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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Relief the old sin of Adam and Eve: for you, and me, forgive the adoring beast.

(Revive el viejo pecado de Adan y Eva: por ti, por mi, perdona a la adorada bestia. Nightwish, Ghost love score, fragmento.)

37º  El pecado como un acto de amor.

 

Durante el vuelo a Sevilla el que estuvo mohíno fue Teodoro. Era difícil, con su carácter apático, que le naciera el deseo de hacer algo, pero la fuerza de voluntad nacía era imparable; no podía relajarse hasta haber cumplido su objetivo. Y ahora veía que su objetivo estaba como en chino.

Con razón nadie esta interesado en hacer el bien, pensó, porque el bien es difícil de hacer. Quien quiere obrar mal encuentra fácilmente el camino, pero quien quiere obrar bien se topa con mil obstáculos. ¿Debería poner un anuncio en Internet solicitando los servicios de una persona con poderes espirituales? Desechó la idea al imaginar que gente como el padre Mikael serian quienes le contestaran.

Sentía una especie de reserva sobre su decisión de ayudar a Lotario, una desidia quizá... titubeaba sobre seguir el camino emprendido, y como nunca antes había titubeado, se sentía incómodo y malhumorado. Por lo menos ya no estaba cansado, consideró. Tanto Enrico como él estaban en perfecto estado de salud. Enrico dormitaba a su lado, la cabeza apoyada en su hombro. Entrelazó sus dedos con los de él, enternecido. Era quien le daba fuerzas para enfrentar esa jornada de locos que es la vida adulta.

Con tanto ánimo como un judío iba a la Gestapo recorrieron la carretera Sevilla-Castilleja en un auto de lujo rojo rentado. Teo le daba las instrucciones y Enrico manejaba, tan bien coordinados como sus padres cuando viajaban a lugares nuevos, comparó gustoso el muchacho: hacían buen equipo en la carretera como en la cama.

Al aparcar en la acera frente a su casa Teo se sumió en el asiento como un niño. Como cada que iba a hacer una cosa importante, sentía una súbita flojera, meteorológicamente hablando, diríamos que se trataba de la onda cálida que precede a la onda fría.

-Vamos - Enrico se mostraba animoso - tengo muchas ganas de conocer a tu familia.

Les abrió la puerta Violeta. La niña posó los ojos en Enrico y los abrió desmesuradamente: parecía una princesa salida de cuento de hadas, con los dos mechoncitos que le enmarcaban el rostro. Pero al bajar la mirada en busca de su vestido se topó con ropa de hombre. ¡Era un príncipe encantador!

-Se nos está quemando el coco Violeta. - dijo Teo, sintiendo arderle la piel de la nuca.

-¡Teo! - lo abrazó haciéndolo tambalearse - ¡Volviste!

-Si, lo hize. - Teo le acarició cariñosamente la cabeza como a un perrito. La empujó hacia dentro. - Pasa. - dijo a Enrico.

-¡Iré a avisar a papito que ya llegaste!

Pero la que entró fue mamita. Su camiseta de licra negra con rayas rosas, sin mangas, dejaba a la vista unos brazos envidiablemente torneados, con los bíceps firmes, como si se hubiera ejercitado pensando en dar de puñetazos. Miró enfadada a su hijo y hosca al acompañante, tan parecido a aquella zorra de marquesa.

-¡Hijo! ¡Joven! - a Fernando también le costó un segundo de mas identificar a que sexo pertenecía Enrico - Bienvenidos. - Violeta iba abrazada a él. Se acercó con la mano extendida al joven - El tutor de Teo, supongo.

-Enrico Benzo, para servirle. ¿Y quien es esta encantadora princesita?

-Es mi hija menor, Violeta. Anda, no seas tímida, saluda al señor.

Enrico la saludó de beso en la mejilla y la niña se quedó con una sonrisota en la cara. La única que parecía que agriaba la leche era Sabella, sintiéndose más que nunca excluida por su familia.

-Así que usted es quien violó a mi hijo. - le soltó agresiva cuando Enrico se volvió a ella.

