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Déjà vu por metallikita666

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Notas del capitulo:

Bellas: sólo deseo expresar que me siento enormemente honrada de que sean mis lectoras; de verdad. Gracias. Me debo a ustedes.

“Quiero que sangres para mí

luz de sufrimientos”

Vampire’s talk, Luna Sea

 

       La noche llegó a cuentagotas. Me había vestido con un short negro de piel y una camisa de redecilla por si tenía que atender la puerta o cualquier otra eventualidad, pero con la idea de no salir de casa. Mi cliente no me llamó en toda la tarde, debido a lo cual asumí que no nos veríamos ese día. Respecto de Inoran, sabía que no volvería sino hasta el día siguiente.

       Me acomodé en el sillón de la sala y encendí el televisor, buscando algo entretenido que ver. Al poco rato me interesé en una película, la cual continué mirando hasta que por fin sonó el pestillo y en el umbral apareció el hombre de largo cabello enmarañado y mirada mórbida. Después de dejar su abrigo en el perchero, quitarse los zapatos y colocarse las pantuflas, se encaminó hacia mí. Sonreí para mis adentros, pues con ello la primera etapa del plan estaba superada.

-¿Qué miras?- inquirió el mayor, sentándose a mi lado y sacando uno de sus puros aromáticos de la cajetilla que seguía en la mesita de centro; justo donde la había dejado horas antes. Cruzó la pierna y encendió el tabaco, mirándome de reojo a continuación.

-Nada importante. Una película sobre una tipa que tiene doble personalidad, por lo que un buen día llega la policía y la apresa por algo que ella no recuerda haber hecho…- respondí sin mucho interés, aparentando también que lo perdía respecto del filme. Me llevé una mano a la pierna izquierda y me rasqué la punta de la nalga, teniendo que ladearme ligeramente para ese fin. Un gesto tan corriente como aquel era absolutamente esperable de mí, así que no pareció planeado. Empero, sí logró captar la atención de mi jefe.

-¿Y por qué no te pusiste a hacer otra cosa, ya que estás tan poco interesado en esa película?-

-Porque no se me ocurre qué hacer estando solo. Todos se van y me dejan aquí aburriéndome…-

-Pero ya llegué yo- repuso Kawamura tras dejar el cigarro en el cenicero que estaba sobre la mesita, extendiendo luego el brazo encima del respaldar del sillón, detrás de mí. Se aproximó más hasta colocar sus labios sobre mi hombro y levantó la mirada. –Además, no es como que tú andes buscando socializar con los demás. Siempre te la pasas encerrado en tu cuarto…-

       Lo miré con gesto imperturbable, emitiendo un fastidiado suspiro para luego retornar la mirada hacia el frente. Sin embargo, no me moví ni un centímetro. Mi interlocutor colocó su mano en mi muslo desnudo y comenzó a acariciarlo.

-Tú y yo deberíamos pasar juntos más tiempo, sabes…- el proxeneta mordió ligeramente la piel de mi hombro para luego succionarla con suavidad. Sus dedos ya se acercaban peligrosamente a mi entrepierna. Comencé a experimentar una creciente incomodidad.

-¿Ah, sí?...- sabía perfectamente que mi incipiente indisposición acrecentaba su deseo, siempre que no llegara a un abierto rechazo. -¿Y se puede saber cómo, siendo tú un hombre tan ocupado?-

-Si tú me lo pidieras, yo te dedicaría más tiempo, Sugichan…- el mayor ya apretujaba mi miembro por encima de la piel del short, notando gustoso la manera en que empezaba a despertar, producto de sus roces. Su boca se deslizaba por mi cuello, ascendiendo lenta y tortuosamente entre deliciosas lamidas que me erizaban toda la piel del cuerpo.

-Ahh, no… No digas mentiras, Ryuichi…- dejé mis manos a sendos lados de mis piernas, apoyándolas en el sillón y estrujando entre mis dedos la tela. –Tú… ahh… sólo piensas en tu trabajo, tus negocios y…-

-Y mis joyas bellas y hermosas.- Tomó mi mentón, obligándome a voltear hacia él.             –Ustedes ocupan la mayor parte de mi mundo. Si no fuera así, ¿entonces por qué habría de haber colocado a la entrada de mi sala un enorme retrato de los dos chicos más preciosos que jamás haya visto? ¿Por qué, si no fuera porque es lo primero que deseo mirar al llegar a casa, para que no me falten aun si no están debido a que salieron a cumplir con su deber?...-

       Aunque lo hubiera deseado, no habría podido replicar nada. Apenas acabó de hablar, el yakuza unió sus labios con los míos, y la sensación de impotencia –hasta entonces fingida- comenzó a ser verdadera. Había algo que me hacía sentir tremendamente turbado cada vez que Ryuichi se me acercaba más de lo debido, y que no era capaz de combatir. Sin embargo, aquella vez estaba muy consciente de lo que hacía, por lo cual no podía permitir que las cosas se salieran de control. Correspondí al beso con no demasiada determinación, manteniendo todavía mi postura rígida, mientras sentía los dedos de su mano contraria internarse bajo mi cabello.

