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Red por Grendel

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Notas del fanfic:

Algún día terminaré con todos los Fics que comienzo, doy mi palabra de yaoista :D

Notas del capitulo:

Si clickearon aca y pretenden leer el fic, de antemano quiero compensarlos por su perdida de tiempo :D

Compensación uno, dos y tres.

Listo, ahora me siento mejor persona. Y si llegan al final, les dejo un obsequio!!1 Yeaaah! (grito de emoción)

 

El sol comenzaba a tocar los tejados de las casas del tranquilo y apacible pueblo de Blöd. Casas hermosas, grandes, elegantes, con jardines cuidados y césped corto, gente amable, sonriente y simpática. Es un pueblo de gente bien. Pueblo de hombres que salen a trabajar por las mañanas y mujeres que crían a sus hijos, limpian la casa, les ayudan con sus responsabilidades escolares y les queda tiempo para hacer gimnasia, depilarse, encontrarse con amigas e ir de shopping. O por lo menos es así como lo recordaba.

De pie frente a la ventana abierta, que dejaba que la brisa matutina acaricie suavemente su cara escuchó un suave sonido, un murmullo de la casa vecina. Encendió un cigarrillo y salió por la puerta rumbo al corredor y desde la ventana de su habitación lo vío a la perfección corriendo en dirección a la avenida, sus cabellos poco largos se revolvían con el movimiento y su mirada lo perdió cuando giró en la esquina. Era la primera vez en años que lo volvía a ver, y al hacerlo por su cuerpo recorrió una sensación extraña que lo inundó de un intento barato de melancolía. Tiró su cigarrillo dentro de una taza vacía y miró las cajas todavía desperdigadas por su habitación, algunas rotas, otras todavía cerradas. Caminó lentamente hacia una de las cajas abiertas y tomó un bate de béisbol, todavía tenía cosas que hacer.

Bajó lentamente las escaleras y se dirigió al living, más específicamente la computadora conectada a un equipo de audio, buscó con paciencia hasta encontrar el tema que buscaba. Sacó el cigarrillo de la taza, y dando una calada profunda, disfrutó del inicio Surfacing, de Slipknot. Subió el volumen de la música y con tranquilidad tomó el bate, comenzando a golpear y destrozar todo lo que se cruzara por delante.



- Aaron, ¿bajas a almorzar con nosotros? - Sonrió Karin desde la puerta de su oficina. La colorada mujer que se llevaba los suspiros de todos sus compañeros y amigos, y mejor amiga de Aaron entró cerrando la puerta tras ella. - O vas a dejar que el trabajo te coma el cerebro?

- No puedo, perdón, es que llegué tarde y tengo que terminar todo esto. - Dijo sin separar la vista de la pantalla de la computadora, frunciendo el ceño y moviendo ágilmente sus dedos sobre el teclado.

- ¿Y cuándo te vas a tomar vacaciones?

- Por eso mismo, dentro de - miró su reloj - unas casi 5 horas las comienzo y prefiero evitar volver a trabajar y tener muchas cosas pendientes - levantando la vista y viéndola por primera vez en el día. El corto vestido que Karin llevaba era ideal para ella, ajustado en sus caderas sinuosas y poco mas suelto en los pechos. Miró a sus ojos verdes seriamente - Estas hermosa.

- Ni que me importara - dio un suspiro y antes de salir de la oficina agregó. - A las siete y media en el bar de Ennis, mas te vale ir.

Se quedó viendo la puerta cerrada unos minutos antes de volver a su trabajo. Tenía demasiado que hacer y muy poco tiempo.



De mal humor se acercó a la puerta de su nuevo vecino y comenzó a golpear. Durante toda la mañana y hasta pasado el mediodía se había escuchado música a todo volumen salir de ella. El ruido que salía de esa casa era insoportable, completamente dañino para la salud auditiva de cualquiera, pero al parecer, el que vivía ahí adentro era sordo. Luego ya no se escuchó ese sonido infernal, si no que se escuchaban golpes y gritos por momentos, por lo que, decidida, fue a hablar con su vecino, porque había gente que tenía cosas que hacer, como ella, que estaba preparando sus exámenes del final de su carrera.

