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Cuando los sueños se hacen realidad por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hola!!!

Aqui dejo el tercer capitulo. Les aviso que estoy subiendo 2 capitulos semanales, los jueves y los domingo

Quiero agradecer a Luchyy chan y BlueLightofMoon por sus comentarios y seguir mi trabajo =)

Espero que les guste

 

 

Capítulo 3: Un Amor Imposible

 

 

 

Esa fue la primera noche que soñé con él, la primera de muchas. Veía sus vivaces y extraños ojos mirándome con intensidad, con pasión, con lujuria.

 

Me desperté sobresaltado aun por el sueño que había tenido, no lo lograba comprender. Nunca había tenido ese tipo de sueños con nadie y nunca me imaginé teniéndolos con un hombre. Me sentía tan frustrado, incapaz de comprenderme a mí mismo.

 

La noche era tibia, a pesar de ser otoño y la sensación en el ambiente era hasta asfixiante, o tal vez era yo quien me sentía así, producto del sueño del que acaba de despertar, producto de la intensidad de las sensaciones que aun invadían mi cuerpo, negándose a marchar, aun cuando mi voluntad así lo exigía.

 

Este sueño me había enseñado algo: yo estaba indebidamente interesado en ese muchacho. Interesado porque no había podido parar de pensar en él desde el instante en que mis ojos se posaron en su persona, e indebidamente, ya que eso no podía ser. No estaba seguro de que esto fuera amor. Pero, si lo era, no se trataba más que de un amor imposible.

 

Después de todo, era imposible que alguien como él, pusiera sus ojos en alguien como yo. Soy el típico libra triste, sensible e insatisfecho.

 

Una vez leí en algún libro del cual no recuerdo el nombre, que las personas frías, aquellas a las que parece que no les importa nada, son las que guardan un mundo de sentimientos. Ahora me sentía extrañamente identificado con aquella frase. Yo que siempre he sido excesivamente severo conmigo mismo, anteponiendo el deber y el orgullo, esmerándome cada día por ser alguien racional, por mantenerme sereno y tranquilo, ahora sentía que mis sentimientos formaban un remolino en mi interior, como el preludio de una tormenta que está por desatarse.

 

 

 

No sabes cómo necesito tu voz;

 

necesito tus miradas

 

aquellas palabras que siempre me llenaban,

 

necesito tu paz interior;

 

necesito la luz de tus labios

 

! Ya no puedo... seguir así !

 

...Ya... No puedo

 

mi mente no quiere pensar

 

no puede pensar nada más que en ti.

 

(Mario Benedetti)

 

 

 

Suspiré con fuerza mientras sujetaba mi cabeza con ambas manos y me dejaba caer de espaldas en la cama, estaba tapado hasta la cintura, pero decidí levantarme y bajar, me encontraba aturdido por mis propios pensamientos. Bajé a la cocina, donde me preparé un vaso de leche tibia, de seguro aquello me ayudaría a dormir mejor. En efecto, pude sentir de inmediato la sensación de relajo que provocaba en mi cuerpo aquel espeso líquido, el sueño volvió a mí y mis miembros se hacían pesados lentamente. Regresé a mi habitación, dispuesto a continuar durmiendo, después de todo, mañana era lunes, tenía materias exigentes ese día, a lo que se sumaba el entrenamiento matutino en el club. Al menos eso tenía un lado bueno, me mantendrían distraído. Me quité la camiseta que usaba para dormir, quedando sólo con el holgado pantalón de algodón y me metí a la cama.

 

A la mañana siguiente, desperté muy temprano como de costumbre. En mi rutina diaria mi primera actividad es el entrenamiento personal, realicé estiramientos y luego algo de pesas, ya que es absolutamente primordial para un deportista mantener una condición física excelente, luego de eso fui a la ducha y bajé a tomar desayuno. Me senté a la mesa con mi abuelo, mi madre y mi padre como todos los días, conversamos del Torneo, de la eliminación del equipo este año, del colegio. Charlé con ellos, pero algo fue diferente esta vez, por algún motivo me sentía exasperado con la trivialidad de sus palabras ¿Es que acaso no podían ver que eso no me interesaba? ¿Es que acaso no podían ver que yo tenía otras necesidades? ¿Es que acaso no eran conscientes de que había algo que me carcomía por dentro?

