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Kiss Me~ por Bithae

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Notas del capitulo:

Lo terminé después de haber subido infidelity, pero me quedé embobada viendo Teen Wolf *____________* -le hace promoción- hahaha bueno, hice el intento de hacer algo bonito, pero ya saben que lo mío es lo coshino, lemon y así :c

 

A leer~

—Mamá, por favor —rogué mientras cubría de nuevo mi cabeza con la sábana—. Es sábado por la mañana, casi madrugada; déjame dormir, ya te dije que no quiero ir.

—Pues, lo siento —replicó ella, arrebatándome cruelmente mi rica y cómoda colcha—. He dicho que vas a ir y no pienso cambiar de opinión. Además, ya he pagado por tus cursos de inglés. Taemin, no me hagas enojar, sabes perfectamente que los necesitas. 

La miré con los ojos entrecerrados, antes de empezar a patalear como un bebé sobre el colchón. No quería ir a esos dichosos cursos, pero, ¡demonios! Eso me pasaba por no poner atención en clase. Resignado a pasar un horripilante sábado encerrado en una casa desconocida, hice un puchero mientras me levantaba de mala gana y le lanzaba una mirada furiosa. Cosa que fue un error, ya que al instante, ella me lanzó su famoso e inquietante vistazo asesino.

—No me mires así, jovencito —sentenció, enfadada, con las manos apoyadas en sus caderas. Aceleré el paso al ver aquella pose, antes de que algo de la habitación saliera volando en mi dirección, pero como era de esperarse, mi mamá terminó viendo aquella acción de una forma negativa—. ¡Y mírame cuando te estoy hablando, Lee Taemin!

Me paré en seco, y antes de girarme para verla, solté un lento y largo suspiro. ¿Acaso mi madre era la única que tenía volumen alto, más alto, súper alto y revienta tímpanos? Porque de ser así, significaba que tenía una súper mamá.

—Lo siento, mamá, pero sabes que cada vez que me levantas de esa manera, me pongo de mal humor.

Ella me miró de forma ruda durante un segundo, y al instante, su semblante cambió. Caminó rápidamente hacia mí con los brazos abiertos mientras hacía un sonido extraño, ¿qué era eso? ¿Un chillido? Me encogí al sentir como sus brazos me rodeaban y me apretujaban sin piedad. Dios, mi mamá en su otra vida debió de haber sido una boa constrictora. 

—Mamá —me quejé, intentando sin llegar a ningún lado zafarme de su asfixiante abrazo. Cielos, ahora sabía perfectamente cómo era la vida de un ratón—. Mamá, suéltame, no me manosees, tengo que bañarme.

—No te estoy manoseando —objetó, poniendo sin delicadeza alguna mi cabeza sobre sus pechos.

—¡Mamá! Basta, eso es asqueroso.

Me soltó al instante, poniendo una mirada entristecida.

—¿Es asqueroso que tu madre te dé un abrazo?

Bueno, vale, aparte de la súper voz, también tenía una mamá con graves problemas emocionales. En menos de quince minutos había pasado de ser enfadosa, luego amorosa y ahora estaba triste. Dios, ¿por qué no me mandaste una mamá normal? Suspiré, negando con la cabeza rápidamente y borrando aquella cuestión. Amaba a mi mamá tal y como era, aún si me sacaba de quicio la mayor parte del tiempo. 

—Sabes que no me refería a eso, mamá. Ahora si me permites, tengo un baño que tomar. 

Ella entrecerró los ojos como si le estuviera mintiendo, pero luego se encogió de hombros y salió de mi habitación mientras anunciaba que mi desayuno estaría listo en cuanto saliera. 

Tomé un baño rápido y me puse lo primero que encontré, arreglé los útiles que usaría para ese dichoso cursito y salí de mi cuarto, no sin antes darle una última mirada anhelante a mi amada cama.

—Volveré, preciosa, lo prometo. Tú y yo tenemos un asunto pendiente, extráñame tanto como yo…

Me interrumpí, e inmediatamente, puse los ojos en blanco. ¡Caray! Mi mamá empezaba a pasarme un poco de su locura. 

Cuando llegué a la cocina, la encontré sentada, tomando café mientras leía una revista. Alcé una ceja al ver que en la portada, había un hombre con el abdomen marcado y con nada más en el cuerpo que un bóxer negro, el cual no dejaba nada a la imaginación. 

—¡Mamá! —Grité, espantándola y haciendo que diera un brinquito sobre la silla.

