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Tan sencillo como los tulipanes amarillos por Kyasurin W

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Notas del capitulo:

El capítulo más largo que he escrito o.o

Tardé mucho, lo sé. Pero estas semanas han sido de exámenes finales y sé que varios de ustedes comprenderan lo que eso significa u.ú 
Podría decir que este capítulo se escribió prácticamente solo, tuve un ataque de inspiración que me ayudó muchísmo, a pesar del estrés; pido disculpas si tiene algunos errores ortográficos y/o gramáticales, los corregiré después >.< Es sólo que si no lo subo ahora, será dentro de un par de días :) 

Han pasado un par de semanas y las vacaciones de invierno cada vez se acortan más, por lo tanto mi graduación está cada vez más cerca, no estoy nervioso, más bien algo preocupado, aunque las personas dicen que es estúpido ya que después de la universidad tengo asegurado trabajo en la empresa de mi padre, pero yo no quiero eso, me gustaría conseguir algo por mi cuenta, empezar de cero y eso es mi preocupación. No sé si podré hacerlo, y no es como si le estuviera fallando a mi ego, soy una persona segura, hasta cierto punto. 

Las cosas con Andrés son más diferentes de lo que pensé, el contacto físico suele ser mínimo, o menos de lo que acostumbraba; besos, abrazos, uno que otro roce y nada más, muchas veces me he preguntado qué es lo que no me anima a dar el siguiente paso. Supongo que aun no asimilo la idea de que es un chico y obviamente su anatomía no es a la que he estado familiarizado a desear, sin embargo, no es algo que me haga falta por ahora. 

Esta mañana nos hemos despertado temprano para ir a la universidad a arreglar el asunto de la carrera de Andrés y como lo esperaba el campus está totalmente desierto. 

Subimos la última fila de escaleras que nos llevó a las oficinas administrativas. El manojo de nervios que Andrés emanaba era notorio en el extenso corredor vacío donde el silencio retumbaba a cada paso que daba, así como las respiraciones que se mezclaban con el aire convirtiéndose en un susurro para mis oídos. 

-No tienes por qué estar así. —Traté de tranquilizarlo aunque en el trasfondo era una advertencia. 

-¿Si me dice que no puedo regresar, qué haré? 

La puerta se abrió dejando ver a una señora de corta estatura y traje sastre color rojo intenso, su ceño fruncido hacía notar más sus arrugas. 

-Si no van a entrar, váyanse y dejen de hacer ruido. —Pronunció en un tono golpeado remarcando su mal humor. 

-Queremos hablar con el rector. —Me apresuré a decir antes de que la puerta chocara con nuestras narices. 

-Yo también quiero muchas cosas. —Se retiró regresando a su cubículo y dejándonos a nosotros pasmados. 

Andrés y yo nos miramos por unos segundos en complicidad y avanzamos con cautela por el piso alfombrado, los empleados no se percataban de que estábamos allí, el ambiente era tenso y malhumorado, nos encontrábamos con rostros irritados y muchos teléfonos sonando. Trabajar en vacaciones debe ser horrible. 

Llegamos al final del pasillo después de doblar a la izquierda, una oficina totalmente de madera sobresalía de los pequeños espacios de los subordinados, la puerta era gruesa, surcada con detalles rústicos, y en el centro dos tizonas plateadas cruzadas dándole un aspecto muy de la edad media. 

Le di un leve empujón a Andrés incitándolo a tocar la puerta, me dirigió una mirada desconfiada y solté una pequeña risa, comprendí que estaba bastante temeroso de lo que se podía encontrar allá dentro, así que yo toqué la puerta esperando una respuesta rápida que no obtuve, volví a golpearla pero esta vez con más fuerza, pasaron unos segundos y conseguí lo mismo. 

Encogí los hombros en signo de explicación ante la cara confundida de Andy y presioné el botón que quitaba la cerradura y empujé la manija que se atoró por un momento obligándome a usar más fuerza, misma que terminó casi catapultándome al interior. 

Un hombre calvo murmuró unas palabras a su interlocutor al otro lado de la línea y nos miró con disgusto. 

-¿Quiénes son ustedes? 

-Tenemos que tratar un asunto con usted. Muy urgente. —Susurré para evitar que la persona del teléfono me escuchara. 

-Luego te llamo. —Pronunció el hombre antes de colgar. Nos hizo un gesto con la mano invitando a sentarnos en las sillas de la misma madera que la puerta y el escritorio, todo hacia juego. 

-¿Y bien...? ¿Cuál es su asunto urgente? —Dejo entrever un tono burlón en la última pregunta. 

