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Insinuaciones por Akuma Michaelis

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Notas del capitulo: A este capitulo le agregue otro tipo de aspecto.
Me parecio muy interesante escribirlo.
Espero que los disfruten.
Domingo por la mañana,…
Escuchaba el suave repique de la lluvia golpear con la ventana,
Era temprano más sin embargo tarde para los demás, hoy era el preciado día de descanso de los sirvientes de la mansión.

Ya todos habían decidido levantarse hace horas, alistarse y pasar el día fuera divirtiéndose.
El joven conde se desperezo un poco entre las cómodas sabanas de su lecho.
Hoy era el día en que nadie lo levantaría ni ayudaría, era el día en que el mismo conde no tenia obligaciones, por lo tanto su mayordomo podría tomarse un merecido descanso y el mismo conde también podría hacer descansar su ya saturada mente.

Observo con detenimiento sobre la pequeña mesa que se encontraba junto a la cama, y allí se hallaba servido una bandeja con algunos dulces y el té de la mañana.

Al parecer Sebastian no sabe lo que es descanso… -murmuro el pequeño ojiazul quien tomaba la taza con delicadeza para dar algunos sorbos.
Bueno al menos ya todos se han ido y podré descansar… - pensó por un momento y luego su mirada se topo con el ventanal, fuera la lluvia ya había comenzado a hacerse presente con más fuerza.

Algo de las cosas que no le gustaban al conde, eran esos días tormentosos.
Le Traian malos recuerdos, era conciente que de pequeño tendría a sus padres para cobijarle en caso de temer a los truenos de afuera.

Pero no, el ya era un hombre. Era cierto que tenia personas en la mansión con las cuales refugiarse, pero jamás lo haría, además ellos estaban fuera hoy y el estaba perfectamente bien solo.

El joven peliazul decidió levantarse entre tantos pensamientos y vestirse de la mejor manera que pudiese, a la par escuchaba como la tormenta iba aumentando.
En cuanto termino de vestirse pensó, ¿Qué es lo que haré ahora?.
Se dio cuenta que aunque fuere su día de descanso y apreciara la soledad no podría hacer nada allí, pensó: pasear por los jardines? Imposible, la tormenta era fuerte.
Jugar algún juego de mesa? Con quien lo haría? Se encontraba solo.
No tenía nadie con quien charlar, los papeles de la empresa estaban en orden y sin más se dejo caer nuevamente en la cama para decir:
Creo que leeré un poco.

Así fue como se incorporó dirigiéndose a la biblioteca de la mansión,
Se le estaba haciendo algo incomodo tanto silencio sepulcral, y los estridentes ruidos de la tormenta no ayudaban en nada, así que apresuro su paso hacia la sala y en cuanto llego tomo el primer libro que le pareció interesante y se dirigió a su sillón preferido para relajarse e introducirse en el texto.

Un fuerte relámpago se vislumbro fuera, de tanta magnitud que ilumino toda la habitación por segundos en la que Ciel se encontraba.
El conde se removió un poco inquieto en su silla,
No es nada, solo es una tormenta. No le he tenido miedo a asesinos ni a demonios y me espantaría por una tormenta? Que estupidez nadie podría… -dijo sin más para acabar con su inquietud.

A los pocos minutos de terminar el primer capitulo del libro, se hallaba algo ausente. No había entendido porque con tales pensamientos sobre una insignificante tormenta había decidido tomar de la biblioteca el ejemplar de “el cuervo” de Edgard Allan Poe.

Decidió dejo por el momento la lectura de lado, y en su cabeza el último fragmento de esa lúgubre escritura quedo plasmada.


Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Siempre se había sentido identificado con aquellos escritos maestros de su autor preferido, cobraban tanto sentido para el como la realidad misma.

Aunque no sabia si el momento era el indicado para avocarse a ese tipo de lectura, estaba tan inmerso en ese tipo de pensamientos que se sobresalto de pronto al escuchar el toquido de una puerta proveniente del pasillo.

No es nada, solo es el viento. – exclamo al aire convencido para borrar de él todo atisbo de temor.

El toquido se hizo nuevamente, pero de forma más fuerte haciendo que crujiera la madera de forma fantasmal.

Ahora si, el pequeño conde ya no encontraba explicación, llamaría a Sebastian quizás estuviesen entrando en su hogar para secuestrarlo nuevamente, o tal vez robar algo de importancia.

Pero no! No podía ser tan patético, sentirse tan asustado por un simple ruido y más que eso pedir ayuda, como había dicho el era un hombre.
Se incorporaría, e iría a velar por ese sonido para confirmar que sus sospechas eran equivocadas y no era absolutamente nada.

