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Quédate en Madrid por Yoru Eiri

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Notas del fanfic:

Hetalia no me pertenece, ni tampoco la canción de "Quédate en Madrir" de Mecano. Ni tampoco me pertenecen los paises, ni los autores, ni las obras mencionadas en este escrito. Lo hago sin ánimo de lucro -aunque si vuestra merced quisiera ayudar a mi situación económica, estaría más que agradecido- los amo.

 

Oh, by the way... this is for my Spain.

Quédate en Madrid

Sus manos aún acariciaban las largas llagas de la guerra, cariñosamente repasaba las cicatrices, las sanaba, les infundía amor y pasión, luego susurraba palabras en inglés que no lograba entender del todo bien. Solía hacerlo, susurraba en inglés antiguo, recordaba citas de Shakespeare y le dedicaba cuentos de Canterbury cuando le estaba haciendo el amor. él respondía con églogas de Garcilaso y sonetos humanos de Lope de Vega... se sentía en alguna Venta cerca de la macha y alcanzaba a recitar los pasajes de Alfonso décimo... ah, Alfonso, si tus manos supieran lo que el inglés le hace sentir cuando lo acaricia de esa manera.

Se entregaba por completo a las manos que los desnudaban con impaciencia, cerraba los ojos en algún cuartucho de Madrid, en donde pudiera ver la Luna por la ventana, se sentía acorralado por unas manos blancas, casi transparentes, y miraba fijamente aquellas verdes piedras tan llenas de palabras.

"Arturo" murmuraba cuando sentía la fría pared en su espalda.

Él inglés sólo sonreía, besaba su cuello despacio, se detenía en cada beso a respirar, haciendo que su cálido aliento chocara con la piel del español para provocarle escalofríos. Luego volvía a besar aquella deseable piel, se deshacía de su camisa y seguía su camino de besos hasta llegar a su ombligo.

Ah, tierras morenas, fértiles tierras de inesperadas mezcla, España, mi vida, ¿dónde has estado toda mi vida?

El español ahogaba sus gemidos en las fuertes sensaciones del ambiente, se agitaba algo dentro de él, rasgaba la pared con las uñas y volvía a gemir como pidiendo más de aquellas hermosas caricias. ¿Quién, dime, quién más en todo el mundo podría acariciar con tanto amor las tierras de España como aquel inglés en particular? Podría gritar... pero eso lo haría más adelante, cuando la cama los arropara y sus cuerpos chocaran en un éxtasis divino.

-Arthur- aspiraba entonces, con su acento español... eso hacía que el inglés sintiera un espasmo en el vientre y se enderezara para besar sus labios.

Los besaba despacio, con deseo, implorando para que los abriera, pidiendo permiso para susurrarle poemas dentro de la boca. Jugaba con su lengua como si de un combate se tratara y luego se separaba para mirarlo de nuevo a los ojos.

-I'm still loving you...

Sus palabras se las llevaba un soplo en el corazón.

Antonio se estremecía, rodeaba el cuerpo del inglés con sus brazos y sentía su cuerpo lo más cerca posible... pero no era suficiente, necesitaba más de aquella piel de la que brotaba toda una nación enaltecida; necesitaba más del orgullo inglés.

¿Dónde había quedado toda la ropa cuando el cielo brillaba y el verano sofocante de su tierra se colaba por la ventana? Sudaban ambos, sobre la pequeña cama, abrazados, el inglés encima del español, entre sus piernas, besando sus labios sin querer separarse. ¿Acaso sentían que las sombras del pasado querrían arrancarlos de allí? ¿Se pondrían a pelear nuevamente? ¿Se harían daño mutuamente de nuevo? No, no lo permitirían, los besos jamás terminarían, sus brazos no romperían el enlace y las lágrimas no volverían a perderse en el mar azul.

Los gemidos inundaban la habitación, sólo se podían distinguir siluetas con el brillo de la Luna.

