Dicen que cuando las miradas son insistentes se sienten, no hay nada de esotérico ni místico en ello, es el puro instinto del animal que se siente acechado. Suzuki estaba tan inmerso en su propio y acelerado estilo de vida que nunca había prestado atención a ese tipo de pulsiones tan básicas. Esa noche él había elegido aquél café bar simplemente porque la fachada lucía elegante y de buen gusto, aún tenía una cantidad obscena de trabajo por terminar dentro del porta-planos que sostenía con pereza en su diestra pero en realidad se encontraba agotado física y mentalmente. Necesitaba despejar la cabeza y que la creatividad volviera a fluir, y aquél lugar prometía un ambiente acogedor, casi familiar, y una buena selección de música en vivo.
Se alegró de que pese a todo el local no estuviese tan concurrido. El barista abandonó su labor en cuanto le vio entrar y con amabilidad le condujo a una mesa mientras le decía que su nombre era Yuu y se encargaría de atenderlo pues faltaba personal esa noche, pero a Akira eso le tenía sin cuidado, de hecho, le importaba bien poco si el local colapsaba y el tal Yuu tenía que correr por todo Tokio con tal de atender a sus clientes, lo único que realmente le interesaba…no, lo único que necesitaba en ese momento era (por favor, por humanidad, por piedad) una buena taza de café cargado.
Mientras esperaba que la versión líquida de la piedra filosofal llegara a su mesa sacó su bloc de dibujo y más por costumbre que por placer comenzó a bocetar, como todos los días de su vida desde que tenía memoria.
Suzuki estaba demasiado estresado y agotado como para prestarle atención hasta a sus intuiciones, por eso se sorprendió cuando un escalofrío le recorrió la espalda y por impulso miró a uno de sus laterales; a un lado suyo estaba el cantante del bar observándole fijamente.
Lo había visto mientras entraba, al parecer él había llegado justamente cuando su presentación terminó, aun así logró verle a lo lejos mientras agradecía la atención y conversaba con algunas personas que se acercaban a él. Su primer pensamiento fue que de cerca era bastante lindo: labios gruesos en medio de facciones finas, estatura ligeramente por debajo del promedio y pese a ello varonil y atractivo. Agraciado en definitiva, pero estaba seguro de que había algo anormal en él: Tenía una expresión aturdida y peor aún, con “observándole fijamente” se refería a “observándole como si no hubiera nada ni nadie más que mirar”
Incómodo por la atención, se removió en su asiento y apartó el lápiz del papel.
—Continúa dibujando, por favor— Le pidió con voz queda.
De acuerdo, eso sí lo había descolocado bastante. Esperaba cualquier otra cosa, una disculpa, que el otro se diera la vuelta y fingiera que nada había pasado, incluso hubiese tenido más sentido que le insultara o le golpeara al verse descubierto, pero jamás esperó que le pidiera que continuase como cualquier cosa.
Decidió obedecer por el momento y siguió dibujando, intentando no prestarle atención ni apartar la vista del papel pero era absolutamente contraproducente. De reojo, observó cómo se acercaba con la misma expresión absorta pintada en el rostro y se sentaba lentamente frente a él, tenía los ojos entrecerrados y tamborileaba suavemente sobre la mesa. Notó que no le prestaba atención a su persona en lo más mínimo, únicamente parecía interesado en el movimiento de sus manos y en el grafito tocando el papel, Reita no pudo evitar sentirse alarmado ¿Qué clase de loco en plena fantasía LSD se había encontrado? Esos ojos que parecían no parpadear le perturbaron y el lápiz se le cayó, el repiqueteo que produjo en el piso pareció devolverle la noción del tiempo al cantante y rápidamente levantó la vista, encontrándose con la mirada absolutamente extrañada (Casi rayando en el terror o en la crisis nerviosa, pensó con diversión) que el dibujante tenía en ese justo momento. Suspiró para sus adentros, no era la primera vez que le sucedía algo como aquello y estaba seguro de que su comportamiento había alarmado al pobre sujeto que tenía enfrente, por lo que intentó componer una sonrisa conciliadora a modo de disculpa.
—Yo… lo lamento mucho, creo que lo he asustado con mi conducta inapropiada ¿Verdad?