-Sabella...

-Mamá...

-Su abogado no me engaña: es un leguleyo sinvergüenza, como usted.

-Señora, yo no soy abogado. - dijo Enrico con calma, aunque sentía miedo y ganas de que mamá estuviera ahí para enfrentarse a esa fiera - Pero no me da vergüenza admitir que amo a su hijo.

Aprovechando el silencio del impacto (el más impactado era Fernando) Teo habló:

-Vamos a casarnos. Venimos a pedirles permiso... porque soy menor de edad.

Tantas incógnitas que surgían y la que estaba fija en la mente de Fernando era: ¿Hijo, eres gay?

-No digas tonterías Teodoro. - replicó Sabella - No te puedes casar, tienes diecisiete años.

Teo se encogió de hombros.

-Ya no tengo que buscar más madre: ya encontré lo que quería.

-Este hombre te lavó el cerebro; ¡debes de tener síndrome de Estocolmo!

Teo sintió que le dolía la cabeza: con razón los personajes de los animes siempre son huérfanos, lidiar con los padres es un coñazo.

-Madre, el síndrome de Estocolmo les da a los secuestrados. A mi nadie me violó: fue un estúpido malentendido causado por un cura estúpido. Enrico y yo nos enamoramos después.

Fernando seguía pensando: ¿Hijo, eres gay? Y Violeta estaba fascinada, oyendo esas cosas tan importantes de los grandes.

-El padre Nicholas dijo que estas trasntornado y lo creo. ¿Qué leches era eso de que te iban a hacer un exorcismo?

-Ya me lo hicieron, bueno, ya hablé con el exorcista.

-¿Estas loco hijo? Los exorcismos son cosas de películas, como los fantasmas y el amor a primera vista y las bodas gays.

-Fue tu partido el que llevó al congreso la iniciativa de las bodas gays, ¡y tú votaste a favor madre! ¿Todo ese activismo por los derechos de los homosexuales era pura pantalla política?

Sabella había votado y había participado en  marchas, pero lo había hecho más por adhesión a Andalucismo Andaluz que por simpatía con la causa. Como la mayoría de las personas que abogan por una minoría a la que no pertenecen (gays, ballenas, etc) Sabella hablaba porque tenia boca. Vociferaba a favor mientras estuviera bien visto, cuando la moneda se volteara vociferaría con igual entusiasmo por la cara contraria: el chiste era estar a la moda. De dientes para afuera le parecía muy bien que los gays pudieran casarse pero no lo parecía nada bien que su hijo se enlazara en una boda gay. Sus ideales se desvanecían en cuanto tocaba hacer, de hecho, algo al respecto.

-No es lo mismo - resumió - ir a votar que dejar que mi hijo sea un raro.

Enrico se enojó con aquella frase: la discriminación que temía sufriera Teo la sufría en su propia casa. De no ser por el parecido físico dudaría que esa mujer fuera la madre de Teo, pues dentro de la cabeza no se parecían en nada.

-¿Tu no tienes nada que decir? - instó a su marido.

-¿Hijo, eres gay? - preguntó por fin.

-No sé - dijo - me gusta Enrico y lo amo.

Violeta junto las manitas, encantada. Desde su punto de vista, aquella pregunta era tonta, porque era evidente que si Enrico parecía una princesa su hermano se enamorara de ella. Ella misma podría enamorarse de Enrico.

-¿Eso es todo lo que tienes que decir? - gritó Sabella.

-Pues no se que mas decir mujer. Nuestro hijo ya esta grande como para enamorarse y saber lo que quiere.

-¿Cómo va a estar grande? ¡Es un niño!

-No soy un niño madre. - esa frase, típica de los adolescentes, le sonó un poco a cliché a Teo. - Me voy a casar con Enrico con o sin tu permiso. Si no me lo das solo retrasarás la boda hasta mi cumpleaños, cuando sea mayor de edad y no me pidan tu autorización en el registro civil.

