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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Is there a way to turn the mind of a barbaric stranger? Eternal days awaiting for you to awake, my avenger. A cruel fate now condemns us to burn to a cinder.

¿Existe algun modo de hacer cambiar de parecer a un barbaro extranjero? Los dias se han hecho eternos esperando a que despiertes, vengador mio. Un destino cruel nos condena a arder hasta las cenizas. (Burn to a cinder, Epica, fragmento)

 

15º  Barbarus hic ego sum, qua non intellegor ulli.

       (Aquí soy un extranjero, pues nadie me entiende.)

 

Enrico se consolaba con medio litro de helado sabor durazno y el maratón de la teleserie más popular de Italia: Los días del arcoíris. Suspiraba, por Teodoro. El profundo dolor que sintió en el corazón cuando lo vio del brazo de aquella chica le indicó que ya era demasiado tarde para plantearse el no enamorarse de él.

Ya estaba enamorado.

Por primera vez comprendía a Enrique de Lagarderé. No estaban relacionados por sangre, no era incesto. Teo había entrado a su vida el cinco de enero y seis semanas después estaba dentro de su corazón.

El amor no atiende a razones. Se da entre hombres, entre mujeres, entre la reina y al palafrenero, entre el heredero y el estudiante...

Pero no podía ser. Era su deber dejarlo ir, a que fuera feliz con gente de su edad, con una chica... Que fuera normal; no quería que sufriera las discriminaciones que el había sufrido. Incluso en el milanesado era difícil ser bisexual: los homosexuales te ven como bicho raro, los heterosexuales te ven como bicho raro... había perdido la cuenta de la cantidad de gente que lo había visto con asco cuando comentaba casualmente su preferencia por "los del otro bando".

Los gays lo consideraban un traidor, los hetero también... lo trataban como si fuera un doble espía, siendo que era un neutral. Le gustaban las mujeres y le gustaban los hombres y le gustaba admitirlo.

Pero en este mundo de güelfos y gibelinos siempre encontrados uno no podía decir impunemente que tanto los Welfen como los Hohenstaufen (sus antepasados) serian buenos emperadores.

Resultaba desalentador comprobar como ochocientos años de historia después seguía vigente en Italia el afán de prohibir aquello con lo que no se esta de acuerdo. A todo el mundo se le llena la boca hablando de la libertad de expresión, pero casi nadie tolera que se le lleve la contraria, ni que exista lo que, según cada cual no debería existir.

Romeo y Julieta; tiernos amantes nacidos siempre bajo contraria estrella.

Incluso una bazofia televisiva como aquella era capaz de mostrarlo. Enrico se sonó la nariz, sensibilizado por su propio drama derramaba lágrimas en honor al drama ficticio. Atacó con cuchara sopera el helado de durazno.

Escuchó el sonido de un auto, la verja del castillo abriéndose... era muy temprano para que Teo estuviera de regreso. Apagó la tele y se asomó de puntitas, en pantuflas, por la ventana. Pero ya no alcanzó a ver el carro.

-¡No hay nadie, vamos a robarnos todo! - trono el vozarrón de Ludovico, su hermano menor.

Enrico hizo cara de dolor: de entre toda la gente tenia que llegar Ludovico.

-No seas guarro Ludovico, y ve a preparar algo de comer: tengo hambre. - dijo la voz de Federico, su otro hermano menor.

-Voy a llamar a mamá para decirle que ya llegamos. - dijo rápidamente Teodorico, su tercer hermano menor.

-¿Dónde estará nuestra hermanita la nenaza? - volvió a oírse la voz maliciosa de Ludovico.

-¡Anda la osa! - silbó Federico jalando la cortina para mostrar el jardincito primorosamente decorado - Creo que Enrico fue por su valentina.

-Yo más bien creo que le dieron calabazas. - opinó Ludovico al ver los derretidos pétalos y el champán caliente.

-¿Se habrá suicidado? - inquirió Federico.

-¿Mamá? ¿Si? ¡Hola! Ya llegamos, pero Enrico no está: Federico dice que se ha suicidado. - Teodorico estaba al teléfono.

-O lo ha matado ella por tenerla tan chiquita. - se burló Ludovico.

-¡Chiquita tienes la mollera! - le gritó Enrico arrojándole los restos del helado de durazno a la cabeza.

-¡Enrico! - saludó Federico.

-Si, no, mamá, no esta muerto, esta cabreado y en pantuflas... no, no sé porque... - Teodorico tapó con la mano el micrófono del teléfono, se acercó a su hermano mayor, le dio sendos besos en las mejillas - ¡Caro! Que gusto de verte con vida. Dice mamá que si estás enfermo.

-No, estoy bien.

