Había gente que en definitiva no merecía ser padre. Eso lo sabía, vivía con esa convicción cada día de su rutinaria existencia, viendo cómo personas con rostros acongojados se acercaban a su oficina en busca de ayuda. Cada caso que llegaba resultaba peor al anterior; niños maltratos desde su nacimiento, con vidas míseras y golpes por todos sus cuerpecitos, las ideologías destruidas, los sueños desvalorizados. Culpables por el simple hecho de haber nacido. Lo llevaba a sus momento más prófugos, a las situaciones más absurdas, a los sentimientos más dolorosos.
Cuando leyó el expediente del pequeño Sasuke no se sorprendió demasiado, era lo común, lo usual, lo que sucedía cada vez que una irresponsable adolescente con delirios de adulta quedaba embarazada, embarazada del hombre que sus padres por años le prohibieron frecuentar. Según había leído, los padres del menor habían sido acusados de maltrato luego de que una de las profesoras del jardín notara múltiples golpes en su abdomen. Fracturas constantes y latente desnutrición.
—Sr. Namikaze—Llamó su secretaria de confianza, con un rostro que indicaba que desde hace varios minutos le estaba llamando. Sonrió en modo de disculpa y le indicó con un gesto que continuara—Los padres del expediente número 326 han llegado.
—Sasuke—Corrigió rápidamente.
—Sí, Sasuke.
—Hazles pasar— Murmuró con la vista perdida en la ventana ubicada a su lado derecho. Desde ahí, a punto de anochecer, se apreciaba en su totalidad las casas iluminadas con alusivos a la navidad.
La puerta rechinó breve y los padres del niño junto a Sasuke ingresaron a su oficina, giró la silla de escritorio donde se encontraba sentado y los detalló inerte, analizando a los presentes. Por un momento, demasiado breve, Sasuke logró cautivarlo. Con sus grandes ojos color carbón, su blanquecino casi amarillento cuerpecito y sus diminutas pero enternecedoras piernitas.
Los padres, de quienes no recordaba nombre, se sentaron frente a él. Lo primero que percató fue que por primera vez, en un caso como ese, el niño se mantenía más cercano al padre que a la madre, pero no por ende menos temeroso.
—Nosotros somos los papás de Sasuke—Indicó la madre, con el rostro despreocupado y las gesticulaciones demasiado desinteresadas para su gusto.
—Sí, por eso se supone que están aquí— Bramó con una ambigua sonrisa posada en sus labios—Ahora, coméntenme algo sobre su vida familiar.
—Somos como todas las familias—Aseguró el padre con molestia.
—No sé en qué clase de mundo vive usted, señor, pero, las familias normales no golpean a sus hijos hasta lograr fracturarles partes de su cuerpo, ¿O seré yo el equivocado?
El silencio fue crucial y, como lo supuso desde el momento en que los vio ingresar a su oficina, los presentes no eran lo suficientemente listos como para rematar cada acusación que con libertad soltaba mediante la consulta.
—Dejadme solo con el niño—Ordenó sin miramientos, observando cómo Sasuke, con sus azabaches ojos, se fijaba en él. Los padres, que por un momento parecieron dudarlo, se marcharon sin rechistar.
— ¿Te puedo llamar Sasuke?—El aludido asintió lentamente— ¿Cuántos años tienes?— Con sus pequeñas manitos indicó 5— No pareces hablar mucho.
—… A-así… es mejor—Farfulló con la vista fija en el rostro del mayor.
— ¿Por qué?
—Cuando… mucho digo… acarreo problemas—Admitió sin el característico brillo en las pupilas de los menores. Enarcó una de sus cejas, más intrigado por la utilización de acarrear que por aquella deducción.
— ¿Quién te dijo eso?— El menor negó suave, con una sonrisa en sus diminutos labios— ¿Te molestas si me acerco un poco más?— Entonces Sasuke con sus grandes ojos lo miró por largo rato, pensando seriamente la proposición del otro. Luego asintió, dudoso.
Naruto, con su largo cabello rubio rozando sus hombros, se sentó a su lado, lo suficientemente prudencial como para no asustarlo.
Luego cuando de paso en paso logró ganarse su confianza, el menor respondió a cada una de las preguntas, con sinceridad pero, a la vez, con aquella entorpecida necesidad de defender a los acusantes. Se comportaba como todo un adulto y eso, no dejaba de sorprenderlo.
Al final, Naruto irremediablemente sintió ganas de protegerlo, de tomarlo entre sus manos y abrazarlo, con tal fuerza como para lograr sentir su diminuto cuerpo junto al suyo. Ahí fue cuando su problema se intensificó, porque no importaba cuanto quisiese retener al niño consigo, la consulta culminaba y luego, aquellos hijos de puta se lo llevarían, lejos de él.
Por eso, apenas tuvo oportunidad, con un cauteloso movimiento, levantó la camisa del pequeño. Demasiado contrariado como para darse cuenta de su acción.
Sus fríos dedos recorrieron la amoratada longitud y sus ojos destellaron pura molestia, demasiados ocupados observando el golpeado cuerpecito como para detallar los asustados ojos con lo que Sasuke le miraba.
Entonces en el justo momento que una manito tomó su muñeca se tranquilizó y, por primera vez desde que se fijo en el amoratado abdomen del otro, comenzó a respirar. Sonrió ocultando rastro de miedo y, cuando su mirada azulina se encontró con el rostro golpeado del pequeño frente a él, tan asustado como para pronunciar palabras coherentes, el pensamiento de odio se intensificó. Sí, en definitiva había gente que no merecía ser padre.