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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Ame wa itsuka yamu no deshou ka?  Zuibun nagai aida tsumetai. Ame wa doushite boku wo erabu no? Tsutsumarete ii kana?

Ame wa yamu koto wo shirazu ni kyou mo furitsuzuku keredo sotto sashidashita kasa no naka de nukumori ni yorisoi nagara.

 

(¿Será que algún dia la lluvia cesará? Ha sido un tiempo muy largo y frío. ¿Por qué la lluvia me escogió? ¿Deberia perderme dentro de ella?

Esta lluvia que no sabe como detenerse continúa cayendo como siempre; yo me cobijo bajo este paraguas a tu lado, apretandome a tu calor.  - Sid, Rain, fragmento.)

57º  La lluvia no sabe cuándo deterse...

 

Los esposos regresaron con el padre Mikael.

-¡Hijos! - exclamó sorprendido, quizá molesto - ¿Se les olvido algo?

-No padre. - dijo Teo - Le traigo un penitente. ¡Lotario, ven a mi!

El corazón saltó en el pecho de Enrico al ver materializarse el caballero.

-Teodora... - lo escuchó decir.

El fantasma lucia abatido. Con tremendas ojeras y ojos hinchados: no había dejado de llorar el día de la boda de Teodora. En su limbo desmoronado la lluvia, inocente y cruel, no sabia detenerse. Creyó que podría soportarlo con estoicismo, pero sus lamentos resonaban por la nave ojival que se caía a pedazos.

-Lotario, muéstrate a este cura.

Las pupilas de Mikael se dilataron como si lo hubieran drogado conforme era capaz de ver al fantasma: lucia tal como el creía debía lucir un fantasma, a saber con ropas de época, atormentado, sufriente. Todo encajaba excepto que no era en blanco y negro ni incorpóreo. Adelantó la mano para tocarlo, y como tal era su deseo, lo atravesó. Apenado por invadir el... ¿cuerpo? De un desconocido retiró la mano. Lotario lo interpretó como miedo.

-No tema buen sacerdote, no he venido a hacerle daño. ¿Sois vos quien ha casado a Teodora?

-No. - respondió Mikael y Teo rogó que no explayara su explicación.

De seguro que Lotario pensaba que las cosas habían cambiado lo suficiente para que existiera un matrimonio gay por la iglesia, si se enteraba que la ceremonia fue de carácter civil de seguro le daba un sincope.

-Lotario, tu deseas confesarte, ¿no es así?

-Si, morí sin confesión y... he cometido cosas por las que necesito perdón.

Enrico lo miraba anhelante: ¡si ese hombre tan bueno necesitaba perdón! Quería hablarle pero se sentía indigno de dirigirle la palabra, inmundo... Lotario, por su parte, evitaba mirarlo.

-Ya oyó padre. - dijo Teo -  ¿Esta usted dispuesto a confesar a un fantasma?

-¡Me canso! - exclamó Mikael, flipaba como niño en la feria.

¡Confesar a un fantasma! ¡Que guay! ¡Cuando se lo contara a Henno! ¡Nadie le iba a creer cuando lo twitteara!

-¿En verdad? - preguntó Lotario - Mucho le agradeceré que dé reconciliación a mi alma, padre.

-Si, estupendo, esto hay que hacerlo en el confesionario. - Mikael se quitó la banda de Konoha y el mandilito y se puso la estola púrpura. Querría hasta filmarlo, pero aquello iba en contra del secreto de confesión. - ¿Esperan a su fantasma o se van? - preguntó.

-Id con Dios. - los instó Lotario - No deseo ser inoportuno. - dijo, pero lo que realmente quería evitar era seguir en presencia de Enrico, de ese triunfador en las lides del amor.

-No es molestia...

-Ve con tu marido Teodora, pues tal es el lugar de la esposa.

-Esta bien Lotario, pero por favor, quédate al pendiente de mi llamado...

-Así lo haré amor mío. ¡Oh! - Lotario se sonrojó, pero las palabras ya habían salido. Miró a Enrico, preocupado de alguna reacción molesta, pero la mirada que se encontró fue intensa, anhelante. Bajo la mirada y se siguió al padre Mikael.

-Lotario... - susurró Enrico - ¿Cómo puede él sentirse culpable?

-Pues ya lo ves, se siente.

Enrico miró ceñudo a Teo.

-Lotario es un hombre muy bueno.

-Lo sé, pero eso no quita que se sienta culpable.

-Ah, vaya...

-¿Ibas a defenderlo ante mi? - preguntó risueño.

-Pues... si.

-No hace falta. Yo se lo maravilloso que es, y me da gusto que tu también lo admitas.

