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Un juego de celos por cotacha

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Notas del capitulo:

Hola, ya estamos devuelta! a casi una semana de subir el primer cap..

 Cota:Quiero preguntarles algo... a quien por acá le gusta el Mpreg?.Yo soy un poco fanática, a la Tacha no le agrada mucho la idea pero jamás lo ha leído, alguien que me ayude a convencerla, o que le de recomendaciones u opiniones sobre el Mpreg?.

 Tacha: xdd, no es un poco rarito? 

______________ 

Apropósito, muchas gracias a todas aquellas que nos dejaron sus comentarios, realmente los valoramos mucho y nos han motivado mucho.

Muchas gracias por leer y esperamos que les guste el capítulo y seguir leyendo sus respuestas.

 

Cota y Tacha.

¿Qué haría su amo al saber que ya había cumplido su venganza? seguramente le obligaría a devorarle. Sonrió al pensar en las actitudes de su amo.Siempre le sorprendía.

-Sebas...tian- Susurró el menor en sueños mientras se movía en la cama, tomando por sorpresa al zabache.

¿Estaría su Bochan soñando con el?, revolvió sus cabellos negros, como si puediese espantar aquellos pensamientos. Seguramente aquel susurro no había sido más que su imaginación jugándome malas pasadas. Pero aún así no lograba comprender, por qué le causaba esa calidez interior, el pensar que Ciel soñaba con él.

Repentinas gotas de lluvia comenzaron a golpear la ventana, interrumpiendo el profundo sueño en que yacía sumido Ciel Phantomhive. Abrió sus ojos con pereza; Su horario acostumbrado, había sido intervenido. Eso definitivamente afectaría  su día.Él no se caracterizaba por tener un buen despertar.

-¡Sebastian!- Gritó con notable enfado. Pasaron los segundos, que parecían minutos y el conde no recibió la respuesta esperada, estaba solo y nadie acudía a su llamado. -Tsk...- gruño por lo bajo, descendiendo de la cama. Se vistió como pudo, sin poder abrochar del todo bien sus zapatos, ni su corbatín. definitivamente no lucía como el conde, menos como el “Perro guardián de la reina”.

Salió al pasillo que a esa hora del día solía estar aseado e iluminado, pero ahora... estaba vacío y oscuro. Algo palpitó en su interior, advirtiendole que no siguiera; Pero era un conde y ninguna de esas estupideces infantiles podia hacerle dudar.

-¡Finnian!- Llamó claro y fuerte. El eco de su voz golpeó las paredes de la mansión provocando una resonancia inquietante. Nuevamente nadie respondió. -Ese incompetente... debe estar arruinando el jardín- se convenció a sí mismo.

-¡Bard!- … No hubo respuesta alguna y nuevamente el eco le calaba los huesos. -No es nada- repitió en su interior -Debe de haber hecho explotar algo y ahora lo esta arreglando. Si... eso debe ser.

-¡Meylene!- Gritó más enérgicamente, convencido de que esta si acudiría. Pero nada nuevo sucedió, era igual que en los intentos anteriores. Esta  vez un poco de temor, se apoderó de él. La ama de llaves podía fallar en todos sus trabajos, pero muy rara vez faltaba a su llamado.

-¿Tanaka?- Llamó a su sirviente con notoria angustia en su voz. ¿Dónde estaban todos?, ¿es que acaso estaba solo... denuevo? La sola idea de pensarlo le hizo rememorar tiempos dolorosos
Su cabeza dolió repentinamente y una imagen desconocida invadió su mente...Se encontraba él, en un barco, solo mientras el fuego consumía Londres a lo lejos y con ella el estremecedor sonido... “London bridge is falling down...falling down...”. La imagen le golpeó como si de un recuerdo se tratase, la desesperación lo invadió. ¿Era realmente su recuerdo o parte de su imaginación? ¿y si realmente pasó, qué le impedía recordar?. Nuevamente la soledad lo asaltó de improviso y aquella exasperación creciente, que atemorizaba su espíritu, terminó por llevarlo a su última esperanza.

