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It's you por FubukiHell

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Notas del fanfic:

Esto también está publicado en Hato y en Kpop Writer, pero me animé a ponerlo en Amor Yaoi a ver qué tal *o*

Notas del capitulo:

Ojo! Contiene lenguaje homófobo con el que NO estoy de acuerdo en absoluto

Una mañana más, KangIn se acercaba a paso lento al instituto. Era lunes y él los odiaba, así que se tomaba su tiempo para llegar.
Mientras caminaba, le daba vueltas a esas malditas cartas que comenzó a recibir hacía un par de semanas. Cartas de amor anónimas como tantas otras a simple vista.
Cuando KangIn encontró la primera, no le dio importancia ya que estaba acostumbrado a esas cosas -no es que fuera el más popular del instituto, pero sí era medianamente conocido-. Un sobre rosa con un conejito blanco dibujado y ni un solo nombre o algo que identificase al emisor. La hubiera tirado sin siquiera abrirla, pero SungMin le insistió mucho en que, aunque sea, debía tener en cuenta los sentimientos de esa persona. Una completa estupidez a su parecer, pero Min era tan insistente que tuvo que leerla.
Aún recordaba palabra por palabra lo que decía y su mente no paraba de repetírselas:

«KangIn:
Puede que esto te parezca irreal, incluso estúpido, pero yo he tenido que reunir mucho valor para depositar esta simple carta en tu taquilla. Yo... quiero demostrarte que el amor es algo más que un capricho pasajero, como tantas veces te he escuchado decir, quiero enseñarte a amar y a ser amado. ¿Serás capaz de permitirme entrar en tu corazón? Sé que bajo tanta fuerza y músculo hay algo más, algo latente y con vida. No tengas miedo, KangIn, permite que mis manos te toquen y que mis palabras lleguen hasta tu interior porque... tú ya estás en mi corazón. Para mí no hay nadie más que tú en este mundo y me da igual lo que digan los demás, te quiero...
Recuerda, déjate amar...»


Le pareció normal, como cualquier otra, y le reprochó a su amigo la pérdida de tiempo. El problema llegó a la semana siguiente cuando, al abrir su taquilla un nuevo lunes, cayó al suelo un sobre exactamente igual al anterior con una única diferencia: tenía escrito por fuera una simple oración, “¿Cuál va a ser tu respuesta?”
Con una mezcla de nerviosismo y ansiedad, abrió la maldita misiva que se había colado poco a poco en su mente:

«¿Sorprendido? ¿No esperabas recibir otra carta? No tomes mis palabras a la ligera, KangIn, porque pienso revolucionar tu mundo.
No soy una persona más entre la multitud, tampoco alguien desconocido para ti. Tal vez sea ese amor que tanto anhelas en secreto... Dime, ¿nunca te has parado a pensar como es querer a alguien? Más que un amigo, más que un familiar, algo... algo indescifrable que crece poco a poco y te consume, te roba la razón, la capacidad de pensar; algo que solo existe para hacer que tu corazón se acelere cuando veas a esa persona tan única y especial... Así es como me siento yo cuando te tengo cerca, porque me has dejado desarmado con tu forma de ser y tu dulce y tímida sonrisa...
No me cansaré de repetírtelo, quiero ocupar un puesto importante en tu vida y quiero que tus oscuros ojos me miren con algo más que cariño. ¿Aceptarás mi propuesta? Nunca lo olvides, todo puede cambiar si se desea con la suficiente fuerza...»


¿Sorprendido? “Mucho” era quedarse corto... KangIn jamás imaginó tal cosa, y mucho menos una carta tan certera...
Por supuesto que había imaginado miles de veces cómo sería enamorarse, había deseado sentir esas mariposas en el estómago que SungMin le había descrito incontables veces... KangIn quería sentir el amor, saber lo que es hacer cualquier cosa por esa persona, pero ninguna chica le atraía lo suficiente. Había sido espectador de cómo cada una de sus relaciones se derrumbaba, de cómo las chicas que le podían gustar lo rechazaban y de cómo aquellas que parecían amarlo no se atrevían a mostrar su cara. Todo esto le provocaba una mezcla de impotencia y frustración que lo sacaba de quicio. Aunque lo que peor le sentaba eran esas cartas... ¿Quién demonios sabía tantas cosas de él? ¡Ni siquiera había hablado con SungMin de sus dudas amorosas!
Esa era otra, mientras KangIn despotricaba contra los pequeños sobres rosas, el menor estaba cada vez más ilusionado. No era raro porque Minnie era un amante de los doramas y las historias de amor imposible, pero... ¡Joder! ¡Se iba a volver loco!
Solo esperaba que aquel juego terminase pronto...

