La verdad, era lo que lo salvaría. Peor mas sin embargo su orgullo se interpuso de nuevo y había pronunciado otra mentira que lo enterró completamente. – esos pensamientos entrecruzaban la mente de Ciel constantemente, tan rápido como el rostro de su mayordomo demonio se acercaba.
Bien, esta bien. Si me gus… Agradas bastante. –Corrigió el pequeño ojiazul por temor a más cercanía- Pero, no te entusiasmes demasiado con ello, si tengo que decir esto para quitarte de encima lo haré. – decía cada palabra con magnificente petulancia.
Su mayordomo permanecía en pie, observándolo con una sonrisa de triunfo que a los ojos del conde era bastante irritante. No le gustaba para nada la derrota ante ningún tipo de juego.
Porque eso era o no? Un juego? –Pensó prontamente el peliazul- no existe nada parecido al “amor”, eso es fácil de decir.
Sus padres se habían casado por intereses, aunque hubiesen sido una pareja feliz, no existía una cosa como el amor.
Su prometida se encontraba en la misma situación y por ultimo que su demonio se declarara. Un demonio sintiendo amor? Eso seria imposible, el mismo lo dijo.
Por eso, esto es un juego y lo seguiría hasta que su alma fuese devorada por ese ser tan omnipotente? Tal vez esa fuere la respuesta, después de todo había perdido el juego.
Y el que pierde… no debe someterse al inminente goce del ganador?
Trataré de hacer algo que nunca he hecho, disfrutar mi derrota. –pronuncio en voz alta sin tener noción de aquello.
Disculpe Bocchan? –susurro interrogante su mayordomo, pero sin perder la resplandeciente sonrisa.
Y de que manera querría disfrutarla? – aprovecho el demonio la distracción, para con sumo cuidado acercar sus labios al oído de su amo y susurrar aquellas palabras ocurriendo que la piel del pequeño se erizase con su frío aliento.
Lo disfrutaría verdaderamente si no fueras tan asqueroso. – admitió con repudio un sonrojado conde de Phantomhive.
Discúlpeme my lord, que debería hacer? Pasear por el centro de Londres tomados de la mano y recitándole dulces poesías? Podría realizar esos preparativos para esta tarde si lo desea. – pronuncio elegantemente el mayordomo que portaba una sutil sonrisa burlesca.
No te atreverías… - dijo secamente con ojos incrédulos el más pequeño.
Mi reputación no es la que esta en juego, déjeme recordarle my lord. – murmuro el mas alto con suma tranquilidad.
Déjame recordarte a ti que yo soy el que doy las ordenes entiendes? – vocifero exasperado por la situación el ojiazul.
Lo recuerdo. – asintió el mayordomo, divertido por haberlo hecho caer en desesperación al menor.
Que bien, entonces tenlo en mente. – concluyo fastidiado el pequeño, quien se dirigió a la salida para finalmente dar con los papeles olvidados de su empresa.
El demonio solo observaba su andar para finalmente suspirar algo monótono.
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Había estado desde hace unas horas encerrado allí, distrayendo su mente con cálculos que para el en ese momento no tenían sentido.
Se detuvo un momento y dejo las planillas a un lado del escritorio, se reclino suavemente sobre la antigua madera de la superficie y allí se quedo observando un par de piezas extraviadas de su tablero de ajedrez.
Finalmente lo admití, ahora será incansable su acoso… conociéndolo… aunque quizás no me creyó.. –susurraba para si el adormilado conde.
Que debería hacer? –susurro pasiblemente, para luego tensarse de repente y exclamar- porque debería hacer algo? Ya bastante con admitirlo! , Aunque… -pauso un momento- no entiendo el motivo de admitirlo si no hay ningún beneficio, de que sirve saber que alguien me gu… agrada? De nada, para observarlo? Lo hago todos los días…
Pero que estoy pensando! Porque tendría que hacer algo, es mi mayordomo, un vil demonio y por ultimo hombre! -suspiraba agitado entre tanta confusión.
Y PORQUE MENCIONE HOMBRE AL FINAL, NO ES LO MAS IMPORTANTE ACASO?! – el pequeño conde se hallaba hastiado y desesperado entre tanto revuelo, su mente no terminaba de asentarse a la situación.
My lord, la cena se servirá en unos minutos. –anuncio galantemente el mayordomo que acababa de entrar con sigilo por la puerta del estudio.
Se encuentra bien? –consulto con una ligera y cordial sonrisa.
No! No lo estoy, porque entras sin anunciarte. Al menos golpea la puerta! –dijo fuera de sus cabales el pequeño ojiazul.
Me he anunciado varias veces, pero usted se encontraba inmerso en un monologo bastante interesante. – para concluir la frase extendió una ambigua sonrisa, lo cual termino por colmar la paciencia del conde y hacer que sus mejillas ardieran de la vergüenza.
Bajaré en unos minutos… - dijo Ciel finalmente, para salir rápido de ese embrollo.
Por cierto Bocchan… -susurro suavemente su mayordomo.
Que quieres? – murmuro con voz ronca el peliazul, ya no aguantaba la situación. Quería que su sirviente se retirase pronto.
Ese embriagante color en sus mejillas, le sienta bien. – dijo esto con extrema calma y galanura, para luego retirarse exclamando por lo bajo una pequeña risita de triunfo.
Me pregunto si no seria mejor desistir de mi venganza… - comento el menor, con el rostro totalmente ausente de blancura, en su lugar un extendido carmesí lo inundaba.
Un pensativo conde partía rumbo al comedor, a paso lento pensando en que el día de mañana seria el día de descanso de los sirvientes de la mansión y que al fin en varios días… tendría un merecido descanso de aquellas situaciones.
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