-Es que, él sacó sus papeles, dejando a medias el trimestre, y pues... queríamos volver a... 

-¿Sólo se trata de él? —Señaló con su barbilla a Andy, quien lo miraba totalmente en silencio y manteniendo una distancia considerablemente grande entre la silla y el gran escritorio lleno de libros, afiches, papeles y demás cosas. 

-Sí. —Respondí. 

-Que me diga él, entonces. ¿Eres su niñera o algo por el estilo? 

Fruncí el ceño algo molesto por la actitud del rector, aunque era más que eso, tenía razón, si el problema era de él, lo más obvio es que él lo tratara. Por más que quisiera ayudar, estaba tratando a Andrés como un niño pequeño. 

-¿Cuál es su nombre y carrera? 

-Andrés... Andrés Maldonado, y estaba en primer trimestre de psicología. 

-Muy bien, permítame. —Tomó de nuevo el teléfono y presionó un pequeño botón rojo que supuse que lo contactaría a una de sus asistentes— Tráigame el expediente del alumno Andrés Maldonado, primero de psicología. Sí. A mi oficina. Ajá. Gracias. —Terminó la llamada volviendo a nosotros— ¿Por qué ha abandonado? 

-Es que... bueno, yo... —El pelinegro comenzó a inquietarse ante la falta de ideas para poder justificar que la razón por la que se había ido era yo. Y no era de extrañarse, no se nos había venido la idea de ensayar algo previamente para excusar lo que hizo. 

-Tuvo un problema familiar. —Abordé, antes de que se desmayara por sobrecargar su cerebro. 

El calvo me fulminó con la mirada, probablemente pensando que si volvería a hablar no dudaría en reprenderme. Me revolví en el asiento, incómodo por el hombre, notaba cierta competencia entre él y yo por ver quién imponía más y él hecho de tomarlo en cuenta, dudando de que yo le ganara a él, era lo que me hacía enfadar. 

-...Sí, un problema familiar por el que tuve que salir de la ciudad... y bueno, se solucionó y es por eso que me gustaría retomar mis estudios. —Siguió con el tema, difuminando la tensión que se propagó por la lucha de poderes. 

La puerta se abrió, entrando por ella una mujer relativamente joven a todos los que trabajaban allí, delgada, con gafas y una cabellera castaña, recogida en una cola de caballo, con un folder en mano. Una presión en mi estómago me trasbordó a años atrás: con diecisiete años asistía a clases privadas; una casa de dos pisos de colores pálidos, siempre traía en mano la mochila sostenida de un tirante, con mi cuaderno de dibujo dentro y unos lápices; tocaba la puerta y me recibía una sonrisa perfecta sostenida por un cuerpo esbelto; solía decirme que no tenía que preocuparme y me aseguraba que todo iba a estar bien. 

La burbuja reventó y regresé al momento. Abrumado por las memorias, mantuve un perfil bajo hasta que aquella mujer se marchó, pero sin duda, aquella energía y química había regresado. 

-Aquí dice que usted faltó una semana sin justificación. —Paseó la mirada por todos los papeles del folder. 

-Es... por lo que le expliqué... 

-Faltó siete días y luego retiró los papeles. —Fijó su mirada en el menor, tratando de intimidarlo y lo consiguió— ¿No se supone que debió ser al revés? 

-¿Ah? —Sus manos inquietas, comenzaron a rasgar el brazo de la silla— E-Es que... 

-Fue algo de imprevisto. —Intervine nuevamente. La situación me estaba cansando, ¿tanto le hacía falta hacer sentir imbécil a la gente? 

-Señor... —Se quedó a medias al darse cuenta que no sabía mi nombre. 

-Sebastián Lefévre. —Contesté triunfante. 

-Señor Lefévre. Me temo que si no guarda silencio, tendré que pedirle que se retire. 

-Mjjm. —Musité, restándole importancia a su "amenaza". No me iba a doblegar ante él. 

Aclaró la garganta recargándose en el respaldo de su silla, apoyó sus codos a los lados de ésta y entrelazó sus manos observándonos por arriba de ellas. 

Después de un rato de analizarnos con la mirada, por fin habló: 

-Cuando salga vaya con mi secretaria a llenar la solicitud para que pueda ingresar a clases en cuanto se reanuden y siga sus indicaciones. 

Andy no tardó en ponerse de pie, casi tirando la silla. 

-Pero... —prosiguió el intento de rey— tenga en cuenta que esto no es un juego, usted no puede estar yéndose y viniendo como le plazca, si vuelve a suceder, tendrá que retirarse definitivamente de la institución. 

