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Descubriendo La Primavera por kakashiruka

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Notas del capitulo:

Holas a todos =D 


Les informo que voy a medio camino con el último cap de editoria konoha =D-.


Con respecto a este fic, me encanta la personalidad de fernando... aunque en el cap siguiente podrán ver a mi personaje favorito y una sorpresa =D espero que os guste este y los que vendrán... que no son muchos =D


Definitivamente ahora joaquin sabina va a mis favoritos =D el compositor tiene letras que me están inspirando a nuevos escritos =D


Creo que eso por el momento.... ah!! estoy trabajando de cajero en un supermercado, y uno de mis compañeros es gay y el otro día su pareja lo fue a buscar XD ahora solo queda saber quien es el seme y uke XD inspiración hasta en el trabajo =D


PD: Me gustaría saber sus impresiones de este fic 

— ¡Maldición! No me lo puedo sacar de la cabeza.

Ya era jueves, y como dictaminaba su horario, Carlos no se presentó a trabajar. Por otro lado ahí estaba él, dándose golpes en contra del escritorio de madera para ver si era capaz de olvidar, aunque de manera poco ortodoxa, la rara sensación de ser besado por un hombre.

— ¡Quién diría! Al final si eres marica —resopló Nicolás con una sonrisa burlesca.

A la mañana tras haber ido a dejar a Carlos a su departamento, se despertó con una erección, cosa que no encontró fuera de lo habitual, lo contrario si sería peligroso, pero mientras recordaba la razón de ello al cepillarse los dientes, se acordó del sueño de aquella noche. Nunca imaginó soñar, en su vida, semejante aberración y más con otro de su mismo espécimen, además ¿No era menor de edad? La verdad fue que lo olvidó rápidamente y tomó por causante de eso la nueva y algo aterradora experiencia. Las lesbianas le parecían excitante, pero los otros no, o al menos nunca se imaginó en alguna escena así. Lo peor fue imaginarse dentro de un trío masculino.

Luego al llegar el día siguiente, que le tocara a Carlos ir a su trabajo, y verlo ahí no pudo evitar que su mente nuevamente regurgitara aquel suceso a la puerta del departamento de Carlos. Intentó no acercársele mucho, y al parecer su contraparte buscaba hacer lo mismo, ya que, al toparse ambos en la fotocopiadora se saludaron de manera tan formal y sin tacto visual que a ojos de cualquiera parecían dos desconocidos. Y cuando le contara a Nicolás, pese a que recibió algo reacio el mensaje de su confesión, éste solo aprovechaba para reír de dichas escenas.

Ya eran dos semanas así, todos los días recordando eso. Ni con las putas se le pasaban esos sueños fantásticos en que se hallaba encerrado entre cuatro paredes con el empleado part time. Lo que si le alentaba es que ya eran las cinco y su ánimo tras la siesta acababa de mejorar y todo su mundo comenzaba, incluso disponía en su bolso de una película de estreno que consiguió con una de las oficinistas del primer piso; obra de su irresponsable sexualidad.

No era por sorpresa ver personas extrañas llegar a ese lugar, por lo general iba mucha gente a re—pactar deudas a ese mismo piso, solo que era algo obvio como las chicas murmuraban acerca de un muchacho que hacía aparición por el lugar. Nicolás, que estaba en las mismas dudas que él, consultó sobre el por qué de tanto susurro, y a lo cual le respondieron que se trataba de un chico muy atractivo que había aparecido. Fernando consultó por el asunto que hacía ahí, buscando la forma de buscar protagonismo por sobre él. Las chicas le respondieron que buscaba al nuevo; Carlos. Se propuso tomar autoridad por sobre todo, tal gerente frustrado, y se levantó dirigiéndose al lugar en donde se encontraba el ajeno.

— Hola, ¿busca algo? —consultó con una sonrisa, sin perder el aura de macho dominante.

Y claro estaba, el tipo estaba al tono de la juventud. Cierta parte de si sintió envidia de su cuerpo; apostaría que casi ni hacía ejercicio y lo mantenía así. No era una masa de músculos, pero claro que destacaba en cualquier parte. Por otro lado su cabello se veía genial. Si no fuera porque la empresa no era suya lo hubiera echado a patadas por alborotar su gallinero; con un solo dominante basta y sobra.

— Busco a un encargado importante, ya que nadie me brinda lo que quiero —respondió con cierta inocencia al pecar de ignorante, mientras buscaba a las espaldas de Fernando a alguien que pareciera vestido según la importancia.