La silueta del inglés sonreía, podía saberlo, besaba su Guerra Civil, lamía su Guerra de Sucesión, acariciaba sus revueltas, por menores que fueran, apaciguaba su monarquía, rozaba su nacionalismo con su sexo y el español mordía su labio inferior.

"Tómame, penétrame, hazme tuyo" le transmitía aferrado a su cuello con fuerzas. Sus piernas se enredaban en la cinturadel rubio incitándole a seguir, a terminar las hermosas caricias y comenzar una guerrilla amorosa, necesitaba que su deseo sexual fuese satifecho, necesitaba gritar su nombre y hacer que retumbara por toda Madrid.

El inglés besaba su mejilla, pellizcaba uno de sus pezones, lamía su cuello y relamía sus propios labios antes de acomodarse entre sus piernas para entrar en él.

Sin prepararlo, como cuando solía esperarlo a mitad del camino, con la postola en mano y el deseo en el alma. El español soltó un gemido al sentirlo tan dentro, y se abrazó aún más fuerte de su cuerpo. Arthur gimió también, en su oído, sintió las contracciones de su abdomen y se sintió en el séptimo cielo... como solía hacerlo, como solía sentirse siempre, tan amado dentro de él, tan estrecho y húmedo, que ni en sus más locas fantasías lograba recrear esa sensación. Nadie podía satisfacer aquella sensación española.

Oh, la española inglesa... ¿O era la inglesa española, Cervantes?

"Ah, ah, Arturo, ah, madre de Dios"

Sus gemidos eran quedos y luego aumentaban, su respiración se aceleraba con cada estocada; cuando el inglés había comenzado a moverse, supo lo que era el paraiso. El engaño de la vida ya no le pareció tan devastador como Lope lo había encontrado, todo se ahogaba en el sexo que su amante podía darle, todo se cosumía cuando hacían el amor.

-...still loving...ah... you- las palabras de Arthur, modificadas con el paso de los años por ese acento irresistible de inglés antiguo en época moderna. Él era todo un caballero.

Ahora le tomaba contra la pared, dejaba marcas rojas en su cuello y chocaban sus cuerpos casi con rabia contenida. Se miraban a los ojos. Se amaban tan intensamente... desde el comienzo... desde que el mundo había comenzado a existir, desde que se formaron, desde que se escribió la primera palabra, desde que se hablaron en francés, desde que... siempre, siempre se haían amado, y estaban destinados a compartir aquella pequeña cama en una habitación en Madrid.

Amor, ¿a fn de cuentas quién te crees para atacar a tus víctimas? Mezclando historias, mezclando versos y poemas en lejanas tierras. Amor, Juan Ruiz tenía razón, vendas los ojos de los hombres y haces que se entreguen sin razón, ¿es acaso cierto...?

-Cuando... dime cuando, Arturo, podré tener suficiente de vos?- cuando trataba de controlar su respiración se acurrucaba en el pecho de su amante y jugaba con la yema de sus dedos.

-Never- el inglés cerraba los ojos, respirando hondo, embriagado por el aroma que el otro despedía, entregado por completo al que yacía entre sus brazos- because I'll never have enough of you.

-¿Me amarás por siempre?

-Forever

La noche no se tragaba nada, evidenciaba el amor, evidenciaba todo lo que dos almas perdidas sentían. ¿Qué importaba ya lo demás? El mundo llegaría a su fin, una guerra mas, una menos, el nacimiento de una obra de arte, un niño prodigio, una religión... pero ellos seguirían allí, amándose en la oscuridad de la ciudad, ocultos de los curiosos ojos, abrazados sin querer separarse nunca.

-Quédate en Madrid... - murmurá Antonio antes de quedarse dormido.

Notas finales:

Espero y lo hayan disfrutado. No es un lemon al que estoy acostumbrada pero, es poético y porque me inspiré en hacerlo gracias a mi España y José Luis Gómez en una mezcla de melancolía y autodestrucción. 

 

Gracias por leer.


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