Enrico suspiró.

-Desearía tanto hablarle, pero no se que decirle... Como les envidio las horas que pasan charlando... creo que te entiende mejor que yo.

-No seas tontito. - lo besó - Nos entendemos de modos distintos. A ti te amo.

Aquella declaración henchía de orgullo el pecho de Enrico y a la vez le producía una punzada de remordimiento... ¡que lo amaran a él y no a Lotario!

 

***

 

Dulcemente atormentado por el amor que sentia hacia Lotario Enrico no podia dormir. No podia culpar al calor pues acercandose noviembre las noches, incluso andaluzas, se volvían mas templadas.

Desde el pequeño y lujoso hotel donde se alojaban, justo al lado de la iglesia de Nuestra Señora de las Lagrimas (pequeño templo por cuya concervacion el padre Quart, el asistente de Henno, habia perdido la paz) podia admirarse el Guadalquivir, que incluso contaminado y sin naves de vela concerbaba su embrujo.

Teo dormia profundamente, agotado por el intercambio amoroso... dar y recibir. No habia mejor amor que ese, pensaba Enrico. O por lo menos lo pensaba hasta hacia poco, cuando Lotario habia entrado en su corazon. Porque ahí estaba: de un modo que no podia definir pero se infiltró y echó raices.

De la admiración por su amor que desafiaba el paso del tiempo pasó al deseo. Deseo de ser objeto de un amor asi, de poseer un amor asi.

-Lotario, ¡ven a mi! - llamó desde lo mas profundo de su alma.

Respondiendo al llamado que creyó de Teo, el fantasma compareció.

-¡¿Vos?! - exclamó Lotario al ver anhelante a Enrico, los ojos febriles reflejando el brillo de las modernas luces que iluminaban desde abajo por fuera del balcón.

-Si, yo, Enrico. - avanzó hacia el y lo tomó del brazo, pues tal era su deseo. Incluso sintió tibia la carne inexistente bajo sus dedos.

-¿Qué deseais? - preguntó  receloso el fantasma.

No hallando el modo, no atreviéndose a decir lo que verdaderamente queria, Enrico cogió de pretexto una vieja duda.

-Me pregunto si... tú dijiste que habias usado su vida para devolverme la salud, ¿no es asi?

Lotario asintió.

-Yo no quiero vivir con una vida robada a Teo.

-Pero... ¿Qué decis?

-Ese es el motivo de que este tan decaido, ¿no? Estuvo cansadisimo mientras yo me recuperaba, y aunque mejora a veces, recae... cada recaida es peor.  Yo no quiero vivir a sus expensas.  Si acortaste su vida por prolongar la mia, quiero que se la devuelvas.

Lotario, que habia estado confundido, sonrió al comprender.

-No es asi, no os alarméis. La vida que tome de Teodora es más bien energia. No tiene nada que ver con los años que tenga destinados en este mundo. Esa vida es... como un miasma que produce cualquier ser vivo. Mientras estas vivo produces la energia que necesitas para existir, cuando mueres... no puedes producirla mas, pues esta hecha por el cuerpo.

-Entonces, la vida que me diste...

-Era energia: os faltaba mucha energia. Con poca mas que hubierais perdido habriais muerto. De no haber recibido esa energia habriais muerto, pues gastabais mas de la que producíais. Debeis la vida a Teodora, barón, no lo olvideis nunca.

-Entonces... - Enrico estaba embargado, entusiasmado; debia su vida a Teo, y a Lotario. Ambos lo salvaron: según la tradición hindu deberia ser su esclavo... - ¿Por qué esta decaído Teo?

-Puede que sea por mi. - confesó Lotario, arrebolado. El recuerdo de las caricias de Teodora, de sus promesas de muerte y liberación... ese secreto entre ellos - Esta preocupada por mi...

-¿Estas mal? - Enrico le cogió las manos y se acercó a el, preocupado. Si a Lotario le hacia falta la compañía de Teo no podia negarsela...

El fantasma se ruborizó aun más. Que Teo y él tuvieran secretos, promesas que solo a ellos atañían, que dejaban fuera a Enrico... aquello no dejaba de parecer una especie de infidelidad al noble caballero. Ahora, frente a Enrico, más que dolor de amante vencido sentía vergüenza de burlador picaresco.

-Vuestra boda - dijo - me duele mucho.

Lotario era tan hermoso que el espíritu italiano de Enrico se desbordó.  ¿O seria el espíritu francés? Tal vez los mènages-a-trois no fueran tan inmorales como la tradición occidental daba a creer, ¿no? Tal vez los franceses habían encontrado la respuesta. ¿Por qué tenía que sufrir uno si podían ser felices los tres?

