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Amor inmortal. por Itachiisgod

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Notas del fanfic:

Mi primer Fic de Sekaiichi Hatsukoi, y el primero que escribo en mucho tiempo ;_; Más explicaciones en las notas del capítulo xD

Notas del capitulo:

¡No me odien, por favor!

 

Estoy de vacaciones e_e Empecé hace poco, y como he visto Sekaiichi Hatsukoi nueva mente hace poco, me surgió la inspiración paara escribir esto. No, no abandoné "El amigo de mi hijo" pero siendo honesta, tampoco empecé a escribir el último capítulo. En cuanto lo haga, devuelvo los reviews avisando. Probablemente sea después de las fiestas, pero no se demorará mucho más.

 

En su lugar, como regalo de navidad les traigo este largo Oneshot que espero que disfruten leyéndolo, como yo disfruté el escribirlo. Cualquier cosita, un review. Abajo, en las notas finales, diré cómo procederé con los fics que les debo.

 

A leeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer <3

 Dícese que el amor en la inmortalidad es más complejo. Conlleva este sentimiento algo mucho más puro que las emociones simplonas de los seres humanos, porque las razas poderosas deben llevar a cabo una unión; pero no es necesario el típico cortejo que todos conocemos cuando se trata de vampiros, porque se da todo por naturaleza. Solo hay un compañero anotado en el futuro para vivir juntos durante la extensión de la eternidad. Si hay suerte, se da el encuentro fortuito por el cual se reconocen como parte de uno mismo. ¿Cómo son capaces de notarlo? Ambos desprenden un aroma dulce, que solo ellos son capaces de percibir en el otro. Y entonces  pueden intercambiar sangre. Sí, es sabido que esta especie consume la vitalidad de otros seres vivos (en especial la de los humanos, que da fuerza a sus habilidades), pero un vampiro únicamente puede tomar la sangre de otro igual cuando se trata del amor de su longeva vida; de otro modo, le sabrá agria. No importa si es hombre o mujer, si el destino te lo impone se consigue hallar al indicado.

    El inconveniente es que esta tradición se ha ido evaporando a causa de los arreglos matrimoniales y convenios entre familias poderosas. Cada vez más se van perdiendo las posibilidades de cruzar a tu otra mitad; y la historia de lo que sucede al encontrar una pareja dejó de contarse, y ahora es solo una leyenda. Entonces, si solo hay rumores, si llegó a olvidarse… ¿puede continuar sucediendo?

 

 

     —Shouta. Kisa Shouta. Es interesante verlo por aquí. ¿Qué se supone que ha hecho? —habló el rey observando al pequeño hombre de cabellos negros.

     —Se lo acusa de haber entablado relaciones amistosas con… humanos. Lo cual todos sabemos que está estrictamente prohibido.

     — ¿Qué tiene que decir a su favor, Shouta?

     Había un silencio sepulcral en el salón recibidor del monarca. Este estaba sentado en un gran trono ubicado en el centro, contra la pared trasera. A su derecha se encontraba la reina, y a la izquierda el único hijo de ambos. Allí se llevaban a cabo las celebraciones, las promulgaciones, acusaciones y sentencias. En este caso, el pueblo acusaba a Kisa por tratar con humanos, denominados inferiores, cosa que estaba prohibida por ley.

     El hombrecito elevó los ojos débilmente, postrándolos en los pies del rey. Estaba serio, quizás un poco decaído, pero no lloraría. No ante la comunidad de vampiros que lo miraban con aprensión. Pero se mantendría firme en lo que creía.

     —Nada.—Se oyó un murmullo general—. Me considero libre de tratar con quien guste, no por ser un vampiro voy a degradar a otras razas. Y déjeme decirles que los humanos son bastante agradables. Y por sobre todo, tolerantes. Al menos más de lo que ustedes están siendo en estos momentos.

     —Shouta—dijo, y el tono de voz asustó al pelinegro—. Lo que está diciendo es blasfemo.

     Elevó el rostro completamente, y tragó grueso al ver la cólera en los mofletes y la frente rojos del rey. Pero demostraría que no era débil. Si había tomado una decisión, deberían respetarla. No hacía daño a nadie.

     —No creo que sea blasfemo. Sé cuidarme a mí mismo. No permitiré que nos encuentren, ni que nadie corra peligro. No tiene nada de malo que me relacione con las personas.

