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Cuando los sueños se hacen realidad por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hola!!! aqui estoy con un nuevo capitulo.

Este cap. se centra en el partido de Tezuka y Atobe en el Torneo de Kantou, igual me parece medio fomeque describir partido, pero creo que este encuentro es crucial para la historia entre los dos personajes, definitivamente marca un antes y un despues en su relacion, asi que traté de reflejar eso lo mejor posible. Ojala lo haya logrado.

Bueno, sin mas que agregar, disfruten!!!

 

 

Capítulo 4: Ansiado Encuentro y Despedida

 

 

 

Tras estos encuentros repentinos con Atobe, no había vuelto a hablar con él. Lamentablemente no habíamos coincidido en nada en el último año, aunque eso no significaba que no lo había visto.

 

Algunas veces lo había visto por la ciudad, saliendo de alguna tienda, bebiendo algún café, caminando por Tokio, pero se trataba de avistamientos fugases. La verdad era que yo no había tenido el valor de acercarme a él y hablarle, probablemente la situación sería distinta si yo fuera una persona con mayor coraje, pero tristemente, yo no era más que un cobarde y me había conformado con verlo a lo lejos. Al igual que el pordiosero que vive de las limosnas, yo vivía de verle de vez en cuando, eso era lo único que me daba fuerzas para seguir con mi vida cada día.

 

Constantemente me preguntaba si él se había percatado ya de mis intenciones, si había sentido mi mirada acechante, o si me había visto mirarle a lo lejos, si sólo me ignoraba o si realmente no era consciente de todo lo que provocaba su sola presencia en mí.

 

Es por eso que esa noche no dormí, era la víspera del primer partido del Torneo Regional de Kantou. Ciertamente me sentía muy nervioso, por varias razones. Primero, yo ya estaba en tercero, lo que significaba que ésta sería mi última oportunidad para llevar a Seigaku hasta las nacionales, una promesa que había hecho a Yamato buchou y a mí mismo. Segundo, ahora yo era capitán, por lo que tenía una gran responsabilidad para con mi equipo, debía ser fuerte y guiarlos hacia la victoria. Y finalmente, nuestro rival era Hyotei Gakuen.

 

Tal vez esto era lo que más me preocupaba de la situación. Como capitán, éste era uno de los peores escenarios, partiríamos el Torneo enfrentándonos a un equipo demasiado fuerte, y no sabía si teníamos lo necesario para salir victoriosos, después de todo, ellos eran los actuales sub-campeones. Pero como hombre, la situación era peor aún, ya que esto significaba que irremediablemente me tendría que enfrentar a aquel joven que a estas alturas amaba más que a mí mismo.

 

Este encuentro lo llevaba esperando hace mucho tiempo, lo esperaba desde la primera vez que lo vi jugar y sabía muy bien que él sentía lo mismo. Aun cuando pudimos habernos juntado a jugar cualquier día, tácitamente habíamos decidido esperar a que este encuentro nos alcanzara, como una llamada del destino. Era un encuentro inevitable, pero no dejaba de causarme inquietud. Yo quería jugar contra Atobe, quería estar en la cancha con él, ya que como tenista sé muy bien que al jugar un partido, una conexión especial se forma entre los contendores, quería jugar contra él. Lo que no quería era sentir la pena de saber que ese encuentro definiría a un vencedor y a un perdedor, uno de los dos equipos quedaría eliminado, uno de los dos equipos tendría que dejar de lado su sueño del Campeonato Nacional.

 

Por otra parte, yo ya había visto jugar a Atobe, sabía muy bien que era un rival de temer, no estaba seguro de poder derrotarle, y peor aún, yo estaba lesionado, sabía que no podía exponerme a partidos largos, que no debía forzar mi brazo o la lesión de mi codo corría el peligro de no sanar nunca. Pero no podía jugar a medias, eso sería despreciar a mi rival y eso no quería hacerlo, cuando encuentras a un digno contendor, debes luchar con todas tus fuerzas contra él, es un asunto de respeto y de valorar la fuerza del otro.