-¡¿Dónde estás Sebas...- una mano posada en su boca no lo dejó terminar la frase. Luchó, pero aquel que lo sostenía tenía una fuerza inhumana.

El cloroformo penetró su organismo con rapidez. La imagen bajo sus ojos se desvaneció rápidamente, una especie de cortina negra sacudió el pasillo de su mansión desolada, transportandolo a un completo negro...

Despertó por las gotas en su rostro en una casa destruida y abandonada, sus manos estaban atadas sobre su cabeza firmemente sujetas a la muralla de concreto. Una camisa blanca a medio abrir, era la única prenda que cubría su cuerpo, estaba mojada y fría. Agradeció mentalmente que fuese lo suficientemente larga como para taparlo por sobre las rodillas. Aunque... ¿porque era tan amplia? esa camisa... no le pertenecía. Se asustó y se estremeció ante las posibilidades que le podrían haber llevado a esta situación.

-¿Qué quieres de mi?- Gritó a la nada con un valor fingido. El viento helado golpeó su entumecido cuerpo.

Una delgada y ágil figura apareció saltando por sobre la pared derruida. Su torso estaba desnudo dejando ver su tonificado cuerpo, el sujeto estaba enmascarado y usaba pantalones negros que con la humedad se apegaban a sus finas piernas, permitiendo apreciar su estilizada figura.

¿Porque aquel hombre estaba semidesnudo? Sorprendentemente el miedo lo abandonó y volvió a su cuerpo su carácter confiado y altanero. La figura de aquel hombre se acercó cautelosa y elegantemente de una forma casi felina. El pequeño conde se llenó de nerviosismo. Restregando su rostro con su brazo, logró quitarse el parche, que siempre llevaba, abriendo lentamente su ojo, para así mostrar el símbolo que permanecía ahí desde aquel pacto...

-Ya deja de jugar y aparece... Sebastian- Ordenó con su voz más calmada de lo que esperaba.

La figura terminó de aproximarse, tomó el rostro del menor alzandolo para unir sus miradas. Unos hermosos ojos carmesí le miraron con ternura y pasión. Ciel tragó con dificultad. El hombre se acercó su rostro a el oído del menor, respirando acompasadamente, provocando un sin fin de escalofríos en el joven conde y dejando también un clima tenso.

-Yes... My lord- susurro sensualmente el enmascarado sujeto,  para finalmente morderle la oreja.
Ciel Phamtomhive estaba estupefacto, ante su asombro la máscara del extraño desapareció dejando ver el perfecto y adorado rostro de su fiel mayordomo Sebastian... esperen ¿adorado?. Su propia actitud le parecía extraña. Giró su rostro intentando ocultar su rubor; Sintió como los labios del mayor descendían delineando su cuello. Quiso reclamar, protestar, hacer que ese pervertido se alejase de su cuerpo, pero algo se lo impidió, ¿es que realmente lo estaba disfrutando?... Si, definitivamente se sentía bien.

Su rostro fue conducido por las frías manos del demonio, hacia su cara de éste y sin aviso alguno, el mayor acercó sus delgados labios a los de Ciel, para culminar en un beso desesperado. Nuevamente se asombró a sí mismo, no se resistió, en vez de eso respondió enérgicamente al beso. Los brazos del mayordomo rodearon la cintura del conde apegándolo más a su cuerpo, sintiendo su calor, percibiendo como éste aumentaba gradualmente.

-Me ha facilitado las cosas Bocchan... ya no será necesario mantenerlo atado- Susurró a la vez que las cuerdan en las muñecas del menor desaparecían. -Haré que ambos lo disfrutemos, pero porfavor no se atreva a cambiar de opinión, recuerde que soy un demonio, de mi no podrá escapar, joven amo.- Amenazó seductoramente manteniendo el lenguaje “cordial” que solía usar en situaciones cotidianas.