—Al menos en este piso soy el encargado de todo —respondió con un juego de leve irritación en sus cejas, maldiciéndolo a la vez por ser casi cinco centímetros más alto que él.

— Entonces quisiera saber si tiene algún número o dirección de Carlos Díaz. Me dijo que estaba trabajando aquí, pero al parecer no está.

No le dio la dirección al excusarse de que era norma de la empresa nunca hacer dicha acción, pero si le brindó el número del celular del chico. Le preguntó también por si es que era algún familiar o cercano, y le respondieron que se trataba de solo un amigo. No pudo evitar las burlas de Nicolás sobre supuestos celos que debía estar sintiendo, y, pese a que no lo admitió, eran verdaderos. Aunque los negara en su mente se hacían verdaderos al estar incomodándolo en su pecho.

Esa noche al llegar lo primero que hizo fue encender la televisión en el canal que estuviera, tirar el bolso en el sillón, dejando el sofá libre para él, y se fue a la cocina a poner en un bol grande toda la chatarra que compró para amenizar el film. Odió la estúpida cinta. Ciertamente había sido de acción, y sobró la sangre y los balazos, pero el protagonista terminaba solo porque nunca le dijo a la detective que estaba enamorado de ella, por lo que ésta se terminó mudando a otra ciudad con su compañero de trabajo. Cuando realizaba sus abdominales de costumbres no quiso poner música, ya que temía que ella igualmente lo increpara.

Una vez acostado encendió nuevamente la televisión para realizar casi el último hábito que le quedaba del recuerdo de Melinda; Sex and the City. La serie sin duda era algo estúpida, y con una protagonista que en su vida se jodería, pero en algo si la apoyaba; los hombres antes que cualquier cosa buscan sexo, si la relación funciona es mera casualidad. Lo único que le incomodó del capítulo fue que al parecer la relación de una de las protagonistas con un chico joven no funcionaria debido a la diferencia de edad. Y era claro, él nunca hubiera cambiado la vitalidad de la juventud por unos pechos caídos y una vagina arrugada.

Llegando el viernes, entre su modorra tan ritualista de las mañanas y el desanimo de todos los distractores de aquella noche, le contaba a Nicolás sobre todas las raras señales atribuidas a una mala selección de actividades. Al finalizar su relato Nicolás le preguntó si no había notado antes sus conductas algo afeminadas.

—No soy gay —reclamó con algo de molestia.

—No lo sé, ahora no veo al Fernando que metía al desagüe los sentimientos de los demás, sino a uno que le hablan los personajes de sex and the city —respondió irónico a su amigo.

Ese día también se evitaban, hasta la hora de almuerzo en donde durmió su siesta, pero al despertar se encontró que en la cocina se hallaba Carlos. Le saludó, aunque la respuesta no fue para nada como solía ser al principio. El chico calentaba su almuerzo en el microondas, en tanto Fernando le miraba desde su silla plástica que acababa de entrar al cuarto de cocina. Incómodo Carlos le pidió disculpas sobre su borrachera y el incidente que llevó ello, por supuesto sin darle la cara. Fernando ignoró ello, ya le había dado suficientes vueltas al asunto, antes bien preguntó por el chico que se presentara el día anterior preguntando por él. Se llamaba Felipe, y se conocían con Carlos desde la segundaria. Ante el hecho de no obtener la respuesta deseada preguntó directamente si era su novio. En medio de tartamudeos Carlos dijo que sí.

— Entonces ¿No te gusto?

— ¿A qué viene la pregunta? —respondió mirando el electrodoméstico.

—A que si te gusto de verdad no estarías con él —propuso con serenidad.

El silencio incomodó a ambas partes. Fernando no supo admitir con sinceridad la intención de sus palabras, en especial porque creía no estar pensando, pero a la vez sabía que estaba calculando cada uno de sus propios movimientos, por algo era un matemático meticuloso, con mención en ser egocéntrico. Además deseaba saber el punto de Carlos, ya fuera para poder dormir tranquilo y dejarlo todo a manos de una loca borrachera, o comenzar a asustarse no solo por el hecho de que un tipo estaba a su siga emocional, sino ante el acto de que pudiera gustarle ello.

—Él fue mi primer novio, hasta el día de hoy. No se preocupe por lo que ocurrió esa vez, todo fue culpa de la borrachera. Además usted no es gay —rio como para sacarle el sombrío a la conversación.

—Claro que no lo soy, pero no es normal que cada vez que lo hago te me vengas a la mente.

El rostro de Carlos de ruborizó hasta las orejas.

