Al fin lograría ir de viaje con mi mejor amigo. Hace ya largo tiempo que lo teníamos planeado, pero no tenia el dinero suficiente. Toda su familia iría y le pagarían su pasaje, pero yo, tuve que ganármelo. En fin, aquí estoy, saliendo del aeropuerto, con el único deseo de ver el país del cual habíamos llegado.
-¡Vincent! –grito la madre de Stephan.
-Cabeza de músculo, deja de perderte tanto –dijo él, golpeándome en la cabeza.- ¿No ves que si te pierdes no te vamos a ir a buscar?
-Deja de molestarlo – Dijo su hermano mayor, Adam.
-Pero si es la pura verdad –le respondió ofendido.
-Ya cállate –le dijo, retirándose y dejándonos solos.
-Más te vale no perderte –me grito mientras corría en dirección a su familia.
Su padre, Leif, su madre, Katrina, su hermano, él y yo. Éramos todos, directo a la casa de sus abuelitos, sus tíos y el de sus primas. Nose como iríamos a caer todos allí, pero caeríamos sea como sea.
Al llegar, nos recibieron bastante bien a todos, incluso a mí, un desconocido. Primero sus abuelitos, luego sus tíos (bastante locos e iguales a Leif y Katrina) y luego sus primas. Una, la menor, tenía apenas diez años, ocupaba una polera de “evanescente” y un gorro de Jake, el perro de Hora de Aventura; su pelo era largo y de color café al igual que sus ojos. Una pequeña niña llamada Sara. Luego la mayor de unos 14 años. Tenía las mismas características que la menor, pero más grande, de facciones mas maduras y de pelo corto. Lo distinto, ella llevaba un poleron de evanescence. Su nombre era Andrea.
-Un gusto –dijo ella, mientras me saludaba con un beso en la mejilla. Sentí algo raro mientras la saludaba, pero no importaba.
-Pónganse de acuerdo en donde dormirán, hay poco espacio por ahora, pero mañana iremos a la casa cercana a la playa, en donde hay mas espacio. Acomódense y adminístrense y recuerden –cambio el tono de agradable a una cara putrefacta- mi pieza no entra nadie más que mis nietas ¿Les quedo claro?
En conjunto respondimos un “si” asustado. Y bueno, así quedo: Las primas quedaron en la misma pieza que sus abuelitos, su hermano mayor quedo con sus padres y sus tíos duermen en un colchón.
Entramos a nuestra habitación y nos devoramos terriblemente a besos apenas llegamos. Sus besos son lo que mas eh estado esperando durante todo este viaje.
Coloco su mano en mi pecho, alejándome.
-Primero, nos aseguraremos que nadie esta alrededor.
-Y eso que importa, si tus padres saben que estamos juntos, ¿No? –le quede mirando. No respondió, solo puso una cara de “como te lo explico…”- Vaya cobarde –me aleje y le di la espalda.
-¡Oh, Vamos! –Me dijo mientras besaba mi cuello- Sabes que si les digo me tacharan de gay y bueno, sabes como es mi familia, me critica por todo, además, ¿No te gusta un amor secreto? –gire un poco mi cabeza hasta poder mirar sus ojos. Le tome de su suave pelo castaño y lo acerque a mí, hasta juntar sus labios con los míos.
Hacíamos mucho ruido mientras nos besábamos. Le quite esa polera que estorbaba y lamí su torso desde abajo hasta arriba, mientras el me miraba con cara de burla.
-¿Qué? ¿Qué hice? –me reí un rato.
-Nada, continua, no te detengas, por favor.
Llegue a sus pezones y los lamí lentamente, mientras con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón.
-Prometimos aun no llegar a eso –me detuvo.
-¿En verdad te importa eso ahora?
-Buen punto –se rió conmigo.
Bese su cuello unas cuantas veces mas, mientras el seguí haciendo esos sonidos tan lujuriosos característicos de él. Me reía del nerviosismo, nunca me dejaba tocarlo, le daba miedo que alguien nos viera, pero ahora era perfecto.
-¿Sabes? -me dijo.
-Nop, ¿Qué cosa? –dije incrédulo y sonriendo.
-Te amo –me sonrió con el aliento agitado.
-Me vuelves loco –le respondí mientras mordía su cuello en vez de besarlo- Odio actuar como si te odiara o como un simple amigo cuando –levante la cabeza y me puse justo encima de el- solo quiero comerte y hacerte mío –se rió.
-Hace un año te hubiera golpeado hasta ponerte morado si me decías algo así.
-Sí –le bese suavemente, para poder satisfacerme y poder saborear sus labios- ¿Me dejarías? –Dije colocando mi mano firmemente en su entrepierna, con lo cual se vio afectado y puso una cara de excitación extrema- eso parece un sí.
Mi pulso estaba multiplicado por mil, ¡Amo a este hombre! Quiero gritarle al mundo que él me pertenece.
Toc, toc. Llamaron a la puerta de la habitación.
-¿Qué pasa? Escucho sonidos raros –dijo Katrina, la madre de Stephan.