   El murmullo se había convertido en una fuerte discusión de todos contra todos. Gran parte de los que presenciaron las palabras dichas por Kisa estaban en contra. Pero solo algunos lo defendían, y comprendían su postura. Entre esos estaba el príncipe del reino. Lo observaba expectante, concentrado al cien por cien en la seguridad de sus ojos. Porque la voz le temblaba, pero parecía seguro de sí mismo y de lo que estaba transmitiendo. Y eso le gustaba mucho, casi tanto como sus grandes y oscuros orbes y fino pelo negro. Además de su graciosa pequeña contextura. ¿Qué edad tendría? Él tenía doscientos once, y debían de ser coetáneos. No, seguramente era menor. Se le escapó una ligera media sonrisa que supo borrar a tiempo, ya que no era congruente con el ambiente que había su alrededor.

     — ¡YA BASTA! —gritó su alteza y tomó lugar el mutismo—. Kisa Shouta, por relacionarte con seres inferiores, blasfemar contra tu raza y faltarme el respeto… ¡TE CONDENO A LA GUILLOTINA!

     Los ojos del joven príncipe se abrieron en demasía, y fulminó a su padre con la mirada. No podía hacer eso, ¡ese muchachito era atractivo, no era justo que lo matara! Echó la cabeza hacia atrás, y suspiró. En ese momento le gustaría poseer la misma habilidad que su amigo Akihiko, e influir sobre la mente del resto. Pero tenía que haber heredado de su padre la jodida…

     — ¡Suéltenme!

     La voz de ese sujeto lo despertó de sus cavilaciones, y haciendo uso de la velocidad y reflejos característicos de los vampiros, en una fracción de segundo estuvo entre el guardia y el chico, sosteniendo del abrazo al que intentaba lastimar a su pequeña belleza morena.

     —Oye, oye. ¿Puedes ser más amable? Lo sentenciaron para dentro de tres días, trata de no matarlo hasta entonces—y esbozó una sonrisa que a Shouta se le antojó única, magnífica, y hasta estaba casi seguro de que desprendía una fragancia particularmente deliciosa. Pero su gesto continuó siendo aburrido, y sus fanales permanecieron húmedos. Lo iban a matar de igual modo.

     ¿Y cuál era la manera de matar un vampiro? No, eso de clavar una estaca eran puros cuentos. Se debía cortar la cabeza al individuo, para que la inmortalidad escape del cuerpo, y luego moría como cualquier ser humano común y corriente. Por eso existían dos condenas: la cadena perpetua (es decir, durante la inmortalidad del sujeto, permanecería encerrado en el calabozo del castillo), y la guillotina.

     Kisa fue llevado a una de las mazmorras del castillo, y depositado sin cuidado alguno sobre el helado suelo del lugar. Se sentó erguido, demostrando que aún tenía cosas por las cuales enorgullecerse, y cerró los ojos con cansancio cuando oyó que se marchaban. La oscuridad de la noche llegó temprano, arrullando al friolento hombre que se estremecía con cada viento que golpeaba su piel. Era triste estar ahí, y se encontró solo al darse cuenta de que sus verdaderos amigos estaban detrás de los árboles del claro, con el resto de los humanos. Y por un momento, envidió a cada uno de ellos por la raza con la que vinieron al mundo.

     Miró por la ventana las estrellas que estaban salpicadas en el cielo. Quizás morir no fuera tan malo, se dijo, tal vez pudiera volver a la vida de la forma que siempre quiso. Ese… Dios del que hablaban las personas, sus colegas, podía no ser mentira. Y estaba aguardando por él, para salvarlo de ese calvario.

     Una piedra cayó del techo, golpeándole la cabeza. Miró a su lado, era una bastante grande. Quizás a un mortal podría haberlo desmayado. Se percató nuevamente de su encierro, de la soledad que lo aturdía y del frío que lo entumía. Se mordió el labio, conteniendo nuevamente las ganas de llorar.

     — ¿Quién rayos me manda a perseguir mis ideales? Después de todo, ¿quién más que yo puede pensar de esta manera estúpida?—pensó en voz alta.

     —Yo.

