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Clases de Mater... Paternidad por Risu

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Notas del capitulo:

¿Cuánto desmoré? Pues no sé, ¿un día? ¡qué rápido pasa el tiempo!

 

En fin, los personajes no me pertenecen, son de propiedad de Masashi Kishimoto.

 

La verdad, es que me duele la espalda de estar tanto tiempo escribiendo este capítulo. Creo que debería tomar un pequeño descanso, aunque quería hacerlo cuando llegara al quinto fanfic. Pero no quiero explotar mi mentecita ^^

 

 

El día martes de la semana siguiente, los alumnos del 3A esperaban con cierto temor la última hora; estaban más que listos para sentencia que recibirían, habían dicho que lo afrontarían juntos y así lo iban a hacer. El tiempo parecía ir en su contra, iba más deprisa de lo normal, ya solo faltaban minutos para que acabara la penúltima clase, la cual era matemáticas.

 

El maestro Kakashi se despidió y les sonrió con algo de lástima, dedujeron que él sabía cuál era el castigo que les esperaba. Pasaron los segundos y se oyeron pasos por el pasillo, estaba cerca, era una mujer, porque se oía los tacones de sus zapatos. Era ella, pero no estaba sola, no, venía acompañada de un objeto con ruedas. Se esperaban lo peor, algo así como una mesa llena de objetos de tortura.

 

La puerta se abrió repentinamente, dejando ver a una morena que traía una mesa de metal con ruedas en las patas con una manta encima que cubría lo que llevaba, los saludó y todos le devolvieron el saludo con desconfianza. Miró a cada uno de sus alumnos y sonrió con burla; sinceramente, disfrutaba hacer sufrir —de vez en cuando, ya que su médico le había recomendado que sea feliz y esto lo lograba—a esos chicos que la sacaban de sus casillas.

 

—Muy bien, clase —habló parándose detrás de la mesa móvil—. Como bien sabrán, todos tendrán que recibir un castigo por haberme desobedecido cuando dije claramente que no quería que hicieran mucha bulla.

 

—Kurenai-sensei —alzó su brazo con miedo.

 

—Dime, Ino-chan.

 

—Sólo quería decirle que Sasuke-kun y Hinata-chan no estuvieron incluidos en la fiesta que hicimos en su ausencia —comentó para que haya justicia.

 

—Sí, pero ellos pudieron avisarle a algún profesor, pero prefirieron callarse y ser cómplices, eso debería ser un castigo mayor —la rubia se mordió el labio inferior—. Pero creo que será suficiente con lo que les voy a dar.

 

—¿Puedo ir al baño? —levantó su mano un alumno, al mismo tiempo que se paraba de su asiento.

 

—No, Kiba-kun, siéntate —ordenó. Movió el mueble que tenía delante de ella y caminó entre el espacio que había entre las carpetas—. Bien, ya saben que este curso se llama: Persona, Familia y Relaciones Humanas; el anteaño pasado vimos relaciones humanas; el año pasado estudiamos personas, entonces, en este año nos toca familia —se detuvo en una fila del medio—. Ya hemos formado la base de la familia: un matrimonio feliz, pero algo le falta a esta familia —metió sus manos dentro de la manta y cogió dos objetos, y los sacó cuando dijo—: ¡Hijos!

 

—¡Ahhh! —la pobre de Hinata se desmayó ante tantas emociones que colisionaron.

 

—¿Qué es esto? —con cierto desagrado agarró a la muñeca, la cual emitió un sonido y la soltó al instante—. ¡Está poseída!

 

—No, Naruto-kun, es tu hija; tuya y de Sasuke-kun.

 

—Pero ¿cómo?, o ¿cuándo? —lo miró confundido.

 

—A mí no me mires, dobe —le respondió girando su rostro.

 

—¿Y qué se supone que debemos hacer con estos bebés? —interrogó Sakura intentando despertar a su compañera que descansaba en la carpeta.

 

—¿No es obvio? Cuidarlos —comenzó a entregar los bebés a cada pareja—, como si fueran sus hijos.

 

—¿Por qué mi hijo es negro? —cuestionó a su compañera—. Ino, ¿con quién estuviste ahora?

 

—¡Kiba! —le dio una cachetada con sus mejillas rojas, ya que el salón entero se había reído de ella—. ¡Idiota! Kurenai-sensei nos dio así, no es mi culpa.