 

Un millón de dudas inundaban mi mente y me hacían imposible conciliar el sueño. Me di vueltas en la cama varias veces, tratando de alejar los fantasmas que me atormentaban, hasta que finalmente mi cuerpo cedió al cansancio y me dormí.

 

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A la mañana siguiente, me desperté temprano, como de costumbre, como si mi cuerpo, acostumbrado a esa rutina, no necesitara de mayor descanso, aun cuando sabía que no había dormido más de 3 horas, lo cual obviamente era insuficiente. Empero, me levanté y me dirigí hacia las instalaciones donde se desarrollaría el Torneo, no sin antes darme una ducha para terminar de despertar bien y tomar un buen desayuno.

 

Una vez allá lo primero que hice fue buscar a Atobe con la mirada, pero él no estaba. Lo vi aparecer minutos antes de empezar el encuentro, acompañado de todo su equipo. Que soberbio se veía, la confianza emanaba de su mirada y su caminar denotaba la grandeza. De seguro todo su equipo llegaba muy confiado a este partido, aunque no puedo decir que no tenían motivos para ello. Atobe iba completamente concentrado en el juego, no se percató de mi presencia, y a medida que los partidos comenzaron, no apartó el ojo de la cancha ni un solo momento. Yo en cambio, le miraba de reojo todo el tiempo, detallando cada gesto en su rostro y cada movimiento que hacía.

 

Esa indiferencia me dolió en el alma. Hasta ese instante, había pensado que yo era alguien especial para Atobe, él siempre había reparado en mí, parecía que yo le interesaba, obviamente no el tipo de interés que yo quisiera, pero creía que no era invisible para él. Ahora veía que no era así.

 

Toda mi vida me he dicho a mí mismo que es mejor no hacerse ilusiones en vano, para ahorrarse así la amargura de la desilusión, y muchas veces traté de convencerme a mí mismo que el interés que yo sentía por él no era correspondido, aun así, no pude evitar sentirme herido. Ahora sentía que la realidad se me venía encima, que todas las esperanzas que estuve tejiendo durante este largo año, no eran más que un castillo de naipes que se venía abajo, aplastándome, asfixiándome.

 

Pero fue ahí que tomé una decisión desesperada. Usaría la única arma que tenía para hacer que me recuerde: el tenis. Yo sabía que tal vez él nunca me miraría con otros ojos, nunca me vería de la forma que yo quería, pero deseaba que aunque sea una sola vez, él sintiera como yo.

 

Yo que no podía parar de pensar en él, cuando cerraba los ojos en la noche, veía su mirada fija en mí, anhelaba su presencia, me dolía su ausencia, me obsesionaba su personalidad, y quería que él al menos una vez en la vida se sintiera igual, que sintiera la desesperanza que yo sentía, aunque sea por un partido de tenis.

 

 

 

Había llegado la hora del partido de Singles 1. Pude ver que este partido había concertado la atención de mucha gente, había periodistas, deportistas de alto nivel y hasta los actuales campeones vinieron a ver el partido. Llevábamos la delantera con 2 partidos ganados, si yo lograba vencer a Atobe, nosotros ganábamos el encuentro.

 

Me dirigí hacia la cancha al igual que Atobe y fue ahí cuando comenzó el espectáculo. Ese control que él tenía sobre las masas, algo que me había sorprendido desde el primer momento en que lo vi, parecía haberse profundizado. Los vítores cambiaban constantemente con cada señal suya, el ruido era ensordecedor, de haber sido un jugador normal, me habría sentido intimidado por aquel ambiente. Para finalizar, Atobe chasqueo los dedos, sumiendo la cancha en el más completo silencio. El dominio rotundo que parecía tener de la situación, la seguridad en cada movimiento realizado, era algo digno de admiración. Todo el público asistente se encontraba expectante de las palabras que salieron de su boca:

 

-El ganador seré yo-  dijo mientras todo el público estallaba en gritos.