 

     Se oyó una voz en la nada, y Kisa se sobresaltó, observando en todas direcciones. Aguzó el sentido de la vista, intentando percibir a alguien oculto en las sombras. Pero no, parecía estar solo. Aunque esa voz había sonado a menos de un metro de distancia. Luego de que la cabeza del pelinegro girara en todos los sentidos posibles, fue audible una pequeña risa de burla.

     —Quienquiera que esté por ahí, le exijo que no sea cobarde y se muestre—habló quedito, pero firme.

     Y ante él, que estaba sentado, se presentó de la nada un hombre bellísimo, con una estatura superior. Lo reconoció inmediatamente, y bajó la mirada.

     —Aquí estoy, no soy ningún cobarde.

     —Lo lamento, alteza. ¿A qué viene, a burlarse de mí? Sí, lo supuse. Su padre lo envió para jugar conmigo  los días antes de mi muerte. Pues no me echaré a sus pies, lamento decirle. No pediré perdón, porque no creo estar equivocado.

     —Yo tampoco pienso que estés equivocado.

     —Además su padre es un… ¿Qué? —los ojos de Kisa se abrieron un poco—. ¿Me está tomando el pelo?

     — ¿Por qué lo haría?

     —Porque… es Yukina Kou, el príncipe del reino, aclamado por todas las vampiresas y vampiros jóvenes que deambulan por territorios cercanos al castillo, solo para verlo.

     El hombre dejó escapar una risilla nasal.

     — ¿Tú eres de los jóvenes que hacen eso?—El rostro de Kisa enrojeció al instante y Kou rió con fuerza—. Me alegra saber que aún le gusto los colegiales.

      — Con todo respeto, su alteza, ¿qué edad piensa que tengo?

      Molestia, ira. Tenía ganas de golpearlo. Pero no estaba en una buena situación, no con un montón de guardias que seguramente habían bebido la suficiente sangre humana como para fortalecerse por horas y él con apenas la sangre de un ciervo consumida al mediodía.

      —No lo sé, ¿doscientos diez? —Kisa hizo un gesto de espanto—. Dímelo tú.

     Se tapó la cara con las manos, y respondió:

     — Trescientos siete.

     — ¿Disculpa? No me permitiré creerte.

     —No me interesa, solo lárguese.

     —En verdad luces muy joven, ¿qué sangre bebes, cuál es tu truco? Yo soy guapo, pero no creo llegar a los trescientos y seguir aparentando la edad que poseo ahora.

     —No tengo ningún truco, siempre fui muy aniñado.

     El leve sonrojo en esas blancas mejillas le fascinó por completo, y sintió cómo llegaba desde él un aroma dulce, como de rosas mezcladas con miel. Era extraño, exquisito. Y Shouta también lo sintió, se asustó por lo que eso podía llegar a significar, pero intentó ignorarlo. No podía ser él, no ese engreído príncipe de cuarta. De pronto, las encías de ambos dieron un leve cosquilleo y sus colmillos amenazaron con agrandarse y tomar filo. Kou no lo entendía, eso solo le pasaba cuando estaba frente a una presa. Y los vampiros no podían ser cazados los unos a los otros, su sangre sabe amarga. Lo descubrió cuando mordió a dos amigos suyos en la infancia. Intentó cambiar de tema, ignorando esa dolorosa y placentera sensación.

     —Me pareció injusto lo que me padre hizo contigo. Yo creo, todo el mundo puede juntarse con quien desee. Ya sean humanos, vampiros o lobos. Podríamos mantener una unidad si así lo deseáramos.

     —Felicitaciones, chiquillo. Eres listo.

      —Hasta hace un momento me tratabas de usted, y ahora me tuteas. ¿Qué te pasa? —se dejó reír abiertamente, por alguna extraña razón, ese hombre le daba confianza.

     —Es porque me di cuenta de que estás de mi lado, y que eres unos cien años más joven. Además, no tengo ganas de formalidades con el hijo del tipo que me envió al calabozo.

     —Comprendo—suspiró—. ¿Sabes? Me gustaría tratar con humanos. Se ven simpáticos, agradables. Los observo un minuto antes de extraerles la sangre, y la forma en la que interactúan entre ellos es tan cálida. Me gusta.