- Vas a ganarte una gran puteada! - Advirtió su hermano menor desde la ventana de su casa. - ¡Deja a la gente matarse en paz!  

Su hermana, luego de mostrarle su dedo medio con mala cara, acomodó sus anteojos de pasta y volvió a golpear con ansiedad. Escuchó unos pasos pesados y ruidosos, vio girar el picaporte y oyó el sonido agudo de las bisagras de la puerta al abrirse. Ante ella apareció un joven que calzaba un par de lo que parecían ser unos borcegos muy pesados, ropa deportiva muy suelta, sus largos cabellos despeinados, un cigarrillo en una mano, y un bate en el otro. Retrocedió un paso al notar esto último y frunciendo el ceño, espetó. - ¿Quién mierda te crees para andar haciendo el escándalo que haces? ¿No sabes que hay gente que necesita estudiar porque pretende tener una vida para no pasársela en su casa de grande como tu, haciendo escándalos y cagando el día del resto?

- No me creo ninguna mierda - dijo apoyando delicadamente el bate sobre una pared. Dio dos pasos hasta estar a escasos centímetros, se inclinó dejando su cara a la altura de la de ella y exhaló el humo del cigarrillo por la nariz. - Y tu, quién mierda te crees para venir a molestarme a mi?

Ella pudo ver en los ojos color cielo de él, una ira indescriptible que, por la tranquilidad que demostraba, estaba siendo retenida con mucha fuerza de voluntad.

- No me creo nadie - apartó la mirada temerosa. - Sólo reclamo algo que me parece justo - terminó con un hilo de voz.

- ¿Y por eso puteas en lugar de hablar? Que civilizada. - y sin más, entró a su casa y cerró la puerta de una patada.

Un poco descolocada, un poco ofendida, pateó la puerta, gritó una gran cantidad de improperios y se volvió ofendida a su casa ignorando a su hermano menor, que desde la ventana de su habitación la miraba carcajeándose. Entró y se dirigió directamente a la cocina a buscar hielo para su pie.

- Te dolió, hermanita? - Preguntó Tobías al entrar en la cocina, recibiendo como respuesta un naranjazo por la cabeza. - Como es el vecino? Dime, dime, dime!

- Un loco enfermo de la cabeza...

- Uy, esos me gustan, me parece que voy a ir a visitarlo... - Tomó lo más rápido que pudo una banana y corrió hacia la salida.

- ¡Toto, la puta madre, no me hagas llamar a Aaron!

- No pasa nada hermanita, no te preocupes por mi - gritó al salir.

- Pendejo endemoniado...



Sentado frente a su computadora, con polvo sobre su ropa y cabello, fumando otro cigarrillo se sacó la remera y se ató el cabello en una coleta baja. Suspiró, Andrea no lo había reconocido, así como tampoco lo haría Aaron. Una calada más a su cigarrillo le hizo mantener la calma durante un momento, hasta que sintió el ruido agudo y estridente de la puerta principal abriéndose. Tomó su bate y caminando con sus pesados borcegos se dirigió hasta allí. Un muchacho bastante más bajo que él, de cabellos castaños y ojos verdes estaba parado en el vórtice de la puerta esperando a que el dueño de casa apareciera.

Se acercó lentamente con una mirada amenazante, hasta detenerse frente a él como había hecho con Andrea. La tonta, pero en el fondo altiva sonrisa que el menor le mostraba le irritó bastante, hasta que su expresión cambió de pronto a una sorprendida.

- Mierda, ¿Tobías?

Agrandando su sonrisa un poco más, abrazó al mayor. -¡Hola Dante! Tanto tiempo, tenía miedo que no me reconocieras. -Saludó tranquilamente el menor, que fue correspondido a su abrazo con un poco de confusión.

