Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tan sencillo como los tulipanes amarillos por Kyasurin W

[Reviews - 149]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lo acabo de terminar, lo revisé una vez y si tiene algunos errores, más tarde los corrijo >.< tuve unas crisis de inspiración estos días q.q

 

Sebastián me ha avisado que Sandy viene a pasar la tarde con nosotros, estoy algo emocionado, es una chica agradable. En cuanto a Sebastián, se ha estado portado muy acomedido conmigo.

Tengo la pajilla que compartimos guardada en mi mesita de noche, suena algo psicópata pero siento como si tuviera una partecita de él.

También ha terminado con la antipática de su novia, esa mujer que tiene cara de ratón. No me hace feliz la desgracia ajena –al menos para ella- pero, se lo merecía, no es digna de estar con alguien como Sebastián. Aunque las noticias no son del todo buenas, me ha dicho que le gusta otra persona. Sólo espero que si él pudiese a llegar a estar con ella, sea una buena chica.

Miré mis dos elecciones de camisas para ponerme hoy, estaba indeciso, con cual me vería mejor, o ¿cuál le agradaría más a él? Me cansé de tanto revoloteo y me quedé con la camiseta a cuadros azules, unos pantalones negros y tenis. No es como si fuera algo formal, sólo estaré en casa.

Me vestí y me peiné el cabello, si lo acomodaba hacia abajo me cubría los ojos. Necesitaba un corte ya. Así que opté por poner el flequillo de lado.

Salí de la habitación, y fui hasta el living, donde me encontré con Sebastián. Lucía tan atractivo con ese suéter pegado que dejaba ver su atlético cuerpo a través de la tela. No es como si fuera un chico musculoso pero su cuerpo estaba bien tonificado, al menos eso pude notar.

-Te ves bien.  —Me examinó con la mirada.

Me sonrojé. Antes de que pudiera decir algo el timbre sonó.

-Yo abro. —Avisó Sebastián mientras se dirigía a la puerta.

-¡Hermanito!

Oí aquella voz infantil en la puerta.

-¡Andyyyy! —Sandy se acercó a mí, dándome un beso en la mejilla.

-Hola, Sandy. —Le sonreí.

-¡Te ves muy lindo! ¿Verdad, Sebastián?

-Claro. —Sonrió. Mi vergüenza aumentó— ¿Qué llevas ahí? —Le quito a Sandy la bolsa de plástico que llevaba en la mano.

-Es helado. ¿Tienes galletas? —Nos miró a ambos.

-E-eh… no. Esas son cosas de niños. —Arrugó la frente.

-Uy, señor adulto. ¡Quiero galletas! —Sandy hizo un puchero y Sebastián sólo rodó los ojos.

-Vale, vale. Ahora vuelvo.

Tomó sus llaves y salió del apartamento.

-Y bieeeeeeeen. —Sandy se acercó,  clavó los ojos en mí, de la misma forma que hacía su hermano—A ti te gusta, Sebastián, ¿verdad?

La miré completamente helado, sentí mis mejillas arder junto con mi nariz, mi frente y todo mi rostro, hasta las orejas. Bajé el rostro. No sabía que decir, ¿tan obvio me veía? Ay, ¿eso significa que Sebastián también se ha dado cuenta?

-¿P-por qué piensas e-eso? —Balbuceé.

-Se te nota a mil kilómetros de distancia, ¿sabes? Ahora que te hablé de él, tus ojos emitieron un brillo especial, te pusiste todo rojo y apenas puedes hablar. Si no te gustara, ¿por qué te pones así?

-Y-yo… yo no quería. Lo siento. —Sentía un nudo formándose en mi garganta. ¿De verdad me veía así?

-¿Por qué te disculpas? No es como si fuera algo malo. Él ya me ha dicho que terminó con la tonta de Luciana, no me dio razones, pero… creo que tú le gustas.

-¿Yo? P-pero… él…

-Dime, ¿tú lo quieres de verdad? —Me interrumpió.

-Sí… —Dije con un hilo de voz y en ese momento se abrió la puerta.

Sebastián entró con varios paquetes de galletas en la mano y los colocó en frente de Sandy. Yo seguía cabizbajo, no quería que me viera así.

-Ahí están tus galletitas.

-Gracias, hermanito. Voy a comer unas cuantas… ustedes sirvan el helado. —Observé una sonrisa de su parte dirigida a mí, mientras se retiraba.

-¡No comas muchas! —Le reprendió antes de que su hermana se fuera a sentar a ver la televisión.

Tomé el bote de helado y lo llevé a la cocina, sentí la presencia de él detrás de mí, no le hice mucho caso. Si de verdad se me notaba tanto como me gustaba no quería que me viera y lo descubriera, en caso de que no lo supiera aún.