-¿Quién dijo que lo haría?- Respondió tímidamente con un deje de placer en su voz. Se quedó en shock. ¿Qué había dicho?, ¿Desde cuando hablaba de tal manera?. Enredó sus brazos en el cuello del mayor para aumentar el contacto.

Las manos del demonio se introdujeron delicadamente dentro de la camisa, palpando aquella joven y nívea piel que le llamaba, la mano fría de Sebastian, hizo que se le erizara la piel, sin embargo, interiormente un calor intenso lo consumía rápidamente.

-Bocchan, ¿no le preocupa.... que yo sea un hombre?- Preguntó, para luego besarlo tiernamente.

Ciel se sorprendió por la pregunta, pensó en decir que si, pero algo en su interior gritaba la respuesta contraria, además el no era literalmente un hombre.

-No me importa, mientras se trate de ti.- Susurró casi imperceptiblemente en el oído del mayordomo.

Se volvieron a unir en un beso apasionado y desesperado, Sebastian alzó las piernas del conde para que estas le rodearan, provocando el roce de sus entrepiernas duras. Las manos del azabache, desvestían lentamente al menor para comenzar a recorrer lenta y seductoramente su cuerpo , para finalmente llegar a su miembro. Una seguidilla de movimientos rápidos,en la entrepierna del conde, lo hacían enloquecer. El cuerpo tibio de Sebastian acorralándole contra la pared fría, sumando aquellas caricias que su sirviente le brindaba, realmente lo hacía perderse en un mar infinito de lujuria y placer.
Su cuerpo fue depositado suavemente en el suelo, los ojos carmesí se conectaron con su mirada, Sebastian lo observaba tiernamente, sonriendo, de una manera que jamas habia visto antes.

-Lo prepararé.-Dijo gentilmente mientras lo volteaba, para abrir sus glúteos. La mano del pequeño aristócrata detuvo sus intenciones.

-No, hazlo así. ¿Dolerá?- Preguntó con algo de miedo en su voz.

-Sí, un poco. Lo haré tan gentil como pueda Bocchan- Respondió suavemente. Las palabras del mayordomo adquirieron un eco, como si realmente proviniesen de otro lugar y momento.

-No, hazlo tan doloroso como puedas, graba el dolor de mi vida en mi alma...- Contestó sin pensarlo.

Vió la sonrisa del mayor una vez más y pudo sentir el calor de su miembro en su entrada, rozándole.

-Yes, my Lord- Musitó, mientras se preparaba para el acto que culminaría con la “inocencia” del joven.

-¡Házlo!- Gritó con placer.


Estaba por amanecer el la mansión Trancy. Ciel, aun aturdido, respiraba con dificultad, miró a su alrededor, tratando de reconocer el lugar en el que se hallaba, intentando asimilar las imágenes que aún rondaban su cabeza.

-U-un sueño?- Susurró con algo de impotencia, extrañaba la sensación de placer que le había parecido tan real.

Alguien golpeó su puerta y adivinando quién era se estremeció de nervios.

-Bocchan, ¿cómo ha amanecido?- Preguntó el mayordomo elocuentemente -Parece que bien- Dijo mirando con aire de burla la erección que permanecía aún en el peliazul.

Una bofetada surco su rostro rapidamente
.
-¡Desaparece!- Respondió sin siquiera mirar al mayor, para tratar de ocultar, el rubor que cubría su pálido rostro.

Sebastian evitó mostrar su sorpresa, y salió rápidamente de la habitación.
¿Qué rayos acaba de suceder aquí?, se preguntaba a sí mismo. Realmente, lo quiero, quiero que Sebastian me desee. Quizás lo que realmente necesito, es hecharme un polvo con el y ya, ¿no?. Mientras pensaba que hacer, para seducir a su sirviente, recordó el trato que Alois le había propuesto.

-...Alois- sonrió con malicia.

Notas finales:

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