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Cuando los sueños se hacen realidad por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hola!!!!

Primero que todo, siento el atraso, pero de ahora en adelante pienso ponerme al dia con las actualizaciones =)

Espero que les guste el capitulo, a mi me encanto como quedo!!!

sin mas que decir: DISFRUTENLO

 

 

Capítulo 6: Uno de estos días… Te besaré

 

 

 

Llegué al aeropuerto de Narita temprano en la mañana y tomé un taxi directo al lugar donde se estaba llevando a cabo el Campamento de Enriquecimiento. La mañana comenzó fría, pero para cuando llegué al Campamento, el sol brillaba en un cielo azul. El clima en Japón es muy distinto del clima en Alemania, al que me estaba empezando a acostumbrar, por lo que sentí un incómodo calor y el aire asfixiante no me dejaba respirar tranquilo.

 

Fui recibido en la entrada por Sakaki sensei, quien me llevó a mi habitación para poder dejar mis cosas y de camino aprovechó de contarme la dinámica de entrenamiento en el lugar. Luego de eso, me dirigí a las canchas, en busca del que sería mi grupo de entrenados, ya me habían entregado la lista oficial del grupo y, lamentablemente, Atobe no se encontraba en él.

 

Mientras me dirigía hacia el lugar indicado por Sakaki sensei, sólo pensaba en verlo de nuevo. Trataba de imaginar todos los escenarios posibles, cómo sería, dónde sería, qué le diría cuando lo vea. Me encontraba expectante y temeroso a la vez, lo único que quería era verlo nuevamente ¿Habría cambiado algo en estos dos meses? ¿Aún me recordaría? ¿Mi llegada a aquel lugar le sería indiferente? Me sentía tan ansioso, que creo haber tenido los nervios a flor de piel.

 

Llegué a la cancha y pude ver ahí a mi grupo, había jugadores muy prometedores, así que me concentré en realizar la presentación y explicarles la nueva situación. No me esperaba ser aceptado tan fácilmente y tenía razón, a muchos de los jugadores –sobre todo a aquellos que no me conocían- les costaba hacerse a la idea de que otro estudiante les estuviera entrenando.

 

Como habíamos perdido gran parte de la mañana entre mi llegada y las explicaciones, no tuvimos oportunidad de entrenar a esas horas, se acercaba el horario de almuerzo, así que decidí enviarlos al comedor, mientras yo me dirigía a la sala de reuniones a encontrarme con los demás entrenadores. El trato que recibí por parte de ellos ahí, fue excelente, me acogieron con respeto y buena disposición, lo que terminó por convencerme de que ésta sería una muy buena experiencia tenística. Después de hablar un rato sobre lo que se esperaba de mi desempeño en aquel lugar, nos dirigimos también a los comedores.

 

A cada paso que dábamos hacia aquel lugar, sentía que los latidos de mi corazón se aceleraban más y más, a la vez que un vacío en mi estómago me indicaba que mi nerviosismo era inmenso. La razón era una sola, yo sabía que ahí lo iba a ver por fin.

 

La puerta se abrió lentamente, dejándonos ver varias mesas largas dispuestas en el lugar, donde se sentaban en total unos 30 jóvenes tenistas. Nos dirigimos hacia el centro de la habitación, donde había una mesa para uso exclusivo de los entrenadores. Todo el corto trayecto desde la puerta hacia la mesa se me hizo eterno, traté de mostrarme lo más seguro y confiado posible, pues no quería ser tan obvio. No obstante, no dejé de buscarlo con la mirada en ningún momento.

 

Cuando llegamos al centro del comedor y Sasaki sensei comenzó a hablar, encargándose de mi presentación a los demás jugadores, pude tener una panorámica total de todo el recinto y fue recién ahí que lo vi, aquellos ojos grises que me hechizaron desde la primera vez que me topé con ellos, ahora me miraban directamente, con sorpresa e incredulidad.

 

Al momento de encontrarnos con la mirada, sentí una alegría indescriptible, mi corazón latía acelerado y sentía un hormigueo en las extremidades, perdí la concentración en lo que me rodeaba, no sabía lo que estaba pasando ni tampoco me importaba, oía las palabras que salían de la boca de Sakaki sensei como un murmullo lejano e ininteligible, sólo me podía enfocar en Atobe, se veía hermoso y esa belleza no había cambiado ni un ápice desde la última vez que le vi. Yo sabía que muchas cosas habían cambiado en mi interior en estos dos meses, pero él y mi amor por él, seguían siendo la única cosa constante en mi vida.