No era una amenaza ni un ruego: era la enunciación objetiva de un hecho claro. Lo único que Sabella podía hacer era retrasar la boda poco menos de medio año. Fernando comprendió que su mujer no soltaría ese último cartucho, que se aferraría a el como un soldado a la bayoneta cuando se le termina la munición: por eso no dijo nada para tratar de convencerla. Como ingeniero que era no le gustaban los desperdicios inútiles, ni de tiempo, ni de palabras, ni de esfuerzos.

-Pues no te lo doy. - dijo - Con mi permiso no cuentes.

Si bien Teo había heredado la mente lógica de su padre, había heredado la fuerza de voluntad de su madre. Asintió.

-¿Vas a quedarte con nosotros? - preguntó Fernando. Violeta corrió a abrazársele y lo miró como cachorrita; Teo miró a Sabella, Fernando siguió su mirada - Esta es tu casa, lo será siempre, aunque seas mayor de edad. Isabel - se volvió a su mujer - no tenemos dinero para pagar abogados, ni motivo para contratarlos.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que si no vas a hacer nada por nuestro hijo tampoco hagas nada en contra.

Sabella sintió ganas de reír, sin alegría. Se sentía muy sola, y muy amargada, con todos sus seres queridos alineados del otro lado del campo de batalla. Hasta el maldito italiano parecía más uno de ellos que ella. ¿Qué no obrara en contra de su hijo? ¡Si todo lo hacia por él! ¿Qué no comprendían que una boda a esa edad arruinaría su futuro? ¿Qué estaba demasiado pequeño para ser un gay? Ese jodido italiano andrógino tenía la culpa: le trastornó las hormonas a su hijo con su apariencia de mosquita muerta. Maldito aristócrata mimado, acostumbrado a tener todo lo que quería...

-No me inviten a la boda. - dijo. Alcanzaron a ver las lágrimas que se le escaparon antes de dar la vuelta y subir a su pieza.

Teo sintió un nudo en la garganta: sospechaba que su madre reaccionaria así, pero enfrentarlo... Fernando se quedó con cara de no saber que hacer o que decir. Violeta dejaba que le acariciara la cabeza en un gesto inconciente.

-Hijo... esto... fue muy sorpresivo. No puedes culpar a tu madre por... y todo enfrente de este caballero que no conocemos es... un tanto... incómodo.

-Lo siento mucho suegro. - Enrico le tomó una mano entre las suyas: estaba decidido a ganárselo - Estoy conciente de que soy casi un intruso para ustedes, y que la situación era difícil. Lo único que le reprocho a su esposa es que juzgue las preferencias sexuales de Teo, si bien mi madre también juzga las mías.

-Ah - respondió Fernando, que seguía impactado de oírse llamar suegro - si, bueno, es que nunca imaginamos que Teo fuera a resultar gay.

Enrico se compungió, sintiéndose único culpable de que Teo se hiciera gay. Teo por su parte empezaba a hartarse de que le dijeran gay cuando él no se consideraba gay, ni ninguna otra cosa.

-¿Tu eres el hermano del príncipe rockero? - Violeta le jalaba de la manga de la camisa.

-¿De quien? - preguntó extrañado Enrico.

-De Ludovico.

-Si, lo soy...

-No se parecen. - Violeta lo examinaba con una ceja en alto. Aunque fuera muy hermoso ella prefería a su príncipe rockero: un príncipe para ella y una princesa para su hermano.

-Ludovico se parece a mi papá.

-¿Ludovico tiene novia? - preguntó inocente. A Teo se le escapó una risita irónica.

-No - contestó gentil Enrico - me temo que es un solterón empedernido.

Violeta sonrió: las novelas de Johana Lindsey le habían enseñado que los solterones empedernidos ricos y guapos son algo así mercancía apartada para la primer doncella encantadora que los encuentre. Resumen: confiaba en conquistar a Ludovico.

-¿Nos podemos quedar aquí papá?

Aquel uso del plural por parte de Teo sacaba mas de onda a Fernando que ni el "suegro", pues siempre había tenido la impresión de que hijo era de los que cazaban solos.