-Sí, sí, no se preocupe. No volverá a suceder. ¡Muchas gracias! 

Me levanté del asiento, haciendo un ademán de despedida y salí detrás de Andrés. 

Este último buscó con la mirada el escritorio de la mujer para poder completar el formulario cuanto antes. De nuevo aquel malestar regresó al mirar el rostro de la secretaria y al confirmar mis sospechas, las piernas me empezaron a temblar y sentí el impulso de salir corriendo de allí. 

-Creo que te espero afuera. —Emprendí vuelo hacia la salida pero una mano me detuvo. 

-¿Qué? ¿Por qué? Quédate, por favor... —Andy me miró con esos ojos de cachorrito a medio morir que conmueven a cualquiera y me quedé junto de él. Sería muy ruin abandonarlo ahora, después de que soporté estar allá dentro. 

Nos acercamos al pequeño cubículo junto de la oficina mayor y tomamos asiento nuevamente. 

-Hola, soy Andrés y el rector me mandó a llenar la solicitud de ingreso nuevamente. 

-Soy Sebastián... —Dije entre dientes. 

-Sebastián... —Miré sus labios repetir sin emitir sonido y aquellos ojos con mirada maternal movieron muchas cosas dentro de mí— Permíteme. —Se puso de pie, dirigiéndose a un archivero de metal, junto de ella, sacó un par de papeles, y tomó un bolígrafo de su escritorio antes de brindárselo a Andrés. 

Pasaron varios minutos para que terminara de llenar los documentos; yo evite tener el mínimo contacto visual con ella, pero era inevitable no sentir cierto magnetismo hacia su persona. 

-Listo. —Extendió su mano devolviéndole todo. 

-Muy bien. Toma. —Le entregó un pedazo de papel— Para cuando regreses a clases debes traer de nuevo todo lo que viene escrito allí y me lo entregas, por favor. 

-Está bien. —Se puso de pie y yo hice lo mismo seguido de él— Gracias. —Le estrechó la mano a la mujer y se encaminó afuera después de que le hiciera una seña que lo alcanzaría allá. 

-¿Es tu amigo? —Me preguntó desde su asiento. 

-Algo así. 

-Siéntate. Llamarás más la atención de pie. 

Le obedecí. 

-¿Ahora trabajas aquí? 

-Sí. Ha sido un largo camino, después de lo que pasó, me divorcié y me dejó en la calle, y... luego de tocar muchas puertas he ascendido hasta aquí. —Me sonrió ladina— Pero no quiero hablar de eso, ¿qué hay de ti? Has crecido tanto... —Dijo con cierta melancolía, probablemente remontándose al pasado al igual que lo hice yo al verla— ¿también estudias aquí? 

-Voy de salida ya, pero sí. —Posé mis ojos sobre los suyos, eran pequeños y expresivos. Parecían dos ámbares recubiertos por una capa de rocío, brillaban de una forma cautivadora.

-Me gustaría hablar contigo en un lugar que no sea este. 

-No creo que sea buena idea. —Dije de una forma evasiva. Por más que me sorprendiera encontrármela, no tenía intenciones de revivir el pasado. 

-Si lo creyeras así, no te hubieses quedado. —Sus labios tapizados de labial carmín se curvaron en una sutil sonrisa. Rompí el contacto visual en cuanto supe que tenía razón, pude haberme ido y no lo hice— Sebastián, sólo quiero hablar contigo, ¿sí? No sé qué esté pasando por esa cabecita tuya. Me gustaría saber cómo vas en los estudios, eso siempre me ha importado, y tú lo sabes. Yo quiero tu bienestar, jamás busqué perjudicarte. 

-Y no lo hiciste. —Me levanté, acomodando mi chaqueta— Tengo que irme, me esperan. 

-Toma. Llámame si cambias de opinión. —Me tendió un papel donde supuse que iría su número telefónico, ya que lo guardé mecánicamente en el bolsillo de mi pantalón y no me molesté en revisarlo 

Salí de las oficinas, planteándome seriamente si debía verla, había pasado mucho tiempo y ya no vivía con mis padres. 'Ya no tienes que esconderte' fue lo último que me dijo mi subconsciente al cruzar la puerta. 

-¿Pasó algo? Tardaste un poquito... —Andrés se acercó a mí, presionando sus manos contra su pecho mientras me miraba con cierto tono de preocupación. 

-No. Sólo fui a preguntar algo sobre unas clases. —Le sonreí amargamente— ¿Tienes hambre? Busquemos un lugar para desayunar, no tengo ganas de cocinar. —Cambié de tema sabiendo que Andrés jamás se daba cuenta, era muy despistado. 