- Enano maldito, años que no te veo, creciste un montonazo - sonriendo y deshaciéndose del abrazo lo ubico frente a él para mirarlo con mayor detenimiento. - Bueno, no creciste tanto. Siempre fuiste un poco renacuajo.

- Y tu un hijo de puta.

Ambos sonrieron y luego de que Tobías entrara en la casa y Dante destapara un par de rubias se sentaron en el piso del corredor a conversar.

- ¿Sabías que sigo siendo menor de edad? - Sonrió dando los primeros sorbos a su bebida, viendo como el rubio sonreía de forma irónica - Bonita decoración, voy a contratarte para que decores el salón de el casamiento de Andrea.

- ¿Andrea se va a casar? Siempre me dió la sensación de que era medio marimacho.

- Pero cambió muchísimo, ahora se dedica a sus estudios, está a cuatro finales de recibirse de pediatra. Aaron es un poco más idiota, tareas de oficina, siempre la misma rutina. Aunque... - una pícara sonrisa asomó a sus labios y calló dudando si terminar la oración.

- ¿Aunque?

- Nada del otro mundo, hoy comienza sus vacaciones.

El rubio bebiendo media botella de cerveza de un tirón sonrió y se levantó del piso. - Hagamos una fiesta entonces, es fin de semana, la gente normal no trabaja los sábados, hay que relajarse. - Mientras hablaba el menor tomaba a lentos y pequeños sorbos lo poco que le quedaba en su botella.

- ¿Una fiesta para cuantos? Llegaste hace dos días y hoy armaste un escándalo, no creo que haya demasiada gente a la que puedas invitar como para hacer una fiesta, ¿sabes? En este pueblo, ya no pasa nada. Es aburrido, ya no hay prostitutas, ni drogas, tampoco hay lugares bailables donde uno pueda ir a descargarse, todos van a la iglesia los domingos, no hay corrupción, esto es un infierno...

- Creciste rápido engendro, no es difícil hacer una fiesta, tengo algunos conocidos que se van a querer unir, mas otros que con tal de desenfrenarse van a cualquier lugar. - Se dió media vuelta y se dirigió a la que ahora era su habitación.

El menor quedó mirando la cicatriz que le cruzaba toda la espalda, desde el hombro derecho hasta la cadera, por el lado izquierdo, no recordaba que esa cicatriz existiera cuando él era pequeño. - Dante ¿Que te hiciste en la espalda?

Después de sacar algo de dinero de una caja metálica que estaba debajo de su cama, salió meneando los billetes. - Eso, my darling, es historia vieja. ¡A comprar!



El día de trabajo había sido extenuante, poco antes de salir de su oficina se había interrumpido la energía eléctrica y tuvo, con gran pesar, que bajar los once pisos que separaban su oficina del aire libre, viciado de smog, pero libre, luego caminó hasta la parada del autobús, que por extrañas razones no venía, aunque llevara más de cuarenta minutos esperando, cuando llegó a su casa, su hermano Toto no estaba y Andrea estaba duchándose.

- Maldita suerte la mia. ¿Que hace una naranja en el piso? - la levantó y la dejó en la mesa. En la heladera quedaban restos de lo que fue el almuerzo de sus hermanos, y en la mesa los platos usados. - Que sucios que son.

- ¿Quienes?

- Vos y el mocoso, podrían lavar la vajilla después de usarla, ¿Sabes? Hoy comienzo mis vacaciones y me encuentro con esta mierda. Estoy cansado y ustedes dos no hacen un carajo en esta casa. - No estaba enojado, un poco irritado solamente, le molestaba que sus hermanos fueran así de desconsiderados.

- Hoy le tocaba a Toto lavar las cosas, y no digas que no hacemos nada, yo estuve tratando de estudiar toda la mañana, pero el idiota que se mudó a la casa de al lado estuvo haciendo escándalo todo el día, ¡Es un psicópata!