Imposible fue evitar el pensamiento de lo bello que se veía en el estado de catástrofe emocional. Tampoco deseaba mirar su propio rostro, ya que, la garganta seca y ese fervor que tenía atorado en el pecho, sin mencionar el bochorno impregnado al interior de su rostro, delataban que no estaba muy alejado del tono contrario.

Un ruido sordo se pronunció al moverse la silla de Fernando. Se había puesto de pie y a la vez se dirigió donde Carlos con una determinación que jamás creyó posible en él ni durante el siglo venidero; le acorraló al bloquear con su derecha la única salida que le quedaba al subordinado con su brazo, apoyándolo en una estantería. Le inspeccionó detenidamente el rostro, buscando algún motivo que sostuviera su tesis de no besarlo, pero mientras más realizaba dicho acto solo lograba que su cabeza se acercara más y más dando cabida a la realización de sus bizarras fantasías del último tiempo.

Cuando fueran las seis ya era más que sospechosa la actitud de Fernando para los ojos de Nicolás. Como queriendo interrogarle giró su asiento, y cruzándose de brazos, le miró fijamente. Algo hiciste, afirmó con una determinación increíble. Fernando, actuando al igual que un niño, rió con una simpatía que expresaba mayormente vergüenza. Continuamente solía ser así, Nicolás siempre le sorprendía esos raros hábitos que con el tiempo ya eran tan legibles en él; repasar el borde del escritorio con su dedo, suspirar repetitivamente o estar algo distraído. Nunca entendió como lograba notarlos y relacionarlos exactamente con su vida amorosa, aunque ignoró ello debido a que la intrigante del amigo de mayor importancia.

La única respuesta que escuchó por parte de Nicolás fue la declaración de que su madre había sido prostituta. Después de ello no le dirigió la palabra en todo lo que restó del día, ni siquiera al querer sobornarlo en invitarlo a beber a su departamento, y tampoco ardió en ira debido a que habían insultado a su madre. Lo que también le sorprendía era que si bien antes el mismo Nicolás apoyara las tendencias de Carlos, ahora que el mismo las estuviera difundiendo era factor para la molestia de Nicolás. Viéndose de esa forma concluyó que lo mejor para ese día fuera solamente ir a ver la serie junto con una cerveza, para luego solo dormir y esperar a que por arte de magia todo y todos volvieran a la normalidad para cuando llegara otra vez el detestado lunes y comenzara la estúpida rutina como el curso cíclico del agua.

Mientras dejaba el edificio un grupo del piso noveno le llamó para fumar un cigarro y conversar. A algunos los conocía al venir de la misma universidad, a otros por problemas de faldas, y a los demás hacía como si los conociera de toda la vida, pese a que fueran totales desconocidos. En ello atendió que Carlos salía del edificio de regreso a casa, y casi como un borrego atendió a la rara señal de abandonar al resto e ir en siga suya. Apurando el paso le alcanzó tomándole el brazo, pero al mirarlo no pudo esconder el vehemente deseo de llevarlo nuevamente a sus labios. Hay mucha gente, replicó Carlos con un sonrojo que nuevamente cautivaba su rostro. Le costó recordar que la persona que ahora gustaba era un chico, y en especial de aplicar el orden de moral que poseía el resto en contra de ese tipo de relaciones. Proponiéndole su ánimo de acompañarlo al departamento, que debido al vergonzoso incidente ya conocía, Carlos respondió con una respuesta silenciosa, pero con ademanes de alguna problemática.

Solo bastó un segundo para que los planes de los llevara el humo de los autos.

—No sabía que eran amigos —interrumpió el extraño que buscaba a Carlos el día anterior –. Gracias por la información del otro día —agregó con una sonrisa al separar la mano de Fernando del brazo de Carlos.

En la otra mano llevaba consigo dos cascos, y antes de que realizara lo que entendía que iba a hacer, se plantó haciéndole frente con el argumento de que lo acompañaría a su departamento. Una risa que bordeaba la burla emanó de la boca del contrincante, a lo cual hubiera respondido con un firme gancho derecho, pero viendo bien su situación, que no era de lo más normal, prefirió abstenerse de una coacción. En segundos le informaron de que habían acordado encontrarse a esa hora. Se sintió estúpido y todo un perdedor, aun más cuando al ver que se iban el conductor de la motocicleta le mostró uno de sus dedos en particular.