-Pero si tú no cocinas. —Me sonrío burlonamente, tomando la delantera. 

-¡Oye! Se supone que me tenías que seguir la corriente. —Salí tras de él, y no me fue muy difícil alcanzarlo. Le revolví el cabello mientras nuestras risas estallaban a lo largo del pasillo. 


                                                     *      *      * 



El despertador sonó a tempranas horas de la mañana como ya era habitual y a pesar de que ya estaba familiarizado con ese sonido, aún seguía maldiciendo cada amanecer y preguntándome por qué el tiempo pasaba tan rápido cuando se duerme. Sin dejar el mal humor, entré a la ducha, quedándome un buen rato bajo el chorro de agua, sabiendo que tenía el tiempo contado para la primera clase. Me tomé el tiempo para inspeccionar la etiqueta del champú, pensando que debía conocer bien lo que usaba, pero no era más que una justificación hacía mi voz interior que no dejaba de repetir lo tarde que se me hacía. Cuando de verdad noté que tenía el tiempo encima, me apresuré a lavarme el cabello y a enjabonarme el cuerpo, seguido, cuando salí del baño, tomé lo primero que encontré en el armario, de todas maneras iba a llevar suéter y abrigo, nadie iba a notar mi falta de tiempo para escoger el atuendo del primer día. Coloqué mis zapatos y empaqué mis útiles rápidamente en mi mochila. 

Salí al salón, donde me esperaba sentado sobre un taburete Andy, perfectamente bañado, vestido y peinado, recordé que no había hecho nada con mi cabello y que aún seguía húmedo. Regresé corriendo al cuarto antes de que el pequeño se diera cuenta de mi presencia y sólo pasé el peine entre mi pelo, se me ocurrió que podía bajar las ventanas del auto para que el aire ayudara un poco, aunque eso implicara congelarme la cara. 

Regresé de nuevo a donde Andy y lo saludé dejando un pequeño beso en sus labios, que le hizo pegar un brinco del asiento. 

-Pensé que quizá te habías dormido y estaba a punto de ir a ver. —Visualicé un leve rubor en sus mejillas. 

-Pasó algo así... 

-¿De verdad? —Dijo algo sorprendido. 

-Sí. Probablemente si durmiéramos juntos no ocurriría de nuevo. 

-¿Ah? 

-Vámonos ya, que se hace más tarde. —No le di tiempo de replicar y lo llevé fuera del 
apartamento. 

El camino hacia la Universidad fue bastante corto, a como yo me lo esperaba por ser el regreso a clases. Me despedí de Andrés en el auto de la misma forma que lo saludé, ya que temía encontrarme a Luciana y que nos viera. Después del numerito que me hizo en casa de mis padres y de sus amenazas de difundir que yo era gay, me tenía que andar con cuidado, pero no sólo era eso, tenía que encontrar un momento adecuado para arreglar las cosas con ella, no pretendía convertirme en su amigo o algo así, simplemente tenía que dejar la situación clara y cortarle esa obsesión que tenía conmigo. 

Entre hasta mi edificio después de acercar a Andy al suyo, porque quedaban a lados opuestos y no podía permitirme perder más tiempo por el retraso que venía arrastrando. En el pasillo me encontré a Héctor que al parecer estaba en el mismo lugar que yo. 

-¿Tarde? —Le pregunté como si yo me encontrara en una situación diferente. 

-Sí, no jodas, a mí madre se le ocurrió ir a sacar cita al salón de belleza en el camino. —Dijo con enfado, para luego cambiar su tono dramáticamente, a uno más relajado— ¿Y qué hay de ti? 

-¿Te trajo tu madre? —No pude evitar sacar una sonrisa rechiflada. Y él sólo me lanzó una mirada asesina, dándome a entender que no me atreviera a preguntar por qué. 

-¿A qué clase vas? ¿O me estás siguiendo porque no puedes vivir sin mí? —Desvió el tema y se lo permití, no tenía ganas de iniciar una disputa. 

-No puedo vivir sin ti que te he abandonado por más de un mes. 

-Qué cruel. —Reprochó ofendido. 

-Tengo dos horas de Factores económicos para el diseño. 

-Parece que estaremos juntos de nuevo. —Pasó una mano por mi cuello antes de entrar al salón que ya estaba abordado por el profesor. 