 

No era que yo no sintiera nada, era sólo que me costaba mucho poder expresar lo que me pasaba, poder exteriorizarlo, tal vez se debe a que en el fondo soy alguien extremadamente sensible, alguien que se deja afectar fácilmente por situaciones que a los demás les parecerían triviales. Por eso, prefería encerrarme en mi mismo a dejar que todos pudieran ver mi interior, mis sentimientos, mi debilidad. Prefería no hacerme ningún tipo de expectativa con nada, para evitarme así el daño de la desilusión. Pero todo eso generó que me transformara en una persona incomprendida.

 

No pude evitar sentir que era algo que me merecía, me había cerrado tanto en mí mismo, que ahora hasta mi propia familia no podía entenderme, era un extraño dentro de mi propia casa. O al menos esa fue mi impresión en ese momento, sin embargo, nada de esto se reflejó en mi rostro y mi conversación se oyó como siempre. En Seigaku las cosas fueron igual, nadie pudo sentir ningún cambio en mí, y si lo hicieron, nadie dijo nada.

 

Pero eso no era verdad, no era igual, yo ya no era el mismo. En mi corazón crecían en igual proporción la mezquindad y la frustración. Todo gracias a cierta persona que llegó un día a mi vida, despertando cosas que yo mismo desconocía que pudiera sentir, y se había marchado tan rápido como llegó, dejándome preso en los recuerdos. Quise transformar la nostalgia en tristeza, los recuerdos en soledad, así ya no habría ni nostalgia ni recuerdos, así ya no habría más dolor.

 

Los días después de ese encuentro inesperado, transcurrieron dolorosamente lento, los días se transformaron en semanas y las semanas en meses. Aunque parecía que todo era igual, que había vuelto a mi tediosa rutina diaria, era todo una ilusión. Había quedado prendado de su mirada y en mi vida ya no había paz.

 

________________________________________________________________________

 

Tres meses y ocho días después de conocerlo, tuve que ir a la tienda de artículos de tenis. Necesitaba cambiar mi raqueta y sólo había una tienda en todo Tokio donde los precios eran muy convenientes y además vendían mi marca favorita: Mizuno. La tienda se encontraba relativamente cerca de la escuela, por lo que los miembros de Seigaku éramos clientes habituales y recibíamos un trato preferencial, llámese descuento.

 

Entré a la tienda y me dirigí inmediatamente a la sección de raquetas. Ese día no me sentía particularmente bien, la melancolía había logrado instalarse en mi alma, por lo que me sentía jodidamente triste.

 

-Vaya… Te ves muy mal-

 

Esa voz me descolocó por completo, me giré hacia mi izquierda aun con un gesto de asombro en el rostro y lo vi afirmado en una de las repisas, sonriendo de lado, en un gesto de completa autosuficiencia.

 

-Atobe Keigo- fue lo único que pude articular.

 

No podía salir aun del shock que me había provocado verlo ahí, el culpable de todos mis pesares, mirándome acusadoramente, como si él no tuviera nada que ver con mi aspecto terrible.

 

-No recuerdo haberte dicho mi nombre. Aunque no es de extrañar que lo sepas, después de todo, la fama del gran Ore-sama es inmensa-

 

-…-

 

¿Se refería a sí mismo en tercera persona? Mi primera impresión sobre él era completamente acertada, el muchacho era un narcisista sin remedio ¿Es que acaso algún día pararía de impresionarme? Ahora estaba 100% seguro, nunca en mi vida había conocido a alguien ni remotamente parecido a él.