 

—No es la respuesta qué quería escuchar —comentó la maestra—. Muy bien, clase, el primer paso es ponerle un nombre.

 

—¡Se llamará Ramen! —gritó el ojiazul.

 

—No, nunca permitiré que tenga ese nombre.

 

—¡Igual le pondré!

 

—Chicos, no deben pelear delante de su bebé, lo pone triste y cuando está triste… —un gimoteó la interrumpió, los presentes giraron hacia el dueño del sonido y se encontraron que la bebé de la pareja gritona comenzaba a soltar lagrimitas.

 

—¿Esto es —cogió una gota que caía de sus ojos y la lamió—lágrima de verdad?

 

—Sí —contestó antes de que la pequeña rompiera en llanto.

 

—¡Shhhhh! ¡Cállate, bebé del demonio! —la encargada sonrió, así comenzaban sus alumnos con sus hijos.

 

—¡Kurenai-sensei! ¡Esta cosa hace mucha bulla! —la cogió del bracito y la samaqueó con fuerza, lo que ocasionó que su llanto creciera.

 

—Deben calmarla antes de que asuste a los demás —dijo mientras el bebé de Ino y Kiba comenzaba a derramar lágrimas.

 

—¡Ay, no! —exclamaron asustados cuando su hijo lloraba a mares, creando así el comienzo de la ola de llantos que se avecinaba.

 

El salón entero se inundó de lloriqueos, nadie sabía cómo hacer para que dejaran de llorar, y Kurenai-sensei miraba con diversión como sus alumnos se alocaban por la bulla que había en el salón, hasta podía ver que algunos soltaban lágrimas de frustración y de estrés. Bienvenidos eran a su mundo.

 

—¡Kurenai-sensei! —la llamaban en vano—, ¡póngales pausa o apáguelos!

 

—No se puede, están programados como bebés de verdad, y los bebés de verdad no tienen botón de apagado —se paró de su asiento y se fue a la puerta—. Más les vale que al regresar, sus hijos ya estén dormiditos.

 

Los dejó solos con la incertidumbre de saber qué hacer para callarlos, por más que lo agitaban no dejaban de llorar. Había pasado más de media hora y la pila no se acaba; era una tortura, preferían —en ese momento—los instrumentos de tortura que se habían imaginado.

 

—¡Cállate, bebé de porquería! —gritaba harto el rubio moviendo a su hija como si fuera una muñeca, aunque en verdad sí era una muñeca.

 

—¡¡Cállate, dobe!! ¡Me pones más nervioso con tus gritos!

 

—Entonces, ¡¡haz algo con la niña!! —le tiró el bebé y se cruzó de brazos molesto.

 

—¡Bien! ¡No te necesito! —la cogió y observó a sus compañeros, quienes estaban en la misma situación. Fue ahí que comprendió todo. No eran juguetes, eran muñecos que simulaban ser niños de verdad y tenían que tratarlos como eso. Miró a su pequeña que tenía los ojos cerrados y la boca abierta, la acomodó entre sus brazos y la meció suavemente, poco a poco, la niña se quedó dormida apesar de la bulla de los demás.

 

—¿Sasuke? —preguntó luego de ver la escena: su frío amigo había sido capaz de hacer dormir a la imparable máquina de llantos. Se acercó a ellos y les sonrió de una tierna manera, el moreno sólo lo pateó y se giró; iba a dejar salir un grito, pero tenía miedo de despertarla, así que se aguantó el dolor.

 

—¡Miren! ¡Mamá Uchiha hizo dormir a su bebé! —avisó el castaño a todos los de su salón.

 

—Sasuke, por favor, calla a esta cosa —le suplicaron.

 

—Solamente tienen que mecerlos suavemente, como si se tratase de un niño de verdad —todos acataron lo que el moreno había dicho y lograron que sus pequeños se durmieran dejando el salón en un completo silencio.

 

—¡Ya vinee…!

 

—Shhhhh… —callaron todos a su maestra que había llegado emocionada y volvieron a fijar sus miradas en sus dormilones. Kurenai sonrió feliz por lo que veía, había aprendido cómo hacerlos dormir y eso le alegraba.