El par de horas se paso casi desapercibido. Fueron más dudas y guías que clase en sí, los puntos que nos dieron a conocer era los esenciales para el proyecto final que ya tenía en mente, sólo necesitaba sentarme un buen rato en mi computadora y echarlo andar, también tenía que hablar con mi padre y hacerle saber que publicitaría la empresa. La siguiente clase fue Taller de diseño, mi preferida y he de suponer que la de todos, ahí pones trabajar toda tu imaginación y aplicas todos los conocimientos que has obtenido, y era una de las más necesitadas para los del último trimestre, porque era donde podíamos comenzar los bocetos y pedir opiniones. 

Héctor no me acompaño a esta materia porque su horario estaba quebrado y no podía hacer uso del taller sino hasta dentro de dos horas, pero volvió a unírseme a Mercadotecnia y Publicidad, la última clase antes del descanso. 

Cuando salimos a la cafetería pensé instintivamente en buscar a Andrés, pero Héctor estaba pegado a mí y no quería darle un desaire, además con Luciana cerca lo más seguro era mantener mi distancia y tampoco me venía mal pasar un buen rato con mi amigo, sin tanto drama. 

Compramos un par de botes de café para despabilarnos y aguantar la larga jornada que nos esperaba hoy, también tomé unas galletas para acompañar y él un sándwich. 

-¿Qué harás cuando te gradúes? ¿Te vas con tu papi? —Comenzó a molestarme, mientras nos sentábamos en una mesa al aire libre, cerca del edificio. Lo miré seriamente demostrándole que su comentario no me causaba ninguna gracia. 

-Esta vez es por mi cuenta. —Me limité a responder— ¿Tú sí te vas con tu mami, verdad? —Usé el mismo tono que él. 

-Touché. —Sonrío, mordiéndose la lengua— Pasando a otras cosas... ¿qué pasó con tu conquista? 

-¿Conquista? 

-Hace un tiempo me dijiste que te gustaba alguien. 

Entrecerré los ojos tratando de buscar en mis memorias y vino a mi mente el día en la cafetería cuando hablamos sobre por qué había terminado con Luciana. 

-Oh sí... —Sonreí, recordando que se trataba de Andrés y le di un sorbo a mi café— Pues que ya andamos. 

-¿Es enserio? —Abrió la boca sorprendido y se inclinó sobre la mesa, dispuesto a sacarme más información— ¿Cómo es? ¿Dónde la conociste? Aquella vez no me dijiste mucho. 

-Es... es agradable. —Respondí dudando si debía dar muchas pistas que es un chico. 

-¿Va aquí? Vamos, habla, ¿qué escondes? No me salgas con que es otra de tus muñecas inflables. —No apartaba sus ojos azules de los míos, tratando de persuadirme. 

-¿Qué? Vete a la mierda, jamás he necesitado una de esas muñecas. —Abrí la bolsita de galletas, dándome tiempo confesar o no. Saqué una y le di un mordisco, las chispas de chocolate se derretían en mi lengua, dejándome un sabor delicioso— Es... es que, es un chico. —Saqué las palabras a empujones de mi garganta y con un hilo de voz, como si no quisiera escucharme ni yo mismo. 

Levanté la mirada temeroso y el rubio me observaba con una mano cubriendo su boca, arrugué la frente y reventó a carcajadas, atrayendo la atención de los demás estudiantes. 

Me alarmé por el escándalo y traté de tranquilizarlo, pero él no cesaba, se cubrió la cara conteniendo la risa y fue inútil. 

-No encuentro nada de gracioso, ¿sabes? —Le regañé por lo bajo. 

-Ya, pero es que... —Se carcajeó una vez más y se limpió las lágrimas de los ojos— ¿Es de verdad? Tú... el macho alfa... El Adonis... —Me sonrió ampliamente— Bien dicen que los que más lo niegan, son los que más lo tienen. 

-Yo no tengo nada, imbécil. Y sí es de verdad, yo tampoco me lo esperaba, pero pasó, esperaba algo de apoyo de tu parte, al menos. —Resoplé, indignado por su falta de tacto y por su poca comprensión, tomé mis cosas dispuesto a irme y me enfadé conmigo mismo por no darle el desdén de irme a buscar a Andrés. 

-No te enojes, ya. —Me hizo un ademán con la mano para indicar que me sentara de nuevo— Yo respeto a las personas así. 

-Pero es que yo no soy "así". —Hice las comillas con los dedos. 

-El primer paso es la negación. 

-¡Qué te jodan! —Recogí mis galletas y el café para buscar otro lugar donde no tuviese que soportar al pesado de Héctor, pero éste se puso de pie y me tomó por los hombros disculpándose con la mirada. 