—¡Jesucristo, Taemin! —Reclamó, poniendo la taza que tenía en la mano, sobre la mesa. —No me espantes de esa forma.

Me reí.

—Lo siento, pero ¿qué clase de madre mira esas cosas teniendo a su hijo cerca? Además, ¿no te parece que ya estás un poco grande para eso?

Ella me miró ofendida, llevándose una mano al cuello y dejando la revista en su regazo.

—¿Me estás diciendo vieja?

—Claro que no —dije serio. No quería que se ofendiera más si descubría que quería reírme.

Al contrario de lo que esperaba, me sorprendí al escucharla soltar una carcajada.

—Mira esto —exclamó al tiempo que ponía la revista frente a mí—. ¿No se te hace guapo?

La miré horrorizado al terminar de escuchar su pregunta. ¿Qué se proponía ahora? Suspiré, eso era lo que me buscaba por tratar de ser un hijo sincero y confesarle que no me sentía tan atraído por las mujeres como lo hacía por los hombres. Bueno, ¿a quién quería engañar? Por supuesto que nunca se lo hubiera dicho, pero ella tenía que haber abierto la puerta de mi cuarto en el momento en que a Jinki hyung se le había ocurrido darme un beso de despedida. Cielos, acordarme de aquel momento, hacía que me pusiera rojo de la vergüenza. Ella se había alterado al principio, pero luego había aceptado lo nuestro. Poco después y por cosas del destino, Jinki hyung se había ido a estudiar la universidad en el extranjero, por lo que terminamos nuestra relación por mutuo acuerdo, ya que tratar de sostener nuestro noviazgo teniendo tanta distancia entre nosotros, era absurdo. ¿Cuánto había pasado ya de eso? Tal vez como dos años, y aunque seguía teniendo comunicación con él, ya no sentía ese amor de pareja. Ahora lo amaba como al hermano que nunca tuve.

—Taemin, no has contestado a mi pregunta —su voz desesperada me regresó a la realidad. 

La miré ceñudo. 

—¿Por qué me preguntas esas cosas, mamá? ¿Y por qué tendría que interesarme si está guapo o no?

Ella soltó un bufido poco agradable.

—Vamos, bebé, sé tus gustos y yo estaría encantada con un yerno como él. ¡Míralo! —Exclamó, emocionada—. Tiene unos ojos enormes y muy hermosos, una nariz fina, la cara pequeña y por lo que veo, es alto, muy alto… —hizo un mueca, como si desaprobara algo—, aunque esos labios sin forma no me convencen —se encogió de hombros—. Bueno, no importa, de lo demás está perfecto. 

—Mamá —me crucé de brazos, y cuando ella me miró con la ilusión bañada en sus ojos, olvidé lo que iba a decirle. ¿Por qué sentía que estaba cada día más loca? Sonreí, mi loca adorable. Puse las manos sobre la mesa y me incliné para dejar un beso en su frente.

—¿Y eso? —Preguntó, evidentemente confundida. Yo nunca me portaba tan cariñoso con ella, y cuando lo hacía… —¿Qué quieres ahora? —Entrecerró los ojos. —No tengo dinero, ni lo intentes, ya te dije que irás a los cursos.

Sí, cada vez que demostraba el cariño que sentía por ella, salía con lo mismo. ¿Acaso pensaba que cada vez que la abrazaba o le daba un beso era para pedirle dinero o un favor? Cerré los ojos, bueno, tal vez ese método lo usaba cuando era pequeño, pero ahora no. No le veía el caso; si quería algo, lo pedía, y si algo no me parecía, se lo decía. Pero obviamente, ella creía que seguía siendo un mocoso malcriado.

—Olvídalo, mamá, me voy —anuncié, dándome la vuelta con el propósito de salir corriendo de la casa, pero antes de que pudiera dar un paso, sentí su mano sobre mi muñeca.

—No voy a dejar que salgas sin haber desayunado, jovencito. Así que siéntate y come. 

Me zafé de su agarre y agarré un pedazo de pan con mermelada.

—Comeré en el camino, se me hace tarde. 

—¡Taemin! —Refunfuñó. —Quieres matarme de coraje, ¿verdad?

Sonreí sin separar los labios y caminé para abrazarla.

—Ya, ya, viejita mía. Si sigues haciendo corajes, te vas a arrugar y yo no voy a pagar tus cirugías.