 

-¿Ya has terminado?- pregunté aun sabiendo que su narcisismo era insaciable.

 

-Sí, estoy satisfecho- respondió

 

Nos chocamos las manos a modo de saludo mientras nos mirábamos a los ojos, el contacto de su piel contra la mía me provocó un escalofrió por todo el cuerpo, era una sensación tan intensa. Por fin, este ansiado partido iba a comenzar.

 

-Este será nuestro primer encuentro- dije

 

-¿Por qué, me estabas evitando?- ironizó

 

Quise sonreír ante tal frase. En verdad era tristemente irónico. Lo único que había hecho durante todo este tiempo era buscarlo, es más, lo he buscado la vida entera.

 

Mientras jugábamos me dediqué a verlo, se veía realmente entusiasmado con el partido, estaba muy feliz y la sonrisa de sus labios no se había borrado, lo estaba disfrutando, y yo también. Tenerlo ahí, frente a mí, era alucinante. Ver su cara, sus gestos y expresiones mientras jugaba, ver la forma en que se levantaba su camiseta con el movimiento del juego, dejando ver su nívea piel del abdomen. Todo eso me desconcentraba, si no me ponía serio desde el primer minuto, temía perder el partido por el sólo hecho de estar más pendiente de él que del juego. Pero la fuerza que ejerció en el último golpe me trajo de vuelta a la realidad, incluso logró arrancarme la raqueta de las manos.

 

-Postraos ante mi grandeza- dijo mientras los gritos estallaban

 

Se veía tan seguro de sí mismo, pero yo no podía dejar que las cosas marcharan así. Debía hacer algo, tanto porque era mi deber como capitán ganar este partido, como porque mi objetivo era conseguir impresionar a Atobe. Por lo tanto, aplique la Tezuka Zone, para volver a tener el control del partido. Como esperaba, las cosas parecieron marchar a mi favor unos minutos, pero yo temía a su escalofriante poder de visión, sabía muy bien que él era muy perceptivo, tal vez se daría cuenta de la razón por la cual había jugado con la mano derecha el año pasado. Mis temores se hicieron realidad al oír sus palabras:

 

-No está mal Tezuka… Para tu brazo-

 

Lo sabía, sabía que no podría ocultarlo de él, de cualquiera pero no de él. Él siempre había sido capaz de leerme como un libro abierto y aquí estaba la confirmación, ya sabía que yo estaba lesionado.

 

Sin embargo, yo ya había tomado mi decisión, iba a jugar contra él, quería jugar este partido y quería ganarlo. Estaba dispuesto a poner el 100% de mi capacidad, para que después no hubiera arrepentimientos. Aunque temí que ahora que él sabía la verdad, se fuera a contener, por lo que dije:

 

-Juega en serio Atobe. Al todo por el todo-

 

Al parecer mis temores eran infundados, él continuó jugando con mayor ahínco aun, e incluso aplicó una táctica insospechada: Comenzó a alargar el partido, no estaba seguro de cuál era su idea con esto, tal vez quería quebrantar mi voluntad, que yo huyera del partido, que me retirara por el bien de mi brazo, para no sacrificar mi carrera, pero eso no lo iba a hacer nunca. A modo de respuesta, comencé a hacer lo mismo, comencé a alargar el partido también, lo desafiaba con cada pelota a la vez que lo incitaba a más. Pronto toda la confianza que sentía, se comenzó a transformar en desesperación, la emoción que sentí al oírle gritar mi nombre en medio de la frustración que sentía, era indescriptible, era como en mis sueños más oscuros, se sentía tan bien.