- ¿Se mudó alguien al lado? No estaba enterado. ¿Cuándo se mudó?

- Ayer,  por la tarde, no trajo demasiadas cosas, y es una persona sola, no te parece extraño? es una casa demasiado grande para una persona.

- Es verdad, es extraño, pero no creo que sea un psicópata, debe ser un mal entendido.

- Toto se fue a conocer al vecino... hoy después del mediodía y no vuelve todavía - dijo pausadamente, viendo como su hermano se crispaba un poco y dejaba con suavidad un plato ya limpio sobre la mesada. - Y dejó su celular en la casa. Tu veras, yo tengo guardia esta noche hermanito.

Aaron ya estaba solo nuevamente en la cocina, ¿acaso Tobías era idiota? No, no lo era, un chico con un IQ de 173 no era idiota, era buscapleitos. Desde pequeño su precocidad fue totalmente visible, aprendía rápido, razonaba demasiado bien, era muy inteligente el engendro del demonio que tenía como hermano menor. A sus 16 años ya había terminado el colegio y estaba disfrutando de un año sabático en el cual se pasaba de ocio en ocio, es decir, leer, leer y leer, nunca hacer algún tipo de deporte, a lo sumo salía con algún ex compañero del colegio cuando éstos tenían tiempo, o se reunía con los miembros de la secta de engendros inteligentes a la cual había ingresado su hermano años antes. Pero siempre había sido muy desobediente, muy irresponsable, y hasta ahora las cosas le habian salido bien.

Nuevamente entró Andrea en la habitación y tomando una vianda guardada en la heladera la guardó en su mochila. - Vuelvo el domingo a la tarde, aparentemente hay mucho trabajo en el hospital, cuida a Toto, que es lo único que nos queda. - dijo la mayor de los hermanos,dándole un beso rápido a su hermano y saliendo apurada después.



Cerca de la medianoche, la casa de Dante se hallaba medio llena, abundaban las bebidas alcohólicas, drogas y, por supuesto, la música a todo volúmen. Todas las habitaciones del piso superior se encontraban abiertas, sin llave, menos la propia, donde tenía todas sus cosas guardadas. La que antes era una hermosa y elegante casa era ahora una casa con algunas paredes rotas a golpes, muebles, la gran mayoría algo rotos, pero no del todo, y todo seguía en el mismo lugar. No se había molestado en limpiar, era algo totalmente innecesario, todos los que irian le prestarían más atención a las drogas, el alcohol o las posibilidades de tener mete y saca con quien se pudiera.

Parados contra una pared en un extremo del salón se hallaban los dos, intentando conversar.

- Es un crack esta fiesta man. - Dijo un poco gritando por el alto volúmen de la música.

- ¿Crack? Supongo que queres decir que es la mejor fiesta a la que fuiste en tu vida. - Gritó de igual forma que Tobías.

- Cuando pueda llevar a alguien a alguna habitación voy a poder afirmarlo. - Miraba a los presentes sigiloso, cual león a la caza de una gacela.

Dante lo miró con una sonrisa sagaz, y se acercó amenazante a su oído - Yo podría llevarte a la habitación VIP si quisieras, enano.

- Aaron nunca te lo perdonaría, y Andrea te castraría sin necesidad de algún elemento cortante. ¿Recuerdas lo que pasó cuando Aaron nos vio besandonos? Jajajaja

Y cómo no recordarlo, el engendro a sus cinco años se le colgaba del cuello todo el tiempo y esa vez, mientras los cuatro jugaban a las escondidas en el patio de Dante, Aaron llegó cuando Toto, prendido a su cuello posaba cual inocente mariposa un casto beso en sus labios. - Creo que todavía me duele el culo de las patadas que me dió.

- Entonces mis sospechas no estaban del todo mal - Soltó luego de meditar bastante. - ¡Te gusta la carne en barra!