Salí corriendo como alma que lleva el diablo antes de que pudiera poner sus garras encima de mí luego de haberle dicho aquello. Solté una carcajada porque sabía que ella estaría haciendo lo mismo. Aún si no nos decíamos “te amo” muy seguido, sabíamos que lo sentíamos. Claro, aunque mi mamá era débil, y cada noche cuando creía que estaba dormido, entraba a mi habitación, me tocaba la cara, acariciaba mi cabello y me daba un beso de buenas noches, antes de decirme lo mucho que me amaba. Fruncí el ceño, siempre me estaba manoseando. ¿Todas las mamás eran así? Estaba un poco seguro de que no. Aunque tal vez era yo el que exageraba. 

Puse el trozo de pan entre mis dientes y metí la mano derecha en mi bolsillo trasero. Saqué el pedazo de papel que mi madre me había dado por la noche, con la dirección de la casa a donde tenía que ir para aprender inglés. Arrugué la nariz, eso quedaba a dos calles de aquí. 

Caminé acompasadamente, y cuando llegué frente a la enorme puerta de madera, me quedé helado mientras sentía el último trocito de mi pan tostado resbalarse de mis dedos. Estaba seguro que tenía la cara de un idiota: la boca abierta mientras parpadeaba constantemente sin poder creer lo que veía. ¿Por qué había una casa tan enorme cerca de mi vecindario? Di un paso hacia atrás y miré hacia la derecha y la izquierda sin poder creérmelo. ¡Wow! ¿Desde cuando alguien como yo, un simple mortal, vivía cerca de personas como estas? Me enderecé, bajé la mirada y leí por enésima vez la dirección.

—Es la correcta —murmuré; pero todo era tan extraño. ¿Cuánto había pagado mi madre por un simple curso si la casa lucía como la del presidente? Y mientras estaba ahí, parado y pensando en tonterías, la puerta se abrió y un chico alto, de ojos inmensos y magníficos apareció frente a mí.

Retrocedí dos pasos al reconocerlo. ¡Por Dios! Era el mismo chico del que mi mamá hablaba, el modelo de la revista, pero ¿qué hacía aquí? Oh sagrada virgen, iba a asesinar a mi madre en cuanto llegara a mi casa. Ahora sabía porque tanto interés en que le dijera si este chico me parecía atractivo. Bueno, tenía que aceptar que lo era, y mucho, ¡pero ese no era el caso!

—¿Eres Taemin? —Me preguntó, con un atisbo de sonrisa.

Tuve el impulso de mirar hacia atrás, pensando que tal vez le hablaba a alguien más o me había confundido con otra persona, a pesar de que había dicho mi nombre. ¿Por qué me miraba con esos ojos relucientes de alegría? Asentí torpemente y bajé la mirada al suelo. Vaya, ¿Cuándo había sido la última vez que había lavado mis zapatos? 

—Pasa, te estaba esperando —se hizo a un lado para dejarme entrar. Dudé, pero al final mis pies me respondieron e ingresé a la enorme casa. 

Mi mandíbula casi se desprende de mi rostro al observar el suntuoso vestíbulo ¡Wow! Esto era más grande que mi casa, estaba seguro. 

—Sígueme —ordenó, poniéndose frente a mí. Yo hice lo que me pedía y fruncí el ceño al ver que empezábamos a subir las escaleras. Por lo general, las habitaciones o cosas privadas de los dueños, estaban en la segunda planta, ¿no? ¿A dónde me llevaba? Él pareció percatarse de mi incomodidad, pues me explicó sin necesidad de que yo le preguntara—. Estaremos en mi cuarto, tengo a dos amigos viviendo conmigo y si nos ven en la sala, no dejarán de molestarnos. Por cierto, me llamo Minho.

—Mucho gusto —respondí torpemente, pero es que estaba demasiado entretenido viendo sus largas piernas. Sonreí, tenía un extraño andar. Mis ojos se pasearon por todo él, desde sus tobillos, su delgada cadera, hasta su ancha y varonil espalda. Minho vestía una playera negra y unos pantalones de mezclilla; un atuendo sencillo para un modelo. Estaba tan entretenido viendo sus amplios hombros, que no me percaté del momento en que se detuvo y terminé con la cara estampada en su espalda. —Lo siento —dije casi al instante, separándome de él. Aunque lo que quería en realidad, era quedarme ahí y aspirar su perfume. Sacudí la cabeza, ¿qué clase de pensamientos eran esos? Dios, ¿lo había heredado de mi madre? 

—No te preocupes, pasa.

