de su pareja.
- ¿Eso te molesta? - dijó, jadeante.
- No. Me gusta.
Akira dejo de lado lo que hacía y se posiciono sobre el cuerpo del mayor. Yutaka podía sentir una mano recorriendo su abdomen y la otra su pierna derecha.
- ¿Puedo? - la pregunta le pillo desprevenido.
- ¿Qué cosa?
- Penetrarte. ¿Puedo?
- Claro que si - respondio con una sonrisa.

Fue solo un momento, un breve momento cuando cruzaba el semáforo. Un breve momento que lo podía arruinar todo.
El semáforo había cambiado a verde mientras Akira hablaba con Shinji, un compañero de la universidad, y cuando dirigió su vista al frente le vió. Kouyou. Iba con traje, corbata y maletín, por lo que iba a o se iba de una reunión de su trabajo. No había cambiado ni su corte de cabello. Akira se acomodó los lentes de sol y rezó al dios de guardia por que se viese lo suficientemente diferente para que Kouyou no le notase. Un escalofrío le recorrió la columna cuando el mayor le vió y sonrió.
Claro que Kouyou no le había visto. No había visto a Akira Suzuki, el chico que dejo su apartamento casi 10 meses atrás sin siquiera dejar una nota, sino que vió a un chico delgado, un poco más bajo que el mismo, pálido, de pelo negro, con un buen sentido del estilo y algo nervioso. Una presa perfecta, pero a la que no le podía dedicar su precioso tiempo.
Akira no podía saber eso, por lo que en medio de un ataque de nervios le pidió a su acompañante que si podían ir un poco más rápido. Shinji no entendía por qué su amigo querría ir apresurado cuando tenían tiempo de sobra para llegar a la universidad, pero si entendió el miedo en su rostro, como si hubiese visto un fantasma, y el repentino nerviosismo del menor.

Había estado todo el día nervioso, mirando a sus espaldas y rehuyendo de sus compañeros. Se sentía fatal y ya veía el momento en que Kouyou cruzaba la entrada de la pastelería en la que trabajaba. Había tratado de calmarse, de pensar que Kouyou no le había visto y que, aunque Tokio fuese grande, era algo normal que se crusen en la calle, pero no había resultado y el pánico creció tanto que, al salir del trabajo, llamó a un taxi, aún sabiendo lo que le costaría.
Sin embargo, en el preciso momento en el que cruzó la puerta del departamento y el olor a pollo y especias llego a su nariz, toda la experiencia se esfumó. Aquel era su hogar y no había absolutamente nada que temer. Excepto, quizás, los potenciales incendios que surgían durante sus fútiles intentos de cocinar. Se sacó zapatillas y chaqueta y dejó su bolso en uno de los sillones para luego ir a la cocina. Yutaka estaba allí, a unos pasos de él, revolviendo cosas en un sartén. Akira se le acercó sigilosamente y, cuando estuvo detrás suyo, le envolvio con sus brazos. El castaño dió un respingo y el menor sonrió para si mismo.
- Me asustaste.
- Lo siento, no fue mi intención - se disculpo mientras acariciaba el abdomen del mayor por sobre la ropa. - ¿Cómo estuvo tu día?
- Bien. Me entregaron dos exámenes.
- ¿Nota máxima?
- Nota máxima. ¿Y el tuyo?
- No estuvo nada mal - dijó, después de pensar qué contestarle por un momento. No quería decirle que había visto a Kouyou en la calle.
- ¿Nada digno de contar? - rió el castaño. Akira sopesó lo que había pasado durante el día y encontró algo, un chisme, bastante jugoso.
- Yuu se acostó con Satoshi.
- ¡¿Qué?!
- El sábado, después de una fiesta. Pero no le digas a nadie, que se supone que es secreto.
- Lo prometo. Vaya, esos dos han estado uno detrás del otro desde que se conocieron, ya iba siendo hora.
- De acuerdo a Taka, se han demorado más de lo aceptable.
- Pero es que Taka se acuesta con quien le guste, apenas le gusta - replicó el mayor. - A no ser que tengan pareja, y eso solo depende de la fidelidad de la persona.
- Eso fue lo que le dije. Casi me golpea.
Yutaka terminó de cocinar mientras el menor ponía la mesa y hablaban amenamente. Aquello, a ojos del menor, era el cielo.

En palabras de Takanori, sus bolas se estaban congelando. Hacía un frío infernal y a cada minuto que pasaba se arrepentía cada vez más de su elección de ropa. Aún así, ninguno de los dos se atrevía a moverse de su lugar mientras esperaban a que el resto del grupo, al menos uno más, llegara.
- Van llegar para puro llevarnos al hospital con hipotermia.
- ¡Hiroto! ¿Cómo se te ocurre?
- Es que deje de sentir los dedos de mis pies.
- Ya, esto es suficiente. Somos un par de idiotas. Esperaremos adentro.
- ¡Oh! Espera - exclamó el menor. - Ahí vienen Yuu y Taka.
Saludos, disculpas y el grupo se puso a hablar de la señal de los celulares. Hiroto se quejo por el frío, más diculpas y ya se disponían a entrar al bar, en el cual era noche de karaoke, cuando alguien, una voz que solo uno de ellos reconocía, llamó a Akira.
El pelinegro respiró hondo mientras veía que el resto miraba hacía su derecha y luego le observaba interrogante. Dos látidos después, giró su rostro a la derecha. Kouyou iba con una chica del brazo y le miraba sorprendido. Obviamente, la chica era tan ignorante de la situación como su grupo de amigos.
- Kouyou.
- Vaya, pense que no te volvería a ver.
- Yo había pensado lo mismo - dijo con una sonrisa. El hombre se tenso notoriamente.
- Emm... Esta es Tsukasa. Tsukasa, él es Akira, un... viejo amigo - mintió el hombre.
- Y Tsukasa es... ¿tu novia?
- Si - contesto con una tierna sonrisa la chica, que no debía tener más años que el propio Akira, o que Hiroto.
La chica le tendió la mano y el se la estrechó suavemente para luego besarle el dorso. Un acto caballeresco que solía repetir cada vez que conocía a una chica. Tendría que conseguir su teléfono para luego tener una apropiada conversación con respecto a su nuevo novio.
- Estos son mis amigos - dijó, con un particular énfasis en la palabra amigos que le hizo saber al grupo que ahí algo se cocinaba, o se cocinó. - Es una lástima, pero mi novio no ha llegado. Me gustaría presentartelo.
Kouyou se mordió la mejilla izquierda, un acto casi desapercibido, de no ser porque Akira le había visto hacer lo mismo decenas de veces. Luego de un incómodo silencio, y el discreto intercambio de números entre Akira y Tsukasa, ambas partes finalmente se despidieron y entraron, todos, al bar.