 

El partido ya estaba en la recta final, habíamos jugado casi dos horas, por lo que mi hombro ya estaba al límite, solo necesitaba marcar este punto y ganaría el partido, pero fue ahí cuando cambió el rumbo de las cosas. Mi cuerpo ya no pudo más y tuve que soltar la raqueta cuando el daño en mi hombro me impidió moverme. El dolor que sentí cuando mi cuerpo ya no respondía era inmenso, no sólo el dolor físico, sino también el dolor en el alma de saber que no podría jugar con todo mi potencial, como se lo merecía mi rival.

 

Mis compañeros trataron de parar el partido en ese momento, de hacerme renunciar por mi propio bien, eso lo sabía, pero yo no quería oír las críticas, no quería que trataran de retenerme, yo quería jugar ese partido, había esperado más de un año para poder estar frente a frente con Atobe en una cancha, no podía rendirme, no podía abandonar. Así que me levanté, regresé a la cancha y seguí jugando, como si mi propia vida dependiera de ello.

 

Todo a nuestro alrededor pareció desaparecer, nadie podía detener este partido, ahora sólo estábamos él y yo, en una batalla de voluntades, el tenis fue sólo una excusa. A medida que jugábamos sentí la conexión que nació entre los dos.

 

 

 

Ya no eran necesarias las palabras,

 

porque el amor tiene su propia voz y habla por sí mismo.

 

 El silencio permitió que nuestros corazones se acercasen y se conociesen mejor.

 

(Paulo Coelho)

 

 

 

En ese momento me di cuenta de toda la pasión que había en mí. Yo siempre me consideré alguien tranquilo, reflexivo, pero ahora, sólo me guiaba el deseo y la fuerza de voluntad, la pasión había tomado el control de mis actos. Pero no era sólo la pasión por el tenis o por Seigaku, era la pasión que sentía por él.

 

Luego de un tie-break interminable, el vencedor fue Atobe, aunque su cara no reflejaba para nada la felicidad de la victoria, más bien se veía sorprendido e impactado, y yo, me sentía tranquilo, en paz, no había remordimientos, lo había dejado todo en la cancha. Nos dimos la mano y Atobe levantó mi brazo en señal de respeto. Cuando sentí cómo entrelazaba sus dedos con los míos, fue como volver a vivir. Quise perderme en esa sensación por siempre, no separar nuestras manos jamás. Pero escuché los gritos del público y me vi forzado a volver a la realidad. El encuentro había terminado.

 

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No fui a los entrenamientos luego del partido en el Torneo de Kantou. Me sentía tranquilo y dolido a la vez, tranquilo porque no tenía nada de que arrepentirme luego de que el partido concluyera, pero dolido por la indiferencia de Atobe, tal vez esperaba una visita después de lo ocurrido en el partido, pero él no apareció, como si no le importara en lo más mínimo mi condición. Probablemente era eso, yo no le importaba y eso era algo que debía superar.

 

Aunque por un momento me pareció que había surgido una conexión especial entre nosotros durante el partido, tal vez sólo se trataban de impresiones mías. Ya que los hechos hablaban por si solos, él no había sentido nada de eso por mí, para él yo no significaba nada. Me sentía tan infantil pensando en cosas absurdas, cosas que claramente sólo a mí me preocupaban.

 

Tres días después del Torneo, fui llamado a la oficina de Ryusaki sensei, obviamente me había citado para decidir los pasos a seguir ahora, cuando llegué me contó que había recibido una visita: Sakaki sensei había venido debido a que estaba preocupado por mi condición luego del partido. Me sentí de algún modo conectado con Atobe a través del gesto de su entrenador. Fue ahí cuando me sugirieron viajar a Alemania, a un centro especializado en tratar lesiones en tenistas.

 

La decisión la debía tomar yo, y estaba consciente de que se trataba de una decisión difícil, ya que no sabía por cuanto tiempo debería estar ausente. Pensé mucho en esta decisión, sopesando muy bien los pros y los contras que tendría en mi vida, y por primera vez sentí arrepentimiento de haber jugado ese partido, de haber dejado tanto en la cancha, porque recién ahora comprendía el precio que debía pagar.