     —Estás en toda la razón. Tengo amigos allí, y su amabilidad a veces sorprende. Bueno, aunque solo si te presentas bien. Si les hubiera soltado que era un «chupasangre» de la nada, probablemente huirían. Pero ellos no, supieron comprenderme a mí y a mis necesidades como perteneciente a otra raza. Les expliqué que así como ellos requieren comida y agua para no morir, nosotros solo  necesitamos sangre de su especie o de otra; aunque a diferencia de los animales, la sangre humana nos proporciona poder. Ellos también me llaman vegetariano, porque me he empeñado últimamente en alimentarme de animales para no dañar a su gente, ni asustarlos.

      —Eres un buen amigo. Aunque tus poderes deben estar por el suelo.

     —Lo están. Pero no creo necesitarlos. Nunca me jacté de lo que me fue heredado.

     — ¿Qué habilidad particular posees? Yo consigo hacerme invisible.

     —Velocidad. Me muevo aún más rápido de lo que tú lo hiciste cuando el guardia quiso golpearme. ¿Por qué fue eso, por cierto?

     —Bueno, la verdad es que…— Se oyeron unos pasos aproximarse—. Debo irme. Volveré mañana, lo prometo.

     —No es necesario.

     —Lo haré de todos modos. Quiero verte.

     Depositó un casto beso sobre la frente del contrario, y ambos volvieron a percibir ese olor dulzón que los capturaba en lo que parecía ser una burbuja de pasteles rosados, y árboles de Sákura. Se separaron, nerviosos por el crecimiento de los colmillos del que ninguno dijo nada, y el príncipe desapareció.

     Kisa se recostó sobre la piedra fría. No había vuelto a sentirse incómodo hasta entonces, pero ahora la realidad era distinta. Bueno, al menos contaba con el apoyo del príncipe. Tal vez él pudiera sacarlo de ahí. Tocó sus colmillos semilargos y suspiró, intentando calmarse. El corazón le latía deprisa, y tenía esa fragancia impregnada en la nariz. ¿Cómo podía ser ese engreído? Desde pequeño estuvo ansiando encontrar su mitad, pero no creyó que fuera en esas circunstancias, ni con esa persona. Era bello, de su tipo. Pero también era joven y pedante. Por un segundo se preguntó si él sabría el porqué del aroma y crecimiento de los colmillos, si conocería la tradición; pero concluyó que no era de su importancia y que resultaba mejor si no comprendía la situación.

     Cerró los ojos, dejándose llevar por Morfeo.

 

     Era la noche luego del día siguiente. Kou acababa de llegar, como prometió, solo que respiraba agitado. Kisa lo observó desde el suelo, divagando en pensamientos. ¿Cuánto medía ese tipo? Era altísimo.

     —Lo lamento, solo vengo quince minutos. Tengo una reunión importante con el concejo de…

     — ¿Cuánto mides, Yukina?

     — ¿Eh?

     —Eso, ¿cuánto mides? Eres jodidamente alto.

     —Un metro ochenta y seis. Pero, ¿y eso qué importa? ¿Cómo te encuentras? ¿Lograste dormir bien? ¿Alguien te hizo daño?

     Se puso en cuclillas junto a él, y lo observó detenidamente. Era lindo, aún dudaba de la edad que supuestamente tenía. Le preocupaba bastante el cómo lo pudieran tratar los gruñones de los guardias, además de que él no ayudaba con su carácter testarudo.

     —Si se puede decir que estoy bien midiendo un metro sesenta, puede ser. Pero no, las cosas de la vida no son justas. Y estoy condenado a vivir así de pequeñito una eternidad. ¡No, espera! Tu padre me matará en dos días ¡seré libre de este cuerpo bajo y afeminado!

    —No te han alimentado, ¿verdad? Dices incoherencias. Te he traído un poco de san…

     — ¿Incoherencias? Te equivocas, niño guapo. Las incoherencias las plantea el destino, uno tiene ya programado quién será el amor de su vida, y eso no está bien. El estúpido elije por ti. Vaya que me tocó uno bien sexi. Por mí estaría bien, pero es tan engreído…

     —Toma, bebe.

     Le colocó sobre los labios una botella repleta de sangre de venado. Respetó los gustos que tenía, y se abstuvo de llenarla con vitalidad humana. Una vez que bebió hasta la última gota, los ojos de Kisa se abrieron con lucidez, observándolo como si se hubiera aparecido ahí de repente, otra vez.