 

Su expresión era de asombro, tenía la boca ligeramente abierta y se veía ruborizado, probablemente debido a que venía volviendo del entrenamiento, su cabello estaba húmedo y despeinado. Él me sostuvo la mirada unos segundos y luego la desvió hacia su izquierda, provocando con ese gesto una punzada en mi corazón.

 

En ese momento, Sakaki sensei me cedió la palabra, yo me limité a saludar y presentarme nuevamente, para luego dirigirnos a comer. Mi mesa quedaba en el centro de la habitación, por lo tanto, tenía vista a todo el comedor desde ahí. No despegué la mirada en todo el almuerzo de Atobe, sólo dejé de mirarlo cuando era estrictamente necesario, para poder mantener una conversación medianamente normal con los demás entrenadores. De vez en cuando lo veía mirarme también, aunque se veía algo inquieto, su mirada se veía perdida, como si estuviera pensando concertadamente en algo y no comió nada durante el almuerzo. Todo el tiempo traté de imaginarme lo que estaba pasando por su mente en esos instantes y envidiaba a aquella persona que era dueña de sus pensamientos.

 

Suspiré pesadamente mientras me recostaba en la silla, ahora me sentía celoso de alguien que ni siquiera sabía si existía, que absurdo me sentía.

 

 

 

Después de almuerzo, me dirigí junto a mi grupo a las canchas. Muchos aun dudaban de mi capacidad como entrenador, así que decidí resolver todo con un partido, era la fórmula más rápida, efectiva y simple de solucionar el problema. Cuando terminamos de jugar y salía de la cancha, recién fui consciente de la atracción que habíamos sido todo el tiempo. Jugadores de todos los grupos estaban ahí, observándonos, supuse que les había sorprendido mucho que yo haya sido escogido como entrenador.

 

Eso no me importaba, a esas alturas ya no podía pensar en nada, pues me había dado cuenta que Atobe también estaba ahí, estaba de brazos cruzados observando a través de la reja y sonreía jovialmente. Sentí que la dicha inundaba mi ser el ver esa sonrisa tan transparente. Lamentablemente su entrenadora los vino a buscar y tuvieron que dirigirse a su lugar de entrenamiento, por lo que no le pude ver más.

 

Yo me dispuse a comenzar con el mío también, así que lo primero que hice fue enviarlos a trotar para así entrar en calor. Corrieron alrededor de todo el recinto, por lo que pasaron por afuera de todas las canchas de tenis, como yo los quería observar mientras corrían, para aprovechar de hacer algunas anotaciones de su desempeño, me dediqué a caminar alrededor de las canchas, siguiendo con la mirada al grupo que trotaba animadamente.

 

Fue en ese recorrido que de pronto llegué a la cancha en donde entrenaba el grupo de Atobe. No pude evitar quedarme ahí, mirándolo unos minutos, aunque sabía que tenía trabajo que hacer y un deber que cumplir, pero la necesidad que sentí de permanecer junto a él fue más grande que mi obligación. Se veía tan entusiasmado jugando, completamente concentrado en el juego, aislado de todo lo demás a su alrededor, en ese momento, sólo estaba él y su rival en una cancha de tenis. Se movía con agilidad por la cancha, cada una de sus jugadas eran firmes y precisas, su cuerpo estaba cubierto de una delgada capa de sudor y la camiseta se le pegaba al cuerpo, producto de la intensidad del juego, se veía algo agitado, respiraba por la boca y su cabello se movía rítmicamente, acorde con los movimiento de su cuerpo, pero su mirada era de absoluta concentración.

 

Me cautivó esa determinación en su manera de jugar, esa seguridad. No había dudas en él, tanto en su juego como en su alma. Al verlo, me cuestioné a mí mismo ¿Por qué yo no podía ser como él? ¿Por qué mi mente y mi corazón estaban llenos de dudas? ¿Por qué yo no podía sentirme en paz? Con estas dudas en mi mente, me di la vuelta y decidí continuar con el entrenamiento.

 

A las 6:00 pm finalizaba el horario de prácticas y era la hora del descanso. Yo me dirigí hacia la sala de reuniones, donde todas las tardes se realizaba una evaluación de las actividades hechas con los jugadores durante el día y se analizaba su desempeño. Cuando salí de la reunión, ya eran pasadas las 8:00, no me sentía con ánimos de ir al comedor o a la sala de estar, así que salí afuera a caminar un poco, con la intensión de que el aire nocturno me ayudara a aclarar las dudas que inundaban mi mente y tensionaban mi cuerpo.

