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El Hombre Araña por Yulia_Kaulitz_Volkova

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Notas del fanfic:

disfruten este one-shot. <3

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Tom se encontraba en la sala de la casa viendo televisión.
Es una tontería, realmente. Sólo pasan celebridades que hacen escándalo. Y ¡Oh, sorpresa! Han pasado que los gemelos Kaülitz viven en Los Ángeles, eso es genial.

Patrañas..., pensó frunciendo el entrecejo.

Sí, realmente es una tontería. La verdad preferirías estar con tu hermano en este momento, ¿no, Tom?
Pero el rubio había salido; “Voy a ver qué pesco; estoy aburrido”. Uy sí, perfectísimo; mientras Bill se divertía quién sabe dónde, Tom se mantenía cambiando canales hasta cansarle el dedo pulgar, solo porque no quería caminar y sudar por el calor que abrazaba a California. Eligió quedarse con el aire acondicionado de su casa.
Gran idea en haberlo puesto.

Pero él también estaba aburrido. Cansado de ver los mismos chismes con versión diferente. ¿Que Lindsay Lohan anda con otra mujer? ¡Y qué! Eso es viejo.

Estoy aburrido, aburrido, aburrido…

No friegues, Tom, ¿quieres que todo el maldito mundo lo sepa?

Señoras y señores, soy Tom Kaülitz, estoy aburrido y necesito entretenimiento. ¿Alguien se ofrece?

¿Bromeas acaso?

El rastudo necesitaba algo que hacer ¡Ya! ¡Lo que fuera! Incluso casi rogaba que a Scotty o a cualquiera de los perros le dieran ganas de obrar o salir un rato.
Tranquilo, mi nene, yo recojo tu caquita.

¡Dios! Mándale algo, no se nos vaya a desfallecer por el aburrimiento, el pobre.

Y como si el creador lo hubiese escuchado, la cabeza se le puso fría de repente; Tom sabía que cuando su coronilla se sentía apretada algo se estaba formulando en su cerebro. Algo bastante descabellado.

Como aquella vez que usaste lencería, ¿te acuerdas?

Bill se lo había pedido de favor.

—Nos va ayudar a nuestra vida sexual. Pero esta vez quiero domarte yo, quiero ser el macho.

Tom primero soltó la carcajada de su vida, pero se la puso. El procedimiento fue repetido varias veces con modelos diferente incluso con mallitas.
Ya había estado abajo en aquellas sesiones de amor que se daban lugar en cualquier lugar de la casa, así que en realidad le daba igual qué rol escogiese su hermanito, o qué cosas se le ocurrían a éste.

Como en la cocina…

—Te quiero echar crema batida y chocolate derretido.

Y ahí va el querido Bill a derretir chocolate en la sartén con teflón que compraron en el centro comercial, a las doce de la noche. Afortunadamente tenían muchas barras de Hersheys; no sabía por qué, pero ahí las tenían. Después tomó la crema batida y algo de mermelada. Vertió y untó toda carne que Tom le ofreciera. Parecía Gansito el muy condenado. Así que cada vez que Bill veía el pastelito en la televisión, en la tienda o donde sea, el recuerdo se le venía y su pajarito quería otra vez juntar ramitas para el nido.

Tom respondía a las miradas lujuriosas y de ojo virolo de Bill de esta manera:

—Pues te quedas chiflando, pajarito. Porque hoy no hay fruta que piques.

…O en el baño.

Era de esas veces que ambos les gustaba tomar la ducha juntos para ahorrar agua y tiempo. Solo que en ese campo de batalla húmedo, que el jabón no se resbalara era lo primordial. Era lo mismo que en la cárcel: un descuido y ¡órale! ¿Te consigo silla de ruedas? Seguro la necesitas.

Sin embargo, Tom era cuidadoso. Bill se tomaba muy enserio la regla de los presidiarios, y solo estaba atento a que el jabón resbalara de las manos de su hermano. Porque con Bill ni que te pongas de cuclillas te salvas.
Afortunadamente, nada pasaba y Tom se seguía refregando el cuerpo. El menor de los gemelos se enfadó y dejó al lado el orgullo.

—Ups—expresó fingidamente con una mirada traviesa. Tom lo miró con la ceja levantada—, se me cayó el jabón…Tendré que recogerlo.

Lo que pasó en siguiente acto es algo que no es necesario de explicar.

Tom tenía una sonrisa de oreja a oreja con los lindos recuerdos. Pero seguía aburrido. ¿Dónde estaba la idea? La necesitaba con urgencia.

Apúrate, cerebro, siempre me has sacado de aburrimientos peores. No me falles ahora. He comido un danonino a diario.

Entonces llegó de golpe. Como si fuese un vidente de las exageradas películas de Hollywood, de forma rápida su mente vislumbró el cuarto de Bill, la cama, las almohadas, la tanga rosa de la noche anterior…Tom rió de forma picarona.
Vamos, Tom, concéntrate.
Reanudando: dejando la tanga y pasando al buró que se encontraba al lado de la cama, el cajón de éste. En su mente el cajón se abrió, dejando ver unos esmaltes de uñas negro, naranja, dorado y otros colores.

¿Esa es la señal que me mandas?

Sin perder tiempo, corrió escaleras arriba entrando a la habitación de Bill. Abrió el cajón del buró y ahí encontró las pinturas de su visión. Perfecto: ¿ahora qué?
Como que eres retrasado.