 

—Chicos —habló bajo—, espero que entiendan que de ahora en adelante, estos son sus hijos y deben cuidarlos como tales. No es sólo un trabajo de este curso, no lo deben traer sólo los martes, sino todos los días y deberán turnarse para verlos —cogió su maleta y el carrito de metal esperando el timbre.

 

—¡¡¡BUAAAHH!!! —se oyó por todo el colegio los lloriqueos de los bebés, quienes se despertaron asustados por la bulla de la campana.

 

—¡No otra vez!

 

—Suerte, chicos —se despidió divertida.

 

 

Dos semanas habían pasado desde que les entregó sus hijos a sus alumnos y se podía notar las ojeras que tenían, aunque no precisamente por los cambio de pañales en las madrugadas, sino que estaban cansados de estar pendientes de sus pequeños mostritos.

 

Le habían hecho caso y se turnaban dejando un día, pero aún así estaban muertos y, sinceramente, ya les tenía algo de pena. Ni ella, que era una mujer adulta, había pasado por una situación similar; aún no tenía hijos, pero ya estaba esperando uno, tenía sólo semanas de fecundación.

 

No quería hacer clase, ellos estaban aprendiendo por sí solos cómo ser padres. Decidió hacer una pequeña revisión para ver cómo iban en el cuidado del bebé; se acercó a la primera fila, en la cual se encontraban los alumnos Yamanaka e Inusuka, los vio a ambos acostados en la carpeta.

 

—Chicos… —los movió un poco, sobresaltándolos y la miraron confundidos—, sólo quería ver a su pequeño.

 

—Si quiere lléveselo, por favor —pidieron casi de rodillas.

 

—No he dormido bien en días, me oyó, ¡días!

 

—Lo entiendo, pero van muy bien, aunque —olfateó al pequeño—deberían darle un baño, la higiene es muy importante para evitar enfermedades.

 

—¿Se tiene que lavar a esa cosa? —preguntó oliendo al muñeco, que no tenía un olor agradable.

 

—Sí, Kiba-kun, es esencial —revisó el cuaderno que tenía en sus brazos—. Además, no te olvides que esa cosa tiene un nombre propio y es Akamaru.

 

—Como sea, déjenos dormir un poco más.

 

—Está bien… —vio que sus demás alumnos estaban igual y decidió sentarse. Normalmente, su clase era la más dinámica y todos hablaban, pero desde que tenían a sus hijos, no hacían más que dormir. Se imaginó que era muy agotador para unos estudiantes tener semejantes responsabilidades, y no le parecía correcto que gastaran su juventud siendo padres.

 

Tuvo la tentativa de quitarles los niños y volver a hacer su clase normal, pero en ese momento notó algo: todos los bebés tenían el mismo pañal y ninguno había sido bañado. Le pareció sospechoso aquello; cogió su celular y entró a una popular red social, buscó a Hinata y no encontró nada extraño, luego cliqueó en la foto de Ino y fue ahí que descubrió la verdad.

 

Aquellos pobre alumnos —como Kurenai había pensado—, habían ido a una fiesta el día de ayer y, buscando más fotos descubrió que el lunes pasado, también. Investigó más el perfil de la chica y encontró una publicación donde algunos comentaban sobre la brillante idea que había sido contratar a una niñera para todos. Su cara estaba completamente roja y despertó a todos con su grito.

 

—¡¡Malditos mocosos!!

 

—Shhhhh… —dijeron todos cansados.

 

—¡Ni se les ocurra callarme! ¡Ahora mismo van al patio y bañan a sus hijos en los lavaderos!

 

—Lo hacemos más tarde, en nuestras casa —pidieron.

 

—Nada de más tarde, van ahora y cuando regresen me darán el número de la niñera a la que contrataron para que cuide a sus niños —los miró estrictamente.

 

—¡Sí, Kurenai-sensei! —todos salieron en estampida con sus bebés en sus brazos.

 

Corrieron hasta llegar al patio, donde sólo había tres caños, se habían levantado completamente. Comenzaron a quitarles el pañal y los mojaron, metieron a los doce bebés y se miraron entre sí.

 

—¿Cómo se enteró? —preguntó Sai.

 

—No lo sé —respondió su “esposa”, una rubia de ojos morados que respondía al nombre de Shion—. Seguro que uno de los chismosos profesores fue quien le contó sobre nuestra idea.