-Mmmm… Sugizo… No tienes ni idea de lo mucho que me encantas…- su diestra resbaló de mi cuello hacia mi abdomen y pecho, los cuales comenzó a toquetear después de meter la mano bajo mi delgada y transparente camisa. –En verdad es un desperdicio que no la pasemos solos más seguido…-

       Dicho aquello, detecté que era el momento justo para cambiar el rumbo de la situación. Era entonces o nunca, pues si dejaba que las cosas avanzaran más, mis argumentos no serían válidos para nadie.

-Fue, querrás decir.- Cogí su mano y la retiré de sobre mi torso, mirándolo después. –Ya no hay nada que puedas hacer, pues le diste tu palabra a un hombre.-

       El mafioso de los ojos rasgados me miró atónito por unos segundos, trocando luego la expresión en su rostro por una de índole sardónica.

-¿De qué demonios estás hablando?- Al ver que mi semblante continuaba invariable, me tomó él de la muñeca, forzándome a que nuevamente me acercara más. –No me hagas reír, mi pequeño…-

-Es en serio, Ryuichi. Lo digo en serio.- Me mantuve firme a pesar del agarre, cosa que, junto a mis palabras, fue el detonante que lo sacó de quicio. –Ahora soy solamente de Hide.-

-¿¡Pero qué clase de idioteces estás diciendo!?- El yakuza se puso de pie y clavó sus insanos ojos en mí, provocando que un genuino escalofrío me cruzara el espinazo. Colocó las manos sobre su bragueta, desabrochándosela instantes después. –Tienes cinco segundos para comenzar a chupármela, si no quieres que te rompa la cara…-

       Empezaba a arrepentirme del plan que había forjado en mi desesperación, pero de no llevarlo hasta sus últimas consecuencias, jamás podría afirmar que lo intenté. Permanecí empecinado en mi argumento, convenciéndome a mí mismo de que no sería la primera vez que probaría los crueles y enfurecidos golpes de mi captor; y muy probablemente, tampoco la última. Insistí.

-No lo haré. Tú lo prometiste, dijiste que…-

-¡Me importa una mierda lo que haya dicho!- gritó el mayor, tomándome por el cabello con fuerza, para después azotarme en el pómulo con el puño cerrado. -¿¡Qué acaso no has escuchado cómo me revuelco con Inoran todas las noches, aun y cuando sea exclusivo del perro de Yoshiki!?- Tiró de mis mechones hasta hacer que me levantara, mirándome tomarme la mejilla con la mano y sollozar por el dolor que me producía el golpe. El miedo de que no se detuviera me embargó, haciendo que mis rodillas temblaran. –¡A mí nadie me prohíbe nada con mis putas, y si se mete conmigo a hacer negocios, tiene que aguantarse incluso si se me ocurre cogérmelas delante suyo!-

-¡Ryuichi, basta! ¡Detente! ¡Te lo suplico!-

       El chillido desesperado que rogaba por su piedad fue tan insólito para mí como para él, pues jamás antes –aunque me estuviera dando una tunda tal que no me permitiera levantarme en varios días- le había implorado nada. El miedo en mi cara debió haber sido patente y lastimero, pues la cólera del lunático pareció amainar un poco al mirarme.

-Vete. No te quiero ver más- espetó, soltándome con rudeza, a lo que volví a caer sentado en el sillón. Me levanté despacio y me alejé de él, dirigiéndome hacia mi cuarto.

-Yune…-

       Me detuve y lo miré en silencio, todavía sintiendo el escozor de su puño en mi mejilla roja e hinchada. Él mantuvo su mirada perdida en el horizonte mientras hablaba.

-Confío en que eres lo suficientemente inteligente como para no enamorarte de tu cliente ni propiciar que él se enamore de ti.- Se volteó entonces de forma inesperada, mirándome de una manera tal que no pude identificar con certeza qué la motivaba. Se podía detectar un dejo de odio en sus ojos, combinado a la vez con amenaza y rabia. –En todo caso, lo primero es lo único que me importa. Te lo digo porque si llegara a suceder, me temo que los encuentros forzosos que has tenido con mis puños hasta ahora no son ni la centésima parte de lo que puede hacer mi enojo… Y agregar a mi larga lista dos cadáveres más es como un juego de niños para mí…-

Notas finales:

Vampire's talk de Luna Sea es toda una maravillosa sinfonía digna de ser preámbulo de la terrible locura de Ryuichi; como también resultarán otras canciones en su momento. Si tienen oportunidad, escúchenla...


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