Abrió las alacenas de madera y sacó tres pequeñas copas de ella, eran iguales a la que usé la otra vez. Evité todo contacto visual con él, miré en los cajones buscando una cuchara para helado, a pesar de no querer mirarlo yo sentía sus ojos sobre mí.

-¿Estás bien? —Sentí su mano deslizarse por mí antebrazo desnudo. Esa suave fracción me resultó tan placentera.

-S-sí. —Saqué la cuchara por fin y abrí el bote, hundiéndola en este, comencé a formar bolas de helado.

-Quiero que me mires.

Levanté mi vista cuidadosamente, no sabía cómo lucía en esos instantes.

-¿Qué te sucede? —Se notaba un tono de preocupación en su interrogante. Él preocupado por mí— ¿Sandra te hizo algo?

-No. Claro que no.

Y era verdad, ella no hizo nada más que decirme lo que yo sentía pero que me costaba asimilar todavía. Lo único que sentía era miedo, miedo de que él se diera cuenta y se alejara de mí, justo ahora cuando las cosas comenzaban a funcionar, no quería que se fuera todo al caño. Pero si Sandy fue capaz de darse cuenta que a mí me gustaba Sebastián significa que cuando dijo que yo le gustaba a él, ¿también era verdad?

-En serio. No pasó nada. —Traté de justificarme y levanté las comisuras de mis labios, tratando de sonreír.

Él sólo suspiró y me ayudó a terminar de servir el helado.

Salimos a la sala con las copas en manos. La castaña se levantó rápidamente del sofá y le arrebató una copa a su hermano.

-Hey… nosotros también queremos galletas.

-¡Les dejé unas cuantas, vengan! —Salió corriendo hasta el sofá, sentándose en una esquina, más pegado al brazo del sillón.  Lo que nos obligaba a Sebastián y a mí  estar uno al lado del otro.

Nos sentamos en el sofá, yo quedé en medio de los dos. Sebastián y Sandy no tardaron en pelearse por el control remoto del televisor, parecían niños pequeños, ambos me pedían que los ayudara, y yo simplemente me reía.

Después de un rato se pusieron de acuerdo para ver un programa que les gustara a los dos, yo no veía mucha televisión antes de venir a vivir a la ciudad, mi mamá siempre me decía que era malo pasarse todo el día pegado al aparatejo ese,  por lo que a mí me daba igual que programa escogían.

Platicamos sobre cosas comunes y nos reímos bastante. Por un par de horas me olvidé de la aflicción que sentía. Los tres nos llevábamos bien. Pasado un rato Sandy aviso que tenía que irse, sin darme cuenta ya estaba anocheciendo. Sebastián le ofreció quedarse esta noche, pero ella lo rechazó, dijo que tenía una pijamada con sus amigas.

Estábamos en el umbral de la puerta listos para despedirnos de ella.

-Te llevo a casa. —Sugirió Sebastián.

-No hace falta, papá me dijo que en cinco minutos viene. Tengo prisa, aún no he hecho mi maleta para ir a casa de Caro. Nos vemos. —Se abrazó a Sebastián colgándose de su cuello, le dijo un par de cosas y luego se dirigió hacia mí, abrazándome de la misma forma, le correspondí el apretón rodeándola de la cintura.

-Te apoyaré en todo con mi hermano.  —Murmuró cerca de mi oído.

Me sorprendí, no le dije nada y solo la abracé más fuerte. Acababa de conseguir la aprobación de un miembro de su familia.

-Ya, ya. Guarda esos abrazos para mí. —Interrumpió, apartando a su hermana de mí.

-Tranquilo, hermanito. Estoy segura que Andy tiene muchos abrazos guardados para ti.

Me ruboricé.

-¡Oye! Y-yo me refería a ti… —Refutó Sebastián en el momento que Sandy cerró la puerta—Lo siento, ya sabes como es. —Llevo una mano a su cuello, disculpándose.

-No hay problema.  —Sonreí tímidamente.

-¿Tu no trabajabas hoy?

-Sí, pero, cambié mis días libres a los sábados. Fue un poco difícil porque esos días es cuando más atareado está el restaurant, pero me funciona más tener un fin de semana libre. Aunque igual, mañana trabajo.

-Ya veo. Entonces, yo... me voy a dormir, quedé bastante cansado.

-Buenas noches, Sebas.

-Buenas noches, Andy. —Se acercó a mí y dejó un pequeño beso en mi mejilla antes de irse.

El lugar donde tocó con sus suaves labios se comenzó a calentar rápidamente, y algo se revolvió en mi estómago, haciéndome sonreír involuntariamente.

Me fui a mi habitación dando pequeños brincos de alegría. Qué día tan bueno, si ojalá fuera así todo los días, si tan sólo pudiera sentirme así de feliz siempre.