     —Te agradezco, no era necesario que me dieras de comer. Ni siquiera tenías que venir.

     —Te advertí que lo haría.

     —Eres muy amable, pero ¿por qué te intereso tanto?

     —Honestamente no lo sé. Te vi, me pareciste simpático y… bonito. Lo que hizo mi padre es injusto, porque si no pasaba esto, planeaba acercarme a ti de todos modos. Algo en ti me… llamaba.

     —Bueno, bueno—habló rápido, se había puesto nervioso, ya sabía que era él—, tal vez porque te parecí un tonto niñito colegial que te seguía. Y eres tan engreído que te involucrarías con quien te idolatra.

     — ¿Engreído, dices? Hace un momento mencionaste que el amor de tu vida era bello y engreído, ¿ese no seré yo?

     — ¿¡Qué!? ¿¡Yo dije eso!? Debiste haber oído mal, estaba hablando tonterías porque tenía hambre, tú jamás podrías ser mi amor, suena verdaderamente ridículo. Además yo ¡hmp!

     Kou sostuvo del contorno del rostro a Kisa, y lo acercó para besarlo. Emanaba de sus pieles el aroma más delicioso que jamás hayan conseguido percibir con su olfato agudo. Se sentían presos de la pasión que el beso alcazaba, una lentitud casi divina que los sostenía con suavidad, meciéndolos en la inmensidad de  la nada misma, donde todo ocurre. Sus lenguas danzaban en un compás experimentado, y el aire comenzaba a escasear. Sus colmillos estaban filosísimos y las encías les dolían. Pero no era un obstáculo para seguir besándose, pues de alguna forma no se podían dañar.

     Se separaron agitados, asustados ante tanta adrenalina. Kou se puso de pie, y Kisa lo observaba estupefacto. Sin decir nada, y mostrando el gesto de horror más premiado del año, no tardó en desaparecer bajo su invisibilidad envidiable. El de ojos  oscuros quedó allí, sentado, con las encías rojas y los caninos que casi le tocaban el mentón. ¿Estaba algo excitado? Sí, eso seguro. Pero ahora era totalmente consciente de una cosa: su igual, el amor de su inmortal vida era Kou, Yukina Kou.

    

     Estaban frente a frente, con la vista clavada con determinación en el rostro. La mirada de Yukina era húmeda, desesperada; mientras que Shouta permanecía abúlico. Sabía a lo que el otro venía y no estaba seguro de tener ganas de contar esa historia.

     —Voy a besarte.

     — ¿Vas a q…?

     Lo interrumpió con un pequeño beso en los labios, que fue tomando fuerza a medida que los segundos corrían. Y sí, ahí estaba ese olor agradable y único, acompañado por la excitación de sus dientes. Se separaron con el mismo gesto que poseían al principio.

     —Algo me dice que tú sabes lo que nos sucede, pero no cuentas nada.

     —Tampoco tengo por qué hacerlo.

     —Quiero saber.

     —No.

     —Kisa Shouta, como tu príncipe te ordeno que hagas caso a mi petición—habló con voz ronca y el pequeño revoleó los ojos—. Hazlo de inmediato.

    —Está bien, está bien. Bueno, no me sorprende que no lo sepas, ya que eres bastante joven. Verás, tú…sientes una fragancia dulce ¿no es así? Yo también, y eso es porque hay una tradición que dice que los vampiros hallan — tragó grueso con las mejillas sonrojadas— al amor de su vida mediante el olfato. Es por designio del destino, uno no elige. Solo se lo imponen y ya.

     — ¿Y los dientes?

     — Bien, eso es porque cuando se encuentra a la pareja, se debe formar una unión; una especie de pacto. Y ambos vampiros deben intercambiar sangre para sellarlo. Por eso es que despiertan los instintos cazadores y aparece la… la…

     —Excitación.

     —Eso. Aunque claramente no es necesario todo esto si encuentras con quien estar. No tiene mucha relevancia hoy por hoy. Por eso creo que deberías alejarte de mí.

     —Eres un bastardo.

     — ¿Qué dices?

     —Todos estos días supiste que estábamos hechos el uno para el otro, y no me dijiste nada. Eso es cruel.