 

Si decidía quedarme en Japón, probablemente no podría volver a jugar, lo cual significaba decirle adiós a mi sueño de jugar tenis, de convertirme algún día en un tenista profesional. Pero si decidía irme, significaría renunciar a mi sueño de encontrar el amor, porque si de algo estaba seguro, era que nunca iba a amar a nadie como lo amaba a él. Esta era la decisión más difícil que debía tomar en mi vida, una decisión entre mis dos sueños y mis dos mayores amores: el tenis y Atobe.

 

Por eso recurrí a la única persona que sabía que podría aconsejarme adecuadamente: mi abuelo. Aunque no me sentía preparado para contarle todo con lujo de detalle, me presenté ante él, con la mayor entereza que pude.

 

Nos encontrábamos en nuestra casa, él estaba en la biblioteca, sentado en el escritorio tomando té. Toque la puerta de manera respetuosa, para no interrumpirlo y luego entré, me miraba detenidamente, con una mirada profunda, de esas que sólo la sabiduría de la edad te puede otorgar.

 

-¿Qué pasa hijo, tienes algún problema?- preguntó directo al grano.

 

-Abuelo… necesito pedirte un consejo- dije mientras me sentaba en la silla dispuesta frente al escritorio.

 

Él dejó la taza que tenía en la mano sobre el escritorio, cerró el libro que leía y me miró directamente, en señal de que me estaba escuchando, por lo que hablé:

 

-Debo tomar una decisión difícil y… no sé qué hacer-

 

-Dime ¿Qué es lo que hace tan difícil esta decisión?-

 

-Las implicancias. Debo elegir entre dos sueños-

 

Suspiró pesadamente, cerró los ojos y se recostó en el respaldo de la silla de escritorio. Luego abrió los ojos para mirarme y dijo:

 

-En la vida, cada uno debe tomar sus propias decisiones, pues nadie sabe mejor que uno mismo, qué es lo mejor para nuestras vida, porque nadie más que tú será quien tendrá vivir con esas decisiones. Pero debes tener en cuenta que hay cosas en la vida por las que vale la pena luchar hasta el fin-

 

En ese instante pude comprender lo que trataba de decirme, pero me faltó el coraje para realizarlo. Frente a mí había dos sueños, uno que si trabajaba lo suficiente podría algún día cumplirlo, pero el otro era un sueño completamente imposible. El problema era que yo creía que estos dos sueños eran mutuamente excluyentes, si elegía uno, significaba de debía renunciar irremediablemente al otro.

 

Así que aunque fuera un cobarde, me decidí por aquel sueño que tenía la esperanza de algún día alcanzar, y con ello, me prometí a mí mismo que me olvidaría para siempre de mi sueño imposible, ya que sé que no se puede vivir dividido, que un hombre dividido nunca estará en paz y nunca podrá disfrutar realmente de la vida. Yo ya había tomado mi decisión, era una decisión extrema, lo sabía, y no estaba seguro de poder lograrla, pero a partir de ese día, decidí olvidar a Atobe para siempre.

 

 

 

Al otro día, asistí a los entrenamientos del club, observé con atención a todos los miembros, los regulares practicaban tranquilamente, los novatos los observaban con admiración, todos se esforzaban cada día por mejorar aún más. De pronto me sentía tan nostálgico, había pasado varios años practicando en esas canchas, charlando y jugando con esos compañeros, y ahora todo eso quedaría atrás.

 

Cuando finalizó el entrenamiento, cité a los titulares fuera de los camarines, ya que tenía una importante noticia que comunicarles:

 

-Para que mi hombro se recupere, tengo que ir a Alemania-

 

 

Notas finales:

Gracias por leer


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