* * *



«KangIn:
¿Sabes lo que se siente al amar y no ser correspondido? Sentir un vacío cada vez más grande al estar al lado de esa persona, ver sus ojos tristes, carentes de ese brillo especial que alumbra la mirada de la persona enamorada...
No puedes imaginar lo mucho que deseo gritarle al mundo que te amo, lo mucho que quiero aprisionar tus labios entre los míos, porque me he enamorado loca y perdidamente de ti... Mi corazón, en su libertad, te escogió a ti, encadenándome a tu persona sin que te dieses cuenta.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo durará mi pequeña y dulce tortura? En mis momentos de soledad resulta doloroso profesarte este amor tan puro, pero el simple hecho de verte cada mañana borra todo rastro de tristeza. Porque tu felicidad es la mía, las lágrimas que tú derramas se corresponden con las que surcan mis mejillas; porque tú, KangIn, eres mi vida...
No sé cuándo te diré quién soy, porque tengo miedo... No soy capaz de imaginar una vida sin poder hablarte o mirarte...»


KangIn respiró hondo después de leer a su mejor amigo la última carta anónima que había recibido.
- Eso es todo...
- Vaya... -suspiró SungMin a su lado -. Sea quien sea debe quererte mucho... ¡Estás hecho todo un donjuán!
- Cierra el pico -. Rezongó el otro, malhumorado.
- Solo era un broma... - un lindo puchero se formó en los delicados labios rosas del menor.- No quería incomodarte.
- Lo siento, Minnie... - el moreno dejó escapar un suspiro cansado mientras acariciaba con suavidad el hombro de su mejor amigo -. Es que... ¡Todo este tema de las cartas me está sacando de quicio! - confesó revolviéndose el pelo.
- No te pongas así, hyung... ¡Puede que solo sea algo pasajero! Además, no sabes lo que daría yo por que una chica guapa me escribiese cosas tan bonitas.
- ¿Chica? ¿Tú no eras gay reconocido?
- KangIn...
- ¿Sí?
- ¿Acaso tú quieres que sea un chico el que te escriba?
La cara de horror que puso el mayor consiguió arrancarle al otro una alegre carcajada, una de esas que eran música para los oídos de KangIn y le hacían sonreír como un bobo. Y es que ver al conejito feliz era una de sus mayores delicias, sobre todo después de lo que sufrió por ser valiente y confesarle al mundo que era homosexual...
- ¿Y si... es fea? - preguntó de nuevo con temor, haciendo reír aún más a SungMin.
- ¡No seas tonto, hyung! Seguro que es una persona maravillosa, ya verás.
- A lo mejor es un SungMin en versión chica...
- ¡¿Eh?! ¡¿Y por qué como yo?!
- ¿En serio es necesario que te responda a eso? - le devolvió la pregunta con una ceja alzada -. Mira esto, Min, ¡el papel es rosa! ¡ROSA! - Agitó la carta en sus narices -. Y tiene el dibujo de un conejo y suelta muchas cursilerías y la letra tan redonda... ¡ES COMO TÚ!
- Jooo, hyung... ¡Yo no soy tan cursi! - Infló sus mofletes y KangIn sonrió ampliamente, perdiéndose en los rasgos delicados de su rostro.
Con su mirada recorrió cada línea de su rostro, la suave curvatura de sus labios, sus pequeños y vivos ojos, sus mejillas coloreadas de un rosa tierno...
Sin darse cuenta, comenzó a levantar lentamente su mano derecha, rozando con cuidado la nívea piel de SungMin. De sus rostros se borró todo asomo de expresión, tan solo se miraban el uno al otro, embelesados. El pequeño y tímido contacto se amplió poco a poco consiguiendo que el menor cerrara los ojos para entregarse por completo a las sensaciones que experimentaba con ese simple roce de la mano de KangIn.
De pronto, el timbre que anunciaba el final del descanso sonó, rompiendo la pequeña burbuja de sentimientos indescriptibles que habían creado los amigos.
SungMin, nervioso, se puso rápidamente en pie y recogió su mochila.
- Me voy ya, hyung. ¡No podemos llegar tarde a clase! ¡Nos vemos! - Se despidió con la mano antes de perderse entre la marea de estudiantes.
KangIn solo se le quedó mirando, preguntándose una y otra vez cómo alguien era capaz de odiar al conejo. Era simplemente la mejor persona que había conocido nunca y, en secreto, le gustaría que su admiradora se pareciese de verdad a él.
“O que fuera él...” – Pensó, y dentro, muy dentro de su corazón, algo explotó acelerando sus latidos.
Sacudió la cabeza, molesto por lo que acababa de pasar por su cabeza, y se dispuso a entrar a su clase.
“¿Y si fuera él? ¿Qué haría?”

