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Dos clases de sentimientos por Likachu

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Notas del capitulo:

Aquí está el capítulo tres.

 

Sekaiichi Hatsukoi y sus personajes pertenecen a Shungiku Nakamura. Este es un fanfiction hecho por diversión y sin finalidad de lucro.

 

Capítulo 3: Renuncio

 

–¡Oye, Onodera! –volví a llamarlo, ahora en un estridente grito, pero el muy idiota me ignoró completamente ¿qué demonios le pasa?

 

      Como sea… más vale que no crea que después de esto tendrá las cosas sencillas mañana.

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      Esto ya es por demás extraño; al principio supuse que sencillamente se había retrasado, lo que me pareció la perfecta oportunidad de “igualar” las cosas con el después de lo ocurrido ayer… pero ¿dos horas de retraso? Y ¿por qué tiene su teléfono apagado?

 

      Justo cuando pensaba que tendría que ir a su departamento con la excusa de tener que encontrarme con quien fuese de mis autores, aparece Onodera, sin mostrar siquiera algún signo de haber apresurado el paso en un patético y característico intento suyo de reducir en algunos minutos su tiempo de retraso.

 

      Sin embargo, su mirada y lúgubre semblante… ¿Qué ocurre?

 

–Onodera, crees que no hay trabajo por hacer, o que puedes llegar a la hora que desees– Me preocupa lo que pueda estar sucediéndole, pero no justifica un trabajo a medias.

 

 –No, es solo que tenía asuntos urgentes que atender –en su voz puede denotarse cansancio y diría también algo de fastidio.  

 

–Asuntos ¿eh? Bueno espero que en verdad hayan sido relevantes ya que gracias a tus urgentes asuntos, tendrás el doble de trabajo lo que resta de la semana –declaro elevando mi tono de voz, permitiendo que todos en Esmeralda escuchen, e incluso quizá también gente de otros departamentos, aunque la verdad eso me tiene sin cuidado.

   

     Me molesta que no me considere en absoluto, probablemente aquellos “asuntos” son lo que lo llevaron también a llegar tan tarde anoche; pero tendré suficiente tiempo para enterarme de cada detalle en el transcurso de la semana, en el tiempo en que los demás se hayan retirado del trabajo.

 

–Entiendo, pero de momento por situaciones… personales, me es imposible lidiar con dicha amonestación, por lo que en unos minutos tendré lista mi renuncia por escrito.

 

      ¿Qué acaba de decir? ¿a caso está loco? En verdad estaba en shock; hubiera esperado cualquier cosa como respuesta a excepción de aquello. La persona que yo conocía, LA PERSONA QUE YO AMABA ni siquiera en mil años hubiese reaccionado de esa forma.

 

      Onodera estaría enojado, indignado, me reclamaría como un niño al que le han dejado demasiada tarea; pero en lugar de eso, aún incrédulo puedo observar la forma indiferente en que se dirige hacia su escritorio, aparentemente con el propósito de llevar a cabo su… ¿amenaza?  Esto es demasiado.

 

–Onodera acompáñame, tenemos que hablar –digo al tiempo que tomo dirección hacia la sala B, la cual estoy seguro se encuentra desocupada en estos momentos.

 

      Me detengo un instante al darme cuenta que Onodera no hace ademán de seguirme, clavando mi mirada en él, al percatarse de ello muestra en su rostro el nerviosismo e inseguridad que si me son reconocibles en su persona; irónicamente su expresión hace que me sienta un poco mejor, pese a que también hace crecer la incertidumbre en mi interior.

 

–¡Onodera! –se estremece por mi grito, pero por fin comienza a caminar hacia donde me encuentro por lo que reanudo mi camino. Al marcharnos pueden escucharse varios murmullos, supongo que toda esta escena debe haber brindado la oportunidad perfecta a quienes buscan una excusa para ignorar el trabajo; y deben sentirse decepcionados al verse privados de ella en tan breve lapso.

 

      Al llegar a la sala de juntas, me aseguro de cerrar con llave el lugar antes de dirigirme a él.

 

–Comienza a hablar  mis palabras provocan que su mirada, la cual hasta entonces había estado clavada al suelo se encuentre con la mía –quiero escuchar con detalle todo lo que haz hecho desde que saliste de tu casa ayer por la tarde, hasta hoy –exclamé con determinación.

 

     Claramente Onodera no sabía como responder a mi demanda y por un segundo pude notar en su rostro una lucha interna por recuperar la compostura.

 

–No creo deber explicación alguna referente a mi vida privada a mi superior laboral, mucho menos ahora que ya le he informado de mi próxima renuncia –habló mi aún subordinado, notoriamente intentando sin éxito retomar aquel aire indiferente que recién había perdido.

 

–Respuesta equivocada –pronuncio a la vez que me aproximo hacia él, por lo que en acto reflejo comienza a retroceder hasta chocar de espaldas contra la pared.

 

     No demoro en tomar provecho de la situación, acorralándolo al presionar mi cuerpo con el suyo y sujetar su mano derecha con la mía a centímetros de su rostro.

 

–Suelt… –No le permito terminar, mis labios reclaman los suyos en lo que resulta un beso lleno de pasión por mi parte; y aunque en un principio pude sentir su cuerpo resistirse, termina cediendo, permitiéndome tocar el cielo con tan solo él devolverme aquel beso.

 

      Desafortunadamente aquello no duró mucho; el mismo Onodera separó el contacto que fundía nuestro aliento en uno solo al alejar mi rostro con su mano, la que ahora me arrepentía de haber dejado libre.

 

–Es suficiente –balbuceaba torpemente aún agitado por lo que acababa de pasar –, no creo que haya nada de que hablar, así que lo mejor es que me va….

 

–¡NO! –de nuevo le interrumpí, pero esta vez en un grito que a juzgar por su mirada generaron sorpresa y temor en él –. Entiende que no estoy jugando y que no vas a ningún lado sin responderme.

 

–No puedo decirlo ahora, por favor déjame ir –dice en voz entrecortada por…  el llanto, aquello hace flaquear la absoluta determinación  que apenas segundos atrás llenaba mi ser, y aún así…

 

–Lo siento, esa no es una opción –como si mis palabras hubiesen sido una sentencia de muerte, pude observar su rostro palidecer súbitamente y sentir como sus piernas casi parecieron ceder por un instante.

 

–Está bien… lo que sea, prometo que estará bien –le susurré al oído después de abrazarlo en un intento de trasmitir con acciones aquellas palabras.

 

–No creo que eso sea posible –se aferra con fuerza a mi cuerpo mientras habla –Takano-san, tu… ¿en verdad me amas?

 

      ¿Qué clase de pregunta era esa, y más en estos momentos?

 

–Claro que te amo, por favor dime que debo hacer para convencerte de ello, te amo y quiero compartir mi vida contigo –finalice deseando desesperadamente que la persona entre mis brazos, fuera finalmente capaz de dejar ir el pasado y aceptarme en su presente. Tal y como sabía, él ya anhelaba casi con tanta fuerza como yo.

 

      Y aunque se que aún es lejano el día que escucharé en voz alta cómo me correspondes Ritsu, se también que llegara, porque no te dejare escapar nunca, no importa si tengo que seguirte hasta el fin del mundo.

 

–Te amo –repito una vez más, quiero disipar cualquier duda que quede en su corazón.

  

–Yo también te amo…

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer y comentar.


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