 

-Y bien… ¿Qué te pasa?- preguntó

 

-No te voy a contar mis problemas personales, a penas te conozco- respondí

 

-Eso se puede remediar muy rápido. Sólo tenemos que conocernos- habló en un tono de voz más confidencial y cercano, que hasta podría haber catalogado como coqueto, lo cual me descolocó aún más.

 

-¿Qué?- pregunté impactado.

 

-jajaja deberías ver la expresión de terror en tu cara- dijo completamente divertido.

 

-Kei ya hice mi compra ¿nos vamos?- la pregunta fue hecha por un joven de cabello castaño lacio y largo, no recordaba haberlo visto en los partidos que jugamos, por lo que no debía ser un titular.

 

-Claro Taki- respondió mientras se volteaba a ver al muchacho que acaba de llegar.

 

-Tú ¿eres el jugador de Seigaku?- la pregunta ahora la dirigió a mí mientras rodeaba la cintura de Atobe con su brazo derecho.

 

-Sí, él es Tezuka Kunimitsu, vice capitán de Seigaku. Tezuka él es Taki Haginosuke, miembro de Hyotei- Atobe fue quien se encargó de hacer la presentación.

 

-Mucho gusto- contesté de la manera más cortes que pude, ya que me comenzaba a exasperar la cercanía y confianza que tenía ese muchacho con Atobe.

 

-Hola… Bueno ¿nos vamos?- dijo mientras miraba a Atobe y me ignoraba olímpicamente.

 

Creo que instintivamente fruncí el ceño en respuesta a la actitud de ese joven. Al parecer la arrogancia era un prerrequisito para poder matricularse en Hyotei Gakuen.

 

Atobe deshizo el agarre del joven y me miró.

 

-Espero que estés bien- dijo mientras posaba su mano derecha en mi hombro y sonreía. Luego de eso se marchó, sin darme tiempo de decir nada.

 

Ese fue el gesto más confidencial que había recibido en mucho tiempo, el que me dejó hundido en el asombro total. Tal vez me estaba engañando a mí mismo, pero parecía que había una real preocupación. No, definitivamente me estaba engañando a mí mismo ¿Por qué él se preocuparía por mí? Yo era un extraño, alguien que le causó interés tenístico, nada más, ese era un hecho que debía aprender a aceptar. Era mejor no hacerme falsas ilusiones.

 

Aun así, no dejó de sorprenderme la facilidad que él tenía para leerme, como si ante él, yo, alguien reconocido por mi indiferencia, fuera un libro abierto. Era tan fácil para él saber lo que me pasaba, lo había sido desde el primer instante. Fue ahí cuando entendí que yo estaba hecho para él.

 

Comprendí que necesitaba verlo, aunque sea a lo lejos, pero verlo. Podrían quitarme el sueño, pero nunca podrían quitarme las ganas de seguir soñando. La vida podía golpearme duro por mi osadía, podía demostrarme que era imposible tratar de alcanzarlo, porque nosotros éramos tan distintos, como si perteneciéramos a dos mundos completamente diferentes, pero nunca podría parar de anhelar estar con él. Aunque fuera un amor imposible, aunque fuera un amor doloroso, al fin y al cabo seguía siendo amor.

 

Me sentía como un adicto, un adicto de sus ojos, de su presencia, de sus palabras, de todo lo que de él emanaba. Necesitarlo era inevitable, pensar en él era como respirar, un hecho imposible de evadir. Sentía que este amor me estaba matando a la vez que me hacía vivir.

 

________________________________________________________________________

 

Meses después, llegó el momento de celebrar el Torneo Nacional, por lo que decidí ir a ver los partidos. Fuimos varios amigos de Seigaku, gente que era de segundo y por lo tanto no eran titulares aun, pero que tenían mucho potencial a futuro, hablo de Fuji, Oishi e Inui. La razón de nuestra asistencia era poder observar a los equipos que participaban, estudiar su fuerza y potencial como equipos, esperando que nos sirviera a nosotros mismos en un futuro. Aunque no puedo decir que ese fue mi único interés para ir al Torneo, ni mucho menos puedo decir que era el interés principal. Por supuesto, yo había ido para ver a Atobe.