* * *



Vuelta a la rutina. El cortísimo recreo acabó y KangIn entró con pachorra a su aula. Le tocaba un examen de coreano y no podía llegar tarde.
Entró y se situó en su sitio al lado de SungMin. Justo detrás de él apareció el profesor y todos guardaron silencio para comenzar con el examen. KangIn se rascó la cabeza, nervioso, tenía la sensación de que era un occidental que no sabía ni dónde estaba Corea al ver el examen. Por el contrario, Min parecía muy concentrado, escribiendo a toda velocidad... Respiró hondo y fijó la vista en el papel para comenzar de una vez. Poco a poco, pilló el ritmo y fue contestando, pero ni de lejos tan bien y rápido como su amigo, que ya lo estaba entregando y salía a los pasillos con permiso del profesor.
Siempre era igual, SungMin terminaba en una media hora - lo mismo que ocurría con Siwon, que era el empollón oficial - así que el profesor le permitía salir para descansar y no molestar al resto. Como los dos se llevaban bien se quedaban juntos, pero aun así, al moreno le gustaba terminar más o menos a la vez que él para no dejarlo mucho tiempo solo. No se fiaba... No quería que le volviese a ocurrir lo mismo que al principio, cuando salió del armario. Y la única forma de asegurarse su bienestar era estando con él a todas horas.
KangIn se retiró del examen una vez terminado y lo observó satisfecho, ¡al menos sacaría un 5! Lo entregó y salió de la clase a toda velocidad en busca del rastro de su mejor amigo. Se acercó a la cafetería, al aula de arte, la biblioteca y los servicios, pero SungMin no aparecía por ninguna parte. Era imposible que estuviera fuera, Min era alérgico y, en pleno mayo, no le era muy agradable estar entre tanta flor.
Siguió andando sin un rumbo fijo hasta que unos ruidos extraños le llamaron la atención. Eran muy reconocibles... Alguien estaba recibiendo una paliza.
- ¡Maricón de mierda! - Se escuchó desde el interior de aquella aula, y todas las alarmas de KangIn saltaron.
Entró precipitadamente en aquel lugar y se encontró a su amigo tirado en el suelo, rodeado de algunos de los compañeros de taekwondo del moreno.
- ¡¿Qué mierda estáis haciendo, imbéciles?! - Gritó, furioso, haciendo que los agresores parasen.
- ¿Tú qué crees? - Se burló uno, levantando a SungMin del suelo por el cuello de su camiseta -. Darle su merecido a este invertido que no se merec...
- ¡BASTA! - No esperó a que el otro terminase, no podía soportarlo -. ¡¡¡LARGAOS DE AQUÍ, GILIPOLLAS!!! NO QUIERO VER VUESTRA PUTA CARA EN MUCHO TIEMPO
Dejaron caer de nuevo al chico de rodillas contra el suelo y salieron uno a uno entre reproches hacia el capitán del equipo de taekwondo.
En cuanto se quedaron solos, el mayor corrió hacia el conejito y lo levantó con cuidado, abrazándolo con fuerza. SungMinnie se estremecía entre sus brazos con cada sollozo ahogado en el pecho de KangIn.
- Ya está, Minnie... ya ha pasado todo... - Le susurró al oído, acariciando con cuidado sus cabellos castaños.
