1887 – en la Inglaterra victoriana
Desde 1854 Japón había abierto sus puertas al comerció de occidente a America, Holanda, Francia e Inglaterra, muchos eran los que comercializaban con el nuevo país y muchos otros eran los que aprovechando la ocasión tomaban artículos “raros” de ese lugar pero muchos otros no se conformaban con solo un jarrón bellamente decorado o hermosas telas de seda, otros simplemente contrataban a jóvenes japoneses para trabajar en sus hogares, ese era el caso de Takahashi Misaki, un joven de 18 años que fue “contratado” para trabajar en una elegante mansión londinense como sirviente.
Misaki había sido contratado por un profesor de historia de Inglaterra, ese hombre que ya había entrado en sus 40 años requería la ayuda de un joven en su mansión, era un fanático de la historia y desde hacía unos 6 años se había obsesionado con la cultura japonesa y desde hacía 2 años había contratado a un joven castaño de hermosos ojos verdes como su sirviente, no nadaban en abundancia pues no era un “gentry” pero sí que podían vivir bien y sin necesidad de pasar penurias.
Por su parte, Misaki había aceptado viajar tan lejos para poder ayudar a su querido hermano, Takahashi Takahiro, había aceptado trabajar como sirviente por dejar de ser una carga para su hermano mayor, apenas tenían para subsistir y recientemente Takahiro había contraído nupcias con una joven, solo eran unos simples artesanos de porcelana y a diferencia de lo que se pueda pensar, no tenían mucho éxito en el negocio familiar, los países occidentales no pagaban a la alza sino a la baja, es decir, que intentaban aprovechar todas las ofertas que habían en el mercado y no estaban dispuestos a pagar más que lo “justo y suficiente” por los artículos japoneses, por esa misma razón habían muchos artesanos dispuestos a bajar sus precios por los suelos para contentar a los nuevos compradores extranjeros a pesar de que había una gran demanda en el mercado los precios había bajado muchísimo por culpa de japoneses arribistas que habían desmontado su propio mercado, el yen había perdido cualquier valor y por esa misma razón no eran pocos los que tenían que emigrar a otros países para salvar a sus familias de una pobreza casi segura.
Y ahora 2 años después, Misaki ya se había acostumbrado a la vida en Inglaterra, una vida relajada, tranquila pero a la vez un tanto agotadora, era el único sirviente en aquel lugar, en aquella mansión, por eso mismo, era él el que acarreaba con todo el trabajo, su patrón Henry Hardols no era un hombre exigente hasta cierto punto se podría llamar incluso comprensible con la situación de su sirviente, no había vuelto a viajar a Japón desde hacía dos años, pues en parte temía que su joven y educado sirviente sí volvía a Japón desaparecería para volver con su familia, no eran raro los casos de muchachos y muchachas jóvenes que tras un tiempo en otro país deseaban volver con sus familias para traerles dinero y quizás con suerte poder quedarse a vivir con ellos de nuevo abandonando a sus antiguos patronos, por esa misma razón, Henry había decidido cortar cualquier lazo familiar que Misaki podía tener con su familia.
Para Misaki eso ya era un hecho, no volvería a ver a su familia de nuevo, se había acostumbrado a a esa idea, no le agradaba pero la aceptaba, por el bien de su hermano y su esposa, él debía seguir siendo un sirviente en ese lejano lugar, seguir aprendiendo inglés, seguir aprendiendo la estricta educación inglesa, aprendiendo un decoro y una moral totalmente falsos e hipócritas, pero esa era la vida que había aceptado y elegido, una vida sin colores, con solos grises, negros o blancos...
Una vida donde no le esperaba nada ni nadie...