-No quiero empezar el día así, lo siento, ¿sí? —Aún seguía sonriéndome, lo que me irritaba porque sabía que se estaba aguantando la risa. Inhalé hondo, tratando de dejarlo pasar, yo tampoco quería empezar así. Quité sus manos de mis hombros y me senté de nuevo, el hizo lo mismo cuando notó mis intenciones de quedarme. 

-Bien. 

-¿Y cómo se llama? —Prosiguió como si nada hubiese sucedido y sacó el sándwich de la bolsita la de plástico. 

-Andrés. —Contesté secamente, cuidando de no soltar detalles demás que me volvieran al objeto de burla nuevamente. Él parecía haberse tranquilizado ya, hizo una mueca con los labios, como si me diera la aprobación. 

-¿Trimestre? 

-Primero. 

Sus ojos se volvieron a los míos, y sus labios gruesos se ensancharon llenos de picardía. 

-Y aparte tiernito... —Dijo insinuante, mirando cómo me avergonzaba y me refugiaba en las galletas— ¿Y... que tal en la cama? 

-Nada. —De repente me planteé la idea de Andy y yo haciendo ese tipo de cosas, la sangre me comenzó a bombear hasta un lugar que no era precisamente mi corazón y decidí deshacerme de la idea antes de que ocurriera un accidente a plena luz del día. 

-Claro, y yo nací ayer. No me digas que desde aquella vez no le has puesto un dedo encima al chico. —Dijo como si lo que estuviera negando fuera algo absurdo. 

Le dediqué una mirada de resignación y él nuevamente se inclino hasta mí. A pesar de que Andy es toda una lindura, es más del tipo que quisieras estar abrazando y dándole mimos todo el tiempo, que teniendo sexo con él; aunque no significa que fuera indeseable. 

-Mierda, ¡¿qué es verdad?! 

-Dios... Sólo no me he acostado con él, no tengo sífilis, o algo así. —Dije, tratando de aligerar la situación y di un trago a mi café. 

-Pues no sé. Dicen que hacerlo con chicos es mejor que con una mujer. —Se encogió de hombros, volviendo a su posición habitual. 

-¿Y tú como sabes? 

-Dicen. —Remarcó. 

-Ajá. —Sonreí insinuante. 

Después de esa conversación con mi amigo comencé a replantearme si era capaz de estar con un chico, si en verdad no me molestaba que tuviera las mismas cosas que yo, no es que me fuera desagradable, pero sería una experiencia totalmente nueva y en el fondo tenía miedo que me gustara, porque quizá desataría mi gusto por los demás hombres y eso heriría la imagen que había creado de mí mismo. 

Decidí deshacerme de esos pensamientos antes de regresar a clases, tenía que concentrarme y mantener mis buenas calificaciones si quería salir con honores. Las siguientes clases fueron Técnicas de expresión, Aspectos legales en diseño y Cine-Animación, tuve un pequeño descanso de media hora donde pude encontrarme con Andrés porque él vino a buscarme, aproveché a hidratarme un poco y me hizo saber que salía una hora antes que yo, le dije que regresara a casa, pero él insistía en esperarme y al final cedí. 

Las últimas clases fueron Audiovisuales y Teorías de la comunicación, ésta última se me pasó larga, quizá por el hecho de tener que tomar muchos apuntes. 

Al terminar, salí lo más rápido que pude para evitar encontrarme con Héctor, que estaba en la aula de arriba, no quería que me siguiera y que viera a Andy afuera, no es como si lo quisiera esconder, pero seguro se burlaría de mí y existía la posibilidad de que mencionara la conversación que tuvimos. 

-¿Nos vamos ya? 

-Síp. ¿Cómo te fue? 

-Bien, pero estoy exhausto, me había desacostumbrado a tener todas las clases. —Suspiré, cansado— ¿Y a ti? 

-¡También! Fue más pesado porque tuve que pedir muchos apuntes y tengo trabajos que entregar para ponerme al día con las asignaturas y que no afecte mi calificación, porque si no podría perder la beca. —Hizo una mueca con los labios, y apartó la mirada del cristal del auto para volverla hacia mí— También me sucedió algo extraño. 

-¿Ah sí? ¿Qué cosa? —Subí un poco la calefacción del auto, mis dedos comenzaban a ponerse rígidos y se me hacía más difícil mantenerlos en el volante. 

-Es que... hoy que llevé los papeles para volver a inscribirme, la señorita de la otra vez, la secretaria, ¿te acuerdas? —Hizo una pausa pequeña para darme tiempo de recordar— Me preguntó por ti. 