Pasaron un rato así, las horas de clase se acabaron y los dos se quedaron ahí. Cuando los pasillos y las clases quedaron vacíos, el moreno llevó a su amigo hasta la parte donde impartían las clases de los clubs ya que sabía que en el suyo había un botiquín. Entraron vigilando que no hubiera nadie y el mayor se dispuso a curarlo.
SungMin siseaba de vez en cuando y más de una vez se apartó del recorrido de la mano de su hyung hacia sus heridas. Dolía y escocía, y al menor no le apetecía llorar más delante de KangIn. Aunque fuese su mejor amigo, quería demostrarle que también podía ser fuerte.
- Ya está... - Murmuró el mayor al acabar -. ¿Otra vez lo mismo?
Min solo asintió y ambos se sumieron en un profundo silencio. En mitad de aquellos instantes, el deportista se fijó en el otro, haciendo como un repaso mental de todas sus heridas para asegurarse de que no se había dejado ninguna atrás cuando algo le llamó la atención... Eran marcas de otras agresiones que ya estaban supurando, recientes, demasiado recientes.
- Minnie - le cogió el brazo, mirándolas de más cerca -, ¿qué es esto? ¿Cuándo te las hiciste?
- No es... nada... - Se apartó de KangIn, abrazándose a sí mismo.
- ¿Cuánto tiempo?
- ¿A qué... t-te refieres?
- No te hagas el tonto, SungMin. ¿Cuánto tiempo llevan pegándote de nuevo?
- Dos semanas... - Murmuró con voz queda, encogiéndose más sobre sí mismo y sintiendo un fuerte nudo en su garganta que amenazaba con desatarse en cualquier momento.
- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!
- No quería molestarte, hyung -. Sollozó con fuerza antes de romper en lágrimas de nuevo.
El moreno se acercó corriendo a él para volver a abrazarlo. Se sentía tan impotente y frustrado viendo a su mejor amigo así...
- ¿Por qué lo han hecho otra vez? - Preguntó en susurros.
- Creen... que soy yo el que e-envía esas cartas, hyung... - Contestó apenado, apartándose un poco de KangIn.
- ¿Y por qué no lo has desmentido, Minnie? - El mayor acarició con cuidado su mejilla, procurando no hacerle daño -. Es decir, está claro que no son tuyas.
- Pero... e-es que... - SungMin agachó la cabeza, avergonzado -. Yo...
Su voz apenas era audible y un leve sonrojo se extendía por sus mejillas.
El deportista solo necesitó unos segundos para darse cuenta de lo que aquel silencio significaba. Se apartó abruptamente de Min, no sabiendo cómo reaccionar. SungMin... su mejor amigo de la infancia... ¡había sido el que le había estado enviando esas cartas! ¿Cómo había sido capaz? ¡KangIn confiaba en él, era el único que sabía su contenido! Encima se había permitido albergar cierta esperanza hacia esa persona que ahora no servía de nada.
- Hyung, por favor... no te enf...
- ¡Cállate! - Gritó, llevándose las manos a la cabeza.
- Yo solo...
- ¡QUE TE CALLES! - Lo miró con dureza y repulsión en sus ojos, se sentía traicionado y eso era lo peor que le podría ocurrir -. Déjame en paz y olvídame.
Salió de aquel lugar con prisa. Ya no le importaba dejar solo a Min, ya no le importaba lo que le pudiese pasar. No sabía qué pensar acerca de eso... Su corazón latía desaforadamente, aunque no sabía si era por la sorpresa o por... Sacudió la cabeza de nuevo, aunque le doliese ya no quería saber nada más de SungMin nunca.