-Si, solo... duerman separados. - pidió al ver lo juntos que estaban. Teo asintió y Enrico se sonrojó - Bajaré cobijas joven, el sofacama es muy cómodo.

-Yo dormiré en el sofacama papa, Enrico esta convaleciente aún. 

Con aquella jugada Teo no solo se preocupaba por el bienestar de Enrico, sino que tenía una excusa perfectamente valida por si lo pillaban entrando o saliendo de su habitación a altas horas de la noche.  A Enrico le encantó la perspectiva de poder curiosear en la recamara de Teo, conocer mas de el a través de sus cosas. Ver si había alguna pista que ayudara a descifrar la identidad del ominoso Javiercete.

 

***

 

La luna ya había ocultado su esbozo de sonrisa, reducida, como estaba, a una franja delgadísima con los bordes apuntando hacia arriba. Solo la luz del alba bañaba las ruinas de la abadía. El Abad era un iluso, si creía que no se daba cuenta de que trasportaba su tesoro de un lugar a otro. Era obvio, por Dios, desde el segundo o tercer día se dio cuenta de lo que hacia.

Mover sus joyas, velar por ellas, acariciarlas casi lascivamente... Quizás Teodora le había metido ideas raras en la cabeza con la gran cantidad de cosas que le había contado, pero ahora a Lotario le parecía comprenderlo.

Le parecía que lo que el Abad sentía por sus joyas era amor. ¿Cómo una piedra fría podía ser objeto de amor? Quizá de la misma forma en que un varón podía ser objeto de amor para otro. Lo que el sabia del amor tal vez era tan reducido como lo que sabía sobre las estrellas. El amor a una dama, a un hijo, a un amigo, a Dios ahora se hacia extensivo a una joya, o al vino, o a la libertad...

Con temor de estar cayendo en las redes de la herejía Lotario había desarrollado una teoría sobre el pecado: el pecado como un acto de amor. La soberbia como un desenfrenado amor a la libertad. La lujuria como un amor desmedido por los placeres de la carne, al igual que la gula, que proveía un placer sensual, también, pero distinto. La pereza como amor absoluto al goce de descansar. Los glotones, los lujuriosos y los soberbios ponían todos la misma cara de satisfacción cuando cometían sus excesos. La avaricia, el amor desmedido por los bienes materiales. Y finalmente la ira, el amor por la destrucción.

Se había fortalecido toda la noche con la energía de la tierra, de manera que ahora, al despuntar los rosáceos dedos de la aurora se sentía capaz de cometer su venganza. El Abad descansaba de día, en limbo, suponía Lotario. Mejor para él, porque si se le presentaba lo atravesaría con su espada, y quien sabe si un fantasma era capaz de matar a otro. Extrajo joyas pequeñas, valiosas, y las fue distribuyendo como una trampa para capturar aves, dejándolas lo bastante cercanas una de otra para que quien recogiera la primera fuera capaz de ver la segunda y la tercera y así sucesivamente hasta que llegara al montículo, y lo excavara, labor fácil para alguien provisto de cuerpo verdadero.

Dejó la ultima de las joyas, un tapón para frasco de tinta labrado en una pieza de una esmeralda de considerables dimensiones a la vera del camino, a la espera del primer viajero.

 

Continuará...

 

Notas finales:

El viejo pecado de Adan y Eva al que hace referencia la frasesita no es el de la manzanita, sino el que planteo John Milton en su "Paraiso perdido": el pecado de amor, segun el cual Adan no se comio la manzana por imbecil sino por no separarse de Eva, cosa que suena muy bonito, y lo es, y lo hubiera sido aun mas si su Adan no se hubiera puesto a lamentarse de lo hecho y a reclamar a Eva a los 5 minutos.

En fin, eso son otras cosas. Un beso enorme, gracias por leer y comentar.

¡Proximo capitulo: Enrico saca su lado mas seme!!!

PD: Acabo de ver la raw del ultimo capitulo de FMA y solo puedo decir: ¡maldita Arakawaaa!!!


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