Ville saltó del trineo con su cachorro de lobo en brazos. Lo había encontrado en el bosque, mientras ayudaba a su papá a reconstruir la casa: Jarmo arrancaba los arboles de cuajo y los ataba enteros para construir las paredes y Ville buscaba musgo para las junturas. Jarmo liberó a los renos, que se adentraron en el bosque. Aunque los arboles se perdían de vista, cada vez más espesos y oscuros Jarmo no se preocupó. Eran de su familia, al igual que los lagos, la montaña y parte de la bahía. Bajó del trineo los regalos que llevaba para sus hermanas.
-¡Eelisa, Elsillä!
Las abrazó y entregó a cada una un paquete de cosas escogidas por Juha y Miko en el gran bazar de Bizancio: los donceles saltaron al rescate al ver que Jarmo estaba escogiéndoles un afilada hacha a cada una.
-¡Gracias hermano, son hermosas! – les brillaban los ojos al desplegar las brillantes telas de colores vivos de sus vestidos.
-Y hay algo más – sonriendo, sacó el cráneo del tipo que había metido a Juha en un saco y se lo dio a Eelisa - ¡brindemos!
-¡Brindemos!
Al oír que había brindis el viejo Nygard se acercó. Ese si ya era viejo, con la barba blanca y una panza abultada sobre el cinturón, cosa que previno a Miko sobre los riesgos de dejar comer a su marido toda la mantequilla que quisiera.
-¡Brindemos! – ya estaba achispado, pero bueno, una fiesta no se consideraba exitosa si al final de la misma los asistentes podían irse por su propio pie, y la que estaba en curso no era una fiesta cualquiera sino la fiesta por el rescate y bodas de Juha y Miko - ¡Por el hermoso nuero que me has dado Jarmo!
El viejo estaba encantado con el esposo de su hijo. Mathias llegó temiendo que papá lo regañara por no haber actuado con la rectitud que ser capitán de la guardia varega reclamaba, pero papá estuvo encantado con la historia: “¡Jajaja! ¡Le birlaste la esposa al sultán hijo, muy bien hecho! Eres un vikingazo, nadie, nunca, le había robado una esposa al sultán, viejo tacaño.” (Quizá, desde el paraíso de las huríes, el sultán anterior observara las desventajas de no aumentar el sueldo de sus mercenarios.)
Al oír que hablaban de él, Miko se acercó: le encantaba que lo hermosearan, y más cuando lucia esplendido, con su traje de seda, sus babuchas de punta retorcida y su marido al brazo.
-¡Por Miko! – brindaron – Y por mi primer nieto. – añadió Jarmo, mirando con cariño la panza de su hijo, aunque apenas se le notaba.
Miko hizo pucherito: él no quería embarazarse tan pronto pero el tonto de Mathias lo preñó a pesar de las pociones que el tomaba. Ni modo: perdería su cintura (provisionalmente) pero le saldrían bubis (provisionalmente).
Como el viejo Nygard también había ido de pesca el banquete era a base de pescado. Para Juha, que se había aficionado a las delicias orientales y además estaba ya en la época de los antojos (ellos no habían querido perder tiempo y su vientre se redondeaba un mes más que el de Miko), había un panal de miel y pastelillos de frutos secos, de los cuales se había traído un tonel de Bizancio y que, cuando se terminara, iba a significar la apertura de una ruta comercial Oulu-Bizancio para aprovisionarlo: Marco había pensado en exportar hielo (¿qué otra cosa había?) e importar la comida de Juha.
El negocio del hielo se veía prometedor, pues, aparentemente, el nuevo favorito del sultán había sido convencido mediante una notita introducida por la guardia varega de que el secreto de una piel nacaradamente blanca era la nieve finlandesa.
-Brindemos también por mi esposo – propuso Marco, quien lucía tan radiante como Juha y lo colmaba de atenciones, emocionado por la perspectiva de su primer hijo - ¡Nunca hubiera imaginado que el matrimonio fuera algo tan bueno!
-A la vejez viruelas – Miko aprovechó la oleada de chanzas que provocó el viejo solterón empedernido con su conversión.
-¿Qué dijiste cuñadito? – lo encaró poniendo su famosa cara de loco.
-¿Qué, ya no oyes ancianito? Tío, consíguele un cuerno a tu marido para que oiga.
Juha le sacó la lengua.
-Mi marido oye perfectamente. Y besa. – le echó los brazos al cuello.
-Y abrazo. – continuó Marco estrechando a Juha – Y hago a la perfección un montón de cosas más. El día que quieras le doy una lección a tu cachorro. – señaló con la cabeza a Mathias.
-A Mathias solo le doy lecciones yo. - ¡Y qué lecciones!
-Pero yo siempre he querido que Marco me dé lecciones de música… - dijo Mathias con su tonito lindo.
-¡No! En el harén del sultán me enseñaron de todo.
-No lo dudo. – le dijo Marco.
-A mi tío también. Y bien que te aprovecha.
Marco silbó.
-De la que me salve. – se dirigió a Juha – Tu sobrino es un tirano. Un esposo mandón.
-Pobre de Mathias – dijo Juha mirándolo – Si lo dejan solito con Miko se lo va a comer. –Miko sonrió malicioso: ya se lo había comido – Menos mal que a Mathias le gusta.
-Pues sí. – dijo Mathias juntando sus manitas.
-Que mal gusto. – a Marco le gustaba provocar a Miko.
-Tú deberías agradecer el mal gusto de mi tío.
-¡Oh! – exclamó Juha – No empiecen de nuevo.
Al día siguiente de la boda Juha había ido muy contrito a ofrecerle disculpas a Miko por robarle a Marco, y este, luego de aceptarlas junto con una pulsera del traje de odalisca le confesó que se lo agradecía, pues Marco nunca le había gustado (o, como Juha sospechó, no le gustaba la imposición) y él le había ganado a Mathias, a quien en un principio le gustaba él (Juha).
Jarmo y el viejo Nygard, que habían permanecido cuchicheando, un tanto apartados, se dirigieron a la fogata donde se asaba un jugoso cerdo e hicieron chocar las espadas con los escudos para llamar la atención.
-Queremos anunciarles otra noticia dichosa – el vozarrón de Jarmo resonaba hasta el bosque – Nygard y yo hemos decidido comprometer en matrimonio a nuestro primer nieto – señalaron a Mathias y Miko, completamente helados – con mi primer sobrino - señaló a Marco y Juha, en shock – siempre y cuando no sean del mismo género.
Los invitados a la fiesta aplaudieron rabiosamente. Pero los padres de los futuros prometidos protestaron.
-¡Papá no puedes hacer eso! – Miko pateaba el suelo.
-¡Jarmo esta vez ni siquiera te he dado mi consentimiento! – reclamó Marco.
-¡Los compromisos tan anticipados no salen bien! – advirtió Juha.
-Además los bebés van a ser sobrino y tío segundos. – protestó Mathias.
Pero Jarmo y el viejo ni los pelaron.
-Vittu perkele! – dijo Juha – Si entre nosotros que solo pasaba que mi sobrino estaba comprometido con el varón que yo amaba llegamos en este entuerto hasta Bizancio, ¿A dónde van a llegar mi pobre hijo y sobrino-nieto?
-Hasta China. – dijo Miko, mirando a los hombres chocar sus tarros de madera para celebrar el compromiso que acababan de pactar.
Fin
Nezal,
Octubre del 2012