—Sí, claro, como digas— Suzuki nunca había tenido que lidiar con una situación así y no estaba muy seguro de cómo debía reaccionar, decidió darle por su lado esperando que se marchara rápidamente
—Te puedo asegurar que no estoy drogado ni nada que se le parezca— y levantó las manos mostrándole las palmas, como queriendo decirle que no estaba armado ni le quería hacer daño, un gesto innecesario e incluso absurdo que logró romper con la tensión del momento —Lo que sucede es que me usted acaba de detonar un ASMR.
El cerebro de Akira no encontró el archivo.
—… ¿Qué te acabo de hacer qué? —No le importaba sonar maleducado, después de todo no era él quien había actuado de manera sumamente extraña con un desconocido.
—Respuesta sensorial meridiana autónoma— Recitó como quien tiene aprendido algo de memoria— Soy Ruki, si me permite presentarme como es debido y disculparme por lo que acaba de suceder le juro que le explico todo.
Ruki había resultado ser bastante educado, parecía apenado y su disculpa por el anterior episodio sonó honesta. Reita nunca se había considerado una persona con tacto pero aquella noche parecía estar inusualmente lúcido y juzgó que era buena idea conversar trivialidades para limar asperezas antes de comenzar con las preguntas incómodas, le contó que era ilustrador recién egresado de la universidad y trabajaba, bajo el seudónimo de Reita, como asistente de un mangaka que últimamente tenía bastante éxito entre el público, lo que se traducía en larguísimas y extenuantes jornadas de trabajo.
A esas alturas de la conversación, ambos ya se habían dicho mutuamente sus nombres completos y parecían tener la confianza suficiente como para tutearse, o cuando menos Akira lo hacía pues el chico seguía hablándole de usted, quizá como una manera de excusarse por las circunstancias que los habían llevado a entablar una conversación.
—Y bien ¿Me puedes decir qué demonios te sucedió hace unos momentos? — Lo dicho, el fuerte de Suzuki era el dibujo y no el trato con las personas.
Takanori estaba esperando esa pregunta.
—Es complicado de explicar, llevo toda una vida intentando y sigue siendo tan difícil como cuando era niño, la diferencia es que ahora sé que tiene nombre —El rostro de Suzuki lucía alarmado y Takanori se apresuró a encaminar las aguas—Puede quedarse tranquilo, no se trata de ningún padecimiento mental ni nada por el estilo, ni siquiera es peligroso.
Reita permaneció en silencio y Ruki supo que sutilmente le estaba instando a continuar.
—Es… bueno, básicamente hay ciertas acciones y situaciones que me provocan un estado de aletargamiento, como una leve hipnosis por llamarlo de algún modo, sobre todo si se trata de acciones repetitivas y que se realizan con cuidado y lentitud, ver a alguien dibujando por ejemplo —Akira no pudo evitar levantar una ceja con recelo al escuchar eso— Es una sensación muy placentera, como un hormigueo en el cuero cabelludo y la nuca que baja por la columna vertebral y se extiende al resto del cuerpo, te quedas ido durante unos momentos. He investigado bastante respecto al tema y parece que el ASMR está ligado a la sinestesia, con lo que también tengo algunos asuntos…
—… ¿Me intentas decir que te acabo de provocar un orgasmo en la cabeza? — Le interrumpió Reita
—Lo hace sonar de una manera sumamente vulgar —El tono de Ruki era serio, pero sonreía y Reita supo que había comprendido que era una broma— Pero básicamente podría decirse que sí. De hecho, antes de que se creara el término ASMR algunas personas lo denominaban así, como orgasmos cerebrales.
La cara de su interlocutor era un poema, parecía dividido entre la risa, la exasperación y la franca incredulidad, era el tipo de expresión a la que Ruki se había acostumbrado desde hacía tiempo cuando hablaba del tema con alguien. Y para su sorpresa, Akira le dedicó una sonrisa audaz.
—Voy a buscarlo en internet y si me estás jodiendo te aseguro por mis ancestros que regresaré y yo te joderé a ti.
Takanori observó a Reita tomar su porta planos y marcharse, no pudo evitar sonreír. Había captado perfectamente el doble sentido de las palabras de Akira.