 

Hyotei había pasado a los Nacionales, por lo que ahora debían jugar sus cartas si querían  llegar a la final. Yo asistí a todos los partidos que jugaron, pero lamentablemente quedaron como sub-campeones tras su encuentro con Rikkaidai Fuzoku, quienes ganaron el campeonato por segundo año consecutivo.

 

Había ido con la intensión de verle, y mi intención era sólo esa: verle. No tenía pensado acercarme a él, ni mucho menos aun hablarle. Sin embargo, al ver la desilusión reflejada en esos ojos que siempre muestran seguridad, me sentí tentado a acercarme. Quería darle alguna palabra de aliento, tratar de consolarlo, como él había hecho conmigo en la tienda, pero ¿qué le podría decir yo? Francamente, no soy alguien que posea el don de la palabra, ni menos aún sirvo para tratar de consolar a alguien, no soy una persona precisamente cálida, eso lo sé bien.

 

Me encontraba en la parte superior de las gradas, estaba sentado mirando hacia abajo, mirándolo a él. Mis compañeros habían bajado con la intensión de marcharse, a excepción de Oishi que me estaba esperando sentado a mi lado. Yo era consciente de eso, pero no quería marcharme aun, quería aprovechar cada segundo que tenía para verlo. Lo vi salir de la cancha con la mirada perdida, dirigiéndose a la salida, se pasó una mano por el cabello mientras su rostro reflejaba una expresión de cansancio, más emocional que físico. Aunque se había echado el cabello hacia atrás, despejando su frente, éste regresó porfiadamente a caer sobre sus cienes, moviéndose rítmicamente al son de sus pasos. Entonces, paró su caminar en seco y miró hacia arriba, me miró a mí.

 

¿Acaso se había dado cuenta de mi presencia? No supe qué hacer. No sabía si bajar y hablarle, o hacerme el desentendido. Me sentía realmente nervioso. Pero en ese momento él hizo algo completamente inesperado -aunque si lo pensaba bien, todo lo que él hacía me resultaba inesperado- dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria.

 

Justo en ese momento su paso fue cortado por el muchacho que le acompañaba el día que lo vi en la tienda, intercambiaron palabras por unos segundos y luego Atobe siguió su camino y comenzó a subir por las gradas, mientras el muchacho castaño me miraba directamente a los ojos con una expresión de preocupación en el rostro. Oishi por su parte, se puso de pie y decidió marcharse, obviamente había entendido que yo prefería quedarme a solas con Atobe, y me lanzó una mirada encubridora mientras bajaba.

 

Ahora sí que no sabía qué hacer. Atobe se quedó de pie frente a mí, un peldaño más abajo, por lo que nuestras miradas quedaban casi a la misma altura. Llevaba sus manos en los bolsillos de los short y la cremallera de su polerón estaba abierta. Su expresión ahora era distinta, ya no se veía afectado por la derrota, más bien parecía estar animado por algo.

 

-Viniste a ver al gran Ore-sama… ah?-

 

Dios!!! Qué egocéntrico era. Sentí unas ganas inmensas de reír frente a su tan apropiado comentario. Claro que tenía razón, yo lo había ido a ver a él, porque desde que lo conocí no podía ver a nadie más que a él.

 

 

 

Debo fingir que hay otros. Es mentira.

 

Sólo tú eres. Tú, mi desventura

 

y mi ventura, inagotable y pura.

 

(José Luis Borges)

 

 

 

Obviamente no podía decirle eso, por lo que permanecí en silencio. Atobe se limitó a suspirar pesadamente mientras tomaba asiento a mi lado, acto que me sorprendió aún más.

 

-Es una lástima que hayas venido para ver esta humillación. Creo que después de esto no te quedaran ganas de jugar conmigo- dijo con pesar en su voz.