-Tiene el corazón partido... - se burló Ludovico, limpiándose el postre de su largo cabello negro.

-¿Quieres callarte? - Ludovico tenía el don de sacar de sus casillas a Enrico.

-Pobre nenita, la dejaron... ¿descubrió tu valentin que tenias verga en vez de coño?

-¡Callateee!!! - Enrico se le lanzó encima a ahorcarlo.

Lamentablemente no alcanzaba el cuello de un tío de casi dos metros y ancho de hombros, algo musculoso.

-Debiste habérselo advertido... ¿o era un despistado? ¿o era una lesbiana y descubrió que te colgaban cositas entre las piernas?

-¡Te voy a matar!

-Si mamá, están bien. No, no te puede saludar: está matando a Ludovico.  - suspiró  Teodorico al teléfono - si, ya tan pronto. ¡Niños! Dice mamá que se porten bien.

-Iré a comer. - Federico se encogió de hombros y salió al jardincito, haciéndole los honores a los desmejorados manjares.

A pesar de ser pequeño Enrico se daba maña para pelear. Metió una patada a las corvas de Ludovico y lo tiró al suelo. Se le lanzó encima como una piraña.

-Ahora están jugando mamá. Si, no te preocupes, yo los cuido. Besos a papá... ¡oh, cierto! Que papa no debe saber. Besos a ti. Ciao!!!

Teodorico cerró de golpe el teléfono móvil y se fue a sentar a la única otra plaza dispuesta en la mesa. Federico asintió en silencio al incesante parloteo de su hermano, mas ocupado en masticar y engullir. Un rato después, deschongados y con uno que otro rasgón en la ropa Enrico y Ludovico terminaron de intercambiar saludos. El más pequeño de los hermanos Benzo se sentó sobre la mesa y terminó con lo que sus hermanos dejaran.

Enrico, bastante tranquilizado por la pelea se fue a cambiar.

 

***

 

El castello se recortaba como una sombra más oscura entre las sombras de la noche. De cuatro pisos de alto y una torre perfecta para estudiar astronomía coronando el ala oeste. Una verja de hierro colado de la época victoriana sustituía el puente levadizo y en la misma época el foso había sido rellenado con limo del rio para convertirse en un primoroso jardín. La montaña ascendía detrás de el y un pasadizo conducía del aposento del barón a lo alto de la montaña, una ruta de escape en caso de emergencia.

A Teo se le había bajado la erección pero los testículos le dolían: mal de las bolas azules, producido por una vaso congestión ante la alta presión sanguínea mantenida localmente durante excesivo tiempo tanto dentro de la bolsa escrotal; estar excitado por mucho rato sin eyacular y por ende descongestionar. Ojala saber el porque quitara el dolor.

Caminó lo más normal que pudo por la vereda principal, alumbrada por farolas victorianas. La primavera se acercaba; ya se podía oler en el jardín.

Mientras cerraba por dentro la puerta, echando llave a la puertita cortada sobre una de las hojas de roble atravesadas por un travesaño de acero una mano lo rodeó por la cintura, levantándolo y otra le tapó la boca.

-Vaya vaya... - dijo una voz grave, maliciosa - Que tenemos aquí... ¿eres quien dejó plantado a Enrico o eres el relevo? - ahogó la risa mientras le manoseaba el vientre.

Teo se rebatía y pateaba, pero lo único que conseguía era divertir a su captor.

-Pues te sientes bien... falta ver como estas... - lo cargó hasta el centro del pasillo, bajo la luz de la araña - ¡Ummh! Muy bien, no como aquel londinense que me robe en medio de la niebla y que resultó ser tan feo que en primer farol lo solté.

Ludovico dio la vuelta al muchacho, posándolo sobre el suelo: grave error. Teo le pateó la espinilla, esperando que lo soltara, pero no. El hombretón, alto como un ropero y de una anchura similar se dolió y le dio una nalgada. Con la boca libre Teo gritó, la primera vocal, largo, potente. No tenía idea de quien era ese sujeto de pelo negro, largo, recogido en una coleta, ojos grises y mandíbula cuadrada, con una bocota delgada y larga que se le antojo cruel. Vestido como rockero, con pantalón y chaqueta de cuero con remaches metálicos y cadenas, abierta, que dejaba ver una camiseta pegada al torso musculoso, y que conocía a Enrico.

-¡Ludovico suéltalo! - gritó la voz de su protector. Al verlo Teo se sintió salvado.

-¿Y si no quiero? - levantó la nariz en gesto autócrata - Es mucha pieza para ti.

-¡Es mi pupilo por el amor de Dios!

-Oh, vaya, ya decía yo que no tenia los 18 reglamentarios para ser prostituto.