Y mi reacción al entrar a su cuarto, fue mucho más exagerada que cuando entré a su casa. ¿Qué era esto? ¿Acaso los ricos no se podían conformar con una habitación de tamaño normal? ¿Por qué todas tenían que ser del tamaño de un campo de fútbol? Bueno, tal vez estaba exagerando, pero esto más que ser una simple habitación, era un departamento. 

Minho se sentó frente a una pequeña mesa que tenía frente a la cama. Yo lo imité, y cuando lo hice, él me sonrió, haciendo que me pusiera más nervioso de lo que ya me sentía. Oh Dios, tenía una sonrisa preciosa y tal vez mágica. O esa era la explicación que yo quería darle a mi repentino estado de coma.

—¿Taemin? —Regresé a la normalidad, sintiéndome un poco confundido.

—¿Sí?

—Te preguntaba, ¿qué es lo que más se te dificulta en inglés? 

Yo lo miré apenado y solté una risita nerviosa.

—Emm —llevé mi brazo izquierdo hasta mi nuca y mantuve la mirada sobre la mesa—. ¿Se me dificulta todo?

Sentí que mis mejillas se ponían coloradas al escuchar la carcajada que soltó. Cielos, esto era extraño, no tenía ni diez minutos de haberlo conocido. ¿Cómo debería de comportarme? Además, ¿qué no se supone que deberían de haber más alumnos aparte de mí? Suspiré, sería un día largo.

—Bien, entonces supongo que deberíamos empezar por lo básico.

Y con eso, comenzamos los dichosos cursos, aunque he de aceptar que con Minho, el inglés no era nada aburrido… Está bien, en realidad, le ponía poca atención a todo lo que me decía, ¡pero es que era tan complicado poner atención cuando estaba tan cerca de mí, moviendo esos deformes y jugosos labios sin compasión! No era mi culpa, por supuesto, si no la de él por ser tan guapo. 

Inflé los cachetes, jugando con mi lápiz. ¿Qué decía aquí? Minho me había dejado hacer unos ejercicios, pero era tan complicado. Alboroté mi cabello, me sentía tan frustrado.

—Taemin —habló Minho de pronto—, si logras resolver dos de estas —señaló las oraciones—, te prometo que te daré un regalo. 

—No soy un niño para que me chantajees con eso —hice un puchero mientras giraba impaciente el lápiz sobre mis dedos—. Oye —susurré, haciendo que se acercara un poco para que pusiera atención a lo que iba a decirle.

—¿Dime?

—¿Qué me vas a dar?

Inmediatamente después de escuchar aquello, se rió.

—Eres tan adorable —murmuró, agarrando delicadamente una de mis mejillas.

Normalmente, me hubiera puesto furioso al escuchar ese comentario, pero como se trataba de Minho, lo único que pude hacer fue sonrojarme. ¿Desde cuándo hacía mucho calor en la habitación?

Cuando terminé de resolver las oraciones que me había dejado, mi celular sonó. 

—Lo siento —dije rápidamente—, olvidé poner en vibrador esta cosa.

—No te preocupes; contesta, puede ser algo de importancia.

Asentí y contesté. Era mi mamá, no duré hablando con ella mucho tiempo, sólo hablaba para decirme que saldría y me dejaría la comida sobre la estufa. Cuando colgué, Minho tenía una sonrisa reluciente mientras me miraba.

—¿Qué ocurre? —Pregunté nervioso.

Él negó con la cabeza antes de responderme.

—Sólo tuviste una mala.

—¿En serio? —Comenté sorprendido, era la primera vez que contestaba tantas cosas bien.

—Y como te lo prometí, te daré tu regalo.

No pude ver mi expresión, pero por la reacción de Minho, debió de haber sido la más tonta que había hecho durante la mañana. Él se dio la vuelta y fue hacia un mueble, sacó una pequeña caja de uno de los cajones y regresó frente a mí.

—Toma —dijo, ofreciéndome lo que llevaba en las manos.

—¿Qué es?

—Chocolates.

Lo miré sorprendido, y extrañamente, me contuve para no colgarme de su cuello y darle las gracias por tan maravilloso regalo. Amaba los chocolates.

—Gracias —le dije en cambio.

Salí de su casa mientras sacudía mi mano en forma de despedida mientras él hacía lo mismo desde la puerta. Estaría yendo a que me enseñara inglés de lunes a sábado. Y he de confesar que el domingo se me hizo de lo más lento y aburrido, y ni que decir de mis clases en el colegio. Pero mientras más pasaban los días, mayor era la confianza que tenía con Minho, y claro, mayores eran también, las pausas mentales y las ganas que me daban de besarlo por estar observando sus labios mientras me explicaba las cosas.