 

Caminé lentamente alrededor del complejo deportivo, llevaba las manos en los bolsillos de mis pantalones deportivos y la cremallera del polerón estaba cerrada, ya que había oscurecido y la luna comenzaba a brillar en un cielo cubierto de estrellas. Detuve mi caminar en seco cuando casualmente dirigí la mirada hacia los edificios de los dormitorios y vi una silueta dentro de una de las habitaciones. Era Atobe.

 

Las luces de su habitación estaba encendidas y las cortinas abiertas, por lo que pude tener una panorámica completa de su habitación. Venía saliendo de la ducha, sólo llevaba una toalla alrededor de la cintura, su cabello estaba mojado, dejando caer pequeñas gota de agua que escurrían por su cuerpo níveo. Un extraño escalofrió recorrió todo mi cuerpo al verlo así, mi ritmo cardiaco se aceleró y comencé a sentir una excitación que antes sólo había sentido en sueños.

 

Me di la vuelta impactado por las fuertes sensaciones, flexioné mis rodillas, quedando de cuclillas, me quité los lentes y recorrí mi rostro con mis manos y pasándolas luego por el cabello, respirando hondamente, tratando de tranquilizar mi respiración y desacelerar los latidos de mi corazón. Tuve miedo de mi reacción en un momento como ese, tuve miedo de encontrármelo frente a frente, pues no sabía si podría controlarme. Temía no poder aguantarme las ganas de besarlo.

 

Me dirigí a una de las bancas dispuestas en el lugar y me senté en ella, mirando hacia el cielo, tratando en vano de calmarme. Estuve un buen tiempo ahí sentado, sólo contemplando las estrellas, aunque mi mente se llenaba de imágenes de Atobe, imágenes que se agolpaban en mi cerebro sin que yo las llamara y que no podía evitar.

 

-Tezuka… Te estaba buscando, ya va a empezar la fiesta- la voz de Oishi me sacó de mis pensamientos, sorprendiéndome con su presencia

 

-¿Cuál fiesta?- realmente no tenía idea de lo que estaba hablando

 

-Los miembros de Seigaku te preparamos una fiesta de bienvenida!!!-

 

-Hn…- ahora creía recordar haber oído algo sobre una fiesta

 

-Vamos pues- dijo

 

Me levanté y lo seguí con paso pausado hasta el comedor, aunque mi mente claramente no estaba puesta en esa fiesta. No obstante, me sorprendí al llegar ahí y ver a jugadores de todas las escuelas presente, me había imaginado que la fiesta sería sólo de miembros de Seigaku, pero no era así. Incluso Atobe había asistido, por lo que me sentí muy nervioso con su presencia ahí, no sabía qué hacer.

 

Creo haber abierto los ojos de impresión al ver a Atobe subir al escenario junto a otros jugadores y comenzar a cantar, realmente no me esperaba eso, y si lo pensaba bien, resultaba hasta surrealista verlos. Dejé escapar una risa ahogada frente a este pensamiento, aunque estoy seguro que nadie se dio cuenta de ello.

 

Durante toda la fiesta le miré de reojo, tratando de captar su atención, y me sorprendió ver que él estuvo toda la noche pendiente de Sanada, no dejó de mirarlo en toda la fiesta, y aunque su expresión era seria al verlo, me sentí sumamente frustrado por esta situación y un dejo de dolor se instaló en mi pecho cuando vi salir a Sanada seguido de Atobe.

 

Esa noche no pude dormir tranquilo, mi mente divagaba en torno a lo que había visto y no le encontraba explicación razonable, por lo que mi mente dibujo mil y una teorías, cada una me parecía más dolorosa que la anterior. Yo sabía que ellos no eran amigos, por lo que no paraba de preguntarme ¿Qué clase de relación había entre ellos? Y temía la respuesta.

 

Al día siguiente obtuve mi ansiada explicación, al parecer todo se trataba de un duelo. Después del almuerzo, Atobe y Sanada jugaron un partido no programado, donde quedó en evidencia la fuerte rivalidad que había entre ambos, y que mi noche en vela no tenía justificación.

 

Me sentí tan aliviado al constatar eso, que hasta dejé que una sonrisa se instalara en mis labios, los remanentes de aquella sonrisa no se quitaron de mi rostro en todo el resto del día y cuando llegó la noche, por primera vez en mucho tiempo, dormí en paz.