Jaló al fantasma hacia sí y capturó su labio inferior entre los suyos, succionando lenta, eróticamente. Cada segundo que pasaba besándolo su euforia crecía.

Pero aquello duro solo hasta que Lotario se repuso de la impresión. Lo aventó por el pecho, tocándose luego los labios, mirándolo con estupor, con incredulidad.

-¿Cómo osáis ser infiel a Teodora? - exclamó - ¿¡Como osáis hacerme infiel a mí!?

¡Y el que se había sentido un burlador, un pícaro!

-Lotario, te...

-¡No lo digas!! - ¡No soportaría que se lo confesara!

El horror en la mirada de Lotario lo hizo sentir un miserable, un hedonista bajuno, obcecado en los placeres de la carne e incapaz por tanto de elevados sentimientos. ¡Quería huir, quería que la tierra se lo tragara! Pero nada sucedía, seguía ahí, absurdamente parado a la luz cálida que provenía de abajo.

-¿Cómo osáis? - preguntó Lotario, consternado - ¿Acaso no amáis a Teodora?

-¡Claro que lo amo!

-¿Entonces? ¡Explicaos! - demandó ante el titubeo de Enrico.

-Tú me has pedido que no lo diga.

Lotario ocultó el rostro con una mano.

-No es posible, ¡no es posible! - repetía.

-Yo tampoco lo creía, pero así es... - Enrico tomó entre sus manos las muñecas de Lotario y no lo soltó, aunque se debatía - El amor es como los números, diría él - señaló con la cabeza al durmiente - el manantial del que proviene no se agota.

-¡Soltadme! - demandó.

-Lotario... - acarició su mejilla con la mirada - no puede estar mal lo que siento por ti. - trataba de convencerse - También dudé de que estuviera bien lo que siento por Teo; pero ahora lo sé, está bien. Lo siento aquí. - con ambas manos puso una de las de Lotario sobre su pecho.

Lotario estaba consternado... sorprendido... iracundo. ¿Cómo que lo amaba, que los amaba a los dos a la vez? ¿Pues que era el amor un mercado para aprovechar ofertas? ¿A pesar de todo ese hombre era solo una veleta? ¿Un picaflor? ¿Teodora había entregado su corazón a un hombre indigno? ¿Se había casado con alguien que no la valoraba? ¿Qué no la amaba? ¡Y por seguir su consejo! Tal vez por eso Teodora no quería casarse con el barón, ¡y él se lo había ordenado!

Lotario exhaló pesadamente. Enrico se ilusionó. Trato de darle otro beso pero el fantasma lo cogió por el cuello. Respiraba agitado, buscando las palabras, buscando que decir.

-No puedo creer que seas tan despreciable como aparentáis - para Lotario, el amor entre tres era de plano inconcebible - porque Teodora no sería capaz de entregarse a una fruta podrida. Vuestras ideas sobre el amor son retorcidas y repugnantes. ¡Y os lo digo yo que he amado durante ocho centurias! ¡Que he vivido solo del amor, solo para el amor! - lo soltó y se volvió a Teo - ¡Oh Teodora, en manos de quien has caído!

 

***

 

La voz de Jorge Negrete y el humo de los habanos eran transportados en aras del viento hacia fuera del local. El templo de la copla ya estaba abierto; como un cliente más Teo entró furtivamente. Ya tenía su documento de identidad, pero el motivo de su inquietud era que Enrico saliese pronto del spa, notase su ausencia en el hotel  y movilizara a la guardia civil para localizarlo.

La mesera que se acercó a atenderlo cambio su gesto amable por uno de recelo.

-Agnese, necesito que me ayude.

La gitana frunció los labios. ¿Dónde estaba la redención que había creído prometida? ¿Se había estafado a si misma?

-Le pagaré...

-No quiero pago. - No ese pago, habría sido más correcto. Dio la vuelta.

-¡Espere!

-Siéntate chaval. Voy por unas cañas: no puedes estar solo ocupando espacio en la mesa.

De mala gana Teo se sentó. Tenía prisa. Agnese volvió con las bebidas.

-¿Y ahora que quieres?

Teo consideró que lo mejor era ser honesto.

-Necesito saber el momento exacto de mi muerte.

Agnese sorbió su caña hasta el fondo. Así que ya había llegado a la conclusión.

-Pásame tu mano. - la gitana la observó - No te queda mucho.

Aquella aseveración hizo que un frio le recorriera la columna vertebral. Disimuló con enojo.

-Parece que no me expliqué: necesito conocer el momento exacto de mi muerte, fecha y hora.

