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C'est la vie por samadhi06yaoi

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Notas del fanfic:

Este es un fic que tenía ya guardado. Nunca lo había terminado hasta ahora :)

Disfrútenlo.

C'est la vie

 

Las piernas de Sasuke estaban desfalleciendo, dejando un rastro penoso de tierra con sangre tras de sí. Escuchaba las ensordecedoras palpitaciones de su cabeza, pero no dejaba que los sollozos ahogados en saliva pasaran de su boca. No era débil… No tanto… Yo… Itachi…

Pero no podía llamar al mayor, no podía levantar un brazo y tocar su capa, decirle que se iba a morir, que no podía respirar, que ya era suficiente de aquel juego, que, por el amor de Dios, se detuvieran…

Cayó al suelo, trató de mantenerse inmóvil, como cuando los animales sobreviven a su depredador… Comenzaron a bajarle lágrimas por el sucio y sangrante rostro.
Quiso girarse como loco, despertar de aquella pesadilla, porque siempre pasaba así, siempre despertaba en su cama, siempre… Pero esta vez las heridas le escocían, las lágrimas le ahogaban las fosas nasales y las costillas le perforaban la piel por la pasmosa y desesperada respiración.

No… Voy a morir…-y una pequeña voz en su interior, una voz minúscula y llena de temblores y vacíos, dijo claramente: tengo miedo.

Sus ojos dejaron de emanar lágrimas, se abrieron de par en par. Había admitido que estaba a punto de echarse a llorar desesperado como un niño perdido en el bosque. Quiso cubrirse la cara con ambas manos, pero éstas ya no le respondían. Comenzó a toser, sintiendo la sangre subirle como una serpiente caliente y húmeda desde el diafragma.

Qué humillante, qué desastre, qué muerte tan más patética, ahogarse en su propia sangre…

Comenzó a llorar de ira; y se dio cuenta de que la tierra se manchaba con motitas rojas marrones, que sus ojos se le empañaban, y que no eran lágrimas lo que hacían brotar, sino la misma sangre. La cabeza le dolía, su boca estaba repleta de agonía escarlata y estaba ciego, sólo podía distinguir la luz blanca de la luna.

Comenzó a gemir para sobrevivir, pues la sangre le hacía pupa en la boca y sentía sus pulmones encogerse. El sabor de aquella vida era de hierro; salado y pegajoso. Totalmente rojo, como un río de cadáveres brotando de su boca.

Era una muerte justa… Pero fue terrible. Sentía la desesperación de su propio cuerpo matándole. Era como si él mismo quisiera morir ahí mismo. No pudo detener el llanto.

Y eso era lo que más le encolerizaba, aquella debilidad patente hasta su muerte… Voltéate… Mira, me estoy muriendo, ¿no ves?... ¿No te importa? Y la voz de su cabeza era una que nunca había conocido… Era la de un alma, desesperada, llena de llanto, con el corazón roto, abandonada a su suerte. Ése fue su papel en aquella agonía.

Pero no pudo pensar en eso. Uno, porque la lógica ya no existía más en su razonamiento; dos, su cuerpo estaba deshecho, y ya nada podía dolerle más que en ese momento. Tres… quizá no fuera tan malo.

Por un momento, pudo ver algo positivamente; por ese instante, casi quiso sonreír, levantar sus brazos al cielo, como lo hacen los ganadores, llenos de gozo, y gritar “¡Por fin!”, y en ese infinito momento, su alma se llenó tanto que hasta le dolió.

Pero algo faltó, en el último segundo, lo supo. El pobre, lo supo. Vio los ojos de su hermano, vio las lágrimas en ellos, y supo qué había faltado siempre. Pero fue, como dije…, en el último momento, para siempre.

Notas finales:

Gracias por leer.

¿Qué les pareció?

Samadhi.


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