-¿Por mí? —Lo miré alarmado, antes de que me señalara al frente para que siguiera viendo el camino— ¿Qué te dijo? 

-N-nada importante. Sólo me preguntó como estabas y cómo nos conocimos. —Dijo nervioso mientras picaba sus piernas con los dedos, seguramente analizando que debió mentirle y no decir que éramos novios— Le dije que somos compañeros de piso y ya. P-pero aún así es raro, ¿la conoces de algún lado? 

-Sí... no mucho, fue hace tiempo. —Murmuré diciendo lo suficiente para que no preguntara más y dejar en claro que si sucedió hace tiempo no tenía por qué hablar de ello. Aparqué el auto y apagué el motor dando por terminado el tema. Aunque sólo fue para él y no para mí. El saber que se atrevió a hablarle a Andrés me ponía bastante nervioso de que ella tuviera las agallas suficientes de ir preguntando a cualquiera para saber de mí— ¿Qué hora es? Tengo hambre. —Usé de nuevo la excusa de la comida. 

-Yo igual. Son las cuatro. —Tomó sus cosas y subimos al apartamento. 

Tiramos las mochilas en el sofá apenas entramos y yo me quedé descansando en él, mientras que Andy se fue a la cocina mirando el refrigerador, contemplando las opciones de hoy para almorzar. 

-¿Qué me vas a preparar hoy, cariño? —Dije en una voz melosa imitando al típico esposo que llega cansado de un día de trabajo. 

Escuché su risa a lo lejos y me puse de pie para ir a la cocina. 

-¿Qué quieres comer? —Comenzó a sacar un montón de vegetales del frigorífico. Unos días antes de comenzar la universidad fuimos al supermercado durante tres horas a comprar todo lo que hacía falta y desechar todas las sopas instantáneas de la alacena. 

Lo abracé de la cintura por detrás, dejando mi pecho totalmente sobre su espalda, apoyé mi barbilla en su hombro y le di un soplido en el oído que le dio escalofríos. 

-¿Qué quieres comer tú? —Usé una voz terriblemente lasciva que hizo que apartara mis manos que ya estaban en sus caderas y se desembarazó de mí. 

Caí en cuenta de lo 
que estaba haciendo y de pronto yo también me sentí algo nervioso. Hace unas semanas sentía como si no necesitara de esto y ahora me le insinuaba descaradamente. 'Héctor', pensé. Ese desgraciado me hizo darme cuenta de que no era que no lo necesitaba, sino que me estaba reprimiendo demasiado. 

-C-creo que p-podríamos hacer una ensalada. —Cerró el refrigerador de un portazo y fue hasta el otro lado de la barra, huyendo de mí. 

-Buena idea. —Decidí no insistir más, pero las ganas no habían desaparecido. Que me cortaran de esa forma me malhumoró extrañamente. 

Cuando terminamos de almorzar Andrés se encerró en su habitación diciendo que tenía mucha tarea y quería adelantar lo más posible. Yo recordé que tenía que trabajar pero no tenía ánimos, seguía irritado. Llamé a mi padre justificándome que tenía mucho trabajo por hacer, y también aproveche para comentarle lo del proyecto final. No era una mentira, necesitaba empezar mi proyecto ya, antes de que el tiempo comenzara a agotarse. 

Me quedé mirando el televisor en el living, para distraerme del malestar, busqué por todos los canales algo que ver, pero los programas no duraban ni dos minutos porque le seguía cambiando. Mi bolsillo vibró llevando esas resonancias a mi entrepierna, saqué el móvil y enseguida me di cuenta que era un mensaje de Sandy, invitándome a comer en unos días a casa de mis padres, le respondí un simple 'Ahí estaré' después de verificar que no tenía planes futuros, las ganas de ver a mis padres no eran muchas, de seguro serían quejas de mi madre y cosas superficiales, pero si eso garantizaba un día más sin trabajar, con gusto iría. 

Recordé esa sensación placentera en mi miembro y no pude evitar llevar una mano ahí, acariciando sutilmente por encima del pantalón. Cerré los ojos recordando aquellas imágenes de los vídeos porno que solía ver y seguí tocándome sin miedo a ser descubierto, pensé que si Andrés ya llevaba más de dos horas encerrado ahí, ¿por qué tendría que salir ahora? 

Cuando abrí los ojos para desabrocharme el pantalón, la erección ya había crecido tanto que dolía al estar atrapada debajo de la tela. 

