En un momento tienes todo. Todo lo que deseas. No importa si es algo de mucho valor o algo solamente sentimental, pero lo tienes… eso tan anhelado.
¿Por qué? La verdad nunca me he creído una persona muy buena. Ni alguien que se merezca lo mejor, ni nada, pero, no es justo.
Perderlo.
Y aún lo veo. Aún me mira. Y lo siento. Está conmigo, pero no me habla… Y no es algo que me haga muy feliz. Quiero escuchar su voz. Quiero que todo vuelva.
Recuerdos.
¡Háblame! ¡Dime que me amas, que siempre lo has hecho, que siempre lo harás!
¿Por qué te quedas callado? ¿Acaso ya olvidaste todo aquello?
Oh, es cierto. Soy yo. Sólo es mi mente jugándome otra mala pasada. Mi mente…
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-Hoy conseguí trabajo mamá, no es algo muy bueno, ni nada pero por lo menos obtendré algo de dinero y haré algo productivo - le dije sonriente.
-Ace! Estoy tan contenta, esfuérzate mucho por favor. Y ven a visitarme más seguido, ¿está bien?- me dijo mi madre, sonriéndome. De verdad la quiero.
-Sí, ahora me tengo que ir. Mañana entro temprano. Adiós.
Caminé a paso lento a mi casa, que quedaba a 10 cuadras de la de mi madre. Desde que había salido del instituto no hice nada. Absolutamente nada. Me dediqué a vagar y depender de mi madre. Mis notas no eran las mejores y no tenía el presupuesto para ir a la universidad.
Todos mis amigos se fueron por lados distintos, todos aspirando ser algo mucho más grande, alguien importante. Y yo aquí, sólo, consiguiendo trabajo de mesero en una cafetería que queda a 4 cuadras de mi casa.
Llegué a mi hogar y preparé algunas cosas. Y luego sólo me fui a dormir.
Las 7 A.M. Me vestí rápidamente con lo primero que encontré, y me dirigí a mi trabajo. Me presentaron a todo el personal que ahí trabajaba, no eran muchas personas. Otras dos meseras aparte de mí. Sí, soy el único hombre. La Señora que atiende la caja, el inspector y otros muy amables. Sólo me explicaron algunas cosas básicas y comencé a trabajar.
Fui a atender a la primera persona, un chico unos dos años menores que yo, pelo negro, delgado, mirada triste. Bastante triste. Vacía.
-Buenos días ¿Qué pedirá?- le dije sonriente. El me miró y me respondió.
- Necesito amor…- Me miró a los ojos. No pude evitar sonrojarme.
-Espere un momento- Le dije y me dirigí a buscar algo. Volví en unos minutos hacia él y le entregué un pastelito en forma de corazón con una notita.
“El amor es el sentimiento más bonito, ¿no crees? Es difícil encontrarlo. Pero no imposible.
Espero que lo encuentres algún día, y te pierdas en lo embriagador que puede ser.
Ace. “
Leyó la notita y me miró con una sonrisa.
-Lo siento, no tengo dinero para pagar éste pastel- me dijo con un pucherito.
-No te preocupes, cortesía de la casa.- le dije, y me fui a atender a otras personas. Un chico interesante, de hecho.
Los días pasaron rápido, mi trabajo era bueno. Cada día me levantaba muy temprano y llegaba sonriente.
Ese chico iba todos los días a la cafetería, sin falta, y siempre era atendido por mí. Días, meses, siempre lo veía... Creo que le hacía feliz mi presencia. Bueno, a mí me hace feliz la suya… Esa pequeña sensación de saber que te encontrarás con alguien especial. Alguien que cambió tu vida. ¿Cambió? Bueno, no. Pero lo hará. Me acostumbré en dejarle notitas. Él siempre me decía sentimientos y yo le traía algo que caracterizara a éste. Ya no era cortesía de la casa. Él pagaba cualquier cosa que yo le llevase, y lo comía gustoso.