* * *



Hacía ya dos semanas desde aquello. No hablaba con SungMin, no se sentaban juntos, ni siquiera se miraban. Min se iba con Siwon y un chico de otra clase que se llamaba RyeoWook, así que KangIn se había resignado a volver con sus compañeros de taekwondo, en especial con HanKyung.
Cada día la pérdida de su mejor amigo le pesaba más en el pecho, y dolía... dolía tanto... Se había vuelto una persona voluble, agresiva y arisca, y su forma de hablar se había degradado bastante.
A veces, recordaba cómo era antes y se daba cuenta de que lo mejor que le había pasado era el menor, pero ya era demasiado tarde para lamentarse. KangIn no era de ese tipo de personas que se arrepentían de todo, él estaba en el otro extremo: era un cabezota y nunca daba su brazo a torcer. Aunque supiese que Minnie estaba pasándolo mal, que ya no sonreía tanto como antes y que parecía más cansado que nunca... aún con todo eso, algo en su mente no le permitía dar los pasos necesarios para acabar con esa estúpida situación. Hasta que aquella “estúpida situación” se volvió contra él...
Uno de aquellos tantos descansos que pasaba con HanKyung, el chino se dedicó a parlotearle de tonterías que él prefería ignorar. Pero entonces, de sus labios escaparon las palabras justas para captar toda la atención de KangIn:
- ¡Ah! ¿Has oído lo de SungMin? ¡Por fin nos libramos de ese maricón!
- ¿Cómo? ¿Q-qué vais a hacerle? - Se alarmó, no podía evitar preocuparse.
- Nosotros no le vamos a hacer nada, se muda a Seúl. Se ve que no lo ha soportado más -. Rió, divertido -. No te escandalices tanto, anda. Ni que fueses otra maricona. ¿Acaso estás enamorado del frágil e indefenso SungMinnie? - El chino comenzó a burlarse de él poniendo caras tontas que tenían como objetivo imitar los lindos pucheros que una vez el conejito le dedicó a KangIn -. ¡Miradme! ¡Soy KangIn y me gusta correr por el campo recogiendo margaritas para después deshojarlas preguntándoles por el amor de mi vida!
El líder del club de taekwondo fulminó con la mirada a HanKyung, consiguiendo que éste parara de una vez con la maldita broma. ¡¿Quién se había creído para tratarlo de esa forma?!
- Cuida tus palabras, idiota. - Se levantó de la mesa que compartían y se alejó todo lo que pudo.
Buscó un lugar en el que refugiarse, donde no hubiese miradas indiscretas, y dejó que el nudo que se había formado en su estómago se rompiese en miles de lágrimas. ¿Por qué tenía que llorar por SungMin? ¡Él mismo lo había rechazado, se había negado a acercarse a él! Dios... Estaba siendo tan estúpido... Nunca se arrepentía pero aquella vez era la excepción: ¡Tenía que hacer algo! No podía permitir que su mejor amigo se marchase sin haber arreglado esa estupidez, si no jamás se lo perdonaría...