Me hundí más en el sillón para quedar recostado y que se me facilitará meter mi mano por debajo de la ropa, pero la voz de Andrés acercándose y llamando mi nombre hizo que resbalara y cayera al suelo, presionando mi pene contra mi mano oculta debajo del pantalón. Solté un gemido que rogué que no lo escuchara y al no ser muchas mis opciones para ocultar el acto, tomé un cojín con mi mano libre y cubrí mi pubis. 

-¿Estás bien? —Preguntó curioso desde el pasillo sin entender que hacía tirado en el piso. 

-S-sí... —Aclaré la garganta al notar que mi voz se oía rara— Sí. —Reafirmé— ¿Me haces un favor? 

-Claro. —Me sonrió. 

-Puedes... —Puse mi cerebro a trabajar para buscar una excusa que lo hiciera alejarse y me diera tiempo para acomodarme— ¿Puedes traerme la... la crema de afeitar de mi baño?

-¿Para qué quieres la crema de afeitar? —Se acercó peligrosamente a mí. 

-Por favor. —Supliqué. 

Se metió a mi habitación y yo me levanté rápidamente sacando mi mano y abrochando mis pantalones nuevamente, por suerte, la erección se había desvanecido por el susto. 

Fui a mi cuarto y Andy me dio la crema de afeitar. Le invité a quedarse a dormir y él aceptó después de pensarlo un rato. Obviamente era otra cosa lo que pretendía al persuadirlo a quedarse, nos acostamos en la cama para ver el televisor. 

Rodeé su cuerpo con mis brazos, abrazándolo cariñosamente, su cabello olía a champú y a limpio, además había crecido de a cuando lo conocí, el flequillo cubría sus ojos y la parte de atrás llegaba más abajo de su nuca. Él sostenía mi mano jugando con mis dedos; veíamos un documental de animales, acerca de cómo se comportaban las madres con sus crías. Al parecer le gustan los animales. 

Estuvimos una hora así, hasta que volví a ponerme caliente porque Andy tenía apoyado su brazo en mi ingle y él no parecía darse cuenta de eso. 

-Oye... —Susurré sin dejar de abrazarlo. 

-Mhhmm... —Jadeó. 

-¿Qué pasa? —Dije con cuidado y me incliné a ver su rostro. Estaba dormido. 

Maldecí mi suerte y me puse de pie sosteniéndolo en mis brazos para meterlo bajo las sábanas. Bajé el volumen del televisor y apagué las luces, sólo dejando la lámpara de la mesita de noche. 

Me incliné hacia él por última vez y observé su rostro dormir, no pude evitar sonreír sintiéndome dichoso de tenerlo a mi lado. Dejé un beso en su frente y fui hasta al baño a continuar lo que dejé pendiente en el sofá. 

Me senté sobre la taza con los pantalones y la ropa interior abajo, tomé mi miembro semi-erecto en mis dedos, y empecé a subir y bajar mi mano a lo largo de toda la extensión, el líquido pre seminal empapó mi mano, haciendo la fricción más fácil. Me recargué en el respaldo de la taza, mi cuerpo sudoroso se pegaba a la cerámica del tanque y me concentré en imágenes y sensaciones eróticas de lo bien que se sentiría hacerlo con Andrés, recorrer cada milímetro de su piel, y observar su rostro sonrojado y gimiendo, suplicándome por más. 

Mi abdomen y testículos se contrajeron avisando la salida del semen, aceleré el ritmo casi a punto del orgasmo y dejé que los espasmos de placer hicieran lo suyo, impregnando mi pene y mano con mi propia semilla. 

Ahogué un distorsionado gemido para evitar llamar la atención de mi acompañante del otro lado de la puerta y cuando por fin me relajé y dejé que mi miembro volviera a su forma original, tomé un pedazo de papel higiénico, limpiando los restos de la eyaculación. 

Me quité la camisa sudada y los pantalones, me subí de nuevo el bóxer y lavé mis manos en el grifo para eliminar cualquier olor, fue inevitable no sentirme cansado, así que tomé mi ropa para salir de ahí y un pedazo de papel cayó al suelo. 

Era el mismo que me había dado la mujer de la oficina para que nos encontráramos, supe que esos eran los pantalones de la otra vez y que no los había metido a lavar. 
Lo recogí y lo contemplé por unos segundos, debatiéndome si debía verme con ella, sería mentira si dijera que no tengo ganas de verla, pero eso no implicaría nada más eso, 'verla'. 

-Julieta... —Pronuncié abrumado y suspiré.

Notas finales:

¿Qué les pareció el final? e.é Sé que tengo mucho que mejorar, pero es la primera vez que escribo algo así y necesito su opinión :[ 

Gracias~


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