 

-Jugaste muy bien. No fue tu culpa la derrota- dije

 

-Realmente lo dudo- dijo mientras inclinaba su cuerpo hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.

 

-Te das cuenta que este Torneo es en equipos ¿verdad?- pregunté mirando hacia el frente, o más bien, evitando mirarlo a él.

 

-Tch se supone que el irónico aquí soy yo- dijo mientras se voleaba a mirarme con expresión desafiante.

 

Era maravilloso, cada palabra que salía de su boca provocaba un sin fin de sensaciones en mí, cosas que no había sentido antes y que nunca creí sentir: tristeza al verlo desilusionado, alegría al escucharlo hablar, nerviosismo al tenerlo tan cerca, ilusión al verlo acercarse a mí, diversión por su forma de ser. 

 

-¿Y tú… ya solucionaste tu problema?- preguntó

 

-Más bien a prendí a vivir con el- la verdad es que esa era la mejor de las condenas. Sólo por la dicha de tenerlo cerca aunque sea unos minutos, podía soportar dichoso toda una vida sin verlo.

 

Me volteé a verlo, él no había apartado su mirada de mí, por lo que quedamos mirándonos directamente a los ojos. Sentí como si un millón de hormigas caminaran por mi cuerpo y mi corazón comenzó a latir más rápido. Tragué saliva y creo que me mordí el labio inferior de forma instintiva, iba a hablar cuando de pronto alguien apareció.

 

-Te estamos esperando Atobe- dijo un muchacho de cabello azul y piel bronceada, con un acento demasiado sensual para mi gusto.

 

Él se volteó a ver al peliazul completamente sorprendido, al parecer no se había percatado de su llegada hasta que habló. Alzó una de sus cejas a manera de interrogación, por lo que el otro muchacho agregó.

 

-¿Vienes o no?-

 

-Quién te crees Yuushi para venir a decirle al gran Ore-sama lo que tiene que hacer- respondió frívolamente.

 

-Fue Sakaki sensei quien me envió a buscarte- se limitó a responder el peliazul.

 

Yo no quería causarle ningún problema, aunque claramente me habría gustado poder pasar mucho más tiempo junto a él, comprendí que lo mejor era marcharnos, por lo que dije:

 

-Es mejor que vayas, yo también tengo que irme-

 

-Tch ¿es que hoy todos van a tratar de darle ordenes al gran Ore-sama?- dijo entre indignado y enfurecido.

 

El peliazul suspiró pesadamente y agregó antes de marcharse por donde llegó

 

-Tú veraz lo que haces, yo ya cumplí con avisarte-

 

Nos miramos cómplicemente mientras nos poníamos de pie y bajábamos juntos, siguiendo al joven de cabello azulino. No cruzamos palabra en todo el trayecto hasta los estacionamientos, pero éste se me hizo demasiado corto, no quería despedirme de él, no quería decir adiós. Cuando estuvimos al alcance visual de su equipo, decidí que era el momento preciso para irme, por lo que me detuve, gesto que Atobe imitó a la vez que me miraba sorprendido.

 

-Aquí me despido- dije

 

-Si quieres podemos llevarte a tu casa- dijo mientras se encogía de hombros.

 

Que ganas tenía de decirle que sí sólo para estar unos minutos más a su lado, pero no pude dejar de pensar que era incorrecto, me sentía engañándolo, él tenía la mejor de las intenciones, sin siquiera sospechar la manera en que yo lo veía, sin pensar en la doble intensión que había en mis actos. Por eso fue que me negué.

 

-No gracias. No es necesario-

 

-Como quieras-

 

Subió y bajó sus hombros rápidamente, en un gesto que decía que le restaba importancia a mi decisión y se dio la vuelta, comenzando a caminar hacia su grupo, pero se detuvo cuando hablé.

 

-Nuestro partido aún sigue en pie. Nos veremos el próximo año-

 

-Hai- respondió sin voltearse, reanudando su camino.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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