Pasó mucho tiempo antes de deducir qué debía de hacer con las pinturas. Entonces otra visión llegó a su mente: el neceser de Bill, donde guardaba su maquillaje. Por lo que lo buscó y lo tomó también.
Bajó al primer piso, yendo esta vez a la cocina. Acomodó las pinturas y sacó los cosméticos del neceser.
Pero, oh cabrón destino, si pensaba pintarse las uñas, ¿cómo lo haría? Sin saber bien por qué Bill conservaba los esmaltes (ya que no frecuentaba pintarse las uñas como antes), sabía que a él se le veían muy bien porque tenía las uñas largas. Y Tom las tenía cortas, bien limaditas y limpias. Su cabeza le decía que podía salir a comprar uñas postizas… ¿Por ese ratito y con este sol de las tres de la tarde? Esas son puterías.

Vamos, Bill ha de tener algunas que le sobraron esa vez que no se cortó las uñas y se arrepintió de haberlo hecho.
Tom chasqueó la lengua, subiendo otra vez. Que gracias daba que sí habían uñas postizas junto con un tubito de pegamento para éstas, justo donde se encontraba antes el neceser. Volvió a la cocina con una gran sonrisa y se sentó en una de las sillas, de inmediato comenzando a ponérselas.

Me quedarán bien fashion.

Afortunadamente, eran de un tamaño pequeño, no exageradas como las que llevaban algunas chicas que veía en la playa de Malibú. Sólo se pintó algo de negro, dejando la orilla blanca, como Bill las utilizaba en la época de Zimmer 483 y principios de HUMANOID. Se sentía raro, la verdad. Pero esa extrañez le gustaba. La sensación de frescura en las uñas, el reluciente brillo en éstas, contrastando cada vez que las pasaba cerca del la luz del foco de la cocina. Su cara se veía un poco menos brillosa por el polvo que se había puesto; una sombra de color piel en los párpados y un poco de brillo labial. Fijó su mirada en el reloj de la pared: cinco de la tarde. ¿Dónde carajo se había metido Bill? ¿Se habría ido con alguna zorra por ahí?

¡Castigado sin sexo por una semana!

Ni te hagas, Tom, que caes a la primera.

Justo en ese momento, interrumpiendo su pensamiento de cómo castigar a Bill, oyó ruido proveniente de la puerta principal, con chillidos de los perros.

—Ya llegué, preciosos. —sí, era Bill. Su voz era inconfundible aun con ese tono gangoso que logró distinguir.

El gemelo menor apenas se sostenía con esos litros de alcohol en la sangre. Tom salió de la cocina, cruzando los brazos sobre su pecho como toda una esposa enojada. Solo le faltaban los tubos en la cabeza y un rodillo en la mano para entrar bien en personaje.

—Así te quería ver…

—Ay, pareces mi esposa…—algo gangoso, Bill logró articular la frase. Después su cara se tornó de la de un retrasado, para luego reír sin razón aparente—. Pues sí eres mi esposa.

—Bill, son las cinco de la tarde apenas y tu vienes hasta los tenis de borracho-

Tom fue cortado con un sonoro “Shhh” exagerado de haches, y un dedo que se posó sobre sus labios.

—Te noto algo diferente. —dijo el rubio. Entrecerrando los ojos y resoplando, desprendiendo todo el olor a cerveza que se cargaba encima. Tom se quitó el dedo de Bill a la vez tapándose la boca.

—Puta madre, Bill. ¡Apestas!—su garganta se irritó, haciendo que tosiera y sintiera ese ardor en la boca del estómago. Bill alzó el brazo y lo aventó hacia atrás, restándole importancia en un gesto grosero.

—A mí qué, te quiero coger ahora mismo. —Tom apenas pudo reaccionar cuando Bill lo tomó de la cintura y lo tiró al sofá, balbuceando quién sabe qué guarradas.

Ni te salvas, Tom.

Tom buscaba cómo quitárselo de encima; le encantaba hacer el amor (¿A quién no?), pero cuando Bill lo hacía borracho solo lo dejaba caliente porque se dormía a mitad del camino. Ese no era el problema, si no los molestos ronquidos que venían después. El rubio se encontraba chupando su cuello como si fuese un vampiro succionando sangre. El rastudo pensó que si no hacía algo pronto, Bill terminaría con la boca roja. Y como Bill tenía complejo de chupasangre (por lo pálido y guapo…), temía que pasara pronto. ¿Pero qué hacer? En un movimiento rápido, vio sus manos. Por su puesto, ¡Las uñas!

Sin pensárselo dos veces, arañó a Bill en la mejilla izquierda, hiriéndolo al instante. El rubio soltó un grito de dolor y se apartó de su gemelo.

—Salvaje. —dijo Tom, viendo a Bill en el suelo, tomándose la mejilla y sobándosela.

 

En la mañana, Bill permanecía con una gasa en la mejilla afectada, mientras Tom tomaba una caliente y humeante taza de café negro recién molido.

—Y tenías que arañarme…—se quejó por doceava vez el menor.

—Ay, ya—Tom expresó—. Tú también eres muy aventado.

—No puedo creer que te pusieras mis uñas acrílicas y mi maquillaje—reclamó esta vez—. ¿Qué, te pondrás mi ropa también?

—No…—el mayor se encogió de hombros—. Se verá mejor a mí, pero no quiero hacerte sentir mal—Bill sólo resopló molesto.

—Mujer Araña. —dijo el menor tratando de molestar a su igual. Pero lejos de eso, Tom siseó como un gato, mostrando las uñas como si fuesen garras listas para atacar.

¿Mujer Araña?

¡Para nada! No es que quisiera imitar a la Mujer Araña; solo quería mostrar que un hombre también araña.

O como decían por ahí, ¿no?: Si la mujer rasguña, ¿el hombre araña?

 

 

 

 

 


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