Me cambié y me lavé los dientes, esa sonrisa no se borró de mi rostro en ningún momento. Me metí a la cama y caí en un abismal sueño.

*          *        *

-Lleva esto a la mesa cinco, por favor.

Asentí y tomé los platillos, llevándolos a la mesa. Al terminar, me recargué contra la pared a esperar que saliera la siguiente orden. Los pies me dolían y pesaban, me costaba trabajo caminar.

-¡Gabriel! ¿Qué te pasó? —Tomé su rostro entre mis manos, su mejilla y su labio estaban rojos, como si alguien lo hubiese golpeado horriblemente.

-Nada. —Retiró mis manos, haciendo un gesto de dolor y arrugó su frente— Voy a cambiarme. —Avisó y se retiró.

¿Qué le sucede? ¿Le hice algo? De otra forma, no encuentro una razón para que se comporte tan distante conmigo. Genial, cuando Sebastián es agradable, Gabriel es  borde, supongo que no se puede tener todo.

La atmosfera entre nosotros dos durante toda la jornada de trabajo estuvo tensa y él me ignoraba por completo. Yo trataba de no prestarle atención, quería hacerle pensar que me tenía sin cuidado lo que hiciera, de esa manera él me hablaría, pero no fue así, seguía prescindiendo de mí y a él de verdad no le importaba.

Al final me resigné y no me atreví ni a despedirme de él.

Salí del restaurante, encontrándome con pequeños copos de nieve cayendo del cielo  que se derretían al tocar el suelo. A medida que avanzaba hacia la parada de autobús, la nieve se fue haciendo más densa, y se acumulaba en pequeñas esquinas y montoncitos en el suelo. Estaba a punto de sentarme en la banca de concreto cuando fui sorprendido por una mujer.

-¡Imbécil!

Estaba atónito. Mi mejilla comenzó a picar del ardor por la cachetada que recibí.

-Más te vale que te vayas bajando de tu nube si crees que puedes arrancar a Sebastián de mi lado. Él y yo estuvimos juntos por muchos años, lo conozco de casi toda mi vida. Cosa que tú no. No sabes ni una milésima parte de lo que yo sé de él. Y sí, quizá tú le gustes ahora, pero escúchame bien, ni creas que te llegará a querer, no eres más que algo pasajero para él y cuando eso pase, él vendrá a mí de nuevo.

-¿Qué te pasa, Luciana? No vengas a echarme la culpa a mí de tus desgracias. Si Sebastián te dejó fue por algo, ¿no? No sé qué odio agarraste contra mí, yo traté de ser amable y llevarme bien contigo pero eres más odiosa que nada y lo que pase entre él y yo, es cosa nuestra, métete en tus jodidos asuntos.  

¿Yo dije eso? Ella levantó su brazo nuevamente para volverme a pegar, pero la detuve antes de que pudiera tocar mi cara. Sentí una luz repentina hacia nosotros, volteé a todos lados pero nadie parecía prestarnos atención. La solté y ella se hizo hacia atrás.

-No sé cómo puedes decir que me meta en mis asuntos, si tú fuiste el que te metiste en donde no te llamaban. Desde que llegaste todo se arruinó, ¿no te das cuenta que no tienes nada que hacer aquí? Has venido a echar todo a perder, no vales la pena, vuelve de donde viniste. —Me tiró una mirada despectiva de arriba a abajo—No eres más que un mugriento mesero.

Me quedé callado mientras observaba como se iba.

 Tenía razón, yo no conocía a Sebastián como ella, yo no tenía la seguridad que él no se está burlando de mí, y una parte en mi interior sabía perfectamente que él no me podía llegar a quererme, no de la forma que yo esperaba. Yo vine a estudiar, no quería encontrarme con él, no quería conocer a esa mujer, no quería ir a la misma universidad, pero pasó y no puedo hacer nada contra eso y si me decido a sacarlo completamente de mi vida y reprimir mis sentimientos no sé si eso me ayudará, tampoco sé si me sentiré mejor si me declaro a él.

Me trata bien, ya no está con nadie, y es el prototipo de hombre que toda mujer bonita desea, pero yo no soy una mujer y él no es perfecto, como todo mundo cree. Puede ser malhumorado, cortante, pesado, algo extraño en ocasiones, bastante alegre, encantador y cortés cuando quiere y con todo eso yo lo quiero si necesidad de una razón. Pero, ¿por qué todos me dicen que yo le gusto? Estoy comenzando a creérmelo, no quiero que me lastimen, no quiero arriesgarme por algo que puede ser efímero, no quiero esperar algo que nunca voy a tener, no quiero sentirme igual que hace nueve años.

Notas finales:

Amo sus reviews, no sean tacaños con eso(?)

¡Muchas gracias por su apoyo! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).