     —No tenía importancia, y sigue sin tenerla. Mañana me matarán, ¿qué gracia tenía decirte esto? Además, tú tienes tu vida de lujos, y no debes querer inmiscuirte con un hombre mayor, que consume sangre animal para no asustar humanos. Soy una vergüenza para la raza, y no querrías estar con alguien así.

     — ¿¡Y tú cómo mierda lo sabes!? —Kisa se sobresaltó—. ¿Realmente piensas que si encuentro al amor de mi vida no voy llevarle el apunte? ¡Estás loco! Es obra del destino que me hayas llamado la atención ese día, y que algo me incite a venir a verte luego de eso. Todo está previsto. Pero tú eres la traba aquí, y no permitiré que te alejes de mí por capricho.

     —No es por capricho. Moriré mañana.

     —No si… escapamos. Dime algo, Kisa ¿yo te gusto?

     — ¿¡QUÉ!?

     —Solo dímelo. Tú sí me gustas, jamás me había fijado en un hombre, pero está bien para mí. Eres muy atractivo. Ahora te toca a ti.

     —No diré nada.

     —Vamos, piénsalo bien.  Si me dices que te gusto, y me aceptas, compartiremos sangre y estaremos juntos por siempre. Nada nos separará.

     —Sí, Yukina. Me… gustas. Y quiero estar contigo—susurró.

     Fue apresado bajo un cuerpo grande, fuerte. Era un abrazo tibio, y se sintió resguardado. Kou le besó el cuello, y deslizó los labios hasta la clavícula. Subió nuevamente hasta la boca contrario, y se fundieron en saliva que corría despacio por el mentón. El aroma se volvía embriagador, y junto con los colmillos, sus miembros crecían presos de la excitación. El más alto quitó la camisa de los dos, y sus ojos se encontraron, listos para dar ese gran paso. Kisa echó la cabeza hacia atrás, y los caninos de Yukina  mordieron la carótida de su amante, dejando dos perforaciones por las cuales extrajo sangre. Y era cierto, no le sabía amarga. Era aún más deliciosa que la de los humanos, y sentía cómo una fuerza abrumadora corría por sus venas. Se detuvo antes de saber que lo lastimaría, y fue el turno del pelinegro probar el sabor que solo su igual podía tener. Experimentó la potencia que el vampiro le propiciaba a través de su vitalidad. Era sabroso, no quería apartarse de allí. Pero lo hizo cuando se sintió satisfecho.

     Se observaron con deseo, viendo la sangre que quedó en el cuello del otro. Se desgarraron las ropas que quedaban rápidamente, despertando su instinto salvaje. Se les contornearon de negro los ojos, y la pupila se agrandó, sus cabellos estaban crispados y los latidos a mil por hora. Trataban de no hacer mucho ruido, sin embargo, pues podían ser oídos. Y eso no podía pasar si luego planeaban escapar de allí.

     Kou tomó a Kisa por la cadera, y le lamió el ombligo, descendiendo hasta encontrarse con su virilidad erecta, la cual saboreó con cuidado de no lastimarlo. Oyó limitados gemidos, y deseó que sean más fuertes. Volvió a besarle el cuello, dejando rastros de saliva donde antes había sangre.

     — ¿Quieres que lo haga? — preguntó despacio, abriéndole ligeramente las piernas.

     —Sí. Quiero.

     No lo dudó ni un minuto, y comenzó a prepararlo con las manos. Sus dedos, embadurnados de saliva, iban y venían por el interior de Kisa, que se tapaba la boca con lo que tenía al alcance, para evitar soltar algún tipo de sonido inapropiado que hiciera que los guardias se acercaran. El de cabellos castaños claros acarició su barbilla al momento de introducir en él algo más grande. Fue un poco doloroso para ambos, pero tampoco había nada tan exquisito. Inició un vaivén lento, delicioso y pasmoso. Fue acelerando las estocadas, oyendo acezar cada vez con más vehemencia a Kisa. Por ello rió, y volvió a bajar el ritmo.

     —Eres… muy ruidoso.

     — Aagh, ponte en mi lugar y ve lo que se siente, mocoso insolente.