En vez de ofenderse Teo se preguntó si Enrico frecuentaría prostitutos. Una punzada de celos lo recorrió. ¿Y si Enrico estaba esperando un puto confiado en que llegaría a las once?

-¡¿Prostituto?! - Enrico se llevó la mano a la frente - ¡Es un niño, es el más aplicado del colegio!

-Uuy, con que listillo... ¿sabrá el kamasutra de memoria?

-Bájalo ya. - Enrico llegó y le pateó la corva. Golpeado por segunda vez en su punto débil Ludovico aulló y soltó a Teo, refugiándose detrás del barón.

-Pegas como niña - le dijo - por detrás...

-¡Mamma mia, que pasa aquí!? Se oyen gritos, golpes, llantos.

-Nadie esta llorando Teodorico... - Ludovico contenía las lágrimas.

-Ludovichi llora, se soba la rodillita... ¡Enrico, caro! ¿Quién es esta monada? ¿Tu novio?

Teo miró al joven que no se callaba. Era un poco más alto que Enrico, con el pelo negro, corto y los mismos ojos azules y grandes que el barón de Belcançone. Esbelto y vestido como para participar en un desfile de modas, en tonos azules.

-Es mi pupilo.

-¡Ay, disculpa! Es que es tan alto. Es mucho más cute que Caleb, ¿no? Esos ingleses no tienen ángel... y tienden a tener cara de caballo... ¿será por eso que les gusta tanto Ascot? ¡Oh! Teodorico Benzo, chico. - lo abrazó y le dio dos besos que mas bien fueron mandibulazos.

-Teodoro de Haro...

-¡Teo! ¡Mi tocayo! ¡Esto hay que festejarlo! Que pena que ya nos acabamos los pasteles y el champàn, pero podemos llamar una pizza...

-¡No, pizza no! - el chico estaba hasta harto de pizza.

-¿Pizza? ¿Quién dijo pizza? - asomó la cabezota rubia un tipo de ojos grises que le daba un aire al tal Ludovico de la misma manera que Teodorico se lo daba a Enrico. Pero el nuevo era menos alto, ancho... masculino que Ludovico así como Teodorico era menos andrógino que Enrico. Federico vestía normal: pantalón de mezclilla caqui con jersey en tono crema, zapatos tipo Oxford y un reloj cuya calidad, como la del resto de su indumentaria, delataba su pertenencia a la clase alta. - Tengo hambre.

-Tú siempre tienes hambre. - dijo un tanto fastidiado Enrico. ¿Por qué no podía tener una familia normal que poder presentar a su pupilo sin sentirse en maestro de ceremonias de un show de raros?

-¡Oh! - exclamó el hombre al verlo. Su mirada era bondadosa y la sonrisa con que se adelantó, mano extendida, afable - Buenas noches. Federico Benzo Manzoni, hermano del barón. - se lo señaló con la cabeza mientras le estrechaba la mano.

-Mucho gusto. Teodoro de Haro y Mendoza, umh, pupilo del barón. - lo miró.

-Mis hermanos menores Teo: compartimos genotipo pero no costumbres.

-Huyuyuy... - dijo Ludovico - Enriqueta se avergüenza de nosotros.

-No le hagas caso Teo; está de pasada. De hecho ya se iba. - le señaló la puerta a Ludovico.

Este se dejó caer en una mecedora y subió los pies, embotados, a la mesita de adorno.

-Venga. - dijo Federico poniéndose entre el insolente pelinegro y Enrico que hacia pucheros. - No pienses que somos tan maleducados como Ludovico. Íbamos a cenar, ¿nos acompañas?

-Este... la verdad estoy lleno.

-¡Oh caro! Un cafecito por lo menos. Solo para conocernos, después de todo vamos a vivir bajo el mismo techo y sería incómodo toparnos por las salas sin saber lo básico unos de otros...

Enrico cortó la verborrea de su hermano.

-¿Cómo que vivir bajo el mismo techo?

-Si caro, de perdida unas dos semanas. Papá y mamá cumplen treinta y cinco años de casados el martes de carnaval: deben de ser las bodas de algo; las bodas de algo siempre acaban en aniversarios múltiplos de cinco, tal vez sean las bodas de plata chapeada en oro, y se las vamos a festejar aquí: ¡una fiesta sorpresa!

-¿Aquí? - chilló Enrico.

-La mansión de Federico esta en composturas: además la inundación la dejó horrible, aguas negras del canal por todos lados, que asco, mi departamento en Roma es demasiado pequeño y la casa de Ludovico... por la madonna santa, ¿de verdad querías que mamá pisara el tugurio donde vive Ludovico?