* * *



No se podía creer lo que estaba haciendo... Cuando decidió en el instituto hablar con SungMin parecía la mejor opción, pero en ese momento... no le gustaba tanto.
Sus pasos eran vacilantes y se mordía las uñas con nerviosismo. Estaba acostumbrado a tomar el camino para llegar a la casa de Min, pero... joder, ¡¿cómo demonios iba a enfrentar la situación?! ¡No podía hacer como si no hubiese ocurrido nada! ¿Lo iba a saludar así tal cual? ¿Debía comenzar por disculparse? ¡Aaargh! Demasiadas preguntas, ¡demasiadas preguntas!
Paró frente a la puerta abierta de su casa. Algunos hombres entraban y salían cargando montones de cajas mientras la madre de SungMin lo vigilaba todo.
- ¿KangIn? ¡Cuánto tiempo!
- ¿Eh? ¡Ah! B-buenas tardes, señora Lee – dijo mientras hacía una pequeña reverencia.
- Me alegro mucho de volver a verte -. Sonrió de forma cálida y el chico solo pudo pensar que su sonrisa era igual que la del conejo -. Minnie está en su cuarto terminando de empaquetar sus cosas, sube y búscalo. ¡Seguro que se alegra mucho de verte!
El moreno asintió tímidamente y se encaminó hasta el dormitorio de su antiguo amigo. Respiró hondo antes de tocar, pero nadie pareció escucharlo así que entró.
Primero coló su cabeza y observó al menor moviéndose de un lado a otro hasta que algo le hizo parar en seco. Vio como recogía algo del suelo y lo observaba con cierto aire de melancolía. Parecía una foto... De repente, cayó en la cama, tapándose la cara, y comenzó a sollozar. Aquel recuerdo cayó al suelo de nuevo y KangIn pudo verlo mejor: era la primera foto que se hicieron cuando tenían tres años y entraron al colegio.
Terminó de entrar a la habitación y, con sigilo, recogió la foto y destapó la cara de SungMin.
- Se te ha caído esto -. Sonrió.
- KangIn... - musitó, limpiándose las lágrimas -. ¿Q-qué haces aquí?
- He venido a recuperar a mi amigo.
- Pero yo... c-creí que...
- No quiero que te vayas sin aclarar todo esto.
- No hay nada que aclarar -. SungMin se puso de pie, dándole la espalda a su hyung -. Lo dejaste todo muy clarito aquel día.
KangIn podía percibir perfectamente el odio y el rencor en sus palabras, pero no le molestaba porque sabía que el culpable de todo esto era él mismo.
Con un suspiro cansado, el moreno se levantó del suelo y soltó la fotografía sobre el escritorio ya vacío del menor.
- Escúchame, por favor.
- ¡NO! ¡No quiero oír tus excusas baratas! - Se giró para encontrarse con la mirada del otro -. Me prometiste protegerme y comprenderme y fuiste el primero en darme la patada. ¡¿Acaso sabes lo doloroso que fue eso?! - Minnie ya no podía controlar sus lágrimas -. Me duele más que me mirases con asco que el hecho de que me rechazases, porque yo creía que eras diferente... pero no... ¡Eres igual que los estúpidos de tus compañeros!
- Yo no...
- ¿Tú no QUÉ? ¿Que no querías hacerme daño? ¿Que no sabías cómo reaccionar? ¡Por favor, KangIn! Si te comportases como un amigo normal esto nunca hubiese ocurrido.
- ¿A qué mierda te refieres? ¡SOY un amigo normal!
- No, para nada. Te pasabas horas mirándome y acariciándome de formas poco inocentes, ¡y más de una vez estuviste a punto de besarme! Ahora dime que eso lo haces con cualquiera.
El mayor bajó la mirada, avergonzado. Sabía que las palabras de SungMin estaban cargadas de verdad, pero... ¡todo era tan confuso! No sabía cómo reaccionar o qué pensar. Tenía una reputación y admitir que era homosexual - si es que en verdad lo era - podría destruirlo, y eso le daba miedo.
Estaba completamente dividido entre su razón y su corazón.
-Ya veo que eres un cobarde, KangIn... ¿Sabes qué? Menos mal que me mudo a Seúl, así podré olvidarte de una maldita vez y encontrar a alguien que me valore de verdad y no tenga miedo al qué dirán.
Su voz sonaba tan fría, tan retadora, que dolía... dolía demasiado.
Quería recuperar esos años de amistad con SungMin que tantas veces había reflejado en numerosas fotos, pero se había dado cuenta tarde de que ya estaba perdida... Se perdió en el mismo momento en que Min se convirtió en su vida, en el momento que se prometió que nadie lo tocaría ni le haría daño porque, en el fondo, deseaba con toda su alma que solo le perteneciese a él...
- Largo de aquí.
Levantó la vista una vez más para mirar al conejito por última vez y, haciendo acopio de todo su valor, se acercó a él y lo abrazó.
- Lo siento, SungMinnie, he roto mi promesa y no he sabido protegerte del peor de los monstruos: mi propia ignorancia...
Sin más, se giró y se marchó. Tendría que hacerse a la idea de no volver a ver su sonrisa ni sentir su dulce aroma.