- Como si a vos no te gustara, engendro. - Sus ojos miraban fascinados al otro lado del gran salón atestado de humo a un joven que parecía poco menor que él.

- Voy a comenzar a creerme el apodito ese. ¿Sabes a quien no le gusta? A Aaron. - Desde donde estaba trataba de ver quien era esa persona que tanto miraba Dante. Un joven de unos aparente veinte años, cabello largo, rojizo y mejillas coloradas por la ingesta de alcohol, sentado con las piernas abiertas acariciaba sobre su pantalón su hinchado miembro mirando a Dante con ojos libidinosos, calientes.

- Lo sé, lo sé, pero te queda poco tiempo, elige, ir conmigo al sector VIP o esperar que venga tu Principe Azul de la casa de al lado y llevarte a la rastra a tu cama a dormir mientras yo le clavo mi espada a la doncella hereje que me mira desde allá.

Vió la lengua de Dante asomarse y arrastrarse por sus labios suavemente, después morderse el labio inferior. Sus ojos brillantes, encendidos seguían mirando al muchacho que ahora caminaba en su dirección.

- Diez... nueve... ocho... - A cada número que pronunciaba Dante el joven cabeza de fósforo se acercaba cada vez más - cinco... cuatro...

- Aaron va a matarte por haberme robado mi inocencia, vamos.



Había olvidado completamente juntarse con sus compañeros de trabajo y cuando recibió una llamada de Karin gritando por no haber ido al bar a juntarse con ellos, no tuvo mas remedio que alistarse lo más rápido posible y salir hacia allá con presteza. Al entrar hizo un silencioso saludo con la cabeza a Ennis y fué a sentarse a la mesa donde todos los viernes sus amigos se juntaban, y la volvió a ver, su cabellera roja como el fuego, sus ojos verdes claros y esas caderas sensuales que lo enloquecían.

No había duda, estaba totalmente enamorado de su mejor amiga, aquella que lo acompañó durante la enfermedad de su madre, la que fue su apoyo en todo momento y en la que confiaba absolutamente todo. Se conocían desde hacía siete años y se habían vuelto inseparables y ahora, después de tanto tiempo se había dado cuenta de que estaba perdido por ella. No podía negarle nada y siempre le mandaba alguna indirecta para ver si ella pillaba la idea de su estado, pero o se hacía la desentendida o era tonta. Pero era preferible no pensar en eso.

Luego de una noche llena de cervezas sin alcohol, chistes y bromas cada uno decidió marchar para su hogar. Ben había sido gentil y lo había acercado hasta su casa en su automóvil, mientras conversaban de trivialidades de la vida y al llegar, antes de bajar se había puesto serio.

- Aaron,¿algún día se lo piensas confesar?

- Ah, Ben, quisiera pero tengo miedo. Siempre ignora mis buenas intenciones. - Dijo con algo de pesar.

- No las ignora, estoy seguro que le da vergüenza y por eso actúa de esa forma. Vamos, todos sabemos cuánto te gusta ella. Sólo necesitas un empujón, y nosotros te lo vamos a dar. - Una gran sonrisa conciliadora se pintó en su rostro.

- No es necesario amigo, con el tiempo las cosas se irán dando. Gracias por acercarme a mi casa. - La brisa fresca chocó contra su cara y emprendió el camino a su casa que no era largo, solo unas manzanas.

Poco antes de llegar a su casa una ruidosa música, si es que así se podía llamar a ese ruido, penetró sus oídos y comenzó a disgustarse. Su barrio y su ciudad eran completamente tranquilas, la noche pacífica y silenciosa, nadie hacía escándalos como aquel y menos a esas horas de la noche. Al doblar la esquina vio a varios de sus vecinos reunidos frente a la casa de la que provenía el alboroto y se acercó a ellos, que discutían el llamar a las autoridades para acabar con ese desenfreno pecaminoso que no los dejaba descansar.