-Tienes razón. - suspiró Enrico. - ¡Sea! Pero que Ludovico se comporte.

-Garantizado. - dijo Teodorico.

-De mi cuenta corre. - añadió Federico.

-La próxima vez que intente propasarse con Teo - le apretó el brazo - va para fuera.

-¿La próxima vez? ¿Ya intento propasarse? - preguntó el de ojos azules y pelo negro.

-¿Quién crees que gritaba?

-¡Ludovico! - lo reconvino el de ojos grises y pelo rubio - ¡Es muy joven!

-Bah... conocí a un puto chino que no recordaba haber sido virgen nunca.

Federico meneó la cabeza.

-Vamos a comer. Tengo hambre.

-¿Y la servidumbre Enrico? - preguntó Teodorico: esas manos no parecían saber limpiar.

-Celebrando el día del amor y la amistad. - Enrico extendió el brazo para indicarles que se adelantaran. Habló bajito a Teo - Lamento mucho lo de mi hermano.

-Está bien. No voy a levantar cargos. - añadió divertido.

-¡Uff! Dos acusaciones de lo mismo y ni el abogado de papá la hubiera librado. Cuídate mucho de él, en serio. - le miró directo a los ojos - Es un canalla que no respeta edad ni nada.

-No puede ser tan malo...

-Pregúntaselo al chico turco que tuvo secuestrado dos meses violándolo en toda clase de orgias... - Teo abrió mucho los ojos - Eso sumado al trafico de hachís (amateur, solo por ser chico malo) lo llevo dos meses a prisión. Sólo el gran talento del licenciado Tranzi, y el dinero de papá, por supuesto, lo libraron, pero se merecería seguir en la puerca cárcel de Estambul. En serio Teo, evítalo, nunca te quedes a solas con él, ya has visto como se las gasta. Toma, apunta...

-No traigo el móvil...

-Pues tráelo, con el número de mamá como de emergencia. En caso de que se ponga pesado la llamas y ella es la única que lo controla... la mitad de las veces.

-Barón, ¿no esta exagerando? - Teo no quería asustarse.

-No. - respondió Enrico con convicción, dándose la vuelta. Se sentía incómodo.

-Barón... - Teo se había quedado de pie - ¿A quien estaba esperando?

-No quiero ser grosero, pero no es de tu incumbencia Teo. - contestó sin voltearse.

-¿No me pregunta como me fue con Elisabetta?

-No es de mi incumbencia. - dijo con tristeza y se marchó veloz.

Al reunirse en la cocina llena de hombres que se hacían lio cocinando sopas instantáneas y salchichas no tuvo oportunidad de hablarle. Pero si de pensar.

De meditar en la cara decepcionada de Enrico cuando decidió quedarse con Elisabetta, en su invitado misterioso, en las evasivas del barón... No quería darse excesiva importancia, pero la lógica lo conducía a creer que el invitado misterioso que había faltado. Pero... ¿de verdad era la lógica? ¿no era la voz de los celos?

Continuara...

 

Notas finales:

Güelfos y gibelinos: facciones italianas que durante la alta edad media apoyaron a distintos candidatos al trono imperial del Sacro Imperio Romano Germanico.´

Güelfos venia de la italianizacion del apellido Welfen, una de las casas aspirantes al trono. Gibelinos provenia del mismo modo del castillo Waiblingen, donde eran señores los Hohenstaufen.

Mucho se ha escrito sobre estos bandos contrarios que realizaron una verdadera guerra civil en la Italia medieval: desde las menciones del Florentino en su poema hasta la novela Baudolino del maestro Eco.

Por otra parte quiza se hayan preguntado porque si la accion del relato se ha venido desarrollando en Italia no hay italianismos salvo uno que otro "mamma mia" o "caro" y la razon es que encuentro sumamente dificil insertar palabras o frases en otro idioma sin sentirme como, cito textualmente a Eco: malos novelistas, que al hacer entrar en escena a un personaje frances solo se les ocurre hacerle decir "La femme, oh, la femme!"

Se requiere un gran talento para sembrar el texto de frases en idiomas extranjeros sin que se vuelva pesado. En esta labor solo he encontrado deslumbrante a Oriana Fallaci.

Bodas de algo: usualmente, cuando un matrimonio cumple veinticinco años de estar juntos celebran sus "bodas de plata", cuando cumplen cincuenta, sus "bodas de oro". Por esto Federico supone que al ser treinta y cinco seran las bodas de plata chapeada en oro.

Bueno, ya abuse de este espacio y de su paciencia, asi que besitos y nos leemos!!!

pd: cualquier duda, pregunta, comentario o aclaracion sera respondido a la brevedad posible.


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