 

 

 

Al abrir los ojos a la mañana siguiente, me sorprendí de lo descansado que sentía mi cuerpo, era consciente de no recordar la última vez que había dormido así de bien, por lo que me levanté sintiéndome ligero y relajado. Era temprano aun, sabía que nadie estaba levantado a esas horas, así que decidí salir a caminar un rato, pues sabía que eso me ayudaba a pensar y yo tenía mucho en que hacerlo.

 

La mañana estaba fría y nublada, a la vez que una espesa neblina inundaba el lugar. Dejé de caminar cuando divisé una silueta trotando en mi dirección, no se podía ver de quien se trataba, pero por su expresión corporal, no tuve ninguna duda que se trataba de Atobe, se acercó rápidamente y paró de correr frente a mí, manteniendo una prudente distancia entre nosotros. Los nervios inundaban ni cuerpo, no sabía qué decirle, era la primera vez que hablábamos desde el partido en el Torneo de Kantou, así que no estaba seguro de cómo empezar una conversación con él, ni siquiera estaba seguro de que me respondería. Dije lo primero que se me vino a la mente, aunque creo que fue una soberana estupidez.

 

-No esperaba encontrar a nadie más despierto a esta hora. Siempre es grato poder ver tal motivación en un tenista-

 

Que imbécil me sentí ¿Quién me creía yo para decir algo así? Me arrepentí de mis palabras desde el segundo en que salieron de mi boca. Sorprendentemente para mí, Atobe me respondió.

 

-Esto es parte de la rutina diaria del gran Ore-sama, no debería por qué sorprenderte, después de todo… tú mejor que nadie debería conocer mi grandeza-

 

Esa era una frase muy típica suya, ante la cual, no pude evitar sonreír de manera sutil. Realmente lo había extrañado.

 

-¿Y qué haces tú levantado a esta hora?- me preguntó

 

-He salido a respirar el aire fresco de la mañana. A esta hora es cuando pienso mejor- respondí con sinceridad.

 

-Vaya, y se puede saber ¿qué es tan importante para hacerte reflexionar así?- preguntó

 

Suspiré pesadamente y me dirigí hacia una banca cercana, sentándome en ella. Dudé unos segundos, casi estuve a punto de decirle la verdadera razón de todas mis tribulaciones, casi estuve a punto de decirle que no tenía paz desde el día en que lo conocí, que este largo año había sido tanto una dicha como una condena. Pero me faltó el valor.

 

-Sólo se trata de decisiones como entrenador de este campamento, no puedo hablarte de ello- mentí

 

-Hey!! Recuerda que yo ya estoy seleccionado, no hay nada que puedas decirme que me afecte directamente- dijo esto a la vez que se sentaba junto a mí en la banca.

 

No lo podía creer, lo sentía tan cerca y a la vez tan lejos. Los gráciles movimientos que realizó al sentarse me parecieron una exquisitez ¿Acaso todo en él sería así? y sonreí ante este pensamiento.

 

-¡Qué rayos te pasa! ¿Tan gracioso te parezco?- habló algo irritado.

 

No pude evitar sonreír nuevamente, es que me parecía tan maravillosa aquella situación, me sentía feliz, podía estar a su lado, podía verlo, podía hablarle. Para mí era como un sueño estar ahí junto a él. Pero sabía que él podía malentender mis actos, por lo que dije:

 

-No te lo tomes a mal, es sólo que me pareces alguien divertido-

 

-Entonces voy a tomarlo como un elogio. O mejor dicho… como una hazaña-

 

Dijo con tal arrogancia este último comentario, que realmente no pude evitar reír abiertamente. Si él supiera todas las hazañas que había logrado en mí, de seguro se caía de espaldas.  

 

-Tienes razón, tal vez se trata de una hazaña- confesé sinceramente.

 

Al decir esto, le miré directamente a los ojos por primera vez, pues había estado evitando el contacto visual directo con él todo el tiempo, temía a mi propia reacción. Pero ahora, que nos mirábamos directamente, sentí arrepentimiento ¿Por qué no había tenido la fuerza para hacer esto antes?

 

 

 

Yo miraba a la persona que había sido hasta ese momento: débil, tratando de dar una impresión de fortaleza. Con miedo a todo, pero diciéndose a sí misma que no era miedo, sino sabiduría de quien conoce la realidad.

 

(Paulo Coelho)

 

 

 

Así que reuní todo el coraje que había en mí… y lo besé. Sin importarme ni las consecuencias ni el mañana, sólo lo besé, tratando de expresar con ese gesto, todo el amor que había en mi corazón.  

 

 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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