 

 —¡Seguro que fue Kakashi-sensei! —acusó sin fundamentos una castaña molesta.

 

—Quien haya sido —interrumpió Kiba—, nos cagó por completo. Ahora tendremos que cuidar de verdad a esas cosas.

 

—Pero ya habíamos pagado por adelantado los servicios de Chiyo, me gasté mi mensualidad en una tontería —se quejó Suigetsu.

 

—¿Y si contratamos a otra persona? —sugirió Chouji aprovechando que la maestra no los veía, sacó unas papitas de su bolsillo, pero antes de probar una, un borrador para pizarra lo golpeó en la cabeza.

 

—Espero que no estén planeando contratar a otra niñera, porque les irá peor —amenazó la encargada mirando a sus veinticuatro alumnos desde la ventana del aula.

 

—¡No, Kurenai-sensei! —respondieron nerviosos.

 

—¡Y apresúrense con el baño!

 

—¡Sí, Kurenai-sensei! —como pudieron lavaron a sus niños y regresaron al salón corriendo—. Aquí estamos, Kurenai-sensei.

 

—No oí que tocaron para ingresar a mi clase —señaló la puerta, retrocedieron unos cuantos pasos y cerraron la puerta para luego tocar—. ¿Sí?

 

—¿Podemos ingresar?

 

—Está bien, pero en silencio —se sentaron en sus respectivos lugares y esperaron que les diga algo—. Estoy muy decepcionada de ustedes. ¿Saben? Hoy día los vi cansados y creí que estaba siendo muy dura con ustedes, iba a levantarles el castigo, pero luego me percaté de que todos los bebés estaban en la misma condición. Busqué en el perfil de una alumna y me encontré con fotos de una fiesta verdadera en una discoteca y, encima, comentaron sobre lo brillante que fue contratar una niñera.

 

—“Ino” —pensaron todos, y la rubia escondió su rostro de la vergüenza.

 

—Deberían tener clases sobre la discreción —comentó molesta la profesora—. Es increíble que lo hayan hecho, eso significa que les bajaré la nota —miró el reloj que estaba en la pared del salón—. Ahora sí deberán cuidar de sus bebés o ya verán lo que les espera —se retiró sin despedirse.

 

Todos se fueron del colegio y esta vez sí coordinaron el turno con el niño. Sasuke y Naruto hablaron sobre lo qué pasó ese día en la última clase, intentado de esa manera aplazar el momento en que tenía que decidir a quién le tocaría hacerse cargo del bebé ese día.

 

—Bien, ya llegamos…

 

—Sí… —se quedaron unos segundos en silencio.

 

—¿Sabes, Sasuke? —el nombrado lo miró—, creo que lo mejor sería que tu lo cuidaras hoy día, ya sabes, tú eres bueno en todo y esto no debe de ser desafío para tu intelecto —le entregó su hija.

 

—Está bien —contestó sin refutar.

 

—¿En serio?

 

—Sí, además, con lo dobe que eres te tomará más tiempo hacer la tarea de matemática —le hizo recuerdo.

 

—¡La tarea de matemática! ¡La había olvidado por completo! —se alejó corriendo y se despidió con la mano a lo lejos.

 

Llegó a su casa cansado, se adentró a la cocina en busca de su madre, pero encontró la habitación vacía y en la mesa estaba servida su comida. Subió a los dormitorios y buscó a su madre en su cuarto, ahí la vio echando una siesta en su cama; prefirió dejarla descansar y se metió a su alcoba.

 

Acomodó a su muñeca en su cama y se fue a dar un baño, necesitaba relajarse y olvidar lo que había pasado ese día. Él no había estado de acuerdo con eso de la niñera, pero su amigo rubio lo convenció para que lo hicieran, y él, finalmente, había aceptado.

 

Terminada su ducha —y bien cambiadito—cogió su mochila y sacó sus cuadernos donde tenía tarea, como era de esperarse, la acabó en menos de una hora. Se estiró y soltó un bostezo, cuando de la nada, un olor para nada agradable entró en su nariz. Buscó al causante y lo encontró en su cama gimoteando: su hija.