Muy bien eso es lo que haría, como había pensado.
Se incorporó y camino hacia la salida de la biblioteca, sus pasos fueros elevados por un trueno que sonó de fondo con el cual el pequeño dios un pequeño salto de su lugar.

Bien Ciel compostura, no – es – nada. – el pequeño conde se auto convencía de ello y avanzaba a paso (demasiado) lento en dirección a la puerta.

Al llegar, la abrió con sumo cuidado, atravesó rápidamente el solitario y oscuro pasillo y se colocó tras la puerta de la que provenía el ruido, era la que daba junto a las escaleras del recibidor.

Entonces, quizás si quisieron entrar. –pensó un poco inquieto por un momento, y la adrenalina comenzó a correr por su cuerpo a gran escala.

No, no es nada, a este paso ya hubiesen entrado además no ha habido mas ruidos. Ves Ciel no fue nada… -dijo en voz alta para si mismo.

Su monologo fue acallado por otro ruido aun mas estridente proveniente de detrás de la puerta, y acompañado por un no muy oportuno trueno de fuera.

Ya totalmente desquiciado el pequeño pego un respingo de su lugar y se mantuvo con cuidado observando la puerta, alerta, en caso de tener que correr.
Finalmente cuando se hubo calmado, se dejaron de escuchar ruidos.

Bien entonces no fue nada, solo es la tormenta es verdad. –expreso finalmente con algo de nerviosismo para darse la vuelta lentamente queriéndose alejar de allí.

Cuando, en ese momento, la puerta a la cual observaba se abrió con violencia, dejando ver entre su abertura a una sombra colosal que avanzo rápidamente fuera de la habitación e iba en contra del conde.


Sebastian! –grito el conde desesperado ante el ataque.

Ciel ya no pudo vislumbrar que era lo que había entrado, ya que se hallaba en el suelo, de rodillas, tomándose la cabeza entre las manos, ya al borde del colapso nervioso y gritando varias veces el nombre de su mayordomo para que acudiese en su rescate.


Sebastian, Sebastian! –lloriqueaba de miedo su nombre el pequeño.


Que sucede Bocchan? –dijo una calmada voz, proveniente de frente al conde, donde debería estar la sombra colosal que tanto lo atemorizo.

El pequeño conde se descubría los ojos poco a poco, y observaba sin poder creerlo a su mayordomo que estaba de pie frente a él.

Sebas… -susurro el ojiazul incrédulo y totalmente rojo de lo avergonzado que estaba por mostrarse débil ante su mayordomo.

Su sirviente solo lo observo con aspecto jocoso, extendiendo una burlona sonrisa por su rostro debido al estado en el que había encontrado al pequeño.
Bocchan no me diga que usted… -susurro con una magnifica sonrisa de diversión plasmada en sus labios.

NO DIGAS NADA! –grito furioso y avergonzado el aristocrático.

Su mayordomo solo podía sonreír ante la situación, y observaba con triunfo al menor.

QUE NO DIGAS NADA! CALLATE! TE ORDENO QUE TE CALLES! –gritaba exasperado el ojiazul mientras estiraba sus brazos, para con sus pequeñas manos posarlas en los labios de su mayordomo para callar su boca.

El de ojos de rubí solo se mantuvo expectante ante el enojo de su amo, y tomo sus brazos apartándolo un poco.
No dijo nada acerca de lo que el pequeño quería que callase, pero su sonrisa no se esfumaba con facilidad.

Le recuerdo que he dejado a Pluto dentro de la mansión porque la lluvia ya había sido pronosticada, - espeto galantemente el pelinegro.

El sonrojo del conde, se extendió violentamente por su rostro no solo por el agarre del mayor sino por darse cuenta ahora, que esos ruidos a los que tanto temía eran provocados por la mascota.

Le llevaré a la cena a su habitación esta bien? – dijo finalmente el alto mayordomo.

Te daré una orden… -dijo finalmente el pequeño que no había pronunciado palabra hasta ahora.


Si Bocchan? – consulto con amabilidad el demonio.

A partir de ahora, tus descansos serán dentro de la mansión. –dijo secamente, el aun avergonzado conde y se dio la vuelta para dirigirse rápidamente a su cuarto.

El mayordomo solo sonrío ambiguamente bajo la oscuridad y la tenue luz del candelandro que el sostenía.

Yes, my lord. –susurro en medio del silencio de la mansión.

Notas finales: Dejen muchos reviews ^^


xAkuma

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