     Se colocó a horcajadas sobre él para besarlo y controlar por su cuenta las penetraciones. Volvió a morder la carótida, buscando más sangre que beber, y sentirse vivo, lleno. Kou claro realizó la misma acción. Era gustoso el poder alimentarse a ellos mismos, sin necesidad de salir de caza. Se abastecían y no hacía falta dañar a nadie. Esa sensación de bienestar y placer los inundaba y desbordaba de cada célula. Jamás sus colmillos habían estado tan despiertos, y las encías les escocían. Alcanzaron el orgasmo con la boca repleta de sangre, y se miraron con candor. Les había gustado ambos, habían disfrutado hasta el límite. Tal vez con eso bastara para que comprobasen que estaban atados por el hilo rojo del destino. Sonaba cursi, como de los mangas shojô que a Kisa le gustaba leer cuando estaba con humanos, pero no era más que la verdad. Se habían sentido completos tras hacer el amor y darse a ellos mismos como alimento. Pero ahora venía la parte difícil.

      —Kisa, vístete.

      —Me duele, déjame descansar…

     —No hay tiempo, debemos escapar.

     Los ojos oscuros lo miraron dubitativos. ¿Cómo se suponía que lo harían?

 

    

     Eran las tres am de la madrugada. ¿Estaban intentando localizar la forma correcta para que la habilidad que el castaño poseía, los cubriera a ambos.

       —Olvídalo, Yukina. No funcionará. Creo que lo mejor sería que me dejes aquí, y tú…

      —Y tú, nada. Vendrás conmigo cueste lo que cueste. Así deba derribarlos a todos, no me importa. Tu sangre,… tu sangre me hace más poderoso, y me siento con la capacidad de tirar muros en este momento.

      — Estás exagerando.

      — Solo soy optimista. No te vendría mal un poco de vez en cuando. Ahora, súbete a mi espalda.

      — ¿¡Qué dices!?

      —Vamos, eres bastante ligero y podré cubrirte teniendo mi saco encima. Así podremos escapar.

     —Yo…

     — ¡Solo hazlo!

     Kisa se aferró al torso de Kou, cerrando las manos en su pecho. Era alto, y él muy pequeño a pesar de que tenía casi cien años más. Eso le daba algo de vergüenza.

     Sacudió la cabeza y ayudó a colocar la prenda sobre su espalda y la de su amante. Se sentía bien el aroma que desprendía. Era como un perfume inagotable.

     — ¿Crees que podamos pasar?

     —Sí, no te preocupes. Ahora, me haré invisible. Te advierto que es extraño, pareciera que eres mucho menos pesado. ¡Aquí vamos!

      La sensación no se hizo de esperar. Parecía que el estómago estaba totalmente revuelto, pero cerró los ojos con fuerza e intentó olvidarlo. Yukina podía también (por herencia de su madre) desmaterializarse fugazmente y atravesar pequeños obstáculos como si ellos no estuvieran. Realmente era una ventaja tener a ese chico con él, pensó Kisa, tal vez la velocidad que él poseía no ayudaría de mucho.

     Caminaron entre los guardias, con el miedo a flor de piel. Pero estos parecían estar demasiado concentrados en conversar entre ellos de lo interesante que sería volver a usar la guillotina después de mucho tiempo. Kisa tragó saliva, y se burló de ellos en silencio, para sus adentros. Estaba escapando espectacularmente.

     Ascendieron hasta la entrada principal del castillo, y luego de atravesar la puerta, se detuvieron en el jardín, junto a un gran árbol caducifolio. El de ojos rasgados se veía agotadísimo.

      —Yukina, ¿te encuentras bien?

      —Sí, solo… Nunca había usado ambas habilidades, ni las  había mantenido durante tanto rato. Menos llevando a alguien a cuestas. Estoy algo exhausto. Solo déjame descansar un minuto.

     —Pero si nos quedamos aquí nos hallarán. Bebe un poco más de mi sangre, te dará energía.

     —Podría dañarte si no hacemos el intercambio, y no hay suficiente tiempo.

     —No te preocupes, solo bebe.

     El pelinegro bajó su camiseta, dejando expuestas las dos pequeñas marcas que habían quedado allí. Al haber sido hechas por un vampiro, tardarían en sanarse. Se aproximó hasta donde su koi permanecía apoyado, pero este se alejó con rapidez.

     —Te dije que no lo haré. Ya podemos irnos.