Como buen vecino se ofreció para hablar con el nuevo habitante del barrio y aclarar esta situación que tanto incomodaba a todos.



Con desesperación Dante se agarraba los rubios y largos cabellos mientras un avergonzado y ya caliente Tobías lo miraba con las manos atadas a una de las altas columnas de hierro de la cama.

- ¿Cómo que eres virgen?

- Cuando te dije lo de robarme la inocencia era en serio.

- Mierda, mierda, mierda. Podría estar tirandome a la versión varonil de la princesa Mérida, pero no... mierda ¿Y ahora qué hago con ésto? - Dijo señalando su firme soldado que palpitaba pidiendo acción.

- Tener paciencia hasta que puedas meter tu barquito en mi tunel del amor es una buena idea para mi.

- ¿Mi barquito? No desmerezcas al Gran Dante, que ha navegado los siete, es un coloso. Y lo que el quiere es meterse en tu cuevita, hasta lo mas profundo hasta partirla en dos y AHORA. Eso quiere. Mierda, mierda, mierda. - Decía caminando de una punta a otra de la cama.

No sabía por qué pero la situación lo estaba calentando todavía mas, Dante desnudo caminando detrás y puteando, y el de pie, con sus manos atadas sobre su cabeza, con los pantalones bajos y su camiseta todavía enrollada cerca de su cuello y su miembro babeante rozaba tímidamente las telas que colgaban. Sin darse cuenta comenzó a frotarse suavemente contra éstas y a jadear quedamente.

- ¿Qué estás haciendo perversito? - Las dulces y casi imperceptibles quejas que Tobías hacía eran como música para sus sucios y retorcidos oídos. - ¿Querés que te suelte para poder tocarte? - dijo mientras sus manos se entretenían paseándose por el torso desnudo del menor.

- Mmph, quiero que me saques la calentura...

Tobías llevó su cuerpo hacia atrás para apoyarse sobre Dante que mordía su cuello y lo lamía alternativamente, mientras sus manos se arrastraban por su piel desnuda. Sin soportar la ansiedad se giró a besar desesperadamente al mayor. Tan embriagados de calor se sentían que no se dieron cuenta cuando la luz de la habitación fué encendida, ni de los pasos que sigilosamente se acercaron hasta que Dante fue tomado de sus largos cabellos y un puño se estrelló contra su cara.

- ¿Que mierda le haces a mi hermanito? ¡ES MENOR DE EDAD!

- ¡Aaron idiota! Vete, déjanos en paz.

- Silencio enano del demonio, mejor te vayas vistiendo para volver a casa. ¡TE VOY A MANDAR A UN INTERNADO!

- Ya terminé el colegio, pedazo de incompetente, ahora, levanta a la rubia del piso y pedile perdón.

- Me río de janeiro, ¿de verdad crees que voy a hacer eso?

Los dos se giraron a mirar al rubio que estaba tirado en el piso sobándose la cara, insultando en voz baja.

- ¡Vete Aaron! - dijo Tobías pateándolo como pudo.

- Ni mierda, nos vamos a ca... ¡Encima estas atado! ¡Viejo enfermo! - Mientras lo insultaba, pisaba y pateaba a Dante que no intentaba siquiera esquivar los golpes. Al contrario, Tobías creyó escuchar algún gemido un poco apagado entre los golpes.

- Aaron... no lo golpees más.

- No me digas a mí como hacerme cargo de esta situación.

- Aaron idiota. Abrí tu pequeño cerebro y destapa los oídos. Esta gimiendo. Le gusta.

Inmediatamente Aaron detuvo su pié para escuchar un largo y sonoro gemido... de placer.

Notas finales:

Gracias por su tiempo!!! Mi novio me mantuvo con poca inspiración. Por cierto, aca les dejo su regalo, o premio por no haberse sacado los ojos al leer esto :D

Aqui!!! Clickeame! Y si no me dejan un review, los gatitos mueren! (?)

 

Mentira, son demasiado lindos, XD


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