No entendía por qué ese acto le molestaba tanto, se sentía como un principiante delante del desconocido. Por lo general siempre salía victorioso cuando el objeto en cuestión era una fémina, por lo cual no concebía como perdió un supuesto duelo que solo existiera dentro de esas dos mentalidades masculinas competitivas. Pero pese a toda la evidencia no notó su estado hasta que una semana después, cuando ya Nicolás le volviera a hablar, le dijera que el hecho de comprar un auto deportivo solo para competir con un chico de dieciocho años le hacía ver como un completo idiota.

—Se dice honor —corrigió el mismo Fernando mientras se llevaba una taza de café a la boca.

—Se dice que estás enamorado, idiota.

Entonces lo comprendió. En un momento intentó culpar al tocino que comió la noche del viernes que ocurriera el incidente con el motociclista, pero ningún malestar dura tanto. No le quedó otra opción más que terminar de beber su café pensando en qué sería lo que haría al respecto. Y a base de ello ideó una rara forma de hacérselo saber al subordinado.

— ¡Maldición! —gritó Carlos al sentir como una mano le tocaba la cintura mientras intentaba calentar su almuerzo en el microondas –. ¿Usted no avisa cuando…?

Parecía como si fuera a continuar la oración, pero los ojos de Fernando, que se acercaban con lentitud, le destellaron al punto de cerrar los candiles presintiendo que la escena anterior se repetiría.

—Abre los ojos. Por el momento no te haré nada. Solo quiero conversar.

En el mismo lugar en donde Fernando acostumbraba tomar sus siestas se sentaron para charlar. Ambos sentados en el suelo y con las espaldas pegadas a la misma muralla. Ninguno de los dos podía comenzar con algo, estar ahí solos, sentados a unos centímetros de distancia el uno del otro generaban un ambiente incomodo para ambos.

— ¿Quién es ese chico? ¿Vive contigo? —preguntó Fernando con la vista fija en un edificio de frente y con el ceño algo fruncido.

— Se llama Felipe. Nos conocemos desde la segundaria. Un año antes de salir de la escuela lo dejé de ver. Me sorprendió volverlo a ver. Se está quedando conmigo porque tiene problemas de dinero.

— ¿Son novios, salen, tienen sexo, o algo?

Le costó un poco a Carlos encontrar las palabras exactas para poder responder, pero de todas maneras lo hizo.

— Creo que solo tenemos sexo.

— Espera un momento —exclamó Fernando mirándolo ahora de frente y con algo de furia — ¿Me estás diciendo que lo mantienes y tienes sexo con el pero no son nada?

El silencio de Carlos ante aquella confrontación se lo dijo todo; el tipo era un verdadero lastre. Pero mirando al chico notó aflicción en su mirada, por lo que no quiso ir directo al regaño. Suspiró volvió a poner su vista en el otro edificio.

Preguntando más sobre el tema, con el pretexto de curiosidad ante parejas del mismo sexo, averiguó que en un principio Carlos fue una clase de acosador para el motociclista, y luego de tanto insistir en sus sentimientos fue aceptado por el otro aunque siempre de manera oculta, sin que nadie se enterara. Su obsesión para con tal chico fue a tal punto que no le importó que este otro tuviera una novia. Luego de un día para otro desapareció y no lo volvió a ver hasta que llegó a su departamento en uno de sus días de descanso. También confesó que por el momento él mantenía a los dos, en tanto el otro buscaba trabajo, además de que aún se acostaban, pero jamás hablaban sobre lo de ellos.

Como pago también debió hablar de si mismo, aunque solo era para confirmar los rumores de la oficina; mujeriego, ogro, complejo de superioridad y un poco ególatra.

— ¿De verdad te gusto?

—Sé que fue embarazoso, pero no es para recordarlo siempre —sonrió sonrojado con la vista contraria a Fernando.

—Si te digo que me gustas. ¿Lo dejas?

A través de un movimiento hizo que el otro volviera su rostro a y así poderle besar, pero no por una simple reacción a la compañía de esa persona en especifico, sino que ahora con la convicción de lo que sentía y con el ansia de monopolizar la mente y cuerpo de quien tenía frente.

Por esos minutos que se transformaran en segundos logró sentir ese leve temor de atravesar lo prohibido, como a los catorce. No existía inocencia en el beso, antes bien, si en sus sentimientos. Se sentía joven, se sentía vivo. Instantes que le revivían el cuerpo y le hacían volver a vivir en la mocedad perdida, entre el aroma de las flores del jardín de la niñez, hasta la calentura de los veinte.

Durante unos segundos soltó los otros labios y, juntando ambas frentes, con un jadeante respirar confesó lo que tanto parecía haber guardado en el baúl de las primaveras perdidas.

—Te quiero.

Notas finales:

Gracias por leer... comentar no cuesta nada.


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