 

—¡Yui! —le llamó la atención y la llevó al cuarto de baño, donde dejó correr el agua de su lavabo para que se limpiara. La pequeña comenzaba a llorar, y sus llantos, poco a poco, se hicieron más fuertes.

 

—¿Sasuke? —la voz de su madre lo interrumpió—. Hijo, ¿estás aquí? ¿Qué es ese olor? —se metió al baño y vio a su hijo con una muñeca que lloraba—. Se puede saber qué está pasando aquí.

 

—Madre, es un trabajo que nos dejó la maestra.

 

—¿Debes jugar a la mamá? —preguntó insegura.

 

—No, es un trabajo serio sobre cómo… —el ruido proveniente de su bebé lo molestaba—. ¿Puedes ayudarme?

 

—A ver, pásame esa toalla —la enrolló y la abrazó con amor, mientras la mecía—. ¿Cómo se llama?

 

—Yui —contestó asombrado con la facilidad con la que su madre relajaba a la niña.

 

—Yui, es un lindo nombre —lo felicitó—. Debes ir a comprarle pañales o si no volverá a manchar tus sábanas.

 

—Está bien —se fue a la tienda a comprar lo que su madre le había indicado—. Ya vine, compré por ahí un poco de leche y papillas.

 

—Rápido, hijo, debes de aprender cómo ponerle el pañal —el menor le entregó el paquete de pañales y su madre acomodó a la muñeca en su cama con nuevas ropas y le puso el pañal con habilidad—. ¿Viste cómo se hacía?

 

—Sí —se quedó maravillado, escucharon la puerta y la voz de su padre junto a su hermano; su madre le sonrió con complicidad y bajaron con la bebé envuelta en una manta.

 

—Mikoto, ¿qué es lo que tienes ahí? —señaló lo que su mujer sostenía con cariño.

 

—Es la hija de Sasuke: Yui Uchiha —contestó emocionada.

 

—¿Hija? —miró asombrado (y algo asustado) a su menor hijo.

 

—Es un trabajo del colegio —resumió cansado calentando su comida en el microondas.

 

—Ahhh… —entendió su hermano—, estás jugando a la mamá.

 

—¡No estoy jugando!

 

—Pero sí es bonita, no como su mami —se acercaron a verla.

 

—¿Y quién es la madre?

 

—Este… —sacó su comida y se sentó en el comedor—, no es necesario saber quién es —lo miraron esperando la respuesta y, luego de un suspiro, agregó—: Naruto…

 

—¿Uzumaki? —cuestionó su padre cogiéndole la mejilla a la pequeña, el moreno menor asintió—. Pues sacó sus ojos.

 

—¿En serio? —los miró sin poder creer que su familia trataba a la muñeca inanimada como si fuera de verdad.

 

Comieron sin dejar de mirar a la pequeña, mientras su madre le daba de comer en la boca y todos miraban maravillados la escena, menos Sasuke, quien aún no podía entender lo que estaba pasando.

 

Cayó la noche para todos y se fueron a costar, el estudiante se quedó mirando a su hija, la cual se había quedado dormida en los brazos de su madre luego de comer su rica papilla y un poco de leche. Era como si en verdad fuera su hija, pero él seguía viéndola como un objeto. Se durmió junto a su bebé.

 

Al día siguiente, todos —los que cuidaron a sus niños—comentaron cuando se enteraron que no solo lloraba y dormía, sino que comía y hacía sus necesidades como un humano. Ese día le tocaba al rubio sentir esa experiencia para nada común y él podía tomar un merecido descanso.

 

 

Notas finales:

¿Les gustó? Porque lo hice con amor ^^

 

Bueno, iba a poner cuando Naruto le tocaba cuidar a la pequeña Yui, pero ya estaba cansada y quería poner esta continuación, porque ¡mañana me voy a la playa! ¡Yey!

 

La verdad es que Kurenai-sensei me recuerda mucho a mi maestra, cuando nos castigaba y nos obligaba a tocar la puerta Uu

 

No sé si existen esas muñecas, pero... si en Perú —que es conciderado como un país del tercer mundo—ya hay esas muñecas que hacen sus necesidades y lloran de verdad; y dije: «¿por qué no? Si en Japón están super avanzados, unas muñecas que parezcan reales no deben de ser un reto». Por eso, para mí, esas muñecas que son como bebés de verdad, existen ^^


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