* * *



KangIn ya no recordaba cuánto tiempo había pasado desde que cualquier lazo que tuviese en el pasado con SungMin se rompiese. Los días no pasaban para él y tenía la sensación de que vivía en una perpetua noche de invierno, fría y solitaria.
Seguía juntándose con HanKyung, pero no había vuelto a captar su atención desde el día que le dio la noticia de la mudanza de su amigo. Nunca había sido muy buen estudiante, pero ya se convirtió en uno de los peores. Su carácter se volvió melancólico, apagado, ya casi no recordaba lo que era sonreír o ser feliz.
La única mejora que había tenido había sido en taekwondo, ya que descargaba toda su ira y frustración en cada entrenamiento y combate. Y era por eso que el entrenador lo había escogido como representante principal del instituto en el campeonato nacional que tendría lugar en Seúl.
El corazón de KangIn latía violentamente al pensar que podría ver de nuevo a SungMin, aunque no se atrevía a buscarlo. La madre de Min le había dado su nueva dirección por si alguna vez iba a la capital, pero no se veía capaz de volver a verlo, no sabría qué decirle porque cada día su ausencia le pesaba más y sentía que su corazón no le pertenecía.
Cuando se quiso dar cuenta, llegó el día del campeonato y se trasladó a Seúl con algunos de sus compañeros y un nutrido grupo de “animadoras”. Durante el viaje prefirió sentarse solo, jugando una y otra vez con la última foto que se hizo con SungMin, pensando en qué hacer. Definitivamente, decidió dejarlo estar, hablar con Min solo le serviría para abrir viejas heridas. Y eso era lo último que quería, bastante la había cagado ya.
KangIn recogió sus cosas y se bajó del autobús junto con los demás. Habían aparcado un poco lejos y tendrían que recorrer una parte del camino a pie.
El capitán arrastraba los pies por la calle, perdido en sus pensamientos, mientras escuchaba los intentos nulos de HyukJae -algo así como su discípulo- y JungSoo -la “mascota” del equipo- por sacarle una sonrisa. Ellos no tenían la culpa de lo que le pasaba, pero no era capaz de esconder todo eso y poner buena cara.
KangIn se retiró un poco de los demás y se dedicó a observar el paisaje de la gran ciudad cuando algo le llamó la atención. En un banco del parque por el que estaban pasando había dos chicos abrazados muy cariñosamente. Esa escena le recordó inevitablemente a SungMin, haciéndole sentir una puñalada de dolor y arrepentimiento, pero eso no era lo peor... El moreno creía que iba a morir cuando la pareja rompió su abrazo y distinguió a Min. Tenía las mejillas rojas y los ojos húmedos, y lo único que pudo sentir fue rabia. ¡¿Quién demonios le había hecho llorar de nuevo?!
Quiso correr hasta él, abrazarlo y separarlo del monstruo por el que había derramado tantas lágrimas, pero paró en seco al ver como se unían en un dulce y suave beso con su acompañante.
Su corazón comenzó a latir dolorosamente rápido. Su respiración se hizo pesada, no conseguía encontrar el suficiente oxígeno para vivir y no le importaba porque prefería morir a seguir observando esa escena. ¿Cómo podía ser tan lacerante? ¿Así era como se sentía SungMinnie? ¿Eso... eso era el mal de amores que tantas veces escuchó? Las profundas heridas quemaban poco a poco la razón de KangIn hasta volverlo ciego de dolor, y solo un ciego actuaría huyendo para apaciguar la sensación, solo un ciego por amor preferiría mantener intacta la imagen del que amaba y se negaría a aceptar tan cruda realidad...

* * *



- Bien, esta es la tabla de combates: el primero en luchar será Kibum, en la segunda ronda entrará DongHae, después HyukJae, en semifinales estará HanKyung y KangIn será nuestra arma secreta en la gran final. ¿De acuerdo? - Todos los chicos asintieron, concentrados, excepto el capitán.
La mente del moreno solo podía recrear una y otra vez la escena que vio en el parque y, cada vez que la volvía a imaginar, se sentía traicionado, hundido. Pero era su culpa y debía cargar con ello.
Estúpido del chico que se dio cuenta tarde de que estaba enamorado, estúpido de él porque su cabezonería lo había perdido para siempre...
Cuando quiso darse cuenta, ya se dirigía al centro de la pista para competir. Miró fijamente a su contrincante, no podía hacer nada contra KangIn, era demasiado débil. Se dio inicio al combate y el moreno descargó todo su malestar en cada movimiento. En consecuencia, su oponente solo duró cinco minutos.
Gracias al magnífico combate de KangIn se llevaron el campeonato, pero el chico no tenía ánimos para celebrarlo. Aunque sí aprovechó que le dieran la tarde libre para pasear por Seúl o hacer lo que quisieran.
El capitán se dio una ducha rápida en las instalaciones deportivas del evento y miró por enésima vez la nueva dirección de SungMin. Sabía que ya no servía de nada, pero necesitaba que supiese que le correspondía antes y en ese momento.
Cogió un autobús y pronto llegó a su destino. Tocó el timbre un par de veces antes de reencontrarse con la amable señora Lee.
- ¡KangIn, no te esperaba! Minnie no me ha dicho que venías.
- Es que... n-no lo sabe, quería darle una sorpresa.
- ¡Ah! Pues, pasa -. Se apartó para dejarle entrar -. Has tenido suerte de que aún no haya llegado a casa. Puedes subir y esperarlo en su cuarto para que no se lo espere -. Sonrió y el chico asintió tímidamente antes de reemprender su camino.
El dormitorio de Min era muy reconocible gracias al conejito que tenía pegado en su puerta. Entró con cuidado y lo observó todo. Se notaba la huella del menor en toda la decoración.
Durante los primeros minutos se dedicó a curiosear la habitación, a reflexionar acerca de las palabras que le diría, a pensar en general, hasta que el tiempo comenzó a pesarle demasiado.
SungMin tardaba mucho en llegar y la idea de que estuviese con ese chico lo volvía loco. Desesperado, cogió un papel y un bolígrafo y decidió plasmar todo lo que sentía en esa hoja. Procuró usar las palabras adecuadas, dejar su huella en el escrito y enseñarle a Min una faceta suya que nadie conocía.
Terminó de escribir y dejó el papel sobre la cama, acompañado de la última foto que tenían y que había llevado encima desde que se despidieron. Bajó las escaleras y se despidió de la madre de SungMin argumentando que su autobús salía pronto
Con cada paso que daba se planteaba más dudas. ¿Cómo reaccionaría Minnie? ¿Lo perdonaría o volvería a abandonarlo para siempre?
¿Cómo vivir sin la luz que iluminaba mi vida?