-Hola, ¿qué pedirás hoy?- Le dije sonriente como todos los días.
-Pasión.- me dijo levemente. Sonreí y fui a buscar algo. Unos bombones de chocolate rellenos de licor con una pequeña taza de café.
“Pasión. ¿Qué es? Aún no lo sé, la verdad. Dos personas se compenetran. Se funden. Pasión. Algo que no se puede explicar con palabras. Sólo con actos.
Espérame.
Ace. “
Lo hizo, me esperó.
Terminé de trabajar y lo vi sentado en el mismo lugar. Estaba feliz. Sentía mi pecho llenarse de algo inexplicable, felicidad.
Le hice señas para que me siguiera. Caminamos silenciosamente hasta mi casa. Pero no era un silencio incómodo. Nosotros lo sabíamos. Sabíamos nuestros sentimientos. Y ni nos conocíamos.
-¿Cómo te llamas? – Le dije sonriendo.
-Luffy- me dijo, levemente sonrojado.
-Luffy…
Lo tomé de la mano y entrelacé nuestros dedos. Caminamos así hasta mi casa. Al llegar cerré la puerta y lo abracé, el respondió a mi abrazo.
Lentamente me acerqué a él. Tomé su barbilla y uní nuestros labios. Nuestras lenguas danzaban lentamente. Saboreándonos, conociéndonos. Haciendo lo que hace tiempo deseábamos. ¿Hace cuánto?, exactamente 5 meses. Sí, conté cada uno de los días en que lo veía. Ya que, era la único que me hacía feliz.
Lo abracé otra vez, lo atraje hacia mi cuerpo. Lo sentí, sentí su piel, su aroma… lo tomé de la mano y lo guie hacia mi habitación.
Rápidamente nos desprendimos de cada prenda de ropa, nos molestaba. Queríamos sentirnos, queríamos ser uno.
Besé su cuerpo, su cuello. Me embriagué con su olor, y el con el mío. Toqué cada parte de él mientras me miraba.
Sentí sus manos tocarme. Me acariciaba lentamente los brazos, y me acercaba a él para besarnos nuevamente.
Lo preparé. Queríamos ser uno. Complementarnos. Amarnos hasta embriagarnos. Hasta perder el sentido de todo.
-A..ce..- un vaivén suave… sentí su voz llamarme mientras me movía. Su voz, sentir mi nombre en sus labios mientras le hago el amor. Recorrerlo. Fusionarnos.
Otro beso. Más caricias. Su lengua y la mía unidas nuevamente. Disfrutándose. Amándose.
Hasta llegar hasta el punto máximo. En donde pierdes el sentido y sólo disfrutas.
Pasión.
Un mes amándonos. Cada día nos veíamos. Éramos felices. Yo seguía trabajando en la cafetería, él iba a verme. Había encontrado a la persona que llenaría todo el vacío. Lo encontré.
“Encontramos el amor juntos, Luffy.
Ace “
Otra de mis famosas notitas, y aunque pasara el tiempo. Nunca dejaré de escribirlas.
El amor me guio a esta felicidad.
La felicidad existe junto a Luffy.
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¿Por qué no me lo dijiste? Si me lo hubieras dicho, por lo menos me habría preparado mentalmente.
¿Crees que es fácil? ¿Crees que todo se puede olvidar?
No.
No se puede. ¡Vuelve!.
Algo que me repito diariamente. Vuelve. Te espero cada día. Miro hacia tu puesto en la cafetería.
No estás. Ya no.
Desaparecer.
¡Lo hiciste! Desapareciste, y aún me pregunto si alguna vez exististe… ¡claro! Lo hiciste. Me amaste, nos amamos, nos anhelábamos. Éramos uno. Un único ser dividido en dos cuerpos.
¿Aún me amas?
Aún sin cuerpo, ¿tu alma me sentirá?
Nostalgia.
Y pensar, que el mismo corazón, que juró amarme, que juró pertenecerme siempre, por siempre, dejó de latir.
Abandono.