     —No seas obstinado, si seguimos en estas condiciones nos atraparán.

     —No quiero.

      — ¿¡Quién está ahí!? —una voz los sobresaltó.

      —Señor, Kisa Shouta ha escapado.

      — ¡Bebe, Yukina! ¡Bebe!

     Así lo hizo, volviendo a ampliar las perforaciones ya existentes, para extraer de allí más líquido. Kisa sabía que esa acción solo era dolorosa si oponías resistencia, en su lugar, la sensación de alimentar era gratificante. Se separaron con un jadeo, y tomaron la postura que tenían antes. Desde allí, comenzaron a correr.

     El de ojos oscuros viró la cabeza, y contempló cómo una horda de vampiros con traje de milicia los perseguía, y se miraban entre ellos ante la confusión de la desaparición repentina. Por allí se podían escuchar gritos como «¡Va con el hijo del rey!» «¡Kou-kun está con él!». Y se sintió culpable, porque gracias a él lo tacharían de traidor, y ya no podría volver con la comunidad vampírica. Si él no hubiera aparecido en su vida no tendría problemas, y podría seguir relacionándose con su especie cuantas veces quisiera. Pero no, algo le obligó a continuar, aunque no estaba seguro de lo que era. ¿Cómo saberlo si aún… si aún no le había dicho que lo quería? ¡Claro, si se habían concido hace dos días! Solo se dejó guiar hasta ahí porque el supuesto destino los había unido. Técnicamente no era por él, sino por una fuerza extraña que los amparaba y les decía que lo que hacían estaba bien. ¿Pero esa era realmente la verdad? Nada podía dar fe de ello.

      —Yukina, bájame.

      — ¿Qué dices? Ellos no podrán seguirnos una vez que atravesemos la arboleda del claro. En el mundo humano no pueden presentarse para cumplir sentencias, ese ya no es su territorio.

      —Pero tú… deberías estar con ellos. No conmigo, lo lamento. No quise jugar con tus sentimientos así. Jamás debimos haberlo hecho. Esto no está bien.

      — ¿Qué te sucede?

     —Casi no te conozco, y estás dejando de lado tu tierra para venir conmigo.

     —Me conoces y te conozco lo suficiente como para saber que eres con quien quiero estar.

     Kisa se sonrojó, y bajó la cabeza. No, eso no podía estar pasando. No era de esas personas victoriosas que se salían con la suya. Pero Kou… Él sí. Y quizás fuera capaz de transmitirle un poco de seguridad.

     —No quiero que la pases mal por culpa mía.

     —Jamás sería así. Eres la persona que más quiero. Puede que no hayamos pasado muchos momentos juntos, pero siento que estamos destinados a hacerlo. Yo siento que en realidad te quiero.

«¿Es necesario que sea tan cursi?» Se preguntó, mientras sentía cómo se derretía en su espalda.

     —También siento que te quiero.

     Atravesaron el claro, y llegaron donde los humanos. Allí corrieron hasta un callejón donde detenerse. Kisa se bajó despacio, con timidez. Pero Kou lo sostuvo de las manos y lo acercó al rostro. El perfume de rosas y miel, invadiéndolos de nuevo. Los rayos de la luna bautizaron ese beso como el principio de algo mágico, incandescente. Los ruidos de la urbanización humana estaban cerca, y los arrullaban. Habían dejado atrás a sus perseguidores y a los miedos de cualquier cosa que pudiera llegar a suceder ahora. Porque el futuro, a partir de un destino que se les impuso, lo escribirían ellos.

     — ¿Prófugos durante toda la eternidad? No me importa si sé que siempre estarás junto a mí—habló Yukina, y se fundieron en un abrazo.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado e________________e

 

Ya.

 

Bien, hoysubí este fic. Si el 21 no se acaba el mundo,  la primera semana de enero terminaré con El padre de mi amigo (Obvio, si puedo acelerar los trámites lo traeré antes) pero como están las fiestas de por medio, y debo pasar una con mi padre y otra con mi madre, no creo poder. En fin, eso es todo.

 

ESPERO QUE TENGAN UNA FELIZ NAVIDAD Y QUE EMPIECEN CON TODO EL 2013.

 

Y que disfruten el OVA de Junjou :Q_______________


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