* * *



- Ya estoy en casa... - SungMin entró, cansado, y decidió irse directamente a su cuarto a descansar.
- ¿Minnie? ¿No vas a cenar?
- No, mamá. Me voy a dormir, estoy cansado.
Había sido un día muy largo. Había descubierto que el equipo de taekwondo de su antiguo instituto iba a una competición a Seúl y eso significaba tener a KangIn algo más cerca. Aquello había abierto viejas heridas que creía ya habían cicatrizado. Por suerte, tenía a KyuHyun para consolarlo y ayudarlo a olvidar todo eso un poco más cada día.
Entró en su cuarto y allí lo vio. Encima de su cama, con una carta debajo, una foto suya y de KangIn. La cogió con cuidado, sus ojos húmedos de nuevo. Entonces, decidió leer la carta:

«SungMin:
Sé que es demasiado tarde para mí, sé que tienes otro amor, sé que no te merezco, pero... necesito que sepas que eres el único para mí, que mi corazón clama por ti y te llama sin recibir ninguna respuesta porque ya no estás a mi lado.
Yo no necesito a nadie más que a ti, solo quiero que el calor de tu suave toque se lleve el frío invierno en el que se ha convertido mi vida desde que te marchaste.
Mis ojos arden a causa de las lágrimas acumuladas, mi corazón se niega a latir, mi cerebro no quiere olvidarte. Ahora que he comprendido que me has capturado, me cuesta pronunciar las palabras adecuadas porque tengo demasiado miedo. Miedo a no escuchar tu voz, a no verte, a sumirme en las tinieblas de mi vida. Aun así te lo diré miles, millones de veces, hasta que mis secos labios se desgasten, porque eres el único, porque te quiero.
Ya no me importa lo que digan los demás, me da igual que crean que nuestro amor está prohibido, solo te quiero a ti, solo te necesito a ti. Todo esto es solo por ti.
Aunque pase el tiempo, aunque muera, aunque ya no estés... seguirás siendo solo tú, seguirás siendo mi conejito... para siempre... Mis últimas palabras se llevan mis últimos dolores. Por favor, sé feliz.
Te quiero.»


Ya no podía contener las lágrimas. Se tapó la boca, ahogando sus sollozos. ¿Aquello era real?
- KangIn... - Susurró, llorando.
Aquella carta parecía tener el nombre de su amigo por todas partes. Palabras que solo le podía dedicar el deportista, frases salidas de la única persona que podía hacer latir a su corazón con tanta fuerza.
Pero... ¿por qué ahora? ¿Por qué aparecía cuando por fin podía ser feliz? ¡¿Por qué tenía que ser él?!
Sus lágrimas caían más y más, torturándolo. Había ido a darle eso y él no estaba. Ya no podría volver a verlo nunca más, jamás arreglarían eso...
Tal vez... tal vez sí que era demasiado tarde para ellos. Tal vez no estaban hechos para corresponderse, para ser uno... Aunque sus caminos estaban entrelazados, jamás llegaron a fundirse, jamás llegarían a ser algo más que amigos... ¿Por qué el destino jugaba así con ellos? ¿Qué había hecho SungMin para no tener el amor de aquel que moría por él...?

Una lágrima que cae, una pena que se alivia, un recuerdo que se marchita...

 

PKA♠


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