Akira respiro aliviado. Durante las últimas dos semanas se había estado preparando para el hipotético caso de que se cruzara con Kouyou, y en su mente había ideado un sínfin de situaciones. De cierta forma, agradecía que sus amigos estuviesen a su lado en ese preciso momento, aunque probablemente les debería una explicación de algún tipo.
- Eh, Yuu - comenzó a hablar el más bajito de todos luego de acomodarse, con tragos en mano, en una mesa. - He aquí una pregunta que me ha molestado este par de semanas. ¿Quién estuvo arriba? ¿Tú o Sato? Supongo que tú, porque eres mayor y más alto, pero a veces eso no quiere decir nada.
- De hecho, eso nunca quiere decir nada - replicó el mayor. - Y ni pienses que te voy a contestar.
- ¿Y si le pregunto a Sato?
- ¿Si me preguntas qué?
Al lado suyo estaban Satoshi, Shinji y, para alivio de Akira, Yutaka. Se sentaron, Yutaka al lado de Akira, Satoshi al lado de Yuu y Shinji en el asiento que quedaba, y pronto estaban todos contandose anécdotas, discutiendo diversos temas y riendose. Todos participaban, todos menos Akira.
- ¿Estas bien? - le pregunto al oido su pareja.
- Si.
- ¿Seguro? No has hablado nada.
- Es solo que estoy pensando en algo.
Y vaya que pensaba. Pensaba en una canción, una canción que le gustaba, que le hablaba, y que pensaba cantar, apenas el karaoke empezará. Porque aquella noche, a Akira y Yuu les tocaba cantar por sorteo dentro del grupo, y qué mejor canción que aquella con la cual le podía dejar las cosas claras a Kouyou. Aquello sería el punto final.

Estaba nervioso. ¿Por qué diablos estaba tan nervioso? El karaoke ya había comenzado y faltaban solo dos canciones para su turno. Tenía un revoltijo algo extraño en su estómago y un nudo en su garganta. Aquello le tenía que salir perfecto, y sentía que de un momento a otro se desmayaría. Yutaka no tenía ni la más mínima idea de cuanto agradecía tenerlo a su lado en ese preciso momento.
- ¿Seguro que estas bien?
- Ya no lo se.
- Si te quieres ir esta bien por mi. Si yo fuera tu definitivamente me iría.
- No, quiero hacer esto. Tengo que hacerlo.
Yutaka le dio un apretón a su mano y, antes de que se diera cuenta, ya estaba caminando hacía la tarima. Akira escogió la canción y el nudo en su garganta se deshizo. Respiro, profundamente, y las palabras comenzaron a fluir de su boca.

Can't make my own decisions or make any with precision
Well, maybe you should tie me up so I don't go where you don't want me
You say that I've been changing, that I'm not just simply aging
Yeah, how could that be logical?
Just keep on cramming ideas down my throat

Sus ojos se pasearon por el lugar y se posaron sobre un sonriente Yutaka por un momento. Siguió recorriendo el lugar hasta dar con aquel hombre.

You don't have to believe me
But the way I, way I see it
Next time you point a finger
I might have to bend it back
Or break it, break it off
Next time you point a finger, I'll point you to the mirror

If God's the game that you're playing
Well, we must get more acquainted
Because it has to be so lonely, to be the only one who's holy
It's just my humble opinion, but it's one that I believe in
You don't deserve a point of view, if the only thing you see is you

Su rostro era un poema a la sorpresa y la ira, pero las cosas ahora eran distintas, él era distinto. Y quería que Kouyou lo supiera.

You don't have to believe me
But the way I, way I see it
Next time you point a finger
I might have to bend it back
Or break it, break it off
Next time you point a finger I'll point you to the mirror

This is the last second chance
I'll point you to the mirror
I'm half as good as it gets
I'll point you to the mirror
I'm on both sides of the fence
I'll point you to the mirror
Without a hint of regret I'll hold you to it

I know you don't believe me
But the way I, way I see it
Next time you point a finger
I might have to bend it back
Or break it, break it off
Next time you point a finger I'll point you to the mirror

I know you won't believe me
But the way I, way I see it
Next time you point a finger
I might have to bend it back
Or break it, break it off
Next time you point a finger I'll point you to the mirror

La canción terminó. Akira respiró.

Notas finales:

Y? Les gusto? Si asi fue, dejen comentarios. Si no les gusto y qieren insultarme, haganlo, en serio, haganlo.

Me explaye. Historia bizarra, con un extraño estilo qe no habia usado y eso... anksndkadbhskas...

Au Revoir~


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