-"Estén atentos porque no saben el día ni la hora", eso dijo Jesús. - suspiró - No lo sé chaval. No te queda un año, pero no puedo ser mas especifica. No soy un ordenador, ¿sabes?

-¿Entonces no hay modo de saber el momento exacto de la muerte?

Agnese cogió la caña de Teo y se la bebió. Se estaba aficionando a la bebida mucho, últimamente. Estaba engordando.

-No por medios naturales. - dijo - No con dones limpios. - bajó el rostro y meneó la cabeza, resignada... ¿habría siempre de favorecer al mal? - Necesitas una bruja. Un practicante de la magia negra: solo ellos pueden preguntarle al diablo por la hora de tu muerte.

El escalofrió volvió a recorrer a Teo. ¿Diablos, brujas? ¿Si se metía con eso podría ir al Paraíso? ¡Qué suerte de tener al padre Mikael, pues aunque fuera un loquito sus sacramentos eran validos!

-¿Puede recomendarme alguna? - preguntó, neutro.

Agnese rió, fatalista. Comenzaba a pensar que aquel inquisidor había hecho bien quemándola, pues aunque no lo deseara era agente del mal.

-Ve a la Casa de los Postigos, - Teo se sorprendió: la duquesa del Nuevo Extremo tenía fama de ser una bruja, pero jamás creyó que en el sentido literal de la palabra. - pregunta por Orhan Siyah. Di que quieres hacerle una consulta de ingeniería.

-¿Es buena esa tal Orhan?

-Es el mejor brujo sobre los infiernos. - replicó Agnese.

 El disco de acetato llegó a su fin. En el silencio solo adornado con volutas de humo Agnese se paró, cambió el disco y regresó con la cuenta. Teo pagó con la tarjeta de crédito que le había aceptado a Enrico para no levantarle sospechas y caminó dos cuadras hasta el palacio conocido como Casa de los Postigos, residencia de los duques del Nuevo Extremo. El interfon no servía, así que tocó con los nudillos en la verja principal.

Un apuesto hombre de cabello negro, malhumorado, acudió a la reja.

-¿Qué desea?

Teo se quedó embobado: visto de cerca, aquel hombre, el sobrino de la duquesa, resultaba aun más atractivo.

-¿Qué desea? - repitió, coronando la frase con un resoplido.

-Ah, vengo a hacerle una consulta de ingeniería a Orhan Siyah.

El hermoso ojivioleta resopló.

-Ese hombre ya no vive aquí.

El alma se le cayó a los pies a Teo.

-¡No... no sabe dónde puedo encontrarlo?

-En algún burdel. - el noble hizo ademan de voltearse.

-¿Alguno en especifico? - insistió Teo, desesperado: había tantas iglesias como casas de putas en Sevilla.

Álvaro de la Marca miró al joven: se veía desesperado.

-No creo que vayas a hacerle una consulta de ingeniería. - dijo - Dime, ¿para qué es ese santo y seña? - Teo trató de negar - ¿Para la brujería o para la putería? - demandó.

-Para la brujería.

Álvaro se sintió aliviado: por lo menos no era tan cornudo como sospechaba el día que corrió a Orhan de la casa.

-Búscalo en "La cama temblorosa", calle Picaores numero 69. Lo más seguro es que lo encuentres ocupado... aunque, con esa carita tan linda, se mostrará dispuesto a ayudarte. - pronuncio la última palabra con sorna.

-Gracias. - dijo Teo.

Álvaro hizo un ademan displicente con la mano y regresó por la vereda tapizada de hojas ocres. El recuerdo de aquel mismo tipo de hojas sobre el piso de tierra de su casa en Milán lo llenó de nostalgia. Consultó la hora en su móvil y decidió que podía ir a buscarlo rápido. Ojala que a Enrico le pongan lodo de más y tarden en quitárselo, rogó mientras paraba un taxi.

 

Continuara...

 

Notas finales:

¡Álvaro mon amour!!!

Quienes hayan leido "El cisne del oeste" (link http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=32530) recordaran muy bien a Álvaro, Orhan, Henno, etc...

Para quienes no simplemente hago la aclaracion de que este Alvaro, con sangre de hada en sus venas, es el hombre mas hermoso de la tierra, y este Orhan un brujo embrujado por su belleza, cuyo amor acepto mas por lastima que por otra cosa y ahora, bueno, Orhan le ha sido infiel y Álvaro le ha botado.

Si no tienen cosa mas interesante que hacer les sugiero que se chequen ese fic.

Carpe noctem!

link a la cancion Rain: http://www.youtube.com/watch?v=10xY0LAAL_I

 


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