Había pasado semana y media dese que conocí a Minho, y para ser sincero, mis notas en inglés habían mejorado bastante gracias a él. Ese día me encontraba intentando hacer una oración en futuro.

—Maldito William —exclamé furioso, aventando mi lápiz a la mesa y arrepintiéndome al instante al ver como éste rebotaba y casi le sacaba un ojo a Minho —. Lo siento —me disculpé.

Minho me lanzó una mirada ceñuda.

—¿Quién es William?

Avergonzado, lo observé mientras me mordía el labio.

—Pues ese méndigo will, es tan difícil, no entiendo en donde tengo que ponerlo.

Y después de mi comentario, Minho rió como por dos horas. La verdad es que a mí no me importaba, podía escuchar su risa toda una vida sin cansarme. Era tan hermosa y contagiosa. 

—Taemin —dijo—, sigue así y me dará dolor de estómago por tu culpa —se limpió las lágrimas que le habían quedado por reír tanto y después, se enderezó—. Bueno, veamos, no es tan difícil, acércate.

Yo obedecí y me incliné, poniendo la mitad de mi cuerpo sobre la mesa. Me explicó cómo debería de utilizarlo y cuando al fin le entendí, levanté mi rostro, alejando la mirada del cuaderno y topándome sorpresivamente con los hermosos ojos de Minho. Dios, lo tenía tan cerca, que ocurrió lo que siempre pasaba cuando me quedaba ido en sus perfectas facciones: me paralicé.

—¿Has entendido? —Murmuró, sin alejarse de mí.

Torpemente asentí, sintiendo un repentino nerviosismo cuando su mirada abandonó la mía y se posó en mi boca. Tragué saliva, expectante a lo que haría.

—Entonces, tengo que premiarte.

Y fue ahí cuando conocí la suavidad de sus labios y el toque de su mano sobre mi rostro; el roce de su boca sobre la mía me estremeció de pies a cabeza. Me besó lento mientras acariciaba mi mejilla con el pulgar, el tiempo pareció haberse detenido, pero no importaba. Yo sólo estaba preocupado por disfrutar los movimientos de sus labios contra los míos.

Me contuve de hacer un puchero cuando nos vimos obligados a separarnos.

—¿Te digo la verdad?

Parpadeé un par de veces. ¿Y ahora de qué me estaba hablando? Sin entender nada, atiné a asentir mientras me enderezaba y volvía a mi lugar.

Minho tomó mi mano antes de hablar.

—Desde antes de que vinieras a los cursos me gustabas.

—¿Cómo dices?

Él asintió, apenado. 

—Fui yo el que le pedí a tu madre que me dejara darte clases de inglés.

—¿Qué? ¿Y de donde la conoces?

Minho sonrió.

—¿El apellido Choi te dice algo?

Abrí los ojos como platos. No, no podía ser.

—¿Tu papá es el jefe de mi mamá?

—Así es. ¿De dónde crees que te conozco? Te he visto infinidad de veces, dormido en los sillones que están afuera de la oficina de mi padre.

Sonreí, sin despegar los labios.

—Eso explica porque no te conozco.

—Sí, pero eso no importa —miró su reloj de muñeca y frunció el ceño—. Parece que se nos ha agotado el tiempo.

—Espera —lo tomé del brazo antes de que se levantara de la silla—, tengo algo que quiero que revises. 

—Está bien.

Me mordí el labio, buscando entre las hojas de mi libreta aquella frase que había escrito hace tres días, con la intención de mostrársela algún día a Minho. Cuando por fin la encontré, dudé, ¿sería pedir demasiado? Me encogí de hombros, arriesgándome a su posible rechazo.

Dejé la libreta sobre la mesa y él sonrió de inmediato al leerlo.

—Lo que ordenes —se puso de pie, inclinándose hacia a mí para capturar mis labios por segunda ocasión.

Mmm~ sip, saber inglés tenía sus beneficios, y obedecer a mi madre también.

 

Nota de Taemin:

Kiss Me.

Notas finales:

Minho profesor de inglés: LOL quiero uno así :c

Gracias por leer ^^

Edito: Por si no me supe explicar, todo era un plan. La mamá de Taemin conocía a Minho y lo ayudó con su hijo(?)

PS: también quiero una mamá así LMAO


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